jueves, 22 de diciembre de 2011

¿QUE ES EL HO ' OPONOPONO?

La sanación de tu mundo comienza en ti:

El siguiente texto fue escrito por el Dr. Joe Vitale. La historia que nos cuenta y sus reflexiones encierran un desafío y una bendición: la realidad externa a nosotros es nuestra propia creación individual y, si aceptemos plenamente este hecho, podemos sanarla a través del amor.

Hace unos años, escuché hablar de un terapeuta en Hawaii que curó un pabellón completo de pacientes criminales con serias patologías (locos) sin siquiera ver a ninguno de ellos. El psicólogo estudiaba la ficha del recluso y luego miraba dentro de si mismo para ver cómo él (el psicólogo) había creado la enfermedad de esa persona. En la medida en que él mejoraba, el paciente mejoraba también.

La primera vez que escuché hablar de esta historia, pensé que era una leyenda urbana. ¿Cómo podía cualquiera curar a otro tratando de curarse a si mismo? Y, ¿cómo podía, aunque fuera un verdadero maestro, con un gran poder de autocuración, sanar a criminales insanos? No tenía ningún sentido, no era lógico. De modo que descarté esta historia.
Sin embargo, la escuche nuevamente un año después. El terapeuta había usado un proceso de sanación hawaiano llamado “Ho´oponopono”. Nunca había oído hablar de esta técnica, sin embargo no podía dejar de pensar en esa historia. Si era totalmente cierta, yo tenía que saber más.
Siempre había entendido que “total responsabilidad” significaba que soy el responsable de lo que pienso y hago. Pero lo que esté mas allá, está fuera de mis manos. Creo que la mayor parte de la gente piensa lo mismo acerca de la responsabilidad: somos responsables de lo que hacemos, no de lo que los otros hacen. Pero eso no es así.
El terapeuta Hawaiano que sanó a esas personas mentalmente enfermas, el Dr. Ihaleakalá Hew Len, me enseñaría una nueva perspectiva acerca de lo que es la total responsabilidad. Probablemente hayamos hablado una hora en nuestra primera conversación telefónica. Le pedí que me contara la historia completa de su trabajo como terapeuta.
Me explicó que había trabajado en el Hospital Estatal de Hawaii durante cuatro años. El pabellón donde encerraban a los enfermos criminales era peligroso. Por regla general los psicólogos renunciaban al mes de trabajar allí. La mayor parte de los miembros del personal se enfermaban al poco tiempo o simplemente renunciaban. La gente que atravesaba el pabellón caminaba con sus espaldas contra la pared, temerosos de ser atacados por los pacientes. No era un lugar placentero para vivir, ni para trabajar ni para visitar.
El Dr. Len me dijo que el nunca vio a los pacientes. Acordó tener una oficina y estudiar los legajos. Mientras miraba esos legajos, trabajaba sobre si mismo. Y mientras lo hacía, los pacientes mejoraban.
“Luego de unos pocos meses, a los que debían permanecer encadenados se les podía permitir que caminaran libremente” me dijo. “A otros, a quienes tenían que mantener permanentemente medicados, se les podía reducir las dosis. Y algunos, que no hubieran tenido jamás la posibilidad de ser liberados, fueron dados de alta”. Yo estaba asombrado. “No solamente eso”, continuó, “sino que el personal comenzó a disfrutar de su trabajo.”

“El ausentismo y los cambios de personal disminuyeron drásticamente. Terminamos con más personal del que necesitábamos porque los pacientes eran liberados, pero todo el personal venía a trabajar. Hoy ese pabellón está cerrado.”
Aquí es, lógicamente, donde le hice la pregunta del millón de dólares: “¿Qué estuvo haciendo usted consigo mismo que provocó el cambio en esas personas?”
“Simplemente estaba sanando la parte de mí que había creado sus enfermedades”, dijo él. No entendí. El Dr. Len me explicó que la total responsabilidad se extiende a todo lo que está presente en tu vida, simplemente porque está en tu vida. Es tu responsabilidad en un sentido literal. Todo el mundo es tu creación.
¡Uau! Esto es muy difícil de aceptar. Ser responsable por lo que yo hago o digo es una cosa. Pero ser responsable por lo que cualquiera que esté en mi vida haga o diga, es otra muy distinta. Si asumes completa responsabilidad por tu vida, entonces todo lo que ves, escuchas, saboreas, tocas o experimentas, de cualquier forma, es tu responsabilidad. Esto significa que la actividad terrorista, el presidente de tu país, la economía o cualquier cosa que experimentas y no te gusta, están allí para que tu las sanes. No existen, por decirlo así, excepto como proyecciones que salen de tu interior. El problema no está ahí afuera, está en ti, y para resolverlo, tú debes cambiar.
Sé que esto es difícil de aceptar, mucho menos de vivirlo realmente. Echarle a otro la culpa es mucho más fácil que asumir la total responsabilidad. Pero mientras hablaba con el Dr. Len, comencé a comprender que esta sanación tan particular, el Ho’oponopono, significa amarse plenamente a uno mismo.
Si deseas mejorar tu vida, debes sanar tu vida. Si deseas curar a cualquiera, aún a un criminal mentalmente enfermo, lo haces curándote a ti mismo.
Le pregunté al Dr. Len cómo se curaba a si mismo, qué era lo que hacía exactamente cuando miraba los legajos de los pacientes.
“Simplemente decía ‘Lo siento’ y ‘Te amo’, una y otra vez” explicó él: “Lo siento… Te amo”
“¿Sólo eso?”
“Sólo eso.”
“Resulta que amarte a ti mismo es la mejor forma de mejorarte a ti mismo. Y mientras te mejoras a ti mismo, mejoras tu mundo.”
Permíteme darte un rápido ejemplo de como funciona esto: en una oportunidad recibí un e-mail muy agresivo, que me desequilibró. Normalmente hubiera intentado manejar la situación trabajando sobre mis aspectos emocionales más negativos o tratando de razonar con la persona que envió el mensaje. Esa vez decidí probar el método el Dr. Len. Me puse a pronunciar silenciosamente “lo siento” y “te amo”. No lo decía a nadie en particular. Simplemente estaba invocando el espíritu del amor para sanar, dentro de mí, lo que estaba creando esa circunstancia externa.
En el término de una hora recibí otro e-mail de la misma persona. Se disculpaba por el mensaje anterior. Ten presente que no realicé ninguna acción externa que provocara la disculpa. Ni siquiera contesté el mensaje. Sin embargo, sólo diciendo “te amo”, de algún modo sané dentro de mí lo que estaba creando en él.

Más tarde asistí a un taller de Ho’oponopono dirigido por el Dr. Len, que tiene ahora más de 70 años y es un chaman venerable y solitario.
Alabó mi libro, “El Factor Atractivo”. Me dijo que mientras yo me mejore a mí mismo, la “vibración” de mi libro aumentará y todos lo sentirán cuando lo lean. En resumen: a medida que yo me mejore, mis lectores mejorarán.
“¿Y qué pasará con los libros que ya he vendido y han salido de mí?” pregunté.
“No han salido realmente”, explicó una vez más soplando en mi mente su sabiduría mística. “Aún están dentro de ti”. En resumen: no hay afuera. Me llevaría un libro entero intentar explicar esta técnica con la profundidad necesaria, para transmitir algo así como que cuando desees mejorar cualquier aspecto o situación en tu vida, hay sólo un lugar donde intentarlo: dentro de ti. Y cuando mires allí, hazlo con amor”.  Dr. Joe Vitale

La técnica de Ho’oponopono es para sanar nuestra mente. Las cosas desagradables que vemos “afuera”, estarían reflejando áreas de nuestra mente que necesitan sanación.
La familia y la sociedad nos han transmitido la idea de que hay cosas y personas “ahí afuera” con las que no estamos unidos y que están fuera de nuestro control. Sólo nos queda intentar cambiarlas o negociar con ellas o adaptarnos.
En cambio esta técnica, Ho’oponopono, propone que somos 100% responsables de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Entonces, cada vez que algo desagradable pase a formar parte de nuestras vidas, cualquier suceso o encuentro que nos resulte molesto en cualquier forma, podemos sanar la parte de nuestra mente que lo creó o que lo convocó.


Cómo funciona Ho'ponopono

Morrnah explica, "Nosotros somos la suma total de todas nuestras experiencias, lo que significia que estamos sobrecargados con nuestras experiencias del pasado. Cuando nosotros experimentamos stress o miedo en nuestras vidas, si miramos con cuidado, nos daríamos cuenta que la causa esta situada en nuestra memoria.

