Se trata a la pareja, no al miembro
celoso
Las disputas no se prolongarían si sólo una de las partes tuviera la
culpa. LA
ROCHEFOUCAUU), REFLEXIONES, 1675
El enfoque sistémico de los celos
Según el enfoque sistémico, los celos son producto de la
dinámica interna de una determinada relación y la mejor manera de tratarlos es
considerándolos como un problema que la pareja comparte.
En términos psicológicos un sistema es “un complejo de elementos que
interactúan y las relaciones que los organizan”. Los afectos, las acciones y los
pensamientos son los elementos que interactúan en un sistema que llamamos
persona. La persona es un subsistema de un sistema más complejo que involucra
una relación íntima que a veces se llama matrimonio. Esta relación es un
subsistema de un sistema más complejo, la familia extensa, que a su vez es un
subsistema de una determinada cultura.
A diferencia del enfoque psicodinámico que pone el acento en
los acontecimientos de nuestro pasado, el enfoque sistémico considera que el
pasado es prácticamente irrelevante para el tratamiento de los celos. Tampoco le
interesan las raíces inconscientes del problema de celos en cuestión. Lo que sí
le interesan son las fuerzas que provocan el problema y lo mantienen vigente. El
foco ya no está puesto en la mente del individuo celoso, sino en el sistema de
orden superior, en el todo del cual el individuo es una parte. El todo lo
constituye en primer lugar y ante todo la pareja, pero también puede incluir al
triángulo ce loso, la familia de origen de la pareja (padres y abuelos), y, en
teoría, hasta la cultura en la que la pareja vive.
Los sistemas de orden superior (como la pareja) influyen y son
influidos por sistemas de orden inferior (como las acciones, pensamientos y
afectos de la persona celosa). Esta influencia recíproca puede rizar rizos de
retroalimentación negativa que mantiene vigente el problema de celos, o rizar
rizos de retroalimentación positiva que pro mueven cambios. Desbaratar un rizo
de retroalimentación negativa en un sistema de orden superior (una relación)
puede conllevar un cambio en un sistema de orden inferior (la persona
celosa).
Con el transcurso del tiempo, las pautas de conducta se convierten en
reglas o hábitos que es difícil cambiar. Una relación de pareja funciona de
acuerdo con estas reglas. (Una de las reglas más importantes es la que dicta
quién hace las reglas en esa relación.) Una vez establecidas las reglas el
sistema, en este caso la pareja, tiende a resistir al cambio. No obstante, un
sistema sano puede exhibir al mismo tiempo estabilidad y
cambio.
En lugar de preguntar “¿Por qué?” —es decir, ¿por qué es celoso el
individuo?—, los terapeutas sistémicos preguntan “¿Qué es lo que causa el
problema de celos? Y, lo que es más importante, ¿qué se puede hacer para
facilitar el cambio? Los terapeutas psicodinámicos dan a los individuos con
problemas interpretaciones destinadas a ayudarlos a lograr nuevas percepciones
de su problema de celos. Los terapeutas sistémicos, por su parte, dan a las
parejas recomendaciones concretas destinadas a desbaratar las pautas
destructivas que provocan el problema de ce los, y a ayudar a mantener el cambio
positivo. Desbaratar esas pautas destructivas, en lugar de desenterrar sus
causas, es el objetivo primordial de la terapia sistémica.
Para lograr que la persona que sufre un problema de celos cambie,
debe cambiar el sistema marital de esa persona. El centro de la intervención
terapéutica es la conducta de los dos miembros de la pareja, que es la que
mantiene vigente el problema. Puesto que el objetivo es desbaratar un rizo de
retroalimentación destructiva, el terapeuta trata de encontrar el punto más
susceptible al cambio. Esto puede significar un cambio de conducta que produce
un cambio en las reglas del sistema, o un cambio de reglas que produce un cambio
en la conducta. El caso de Dave y Lillian, que presento más adelante, representa
un ejemplo de cambio en el sistema.