Son las emociones que estan ligadas a estas memorias que nos afectan ahora. El subconcente asocia una acción o una persona en el presente con algo que paso en el pasado. Cuando esto ocurre, las emociones son activadas y se produce el stress. El propósito principal de este proceso es descubrir la Divinidad dentro de uno. Ho'oponopono es un regalo profundo que nos permite desarrollar una relación con la Divinidad dentro de nosotros y aprender a preguntar en cada momento nuestros errores, palabras y semillas o acciones para que sean limpiadas. El proceso es escencialmente acerca de la libertad, la completa liberación del pasado."
El amor es todo lo que existe. Ama a tu projimo como a ti mismo. Hemos sido educados con la creencia que debemos amar a nuestro projimo y nos olvidamos de amarnos a nostros mismos. Como podemos amar a otra persona si no comenzamos con nostros mismos? Aca es donde Ho'oponopono ofrece un camino simple. Todo vuelve a lo mismo: conocete a ti mismo, amate a ti mismo y cambia tu mundo.
Se utiliza de esta forma:
- Cada vez que sucede algo que nos desagrada, o que alguien tiene una actitud que nos molesta, en vez de protestar o de tratar de cambiar las cosas “allí afuera” podemos pedir, como en una oración, que “por favor sea sanada la parte de mi mente que creó este problema (o el conflicto o la actitud de la otra persona, etc.)”.
- También podemos decir mentalmente: “Lo siento, Te amo” (podemos agregar también “Perdón, y Gracias”), dirigiéndonos a las personas involucradas en la situación o conflicto. Les pedimos perdón por hacerles representar un papel tan desagradable y les damos las gracias por haber aceptado ese papel y habernos mostrado que había en nosotros algo que necesitaba ser sanado.
- La técnica debe aplicarse con una actitud de serena alegría, no con culpa y remordimientos.
- Y por último, pero tal vez lo más importante, debemos haber comenzado a intuir, a través de la experiencia, que en realidad somos nosotros los que creamos o atraemos los problemas. Si seguimos pensando que somos “las víctimas” de los demás o de las circunstancias externas, nada puede cambiar aunque apliquemos la técnica.
Aqui  adjunto dos link de meditacion.
Ho'oponopono (Meditación Español) por Vivi Cervera  http://youtu.be/1_t_mygR7gI
Meditacion 4 palabras que curan por Vivi Cervera    http://youtu.be/ppQuUnYgnmM
TU Y HO´OPONOPONO   http://youtu.be/jyHSL8c8ppE



jueves, 24 de noviembre de 2011

APRENDER A MANEJAR LOS CELOS - IX Parte - (Basado en las Investigaciones de Ayala Malach Pines) Hoy expondre los capitulos: 24, 25 y 26.

Los celos cumplen una función

Un amorío puede ser una forma de comunicación o una forma de huida, pero los celos que desencadena son siempre un tema que concierne a la relación de pareja. Según el enfoque sistémico los celos siempre cumplen una función en la relación. Si bien los experimenta y expresa uno solo de los compañeros son parte de una relación de pareja en particular y reflejan una perturbación de una familia en particular.

Un buen ejemplo de esto aparece en el libro de Robert Barker The Green-Eyed Marriage: Surviving Jealous Relatioships (El matrimonio de ojos verdes. Cómo sobrevivir a las relaciones dominadas por los celos). El doctor Barker no es un terapeuta sistémico sino más bien un terapeuta psicodinámico que considera que los celos son “el resultado de problemas psicológicos y de conducta de larga data y profundamente arraigados en la persona celosa”. A pesar de esta clara asignación de culpa, el caso es un ejemplo maravilloso de la noción sistémica de la función que cumplen los celos para ambos miembros de la pareja, una conclusión exactamente opuesta a la que extrajo el doctor Barker.

Darryl y Lucy estuvieron casados diez años y a lo lar go de ese período las peleas entre ellos fueron constantes. En una situación típica de las que desembocaban en una pelea, Darryl comenzaba a hacer insinuaciones indicando que quería tener relaciones sexuales, y Lucy se mostraba entusiasmada. Entonces, ella mencionaba al pasar algo que despertaba los celos de Darryl. La discusión terminaba con uno de los dos durmiendo en el sofá de la sala.

Si bien Darryl puede haber sido el miembro celoso de la pareja, lo cierto es que Lucy aportaba lo suyo para que las escenas de celos se repitieran. El doctor Barker observa correctamente que “ambos obtenían algún beneficio importante de la continuación del conflicto”.

Tanto Darryl como Lucy tenían largas historias de problemas sexuales. Darryl tenía frecuentes episodios de eyaculación precoz y estaba angustiado por su rendimiento sexual. Lucy sufría de un problema crónico que se traducía en una sensibilidad exacerbada ante el contacto y la presión en la zona genital que le provocaba aversión al coito.

Lucy utilizaba los celos de Darryl para reducir al mínimo los contactos sexuales. Cuando él se insinuaba, ella provocaba sus celos. La respuesta típica de él hacía que el resultado fuera el previsible: peleaban, y el sexo quedaba postergado. La recompensa para Lucy era una “absolución de culpa y cargo respecto del sexo”: ella no se negaba. Ella estaba dispuesta hasta que él empezaba otra vez con sus ce los. Darryl también quería una excusa para evitar el sexo y la angustia por su desempeño en esa situación. Las discusiones en torno a los celos le procuraban una forma aceptable de evitarlo.

Darryl y Lucy ilustran hasta qué punto los celos son un tema de la pareja. Aun en el caso en que uno de los miembros aparece como “anormalmente celoso” es legítimo preguntar en qué se está beneficiando el compañero no celoso con el problema de celos. La pregunta es particularmente importante si los celos han sido un problema para la relación durante un lapso prolongado.

Uno de los descubrimientos más comunes al trabajar con parejas en las que uno de los esposos es “anormalmente celoso” es que el esposo “no celoso” tiene una buena razón, psicológicamente hablando, para permanecer en la relación. Como lo ilustra el caso de Darryl y Lucy, a veces esa razón es tan importante que el esposo “no celoso” se toma el trabajo de alimentar los celos del otro.

Lucy provocaba los celos de Darryl en un intento de ocultar un problema sexual. En otros casos, las discusiones basadas en los celos pueden ser aprovechadas para distraer la atención de otros problemas de los esposos, de la relación, o de ambas instancias.

Además de ocultar otros problemas, los celos también pueden cumplir una función positiva; en dosis moderadas pueden agregarle emoción a la relación. Como veremos en la sección acerca de los celos en las relaciones abiertas, a los swingers, por ejemplo, les gusta mirar a su compañero mientras tiene relaciones sexuales con alguna otra persona. La explosión de celos que sienten alimenta su interés sexual por sus compañeros.

Otras parejas disfrutan del drama que producen los celos. Ambos miembros de la pareja identifican el drama con la pasión, y mantienen viva la pasión en la relación contribuyendo a que se produzcan escenas de celos. Un caso de este tipo es el del amante celoso que es un hombre de negocios exitoso y viaja con frecuencia al extranjero. Como no puede soportar la idea de que su novia se quede en casa sola la lleva con él en casi todos sus viajes. En las raras ocasiones en que esto no es posible hace frecuentes llamadas telefónicas des de el otro lado del Atlántico a la casa de ella, o de sus amigos, e incluso a restaurantes, para tratar de controlarla.

La novia, que es una mujer de aspecto no muy agracia do, creció en una familia pobre. Adora los viajes al extranjero y la atención que su amante celoso le presta. Para alimentar esos celos se entrega a sembrar pequeños indicios acerca de hombres con los que tuvo algún encuentro mientras él estuvo ausente. Sin embargo, cuando él le hace visitas sor presa para controlarla, siempre la encuentra charlando inocentemente con un grupo de amigos o con una amiga. Cuan do eso sucede, y sucede a menudo, ella lo acusa de ser patológicamente celoso. Tienen una “pelea terrible” y luego hacen el amor con pasión. Este esquema ha estado funcionando durante ocho años, y no se avizora un final ni para los celos ni para la pasión. Los miembros de una pareja como ésta pueden tratarse con furia pero lo cierto es que les encanta el drama que sus celos desencadenan. Difícilmente acudan a una terapia con motivo de los celos, y cuando se encuentran con un compañero que no es celoso o infiel, ese compañero les resulta “aburrido”. Los celos mantienen encendido el fuego sexual en la relación.

Es innegable que los celos producen excitación y pueden hacer que la vida se torne más interesante. Además, pueden hacer que su compañero parezca más deseable. Si el hombre de negocios que acabo de describir no contemplase a su novia con los ojos cargados de celos sino como el resto del mundo, ella perdería sin duda mucho de su atractivo.

Algunas personas alimentan los celos del compañero cuando sienten que éste está dando por descontado su amor. Algunas lo hacen porque les procura una sensación de poder sobre su compañero celoso. Otras lo hacen como una forma de venganza, usando a su compañero celoso para curar su ego, herido por esta relación o por una relación anterior.

En todos estos casos, no basta con que uno de los miembros de la pareja quiera crear un problema de celos. Es necesario que los dos estén en connivencia para que el problema de celos se mantenga vigente en la relación. Ésta es la razón por la cual, según el enfoque sistémico, la mejor forma de tratar los celos es considerarlos como un problema de la pareja, aun en el caso de que uno de los miembros sea “anormalmente” celoso.

Trabajar los celos como un problema de la pareja permite lograr cambios más rápidos porque requiere que los dos participen del tratamiento. En el caso de Lucy y Darryl, por ejemplo, ¿qué habría sucedido si Darryl hubiera acudido a la terapia individual para hacer frente a sus “celos anormales”? Sin duda la terapia se habría centrado en la sensación de ineptitud sexual de Darryl, que era la causa de sus celos. Cambiar esa sensación requiere un proceso lento y prolongado. Cambiar el patrón destructivo de la relación que contribuye a que aparezca un problema de celos puede aliviar el problema mucho más rápidamente.