Si bien el centro de la intervención específica puede variar, el
núcleo básico de la terapia sistémica es siempre el sistema y los procesos
circulares (rizos de retroalimentación) que ocurren en él. Los terapeutas
sistémicos parten del supuesto de que un cambio en una parte del sistema (por
ejemplo, uno de los miembros de la pareja) siempre provoca cambios en las otras
partes del sistema (por ejemplo, el otro miembro de la pareja), y por lo tanto
el sistema entero cambia. Cuando el esposo se retrae, la esposa responde con un
intento de acercamiento. Cuando la esposa intenta acercarse el esposo responde
retrayéndose. La respuesta de uno de los compañeros proporciona el estímulo al
otro: ¿él se retrae porque ella se acerca demasiado o ella se acerca porque él
se retrae?
En un sistema marital, según el enfoque sistémico, es imposible que
uno de los miembros de la pareja sea total mente pasivo. Aun cuando usted no
responda a algo que hizo su compañero, como por ejemplo culparlo injustamente de
ser infiel, su falta de respuesta transmite a su compañero un mensaje cargado de
significado.
Roles como el de víctima y el de victimario se consideran producto de
una decisión arbitraria en la que participan ambos miembros de la pareja. Por
ejemplo, si un esposo desempeña el papel del villano infiel, es probable que el
terapeuta considere que la esposa está contribuyendo a ello, u obteniendo algo
del papel de víctima traicionada. Un objetivo de la terapia es cambiar ese tipo
de definiciones arbitrarias. Un cambio en la forma en que una pareja percibe una
secuencia de acontecimientos (por ejemplo, qué precedió al conflicto que pueda
ayudar a explicarlo) puede cambiar la dinámica de la pareja.
Los terapeutas sistémicos consideran que los celos son causados por
pautas de interacción destructivas que se re fuerzan a sí mismas y no por
acontecimientos del pasado del individuo. Cuando una pareja acude a la terapia y
describe las “locuras” que hace la esposa debido a sus “celos patológicos”, lo
más probable es que el terapeuta pregunte qué elemento de la conducta del esposo
la hizo comportarse de ese modo. Otra pregunta que el terapeuta podría plantear
tiene que ver con la respuesta del esposo, que podría reforzar la conducta
celosa de la esposa. Cuando la esposa identifica el amorío del esposo como el
problema central, es probable que el terapeuta le pregunte qué podría haber
hecho ella para dar lugar a que su esposo tuviera un amorío, y qué hizo en res
puesta a ese amorío.
Aun en los casos en que es una sola de las personas que forman la
pareja la que experimenta celos, los terapeutas sistémicos piensan que los celos
cumplen una función en el sistema que constituye la pareja. Se considera que
síntomas como los amoríos o los celos son formas de comunicación. La historia de
Dave y Lillian ilustra cómo un amorío puede ser una forma de
comunicación.
Dave y Lillian:
un amorío como forma de comunicación
un amorío como forma de comunicación
Cuando Dave y Lillian se conocieron, Lillian se sen tía insegura y
estaba en una situación económica calamitosa. La estabilidad y la confianza en
sí mismo de Dave la atrajeron. Dave, por su parte, se sintió atraído por la gran
energía y la intensa afectividad de Lillian. Durante los primeros años del
matrimonio Dave tuvo un trabajo estable, lo que le permitió a Lillian retomar
los estudios y obtener un título. Ambos sentían que eran felices en su
matrimonio.
Sin embargo, después de alrededor de seis años Dave decidió que
necesitaba un cambio y se puso a trabajar en bienes raíces, un campo que Lillian
veía como una forma de “jugar por dinero” más que como un “trabajo de verdad”.
Los ingresos de Dave en esta nueva ocupación eran inestables; además, el mercado
de bienes raíces sufrió un depresión poco después de que él se incorporó,
haciendo que por añadidura sus inestables ingresos se tornaran más exiguos.