Si usted está en una relación con un compañero “anormalmente” celoso, probablemente le cueste aceptar la idea de que usted también juega un papel activo en la vigencia del problema de celos. Es mucho más fácil culpar al compañero que hacerse cargo de la responsabilidad que a uno le cabe en la configuración de la relación que comparte. Sin embargo, a la larga, culpar al compañero no es la mejor solución. Hacerse cargo de la responsabilidad, que no es lo mismo que aceptar una culpa, significa que uno ejerce cierto control sobre el problema. Si uno acepta que aportó lo suyo para crear el problema, puede obtener un cierto alivio de la certeza de que también puede jugar un papel activo en resolverlo.


El tratamiento de los “celos anormales”
mediante el enfoque sistémico
Mark sufría de lo que su psicoanalista caracterizó como “celos delirantes”. El diagnóstico se basaba en un conjunto de síntomas: Mark no podía dejar de atormentarse con los amoríos que su esposa podía estar viviendo. Decía que sus celos eran “como un gas venenoso que lo invadía todo”. Cada vez que llegaba a su casa del trabajo controlaba en el coche de su esposa los kilómetros que había recorrido para asegurarse de que no había salido de la ciudad para encontrarse con sus amantes imaginarios. Revisaba su ropa interior para ver si había manchas que denunciaran que había tenido relaciones sexuales con esos “amantes”. Verificaba el contenido de la billetera de su esposa para comprobar si había pruebas de un amorío ilícito que ella hubiera podido dejar allí. Para descubrir si ella hablaba por teléfono con sus “amantes” mientras él no estaba en la casa, ponía un cabello en el tubo. Si el cabello no estaba allí cuando él volvía, aquello sería una clara señal de que había hablado con algún amante. Pero cada vez que volvía y el cabello no estaba donde lo había coloca do lo asaltaba la incertidumbre: no podía saber con certeza si el cabello había desaparecido a causa de un llamado de su esposa o arrastrado por el viento.
Lo más significativo en el diagnóstico de los celos delirantes, sin embargo, era que los celos de Mark no tenían fundamento. Su esposa siempre le había sido fiel. Como el terapeuta de Mark tenía una orientación psicodinámica, su terapia se centró en la función que los celos cumplían en la dinámica de la vida interior de Mark.
Aunque éste era un caso de celos “anormales”, Mark ya había tenido un problema de celos cuando su esposa lo conoció, se enamoró y decidió casarse con él. ¿Qué fue lo que le atrajo de él en los primeros tiempos de su relación? ¿Pudo haber tenido algo que ver con los celos?
He trabajado en casos similares y he descubierto que los compañeros no celosos realmente disfrutan de los celos al comienzo. La razón, en muchos casos, es que perciben los celos como una señal de amor y compromiso con la relación.
Lamentablemente no sabemos qué fue lo que a la es posa de Mark la atrajo en el comienzo de la relación porque ella nunca participó en la terapia. Como Mark, su esposa y el terapeuta definieron el problema como “los celos patológicos de Mark”, éstos fueron el núcleo de su psicoterapia individual.
Tal vez usted recuerde que en el análisis de los ce los como la sombra del amor, los rasgos y conductas que más nos atraen cuando conocemos a nuestro compañero son a menudo los que después nos provocan la mayor aflicción en la relación. Esta afirmación, como vimos, también es válida para los celos. Si usted tiene como compañero a una persona celosa una de las cuestiones más importantes e interesantes que puede explorar es qué fue lo que le atrajo de su compañero cuando le conoció. La comprensión de la atracción nos ayuda a entender los celos. Ann y Leonard son un ejemplo de esto.

Cap. 26  
Los celos en el comienzo de una relación
Ann y Leonard se conocieron cuando ella tenía diecisiete años. Leonard, que en ese momento tenía veinticuatro años, le parecía a Ann no sólo mayor sino también más maduro y digno de admiración que los jóvenes de la edad de ella. Le encantaba que la hubiera convertido en el centro de su mundo y que se ocupara de todas sus necesidades. Pero ahora, después de veintidós años de matrimonio, Ann quiere divorciarse. La razón: “los celos patológicos de Leonard”. “Me asfixia”, dice Ann. “Leonard es tan celoso que no me deja respirar. Me siento prisionera. No puede soportar que yo tenga mis propios intereses. No me deja salir sola. Me sigue a todas partes. Me tiene harta.” Leonard, por su parte, dice que sigue amando a Ann como cuando se casaron. “Me preocupa que salga sola de noche”, dice. “Esa es la única razón por la que la sigo y por la que quiero saber adónde va y con quién. Creo que mi preocupación es normal y está perfectamente justificada. Pregúnteselo a cualquier hombre y verá que está de acuerdo conmigo.”
Desde el momento en que se conocieron y durante los primeros años del matrimonio a Ann le encantaba ser el centro del mundo para Leonard. Su preocupación y su actitud protectora eran para ella una señal de amor. La hacían sentirse segura. Leonard era el padre amoroso que ella nunca tuvo. Ahora, siente que su actitud protectora no es otra cosa que posesividad, y que su preocupación revela celos patológicos. Ser el centro de su mundo ya no la hace sentir segura, porque ese mundo se ha transformado en una jaula. Ann y Leonard crearon un círculo vicioso en el que Ann respondía a los ce los de Leonard retrayéndose y él respondía a su creciente retraimiento con más celos.
Dean y Melanie: del compañero celoso a la parejaDean y Melanie acudieron a terapia por lo que Dean llamaba los “celos patológicos” de Melanie. Decía que yo tenía que “arreglarla” porque él “ya no aguantaba más”. Melanie estaba de acuerdo con el rótulo y apreciaba la solidaridad de Dean al venir a la terapia con ella.
Durante nuestra exploración del problema se puso en evidencia que Melanie tenía una razón para estar celosa. Cuando se conocieron, Dave estaba comprometido para casarse con otra mujer y al mismo tiempo estaba teniendo un amorío con la hermana de aquella mujer. Le contó a Melanie todas sus idas y venidas para tratar de manejar estas dos relaciones mientras comenzaba una tercera con ella. Uno puede preguntarse, por supuesto, por qué Melanie se involucró con un hombre que ella sabía que estaba comprometido y además engañaba a su novia. Pero como señalé más atrás, las preguntas de ese tipo son irrelevantes para un terapeuta sistémico.
Varios años después de casarse Dean y Melanie tuvieron una pelea y se separaron por un corto tiempo. Después, Melanie se enteró de que durante la separación Dean había tenido un amorío con su secretaria. Dean usó todos sus “viejos artilugios” para evitar que Melanie se enterara del amorío. Este amorío, el punto más alto de la “historia de engaños” de Dean, llevó a Melanie a sospechar de cualquier cosa que pudiera ser una pista para descubrir un nuevo amorío. Sus sospechas pusieron furioso a Dean, quien según su pro pio testimonio ahora era “inocente como un cordero”. No entendía por qué Melanie tenía que sacar a relucir cosas que eran “historia antigua”. Su conclusión fue que estaba “patológicamente celosa”.
Si bien Melanie estaba de acuerdo con Dean en que tenía un problema con los celos, argumentó en su defensa que antes nunca había sido celosa, ni con sus novios ni con su ex esposo.
Como suele ocurrir, el problema de celos de Dean y Melanie estaba relacionado con lo que cada uno de ellos consideraba más atractivo del otro cuando se conocieron. Melanie se sintió atraída por el encanto y el carisma de Dean: “Era, y todavía sigue siéndolo, un hombre muy atractivo”. Dean se sintió atraído por la sensibilidad y la atención que le prestaba Melanie: “Desde el primer momento sentí que era alguien que podía construir un hogar para mí”. Ahora, el atractivo que Dan tiene para las otras mujeres se ha convertido en una fuente inagotable de tensión para Melanie, en tanto que la excesiva sensibilidad de Melanie somete a Dean a una tensión análoga.
A Dean le parecía que cada contacto que tenía con otra mujer era para Melanie un factor desencadenante de celos. Argumentaba con fervor que todas las cosas que había hecho en el pasado eran “insignificantes y triviales” comparadas con su “honestidad y lealtad actuales”. A Melanie, en cambio, le parecía que sus sospechas estaban perfectamente justifica das por la conducta de Dean en el pasado. Lo que desencadenaba sus celos era algo bien definido: todas las situaciones en las que estaban involucradas mujeres y en las que se presentaba la más mínima posibilidad de que Dean la engañara. El solo hecho de ver a Dean en contacto con una mujer atractiva y pensar que podía sentirse atraído por esa mujer o incluso tener un amorío con ella y ocultarlo era suficiente para que Melanie enfureciera de celos.
Cuando caminaban juntos por la calle, a veces ocurría que Dean se encontraba con una mujer que conocía y cruzaba con ella unas pocas palabras. Sabía que esto era suficiente para despertar las sospechas de Melanie, que comenzaba a acribillarlo a preguntas acerca de la mujer y de su relación con ella. Estos interrogatorios llegaron a enfadar a Dean hasta el punto de que finalmente se negó a contestar. “Sé cómo funciona su mente”, decía, “y me vuelve loco.”
El “incidente de los arañazos” fue la gota que rebalsó la copa. Melanie advirtió que Dean tenía arañazos en la espalda, y él no recordaba cómo se los había hecho. Melanie pensaba que no había forma de que fuese él mismo el que se los hubiese hecho. Cuando empezó a preguntarle por los arañazos Dean sintió que “algo explotaba” en su cabeza. Dice que no sabía lo que hacía. Comenzó a golpear a Melanie. Semejante violencia los conmovió y atemorizó a ambos, y ésa fue la verdadera razón por la que solicitaron la terapia.
Al tratar de discernir cómo cada uno de ellos había contribuido a la dinámica de su problema de celos, Melanie afirmó que su principal problema era su falta de confianza en Dean. Si Dean juraba decirle la verdad —aun en el caso de que se sintiera atraído por otra mujer, incluso si tenía una aventura— estaba segura de que podría manejar la situación. Pero Dean se negaba a prometerlo. Consideraba que las sospechas de Melanie eran infundadas y sus interrogatorios le resultaban intolerables. “Basta de esta locura”, dijo. “Melanie tiene un problema y es ella la que tiene que resolverlo.” Como ambos se mantenían firmes en sus posiciones, les pedí que invirtieran los roles y que me explicaran cada uno la posición del otro.
La tarea les resultó difícil a los dos. Melanie tuvo gran des dificultades para expresar en todo su alcance el resentimiento y la furia de Dean ante sus sospechas. Dean tuvo problemas para expresar en toda su magnitud lo herida que estaba Melanie y cuánto desconfiaba de él. Era como si Dean y Melanie tuvieran antenas hipersensibles, él para captar los celos de ella y ella para captar su posible infidelidad. Una vez que ambos comprendieron en toda su magnitud lo que sentía el otro pudieron centrar sus esfuerzos en “bajar el volumen” de sus respectivas respuestas.
Dean aceptó decirle a Melanie la verdad acerca de sus aventuras amorosas, reales o posibles, con otras mujeres. A cambio de ello, Melanie prometió fiarse de él, dejar de sospechar de cada mujer con la que él tenía algún contacto y poner fin a sus interrogatorios. Aunque esta solución puede parecer demasiado simple para que funcione, en este caso funcionó. Melanie dejó de ser una “persona celosa”. La última vez que hablé con Dean y Melanie, dos años después de que sellaran su pacto, no habían vuelto a tener problemas con los celos. Una razón por la que el pacto funcionó fue que intentaron resolver el problema juntos. Otra razón fue la buena voluntad de Melanie, que aceptó fiarse ciegamente de la palabra de Dean. Una vez que lo prometió, ella quedó convencida de que él nunca más volvería a mentirle.
Esto no significa que todas las “personas celosas” dejarán de serlo en el momento preciso en que su compañero o compañera prometen ser veraces en cuanto a sus relaciones amorosas con otras personas. Otras parejas pueden necesitar soluciones diferentes. El desafío es, en cada caso, descubrir la solución que funciona.
Los teóricos sistémicos Paul Watzlawick, John Weakland y Richard Fisch dan un ejemplo de la forma en que se activa un sistema de celos, y de cómo se mantiene y se perpetúa. Una esposa se siente excluida de la vida de su esposo y comienza a hacerle preguntas. El esposo siente que los interrogatorios de su esposa son una intrusión, y entonces se retrae. Ese retraimiento hace aumentar la angustia y las sospechas de ella, de manera que sus esfuerzos por “averiguar” se tornan más persistentes y desesperados. Los celos y las sospechas de ella hacen crecer el resentimiento de él y lo llevan a distanciarse y retraerse aún más. Esposo y esposa se encuentran atrapados en una situación sin salida. La esposa (en este caso el compañero celoso) se da cuenta de que si sigue interrogando a su marido probablemente lo empuje a retraerse enfadado o a dar una respuesta forzada tratando de tranquilizarla que, en última instancia, no la tranquilizará en absoluto. El esposo (en este caso el compañero no celoso) se da cuenta de que su retraimiento aumenta la desconfianza y los celos de la esposa pero al mismo tiempo tiene miedo de que la revelación de cualquier información pueda exacerbar el problema. En otros casos, el esposo puede ser el compañero celoso y la esposa el no celoso. Sea como fuere, el sistema celoso se activa, se mantiene y se perpetúa conforme a un esquema similar.
Los terapeutas sistémicos Won-Gi Mi, Stefanie Wilner y Miranda Breit proponen una técnica que puede ayudar a una pareja cuando se presenta este problema de “doble vínculo”. Han llamado a esta técnica “Honestidad escrupulosa”.’ Se le sugiere al compañero no celoso que sea inquebrantablemente honesto en cada detalle de la vida cotidiana y que le proporcione al compañero celoso la mayor cantidad posible de información. Este flujo incesante de información ayuda a que se disipe la angustia del compañero celoso, que se había sentido excluido y sospechaba que estaban ocurriendo acontecimientos supuestamente clandestinos.
En otra técnica, llamada “Dar vuelta la tortilla”, se le pide al compañero no celoso que represente el papel del celoso. La atención y el renovado interés que esto conlleva le facilitan al compañero celoso recobrar la perdida confianza en sí mismo, y le permiten al no celoso volver a apreciar las cualidades más positivas de su compañero.



jueves, 17 de noviembre de 2011

EL REIKI. ¿Que es? ¿Para que? ¿Quien puede...?

Cuando nos duele algo, el estómago o una muela, automáticamente nos llevamos la mano a ese lugar como si el simple contacto nos aliviara el dolor. De forma natural, sin darnos cuenta, aplicamos el fundamento del reiki, una terapia milenaria japonesa para sanar a través de las manos que cada vez tienen más adeptos en Europa. Las personas que lo practican aseguran que es asombroso cómo funciona y muchas afirman que ha cambiado su vida. Incluso la medicina convencional, siempre escéptica ante este tipo de técnicas alternativas, ya ha empezado a impartirlo en hospitales.

El reiki, que en japonés significa 'energía universal', consiste en canalizar a través de las manos una poderosa fuente de vibración, que está fuera, hacia uno mismo o hacia otras personas para curar enfermedades físicas o sanar emociones. Además, cualquiera puede practicarlo o recibirlo, ya que no es un 'don' especial reservado a unos privilegiados, sino una técnica que se puede aprender.

Aunque esta práctica de canalizar energía tiene más de 3.000 años de antigüedad, cayó casi en el olvido hasta que fue rescatada en 1920 por el doctor Usui, un monje y catedrático japonés al que se considera el primer maestro reiki.

Al igual que la acupuntura o el shiatsu, esta técnica parte de una tesis muy sencilla: que el ser humano es "todo energía", afirmación que aunque parece muy esotérica comparte aspectos con la física cuántica. El reiki sostiene que cuando la energía se bloquea, por cualquier circunstancia, es cuando se produce una enfermedad. La imposición de las manos en la zona enquistada, donde la energía ha quedado taponada, sirve para disolver ese 'nudo' que impide que la energía fluya y así devolver el equilibrio al organismo.

"El reiki es una herramienta muy poderosa que está al alcance de cualquiera. No hace falta nada especial, todo el mundo puede hacerlo. Además, no tiene contraindicaciones porque siempre es para bien", asegura John Curtin, maestro reiki y presidente de la Fundación Sauce, donde ya se han formado más de 6.000 alumnos en los cursos que imparte para instruirse en esta técnica.

Curtin se topó con el reiki más por necesidad que por convencimiento. Hace años, cuando dirigía una empresa de informática, sufrió una parálisis facial que le dejó inutilizado un lado de la cara. Los neurólogos le dijeron que no tenía curación y que se quedaría así de por vida. Después de probar de todo, empezó a recibir reiki y en tres meses recuperó la movilidad de la cara por completo. "Como informático era muy escéptico ante este tipo de terapias, pero experimenté en mí los resultados. Siempre digo que lo importante no es si te lo crees o no, lo importante es que el reiki funciona", explica Curtin.




  • El reiki, reconocido por la OMS, consiste en canalizar energía con las manos
  • Es una técnica habitual en más de 1.000 hospitales de EEUU y Reino Unido
  • Cualquiera puede aprender a dar reiki tras un sencillo curso de iniciación


  • Terapia en hospitales

    El reiki no sólo es compatible con cualquier tratamiento médico, sino que además actúa como complemento, ya que en ningún caso se recomienda suspender ninguna medicación para sustituirla con esta técnica. Además, está reconocida como terapia alternativa por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De hecho, en Estados Unidos y Reino Unido ya se utiliza en más de 1.000 centros hospitalarios y está incluido en el Sistema Público de Salud. En el estado de Nueva York, hasta los servicios de emergencia están formados para dar reiki.

    En España, donde esta terapia aún lleva pocos años de desarrollo, aún no se ha llegado tan lejos, pero ya se aplica en varios hospitales como el Gregorio Marañón o La Paz gracias a los buenos resultados que se han observado en los pacientes. "Contamos con acuerdos de colaboración con cinco hospitales de Madrid para aplicación de reiki a enfermos", asegura Curtin. La fundación que dirige cuenta con más de 300 voluntarios que imponen las manos a los enfermos para aliviar sus dolores.