Durante ese período tuvieron que arreglárselas con el salario de Lillian, que
ella decía que estaba “muy bien”, pero que en realidad para ella no estaba tan
bien. Lillian explica:
“La carrera de Dave no estaba resultando exitosa. Durante los
últimos cuatro años he sido yo la que ha ganado el pan con regularidad mientras
Dave ha tratado de ganarse un lugar en el negocio inmobiliario. Aunque tuvo un
año bastante bueno, en este período de cuatro años aportó a nuestra economía un
total de 40.000 dólares. Aún en los momentos en que ganaba bien, ninguno de los
dos sentíamos que podíamos gastar el dinero con libertad porque no había manera
de saber cuándo se concretaría la siguiente venta, si es que se concretaba, y en
consecuencia, cuándo cobraría una nueva comisión. La venta, especialmente en
épocas como ésta, tan difíciles para las operaciones inmobiliarias, puede ser un
trabajo que provoca mucha tensión. Dave ha dedicado a esto un esfuerzo enorme,
ha sufrido una enorme tensión, y ha logrado muy poco.”
Lillian comprendía que lo que ella veía como el “fracaso” de Dave era
producto de la mala suerte más que un síntoma de tendencias innatas al fracaso o
a ineptitud de Dave. De todos modos, se sentía “afectivamente afectada por la
sensación de que él estaba ‘fracasando’.” La situación desencadenaba en ella
temores e inseguridades que había experimentado en su infancia y que estaban
relacionados en parte con el hecho de que veía a su padre como “un fracaso total
y absoluto en el mundo de los negocios”. La falta de éxito de Dave amenazaba sus
sentimientos de seguridad respecto de él y del matrimonio, y la situación afectó
sus sentimientos en el plano sexual:
“La mujer sexista que hay en mí espera que un hombre sea más
fuerte y firme, y más exitoso económicamente que yo. Alguien dentro de mí quiere
que yo sea una pequeña niña en cantadora y delicada.., protegida por un hombre
grande, poderoso, exitoso que la arrolla con su poderío, su seguridad, su éxito
sin fisuras. Debo admitir que mi expectativa es que un esposo sea exitoso y que
Dave no lo es. Aun que no pongo conscientemente como condición para mi amor que
él tenga éxito en su carrera, estoy segura de que en un nivel afectivo me siento
profundamente decepcionada. Me he preguntado si esta decepción está detrás de mi
falta de interés sexual por él... La dependencia económica de Dave es el quid de
mi enfado y mi decepción... Todo el tema del fracaso —los hombres deberían tener
éxito; mi padre fue un fracasado— suscita en mí una enorme energía afectiva y
genera su propia dinámica.”
El efecto de lo que Lillian percibía como el fracaso de Dave en su
carrera tuvo una manifestación sexual concreta:
“Dave es relativamente bajo. También es muy delgado. Yo soy
bastante delgada pero más maciza que él. Nunca pensé para nada en ello, pero
últimamente he estado deseando un hombre corpulento. Dave está maravillosamente
dotado en lo sexual y nunca nadie me ha hecho gozar como él. Pero últimamente he
sentido que su cuerpo no era suficientemente grande y pesado. Siento que
necesito alguien grande y fuerte encima de mí cuando estoy haciendo el amor. Me
siento decepcionada cuando me doy cuenta de que puedo abarcar fácilmente su
delgado cuerpo con mis brazos. Me siento como una madre/compañera que da
consuelo… cuando lo que quiero es sentirme como una ninfa aplastada por un
hombre enorme, vigoroso y apasionado, sumido en el frenesí que le despierta mi
belleza.”
Lillian no siempre se ha sentido decepcionada por el tamaño de Dave.
En realidad, ha sido a la inversa.
“Me pregunto por qué, después de más de diez años de casados,
de pronto me siento decepcionada y fría ante la delgadez y la baja estatura de
Dave. Solía encantarme la forma en que armonizaba conmigo, con mi tamaño. Me
gustaba el hecho de que no fuese arrollador. Yo estaba in tentando expresarme a
mí misma y alcanzar confianza y poder en el mundo por mí misma. Estaba cansada
de ser arrollada por hombres egocéntricos. Dave era, y es, el hombre más
maravilloso, amoroso, protector y generoso que he conocido en mi vida. Yo amaba
su cuerpo, que no ha cambiado ni un gramo ni un centímetro. ¿En qué he cambiado,
y por qué?