    Entre otros, muchos pacientes de cáncer reciben sesiones de reiki, ya que se ha usado con éxito en combinación con la quimioterapia para ayudar al organismo a mantener la fortaleza física necesaria para soportar el tratamiento. "Aprendí reiki para ayudar a mi tía que padece cáncer. Ahora me dice que se siente mejor después de darle una sesión. Sé que desde fuera parece una locura, pero es alucinante", explica María Jesús.

    Sus seguidores aseguran que el reiki sirve para sanar una interminable lista de enfermedades, tanto físicas como emocionales. Así, afirman que su "práctica habitual" puede aliviar e incluso curar dolores crónicos como la artritis, reuma o migrañas. También acelerar la recuperación de lesiones óseas y musculares, ayudar el organismo a combatir infecciones o mitigar el estrés y la ansiedad.

    Contra la depresión


    La práctica de la imposición de manos también lucha contra la enfermedad del siglo XXI: la depresión. "Como su objetivo es equilibrar energéticamente a la persona tanto física como espiritualmente, este tipo de dolencias psíquicas desaparecen cuando la persona vuelve a su estado de equilibrio", explica Curtin.

    Es el caso de Candela, una azafata que padece depresión y lleva años medicada sin obtener ninguna mejoría. Acudió a ver a John Curtin para recibir un tratamiento, que se compone de un mínimo de tres sesiones de reiki, porque una amiga se lo había recomendado. "Entendí que mi depresión provenía de un bloqueo emocional y las sesiones de reiki me sirvieron para liberar esa angustia contenida. Sentía como una bola en la garganta y otra en el pecho que me impedían respirar. Poco a poco esa bola que hasta notaba físicamente se han ido disolviendo y ahora casi no tomo medicación", explica Candela.

    Como todas las técnicas orientales, el reiki trata a la persona como a un todo. Es decir, no distingue entre cuerpo y espíritu. Hay una máxima de esta técnica que dice que "no hay cuerpos enfermos, hay almas enfermas". Así, los maestros mantienen que las dolencias no se dan aisladas, sino como consecuencia del desequilibrio entre alma y cuerpo.

    Manuela González también se dedica a dar sesiones de reiki. Asegura que la fuerza que sale de sus manos -ella es sólo un canal- lo único que hace es restablecer el orden, porque hay veces que "las energías están en guerra civil". Muchas personas acuden a su consulta para darse "un chute de energía" como dice entre risas José María, director de márketing de una página web o para tratar las dolencias de "una enfermedad reumática", en el caso de María, periodista.

    "Cuando nos sentimos mal, insatisfechos, enfermos físicamente o emocionalmente la terapia de reiki nos ayuda a reconocer nuestra esencia y lo que necesitamos modificar, que puede que no coincida con lo que nosotros queremos, para permanecer en un estado de salud", explica González, maestra de reiki por la Asociación Servicio reiki.

    Los maestros reiki defienden el asombroso poder de autocuración del ser humano que se pierde con los años. "En definitiva, autosanamos nosotros, que es una capacidad natural que todos tenemos y que con la ayuda de un maestro de reiki empezamos a redescubrir", recalca González. Así, coincide con Curtin en que es el paciente el que "toma las riendas" de su propia sanación.

    Sin vinculación ideológica


    Como terapia energética el reiki no está vinculado a ninguna ideología ni religión. De hecho, la Iglesia Católica tiene a maestros reiki entre sus miembros. No en vano en el Nuevo Testamento se relata cómo los apóstoles realizaban milagros mediante la imposición de manos para sanar en nombre de Jesús. Cambian la manera de decirlo pero no el significado: donde la tradición japonesa habla de energía universal de la vida, los católicos dicen Dios. "No es incompatible con la fe católica, para mí es Dios el que cura. De hecho, yo abro la sesión de reiki con un Ave María", explica sor Margarita, una monja que estudió reiki como herramienta para aliviar a los más desfavorecidos. Es más, el propio Juan Pablo II dio la bendición a sor Mariusza, monja polaca y maestra reiki por su labor en la Congregación de la Posjonistek.

    Los que lo practican aseguran que cuanto más reiki haces, mejor te sientes. Y es que descubrir que tu salud y tu felicidad están al alcance de tu mano, nunca mejor dicho, lo cambia todo. Aunque todavía muchos se resiste a creer que el poder está en la palma de su mano.

    ¿Cómo es una sesión de reiki?


    Una sesión de reiki suele durar 45 minutos. El paciente se acuesta en una camilla en un ambiente tranquilo mientras el maestro posa sus manos en distintas zonas de su cuerpo. Hay doce posiciones de manos, se empieza por la cabeza (nuca) y se termina con las plantas de los pies, reequilibrando todos los centros de energía o 'chakras'. Durante la sesión, es habitual cerrar los ojos porque es normal que el paciente se quede dormido o entre en profunda relajación. Tras el tratamiento, se recomienda beber mucha agua y estar muy atentos a los cambios que sucedan en el cuerpo.

    Vídeo con las 12 posiciones del Reiki. | YouTube

    ¿Quién puede dar reiki?


    Todo el mundo puede hacerlo. No hay que tener ninguna condición especial. Aunque sí hay que hacer un sencillo curso que dura un fin de semana en el que a través de un rito de iniciación se "abre el canal" por el que te conviertes en transmisor de energía. En el Nivel I se imparten unas nociones básicas sobre la técnica de imposición de manos. Al terminar, recibes un diploma y la información necesaria para dar sesiones de reiki a otras personas e incluso a ti mismo.

    Deben pasar un mínimo de seis meses para iniciar el Nivel II, cuya complejidad se acrecienta y en el que por ejemplo se aprende a sanar a distancia o disolver situaciones pasadas. Después le sigue el nivel III y el IV, y al fin, el curso de maestro. La maestría de reiki es transmitida por el maestro directamente. Cada maestro puede iniciar a otras personas en los distintos niveles. Actualmente, hay aproximadamente 15.000 maestros de reiki en el mundo y su práctica crece sigue creciendo.

    Crisis de sanación


    Es normal que se produzca lo que se denomina 'crisis de sanación', un empeoramiento temporal de los mismos síntomas que se tratan. "Es un proceso por el cual el cuerpo se libera de toxinas y de todo lo que le estaba molestando. Lo importante es que es pasajero y que una vez pasada la crisis, la persona se siente mejor que antes del tratamiento", explica Curtin.

     Usui  primer maestro reiki.  Imagen cogida de la red  http://www.queridoreiki.com/wp-content/uploads/2011/02/mikao-usui.jpg

    Estos apuntes estan cogidos: Articulo de Rocío Galván  publicado en el periodico el mundo. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/04/tendencias/1320419777.html#crisis



    Ramon Gamero. Terapeuta holistico.  Maestro Reiki Usui Tibetano. 
    Talleres 1º, 2º, 3º  y Maestria. Consulta los dias de estos talleres en: codigoemocional@live.com
    650 91 73 64  y 955 99 72 33
    Terapias de consulta. (cita previa en los telefonos mencionados)


    jueves, 10 de noviembre de 2011

    APRENDER A MANEJAR LOS CELOS - VIII Parte - (Basado en las Investigaciones de Ayala Malach Pines) Hoy expondre los capitulos: 21, 22, y 23.

    Se trata a la pareja, no al miembro celoso


    Las disputas no se prolongarían si sólo una de las partes tuviera la culpa. LA ROCHEFOUCAUU), REFLEXIONES, 1675

    El enfoque sistémico de los celos

    Según el enfoque sistémico, los celos son producto de la dinámica interna de una determinada relación y la mejor manera de tratarlos es considerándolos como un problema que la pareja comparte.

    En términos psicológicos un sistema es “un complejo de elementos que interactúan y las relaciones que los organizan”. Los afectos, las acciones y los pensamientos son los elementos que interactúan en un sistema que llamamos persona. La persona es un subsistema de un sistema más complejo que involucra una relación íntima que a veces se llama matrimonio. Esta relación es un subsistema de un sistema más complejo, la familia extensa, que a su vez es un subsistema de una determinada cultura.

    A diferencia del enfoque psicodinámico que pone el acento en los acontecimientos de nuestro pasado, el enfoque sistémico considera que el pasado es prácticamente irrelevante para el tratamiento de los celos. Tampoco le interesan las raíces inconscientes del problema de celos en cuestión. Lo que sí le interesan son las fuerzas que provocan el problema y lo mantienen vigente. El foco ya no está puesto en la mente del individuo celoso, sino en el sistema de orden superior, en el todo del cual el individuo es una parte. El todo lo constituye en primer lugar y ante todo la pareja, pero también puede incluir al triángulo ce loso, la familia de origen de la pareja (padres y abuelos), y, en teoría, hasta la cultura en la que la pareja vive.

    Los sistemas de orden superior (como la pareja) influyen y son influidos por sistemas de orden inferior (como las acciones, pensamientos y afectos de la persona celosa). Esta influencia recíproca puede rizar rizos de retroalimentación negativa que mantiene vigente el problema de celos, o rizar rizos de retroalimentación positiva que pro mueven cambios. Desbaratar un rizo de retroalimentación negativa en un sistema de orden superior (una relación) puede conllevar un cambio en un sistema de orden inferior (la persona celosa).