“¿Esta decepción corporal está basada en la que su fracaso me
provoca en el plano afectivo? ¿He mezclado la pequeñez de su cuerpo con lo
escaso de sus ingresos? ¿Desaparecerá esta decepción corporal cuando Dave encare
una nueva carrera y tenga éxito en ella? ¿La excitación sexual entre nosotros se
encenderá en ese momento?”
A pesar de la intensidad de su decepción y su furia, Lillian no podía
discutir abiertamente sus sentimientos con Dave. Valoraba la seguridad que le
procuraba su matrimonio y tenía miedo de que si expresaba abiertamente sus
verdaderos sentimientos Dave pudiera contrariarse y enfadarse tanto que
decidiera abandonarla. De modo que bloqueó sus sentimientos negativos. Sin
embargo, es imposible bloquear los afectos selectivamente: una vez que uno se
ciñe un escudo afectivo, inhibe con él todos los afectos. En consecuencia,
cuando Lillian reprimió su enfado también reprimió sus sentimientos de amor y su
pasión.
Aunque no reconocía su fracaso en el negocio inmobiliario, Dave
estaba preocupado por su futuro financiero. Que ría proteger a Lillian de los
temores que él mismo sentía, y de sus sentimientos de inseguridad e ineptitud,
sentimientos provocados por su dependencia “no masculina” de los ingresos de
Lillian. Dave no podía admitir esos sentimientos ni ante sí mismo. De modo que
los bloqueó, bloqueando con ellos su pasión.
Lillian describe los resultados:
“Debe ser típico, los síntomas del problema saltan a la vista
en el dormitorio. Ya no me sien to sexualmente atraída ni excitada por Dave. Él
dice que todavía se siente atraído por mí —y que la falta de entusiasmo viene de
mí, más que de él— pero su forma de hacer el amor es tan previsible y tan medida
que tal vez la falta de entusiasmo sea compartida. No tengo quejas acerca de sus
ganas de hacerlo, de la frecuencia, de su dulzura o su consideración y su
entrega en el momento de hacer el amor. Me refiero a la falta de creatividad, de
verdadera excitación, de pasión. Y yo no hago nada por introducir estos
elementos por mi cuenta, porque ya no siento ni pasión ni la fuerte atracción
que solía sentir. No estoy motivada para mostrar sentimientos que no estoy
sintiendo, aunque alguna simulación de mi parte quizás podría poner en
movimiento la pelota. Simplemente es algo que no quiero obligarme a
hacer.”
En ese punto el sexo apasionado se convirtió en algo muy importante
para Lillían
“¿Puede ser que yo ya no sea la misma persona que se enamoró
hace más de diez años? Des de luego, hoy tengo necesidades muy diferentes de las
que tenía cuando conocí a Dave, hace una década. Soy una mujer de treinta y
cinco años (no tengo hijos, tengo una carrera exitosa) y como tal siento que el
sexo apasionado (o la falta de él) es mucho más importante para mí que antes. Ya
no estoy dedicada a construir una carrera. Disfruto de mi trabajo y me siento
exitosa. Pienso que ésta es la edad en que se supone que una mujer llega al pico
de su sexualidad, tal vez es por eso por lo que deseo el sexo apasionado de una
manera que no era habitual en mí.”
Según Lillian el aburrimiento que le producía el sexo con su marido
fue lo que precipitó su amorío ilícito. Pero es evidente que el aburrimiento era
sólo una pequeña par te de la historia. Todo comenzó durante una fiesta en la
que Dave señaló a Lillian un hombre de barba y aspecto mugriento que vestía una
camiseta toda rota y le dijo: “¿No es el hombre de aspecto más repugnante que
has visto en tu vida?”. Un rato antes, Dave había oído al hombre hablar acerca
de su propia hija adolescente en términos lascivos, lo que no hizo más que
acentuar la imagen negativa que su aspecto transmitía. Poco tiempo después
Lillian decidió tener un amorío con este hombre.