    Con el transcurso del tiempo, las pautas de conducta se convierten en reglas o hábitos que es difícil cambiar. Una relación de pareja funciona de acuerdo con estas reglas. (Una de las reglas más importantes es la que dicta quién hace las reglas en esa relación.) Una vez establecidas las reglas el sistema, en este caso la pareja, tiende a resistir al cambio. No obstante, un sistema sano puede exhibir al mismo tiempo estabilidad y cambio.

    En lugar de preguntar “¿Por qué?” —es decir, ¿por qué es celoso el individuo?—, los terapeutas sistémicos preguntan “¿Qué es lo que causa el problema de celos? Y, lo que es más importante, ¿qué se puede hacer para facilitar el cambio? Los terapeutas psicodinámicos dan a los individuos con problemas interpretaciones destinadas a ayudarlos a lograr nuevas percepciones de su problema de celos. Los terapeutas sistémicos, por su parte, dan a las parejas recomendaciones concretas destinadas a desbaratar las pautas destructivas que provocan el problema de ce los, y a ayudar a mantener el cambio positivo. Desbaratar esas pautas destructivas, en lugar de desenterrar sus causas, es el objetivo primordial de la terapia sistémica.

    Para lograr que la persona que sufre un problema de celos cambie, debe cambiar el sistema marital de esa persona. El centro de la intervención terapéutica es la conducta de los dos miembros de la pareja, que es la que mantiene vigente el problema. Puesto que el objetivo es desbaratar un rizo de retroalimentación destructiva, el terapeuta trata de encontrar el punto más susceptible al cambio. Esto puede significar un cambio de conducta que produce un cambio en las reglas del sistema, o un cambio de reglas que produce un cambio en la conducta. El caso de Dave y Lillian, que presento más adelante, representa un ejemplo de cambio en el sistema.

    Si bien el centro de la intervención específica puede variar, el núcleo básico de la terapia sistémica es siempre el sistema y los procesos circulares (rizos de retroalimentación) que ocurren en él. Los terapeutas sistémicos parten del supuesto de que un cambio en una parte del sistema (por ejemplo, uno de los miembros de la pareja) siempre provoca cambios en las otras partes del sistema (por ejemplo, el otro miembro de la pareja), y por lo tanto el sistema entero cambia. Cuando el esposo se retrae, la esposa responde con un intento de acercamiento. Cuando la esposa intenta acercarse el esposo responde retrayéndose. La respuesta de uno de los compañeros proporciona el estímulo al otro: ¿él se retrae porque ella se acerca demasiado o ella se acerca porque él se retrae?

    En un sistema marital, según el enfoque sistémico, es imposible que uno de los miembros de la pareja sea total mente pasivo. Aun cuando usted no responda a algo que hizo su compañero, como por ejemplo culparlo injustamente de ser infiel, su falta de respuesta transmite a su compañero un mensaje cargado de significado.

    Roles como el de víctima y el de victimario se consideran producto de una decisión arbitraria en la que participan ambos miembros de la pareja. Por ejemplo, si un esposo desempeña el papel del villano infiel, es probable que el terapeuta considere que la esposa está contribuyendo a ello, u obteniendo algo del papel de víctima traicionada. Un objetivo de la terapia es cambiar ese tipo de definiciones arbitrarias. Un cambio en la forma en que una pareja percibe una secuencia de acontecimientos (por ejemplo, qué precedió al conflicto que pueda ayudar a explicarlo) puede cambiar la dinámica de la pareja.

    Los terapeutas sistémicos consideran que los celos son causados por pautas de interacción destructivas que se re fuerzan a sí mismas y no por acontecimientos del pasado del individuo. Cuando una pareja acude a la terapia y describe las “locuras” que hace la esposa debido a sus “celos patológicos”, lo más probable es que el terapeuta pregunte qué elemento de la conducta del esposo la hizo comportarse de ese modo. Otra pregunta que el terapeuta podría plantear tiene que ver con la respuesta del esposo, que podría reforzar la conducta celosa de la esposa. Cuando la esposa identifica el amorío del esposo como el problema central, es probable que el terapeuta le pregunte qué podría haber hecho ella para dar lugar a que su esposo tuviera un amorío, y qué hizo en res puesta a ese amorío.

    Aun en los casos en que es una sola de las personas que forman la pareja la que experimenta celos, los terapeutas sistémicos piensan que los celos cumplen una función en el sistema que constituye la pareja. Se considera que síntomas como los amoríos o los celos son formas de comunicación. La historia de Dave y Lillian ilustra cómo un amorío puede ser una forma de comunicación.