“Hace unos seis meses me involucré con un hombre que desató en
mí una pasión que yo no sabía que era capaz de sentir. Durante años me limité a
suponer que yo no era una persona con una orientación muy sexual. Aunque Dave y
yo habíamos tenido relaciones sexuales mucho más excitantes antes de casarnos y
durante los primeros años del matrimonio, en los tres años anteriores a mi
amorío con este otro hombre nuestras relaciones sexuales no habían sido
apasionadas.
“Aunque mi amorío fue con un hombre loco y desconocido a quien
ya no tengo ningún interés ni deseos de ver, en ese momento despertó en mí
sentimientos muy intensos, tanto que me fue imposible ocultar lo que estaba
viviendo.”
La conducta de Lillian pudo haberle facilitado a Dave, que sostenía
que “no era ni un poquito celoso”, el descubrimiento del amorío. Pero él se negó
a tomar nota de las señales que ella dejaba caer aquí y allá. De modo que
Lillian comenzó a hacer que las señales fueran más obvias y visibles hasta que
él finalmente se dio por enterado y respondió, por primera vez desde que existía
la relación, con una tremenda exhibición de celos. Sus interrogatorios le
permitieron a Líllian hablar acerca del amorío, algo que secretamente ella tenía
muchos deseos de hacer. De hecho, el hacérselo saber y ponerlo celoso eran las
principales razones por las que se había embarca do en aquel
amorío.
“Las indiscreciones en que incurrí despertaron las sospechas de
Dave y terminé contándole, en etapas y con lujo de detalles, todo el episodio
extramatrimonial.
“Dave estaba herido en lo más hondo. Su in finita confianza en
mí se evaporó y dijo que había perdido totalmente la capacidad de confiar. No le
serviría de nada divorciarse de mí y tratar de encontrar otra mujer de la que
pudiera fiarse porque había perdido la capacidad de fiarse plenamente de otra
persona. Si yo —a quien él amaba y de quien se fiaba tan plenamente— podía
traicionarlo de esa manera, cualquiera podría hacerlo, en cualquier
circunstancia. Nunca antes se había sentido tan celoso y no quería volver a
sentirse así nunca más.”
Una vez que Dave se enteró del amorío y se puso celo so como
correspondía, Lillian perdió de inmediato el interés en el otro
hombre.
“Me sentí tan cerca de perder a Dave que mis sentimientos
volvieron a inclinarme hacia él con tremenda fuerza. Ya no importaban el otro
hombre ni el amorío, lo único que quería era reparar el daño que había hecho al
hombre que amo, mi esposo. Estaba dispuesta a besar le los pies durante los
próximos diez años si era necesario para reconquistar su amor y su confianza...
para recuperar el vínculo y el bien estar que yo había
roto.
“Tan intenso era el deseo de corregir mi error y ser una buena
esposa en el futuro (y de mantener vivo su amor y la necesidad que él sentía de
mí, y su percepción de mi amor por él que convencí a Dave de que me diera otra
oportunidad.”
La terapia fue parte del intento de Lillian y Dave de “corregir el
error” y darle a su matrimonio una nueva oportunidad. El trabajo que hicieron
como pareja fue alimentado por Lillian y lo que ella expresó como su “deseo
apasionado de curar los celos y el sufrimiento de Dave y reparar el daño que
había hecho... y de no perder al hombre que había ama do todos estos años y al
que todavía amo tanto”.
Como suele ocurrir cuando se analiza un amorío en forma abierta y sin
ponerse a la defensiva, Lillian y Dave tomaron conciencia de que el amorío fue,
antes que nada, una forma de comunicación. El amorío le permitió a Lillian
comunicar a Dave sentimientos de los que estaba demasiado avergonzada hasta para
admitirlos ante sí misma, y que temía demasiado comunicar directamente a
Dave.
“No hay duda de que el amorío tuvo más que ver con lo que
sentía por Dave que con lo que sentía por el otro hombre, sobre todo porque el
otro hombre ya no me despierta el más mínimo interés. Ahora que no actúo en la
forma típica en que uno se comporta cuando está viviendo un amorío, están
saliendo a la superficie sentimientos que Dave me inspira y que antes no me
permitía experimentar.
“Tal vez el amorío fue una forma de hacer algo para impedirme
conocer lo que estaba sintiendo por Dave, puesto que son sentimientos
peligrosos. Experimentaba cólera, resentimiento, decepción, preocupación, miedo.
Estoy empezando a ver el amorío como una excusa para no tener que experimentar
esos sentimientos.”
En una sesión eminentemente emotiva y lacrimógena, después de recibir
mucho aliento, y con mucho esfuerzo por parte de ambos, finalmente Lillian y
Dave abrieron sus corazones el uno al otro. Analizaron todos sus sentimientos, a
pesar de lo muy negativos y embarazosos que les resultaban. El resultado fue un
enorme alivio. Lillian pudo hablar a Dave de su cólera y su resentimiento. Dijo
que tenía miedo de que si expresaba su cólera y su decepción (la visión que
tenía de estas emociones era la de un monstruo que guardaba celosamente en su
armario), pasaría algo terrible y todo su mundo se vendría abajo. Dave pudo
admitir sus celos, a pesar de su creencia de que eran una res puesta negativa y
vergonzosa.
Lillian descubrió que a pesar de lo que para ella eran “sentimientos
terribles” Dave todavía la amaba, y le encantó el haber podido detectar aquello
que la había estado perturbando. Después de entender que los celos son una
respuesta de protección a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre
una relación que uno valora, Dave pudo compartir sus celos y sus inseguridades
financieras con Lillian y descubrir que lo que ella sentía por él no sufría
alteraciones debido a ello. El alivio afectivo que experimentaron durante esta
exploración mutua vino acompañado de un vigoroso re surgimiento de la antigua
pasión. Y, como reconocieron ambos, “el sexo nunca ha sido mejor que
ahora”.
La discusión abierta también les permitió a Dave y Lillian afrontar
sin subterfugios el delicado tema del dinero y llegar a una solución que
satisfizo a ambos. Dave siguió trabajando en bienes raíces y al mismo tiempo
inició su capacitación en una nueva carrera que le garantizaría ingresos seguros
y estables. Entre tanto, decidieron alquilar una parte de su casa lo que les
ayudó a conjurar en alguna medida sus problemas financieros.
El caso de Lillian y Dave ilustra cómo un amorío puede ser una forma
de comunicarse con el compañero. En palabras de Lillian:
“El amorío debería ser visto como una comunicación dirigida a
Dave antes que como una incapacidad para contener mis impulsos. Yo necesitaba
comprobar qué estaba sintiendo por Dave, y al tener un amorío estaba tratando de
comunicarme con él, sobre todo por la forma obvia en que me
comporté.”
El caso ilustra también varios puntos clave del enfoque sistémico. En
sus años de casados, Dave y Lillian crea ron un sistema donde la regla tácita
era que Dave era quien aportaba el dinero en forma estable a la economía
familiar. Cuando Dave cambió esta pauta establecida rompió la regla. Lillian lo
castigó teniendo un amorío y rompiendo con ello la regla de la fidelidad. Los
celos de Dave, para él una experiencia inusual, y el temor de Lillian a que él
la dejara los llevaron a la terapia.
La terapia no se centró ni en las raíces inconscientes de los celos
de Dave ni en la infidelidad de Lillian sino en las reglas que gobernaban al
matrimonio. Como producto de esta exploración Lillían y Dave pudieron llegar a
un acuerdo y aceptar un cambio de reglas que ambos consideraron
razonable.
A lo largo de la terapia, el amorío y los celos que éste desencadenó
fueron tratados como un problema de la pareja. La terapia puso en evidencia que
Dave y Lillian desempeña ron, cada uno a su modo, un papel activo en el proceso
que condujo al amorío, y al mismo tiempo un papel igualmente activo en el
intento de salvar su matrimonio cuando percibieron que una amenaza se cernía
sobre él. El tratamiento del amorío y de los celos que éste desencadenó como un
problema de la pareja, permitió a Dave y Lillian restablecer la con fianza y
transformar el acontecimiento traumático en una experiencia de
crecimiento.