    Dave y Lillian:
    un amorío como forma de comunicación
    Cuando Dave y Lillian se conocieron, Lillian se sen tía insegura y estaba en una situación económica calamitosa. La estabilidad y la confianza en sí mismo de Dave la atrajeron. Dave, por su parte, se sintió atraído por la gran energía y la intensa afectividad de Lillian. Durante los primeros años del matrimonio Dave tuvo un trabajo estable, lo que le permitió a Lillian retomar los estudios y obtener un título. Ambos sentían que eran felices en su matrimonio.
    Sin embargo, después de alrededor de seis años Dave decidió que necesitaba un cambio y se puso a trabajar en bienes raíces, un campo que Lillian veía como una forma de “jugar por dinero” más que como un “trabajo de verdad”. Los ingresos de Dave en esta nueva ocupación eran inestables; además, el mercado de bienes raíces sufrió un depresión poco después de que él se incorporó, haciendo que por añadidura sus inestables ingresos se tornaran más exiguos. Durante ese período tuvieron que arreglárselas con el salario de Lillian, que ella decía que estaba “muy bien”, pero que en realidad para ella no estaba tan bien. Lillian explica:
    “La carrera de Dave no estaba resultando exitosa. Durante los últimos cuatro años he sido yo la que ha ganado el pan con regularidad mientras Dave ha tratado de ganarse un lugar en el negocio inmobiliario. Aunque tuvo un año bastante bueno, en este período de cuatro años aportó a nuestra economía un total de 40.000 dólares. Aún en los momentos en que ganaba bien, ninguno de los dos sentíamos que podíamos gastar el dinero con libertad porque no había manera de saber cuándo se concretaría la siguiente venta, si es que se concretaba, y en consecuencia, cuándo cobraría una nueva comisión. La venta, especialmente en épocas como ésta, tan difíciles para las operaciones inmobiliarias, puede ser un trabajo que provoca mucha tensión. Dave ha dedicado a esto un esfuerzo enorme, ha sufrido una enorme tensión, y ha logrado muy poco.”
    Lillian comprendía que lo que ella veía como el “fracaso” de Dave era producto de la mala suerte más que un síntoma de tendencias innatas al fracaso o a ineptitud de Dave. De todos modos, se sentía “afectivamente afectada por la sensación de que él estaba ‘fracasando’.” La situación desencadenaba en ella temores e inseguridades que había experimentado en su infancia y que estaban relacionados en parte con el hecho de que veía a su padre como “un fracaso total y absoluto en el mundo de los negocios”. La falta de éxito de Dave amenazaba sus sentimientos de seguridad respecto de él y del matrimonio, y la situación afectó sus sentimientos en el plano sexual:
    “La mujer sexista que hay en mí espera que un hombre sea más fuerte y firme, y más exitoso económicamente que yo. Alguien dentro de mí quiere que yo sea una pequeña niña en cantadora y delicada.., protegida por un hombre grande, poderoso, exitoso que la arrolla con su poderío, su seguridad, su éxito sin fisuras. Debo admitir que mi expectativa es que un esposo sea exitoso y que Dave no lo es. Aun que no pongo conscientemente como condición para mi amor que él tenga éxito en su carrera, estoy segura de que en un nivel afectivo me siento profundamente decepcionada. Me he preguntado si esta decepción está detrás de mi falta de interés sexual por él... La dependencia económica de Dave es el quid de mi enfado y mi decepción... Todo el tema del fracaso —los hombres deberían tener éxito; mi padre fue un fracasado— suscita en mí una enorme energía afectiva y genera su propia dinámica.”
    El efecto de lo que Lillian percibía como el fracaso de Dave en su carrera tuvo una manifestación sexual concreta:
    “Dave es relativamente bajo. También es muy delgado. Yo soy bastante delgada pero más maciza que él. Nunca pensé para nada en ello, pero últimamente he estado deseando un hombre corpulento. Dave está maravillosamente dotado en lo sexual y nunca nadie me ha hecho gozar como él. Pero últimamente he sentido que su cuerpo no era suficientemente grande y pesado. Siento que necesito alguien grande y fuerte encima de mí cuando estoy haciendo el amor. Me siento decepcionada cuando me doy cuenta de que puedo abarcar fácilmente su delgado cuerpo con mis brazos. Me siento como una madre/compañera que da consuelo… cuando lo que quiero es sentirme como una ninfa aplastada por un hombre enorme, vigoroso y apasionado, sumido en el frenesí que le despierta mi belleza.”
    Lillian no siempre se ha sentido decepcionada por el tamaño de Dave. En realidad, ha sido a la inversa.
    “Me pregunto por qué, después de más de diez años de casados, de pronto me siento decepcionada y fría ante la delgadez y la baja estatura de Dave. Solía encantarme la forma en que armonizaba conmigo, con mi tamaño. Me gustaba el hecho de que no fuese arrollador. Yo estaba in tentando expresarme a mí misma y alcanzar confianza y poder en el mundo por mí misma. Estaba cansada de ser arrollada por hombres egocéntricos. Dave era, y es, el hombre más maravilloso, amoroso, protector y generoso que he conocido en mi vida. Yo amaba su cuerpo, que no ha cambiado ni un gramo ni un centímetro. ¿En qué he cambiado, y por qué?
    “¿Esta decepción corporal está basada en la que su fracaso me provoca en el plano afectivo? ¿He mezclado la pequeñez de su cuerpo con lo escaso de sus ingresos? ¿Desaparecerá esta decepción corporal cuando Dave encare una nueva carrera y tenga éxito en ella? ¿La excitación sexual entre nosotros se encenderá en ese momento?”
    A pesar de la intensidad de su decepción y su furia, Lillian no podía discutir abiertamente sus sentimientos con Dave. Valoraba la seguridad que le procuraba su matrimonio y tenía miedo de que si expresaba abiertamente sus verdaderos sentimientos Dave pudiera contrariarse y enfadarse tanto que decidiera abandonarla. De modo que bloqueó sus sentimientos negativos. Sin embargo, es imposible bloquear los afectos selectivamente: una vez que uno se ciñe un escudo afectivo, inhibe con él todos los afectos. En consecuencia, cuando Lillian reprimió su enfado también reprimió sus sentimientos de amor y su pasión.
    Aunque no reconocía su fracaso en el negocio inmobiliario, Dave estaba preocupado por su futuro financiero. Que ría proteger a Lillian de los temores que él mismo sentía, y de sus sentimientos de inseguridad e ineptitud, sentimientos provocados por su dependencia “no masculina” de los ingresos de Lillian. Dave no podía admitir esos sentimientos ni ante sí mismo. De modo que los bloqueó, bloqueando con ellos su pasión.
    Lillian describe los resultados:
    “Debe ser típico, los síntomas del problema saltan a la vista en el dormitorio. Ya no me sien to sexualmente atraída ni excitada por Dave. Él dice que todavía se siente atraído por mí —y que la falta de entusiasmo viene de mí, más que de él— pero su forma de hacer el amor es tan previsible y tan medida que tal vez la falta de entusiasmo sea compartida. No tengo quejas acerca de sus ganas de hacerlo, de la frecuencia, de su dulzura o su consideración y su entrega en el momento de hacer el amor. Me refiero a la falta de creatividad, de verdadera excitación, de pasión. Y yo no hago nada por introducir estos elementos por mi cuenta, porque ya no siento ni pasión ni la fuerte atracción que solía sentir. No estoy motivada para mostrar sentimientos que no estoy sintiendo, aunque alguna simulación de mi parte quizás podría poner en movimiento la pelota. Simplemente es algo que no quiero obligarme a hacer.”
    En ese punto el sexo apasionado se convirtió en algo muy importante para Lillían
    “¿Puede ser que yo ya no sea la misma persona que se enamoró hace más de diez años? Des de luego, hoy tengo necesidades muy diferentes de las que tenía cuando conocí a Dave, hace una década. Soy una mujer de treinta y cinco años (no tengo hijos, tengo una carrera exitosa) y como tal siento que el sexo apasionado (o la falta de él) es mucho más importante para mí que antes. Ya no estoy dedicada a construir una carrera. Disfruto de mi trabajo y me siento exitosa. Pienso que ésta es la edad en que se supone que una mujer llega al pico de su sexualidad, tal vez es por eso por lo que deseo el sexo apasionado de una manera que no era habitual en mí.”
    Según Lillian el aburrimiento que le producía el sexo con su marido fue lo que precipitó su amorío ilícito. Pero es evidente que el aburrimiento era sólo una pequeña par te de la historia. Todo comenzó durante una fiesta en la que Dave señaló a Lillian un hombre de barba y aspecto mugriento que vestía una camiseta toda rota y le dijo: “¿No es el hombre de aspecto más repugnante que has visto en tu vida?”. Un rato antes, Dave había oído al hombre hablar acerca de su propia hija adolescente en términos lascivos, lo que no hizo más que acentuar la imagen negativa que su aspecto transmitía. Poco tiempo después Lillian decidió tener un amorío con este hombre.
    “Hace unos seis meses me involucré con un hombre que desató en mí una pasión que yo no sabía que era capaz de sentir. Durante años me limité a suponer que yo no era una persona con una orientación muy sexual. Aunque Dave y yo habíamos tenido relaciones sexuales mucho más excitantes antes de casarnos y durante los primeros años del matrimonio, en los tres años anteriores a mi amorío con este otro hombre nuestras relaciones sexuales no habían sido apasionadas.
    “Aunque mi amorío fue con un hombre loco y desconocido a quien ya no tengo ningún interés ni deseos de ver, en ese momento despertó en mí sentimientos muy intensos, tanto que me fue imposible ocultar lo que estaba viviendo.”
    La conducta de Lillian pudo haberle facilitado a Dave, que sostenía que “no era ni un poquito celoso”, el descubrimiento del amorío. Pero él se negó a tomar nota de las señales que ella dejaba caer aquí y allá. De modo que Lillian comenzó a hacer que las señales fueran más obvias y visibles hasta que él finalmente se dio por enterado y respondió, por primera vez desde que existía la relación, con una tremenda exhibición de celos. Sus interrogatorios le permitieron a Líllian hablar acerca del amorío, algo que secretamente ella tenía muchos deseos de hacer. De hecho, el hacérselo saber y ponerlo celoso eran las principales razones por las que se había embarca do en aquel amorío.
    “Las indiscreciones en que incurrí despertaron las sospechas de Dave y terminé contándole, en etapas y con lujo de detalles, todo el episodio extramatrimonial.
    “Dave estaba herido en lo más hondo. Su in finita confianza en mí se evaporó y dijo que había perdido totalmente la capacidad de confiar. No le serviría de nada divorciarse de mí y tratar de encontrar otra mujer de la que pudiera fiarse porque había perdido la capacidad de fiarse plenamente de otra persona. Si yo —a quien él amaba y de quien se fiaba tan plenamente— podía traicionarlo de esa manera, cualquiera podría hacerlo, en cualquier circunstancia. Nunca antes se había sentido tan celoso y no quería volver a sentirse así nunca más.”
    Una vez que Dave se enteró del amorío y se puso celo so como correspondía, Lillian perdió de inmediato el interés en el otro hombre.
    “Me sentí tan cerca de perder a Dave que mis sentimientos volvieron a inclinarme hacia él con tremenda fuerza. Ya no importaban el otro hombre ni el amorío, lo único que quería era reparar el daño que había hecho al hombre que amo, mi esposo. Estaba dispuesta a besar le los pies durante los próximos diez años si era necesario para reconquistar su amor y su confianza... para recuperar el vínculo y el bien estar que yo había roto.
    “Tan intenso era el deseo de corregir mi error y ser una buena esposa en el futuro (y de mantener vivo su amor y la necesidad que él sentía de mí, y su percepción de mi amor por él que convencí a Dave de que me diera otra oportunidad.”
    La terapia fue parte del intento de Lillian y Dave de “corregir el error” y darle a su matrimonio una nueva oportunidad. El trabajo que hicieron como pareja fue alimentado por Lillian y lo que ella expresó como su “deseo apasionado de curar los celos y el sufrimiento de Dave y reparar el daño que había hecho... y de no perder al hombre que había ama do todos estos años y al que todavía amo tanto”.
    Como suele ocurrir cuando se analiza un amorío en forma abierta y sin ponerse a la defensiva, Lillian y Dave tomaron conciencia de que el amorío fue, antes que nada, una forma de comunicación. El amorío le permitió a Lillian comunicar a Dave sentimientos de los que estaba demasiado avergonzada hasta para admitirlos ante sí misma, y que temía demasiado comunicar directamente a Dave.
    “No hay duda de que el amorío tuvo más que ver con lo que sentía por Dave que con lo que sentía por el otro hombre, sobre todo porque el otro hombre ya no me despierta el más mínimo interés. Ahora que no actúo en la forma típica en que uno se comporta cuando está viviendo un amorío, están saliendo a la superficie sentimientos que Dave me inspira y que antes no me permitía experimentar.
    “Tal vez el amorío fue una forma de hacer algo para impedirme conocer lo que estaba sintiendo por Dave, puesto que son sentimientos peligrosos. Experimentaba cólera, resentimiento, decepción, preocupación, miedo. Estoy empezando a ver el amorío como una excusa para no tener que experimentar esos sentimientos.”
    En una sesión eminentemente emotiva y lacrimógena, después de recibir mucho aliento, y con mucho esfuerzo por parte de ambos, finalmente Lillian y Dave abrieron sus corazones el uno al otro. Analizaron todos sus sentimientos, a pesar de lo muy negativos y embarazosos que les resultaban. El resultado fue un enorme alivio. Lillian pudo hablar a Dave de su cólera y su resentimiento. Dijo que tenía miedo de que si expresaba su cólera y su decepción (la visión que tenía de estas emociones era la de un monstruo que guardaba celosamente en su armario), pasaría algo terrible y todo su mundo se vendría abajo. Dave pudo admitir sus celos, a pesar de su creencia de que eran una res puesta negativa y vergonzosa.
    Lillian descubrió que a pesar de lo que para ella eran “sentimientos terribles” Dave todavía la amaba, y le encantó el haber podido detectar aquello que la había estado perturbando. Después de entender que los celos son una respuesta de protección a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre una relación que uno valora, Dave pudo compartir sus celos y sus inseguridades financieras con Lillian y descubrir que lo que ella sentía por él no sufría alteraciones debido a ello. El alivio afectivo que experimentaron durante esta exploración mutua vino acompañado de un vigoroso re surgimiento de la antigua pasión. Y, como reconocieron ambos, “el sexo nunca ha sido mejor que ahora”.
    La discusión abierta también les permitió a Dave y Lillian afrontar sin subterfugios el delicado tema del dinero y llegar a una solución que satisfizo a ambos. Dave siguió trabajando en bienes raíces y al mismo tiempo inició su capacitación en una nueva carrera que le garantizaría ingresos seguros y estables. Entre tanto, decidieron alquilar una parte de su casa lo que les ayudó a conjurar en alguna medida sus problemas financieros.
    El caso de Lillian y Dave ilustra cómo un amorío puede ser una forma de comunicarse con el compañero. En palabras de Lillian:
    “El amorío debería ser visto como una comunicación dirigida a Dave antes que como una incapacidad para contener mis impulsos. Yo necesitaba comprobar qué estaba sintiendo por Dave, y al tener un amorío estaba tratando de comunicarme con él, sobre todo por la forma obvia en que me comporté.”
    El caso ilustra también varios puntos clave del enfoque sistémico. En sus años de casados, Dave y Lillian crea ron un sistema donde la regla tácita era que Dave era quien aportaba el dinero en forma estable a la economía familiar. Cuando Dave cambió esta pauta establecida rompió la regla. Lillian lo castigó teniendo un amorío y rompiendo con ello la regla de la fidelidad. Los celos de Dave, para él una experiencia inusual, y el temor de Lillian a que él la dejara los llevaron a la terapia.
    La terapia no se centró ni en las raíces inconscientes de los celos de Dave ni en la infidelidad de Lillian sino en las reglas que gobernaban al matrimonio. Como producto de esta exploración Lillían y Dave pudieron llegar a un acuerdo y aceptar un cambio de reglas que ambos consideraron razonable.
    A lo largo de la terapia, el amorío y los celos que éste desencadenó fueron tratados como un problema de la pareja. La terapia puso en evidencia que Dave y Lillian desempeña ron, cada uno a su modo, un papel activo en el proceso que condujo al amorío, y al mismo tiempo un papel igualmente activo en el intento de salvar su matrimonio cuando percibieron que una amenaza se cernía sobre él. El tratamiento del amorío y de los celos que éste desencadenó como un problema de la pareja, permitió a Dave y Lillian restablecer la con fianza y transformar el acontecimiento traumático en una experiencia de crecimiento.

        Capi..  23                    Jane y Dane: un amorío como forma de huir

    El factor desencadenante más común en los casos más extremos de celos es un amorío ilícito. Recordará usted que al tratar el tema comentamos que virtualmente todas las personas a las que se les preguntó acerca de ello dijeron que se sentirían “muy celosas” si descubrieran que su compañero estaba viviendo un amorío ilícito. ¿Cómo debería tratarse para este tipo de celos para que resultara constructivo y favoreciera el crecimiento? Si bien en estos casos los celos parecen ser una respuesta justificada, no sólo provocan un dolor insoportable al individuo sino que además también pueden ser destructivos para la relación, y en algunos casos pueden llevar incluso a la violencia.
    Los terapeutas sistémicos consideran el amorío en el contexto de la relación como un todo. El amorío no es “algo que simplemente ocurrió” al compañero infiel, sino la afirmación de que ocurrió algo importante que involucra a ambos miembros de la pareja.
    En un libro dedicado al tratamiento del conflicto en el matrimonio, Philip Guerin, Leo Fay, Susan Burden y Judith Gilbert Kautto señalan que los amoríos “casi siempre representan la externalización de un proceso disfuncional que se está desarrollando dentro de la familia”. El enfoque que ellos proponen para el tratamiento de los amoríos, y que muchos terapeutas sistémicos comparten, se centra en el logro de tres objetivos:
    1. Discernir el papel desempeñado en el proceso por cada esposo.
    2. Cambiar el comportamiento de ambos esposos.
    3. Restablecer la confianza en la relación marital.
    El caso que sigue ilustra este enfoque sistémico. Se trata de una mujer llamada Jane, que descubrió que su esposo de treinta y cinco años, Dan, había tenido un amorío.
    El descubrimiento de un amorío es doloroso para los dos miembros de la pareja. Hace estallar una crisis en la que el funcionamiento cotidiano se altera gravemente. La primera necesidad que se le presentó a Jane fue aprender a organizar sus tareas, y fijar prioridades en sus responsabilidades cotidianas para poder resolver las cosas más esenciales. Luego, para minimizar el impacto afectivo del amorío, tanto Jane como Dan se vieron ante la necesidad de comprender el papel que cada uno había desempeñado, la función que éste cumplía en el matrimonio y el proceso que había conducido a él. Comprender estas cosas no significa que las personas no han de hacerse responsables de su conducta. Dan tuvo un amorío, Jane no. De todos modos, los dos eran responsables del estado de su matrimonio. Puesto que con frecuencia un amorío se considera un pecado imperdonable es importante que los dos miembros de la pareja sitúen el amorío en el con texto más abarcador de su matrimonio.
    Muchas veces un amorío es un refugio para huir de un problema de la relación o de un padecimiento que afecta la vida personal. Para discernir la función que cumplía el amo río de Dan era necesario comprender el estado de cosas anterior. Dos problemas parecen particularmente significativos: una operación de cáncer de próstata a la que Dan tuvo que someterse antes del amorío, y la dedicación excesiva de Jane a la hija de ambos.
    La operación de cáncer de próstata fue traumática para Dan. No sólo lo obligó a enfrentarse a su propia mortalidad, sino que lo llevó a cuestionarse su aptitud sexual, algo que nunca antes se había cuestionado. Necesitaba con desesperación el apoyo de Jane, pero Jane estaba demasiado preocupa da por el reciente divorcio de su hija como para darse cuenta. Se quedaba con su hija durante semanas enteras y cuando estaba en su casa se lo pasaba hablando por teléfono. De hecho, la primera vez que Jane acudió a la terapia fue para hablar de los problemas maritales de su hija y averiguar cuál sería la mejor forma de ayudarla a resolverlos.
    Durante los meses que siguieron a la operación se abrió una brecha afectiva entre Jane y Dan. Los dos se sentían abatidos pero eran incapaces de compartir sus sentimientos. El amorío, con una mujer muy atractiva diez años menor que él, ayudó a Dan a obtener la tranquilidad afectiva y sexual que necesitaba. Todo comenzó en una ocasión en que Jane estaba fuera de la ciudad. Dan tenía que asistir a una cena de negocios y no le gustaba la idea de ir solo. Le pareció natural invitar a una mujer que trabajaba en un despacho cercano al suyo a que lo acompañara.
    Después de la cena ella lo invitó a una copa en su apartamento y Dan redescubrió lo maravilloso que era hablar con alguien que le prestaba toda la atención del mundo y que se comportaba como Jane lo había hecho durante la mayor parte de su vida de casados. El hecho de que una mujer joven y sexy lo encontrara todavía atractivo y deseable le resultaba estimulante. Con ella se sintió más vivo sexualmente que en mucho tiempo, más viril, más interesante.
    Mientras el amorío se mantuvo en secreto, Dan vio satisfechas sus necesidades afectivas y sexuales, y Jane se sintió libre para seguir dedicándose intensamente a la hija de ambos. Cuando un llamado telefónico anónimo de una vigilante secretaria del despacho de Dan informó a Jane del amorío, Dan le puso fin de inmediato. Le dijo a Jane que lamentaba lo que había hecho y el dolor que le había causado. Lo que más quería en el mundo era olvidar todo el asunto. Pero Jane estaba inconsolablemente celosa y no le daba tregua. Bombardeaba a Dan con preguntas acerca del amorío, revolvía sus cajones y los archivos de su des pacho, no podía dejar de pensar en el asunto y oscilaba entre la furia, la humillación y la desesperación. Sus celos hicieron que volviera a la terapia.
    Al principio de mi trabajo con Dan y Jane alenté a Jane a hablar acerca de los sentimientos que había experimentado desde el descubrimiento del amorío. Era importante legitimar la confusión afectiva en la que ella se encontraba inmersa sin convertir por ello a Dan en el villano. Acosar a Dan pidiéndole detalles no hacía más que agravar la confusión afectiva de Jane y era importante que ella pusiera fin a los interrogatorios. Logró hacerlo centrándose en su propio rol en el matrimonio y el amorío.
    Una vez que tanto Jane como Dan comprendieron la función que el amorío cumplió en su matrimonio y el papel que cada uno desempeñó para que sucediera, y una vez que pudieron hablar abiertamente acerca de él, comenzó la ardua tarea de restablecer la confianza en el matrimonio. Muchas parejas, aliviadas porque la crisis ha pasado, abrigan la esperanza de que el tiempo se encargará de curar las viejas heridas y abandonan la terapia antes de alcanzar este difícil e importante objetivo.

     Imagen cogida de la red