Capi.. 23 Jane y Dane: un amorío como forma de huir
El factor desencadenante más común en los casos más extremos de celos
es un amorío ilícito. Recordará usted que al tratar el tema comentamos que
virtualmente todas las personas a las que se les preguntó acerca de ello dijeron
que se sentirían “muy celosas” si descubrieran que su compañero estaba viviendo
un amorío ilícito. ¿Cómo debería tratarse para este tipo de celos para que
resultara constructivo y favoreciera el crecimiento? Si bien en estos casos los
celos parecen ser una respuesta justificada, no sólo provocan un dolor
insoportable al individuo sino que además también pueden ser destructivos para
la relación, y en algunos casos pueden llevar incluso a la
violencia.
Los terapeutas sistémicos consideran el amorío en el contexto de la
relación como un todo. El amorío no es “algo que simplemente ocurrió” al
compañero infiel, sino la afirmación de que ocurrió algo importante que
involucra a ambos miembros de la pareja.
En un libro dedicado al tratamiento del conflicto en el matrimonio,
Philip Guerin, Leo Fay, Susan Burden y Judith Gilbert Kautto señalan que los
amoríos “casi siempre representan la externalización de un proceso disfuncional
que se está desarrollando dentro de la familia”. El enfoque que ellos proponen
para el tratamiento de los amoríos, y que muchos terapeutas sistémicos
comparten, se centra en el logro de tres objetivos:
1. Discernir el papel desempeñado en el proceso por cada
esposo.
2. Cambiar el comportamiento de ambos esposos.
3. Restablecer la confianza en la relación marital.
El caso que sigue ilustra este enfoque sistémico. Se trata de una
mujer llamada Jane, que descubrió que su esposo de treinta y cinco años, Dan,
había tenido un amorío.
El descubrimiento de un amorío es doloroso para los dos miembros de
la pareja. Hace estallar una crisis en la que el funcionamiento cotidiano se
altera gravemente. La primera necesidad que se le presentó a Jane fue aprender a
organizar sus tareas, y fijar prioridades en sus responsabilidades cotidianas
para poder resolver las cosas más esenciales. Luego, para minimizar el impacto
afectivo del amorío, tanto Jane como Dan se vieron ante la necesidad de
comprender el papel que cada uno había desempeñado, la función que éste cumplía
en el matrimonio y el proceso que había conducido a él. Comprender estas cosas
no significa que las personas no han de hacerse responsables de su conducta. Dan
tuvo un amorío, Jane no. De todos modos, los dos eran responsables del estado de
su matrimonio. Puesto que con frecuencia un amorío se considera un pecado
imperdonable es importante que los dos miembros de la pareja sitúen el amorío en
el con texto más abarcador de su matrimonio.
Muchas veces un amorío es un refugio para huir de un problema de la
relación o de un padecimiento que afecta la vida personal. Para discernir la
función que cumplía el amo río de Dan era necesario comprender el estado de
cosas anterior. Dos problemas parecen particularmente significativos: una
operación de cáncer de próstata a la que Dan tuvo que someterse antes del
amorío, y la dedicación excesiva de Jane a la hija de ambos.
La operación de cáncer de próstata fue traumática para Dan. No sólo
lo obligó a enfrentarse a su propia mortalidad, sino que lo llevó a cuestionarse
su aptitud sexual, algo que nunca antes se había cuestionado. Necesitaba con
desesperación el apoyo de Jane, pero Jane estaba demasiado preocupa da por el
reciente divorcio de su hija como para darse cuenta. Se quedaba con su hija
durante semanas enteras y cuando estaba en su casa se lo pasaba hablando por
teléfono. De hecho, la primera vez que Jane acudió a la terapia fue para hablar
de los problemas maritales de su hija y averiguar cuál sería la mejor forma de
ayudarla a resolverlos.
Durante los meses que siguieron a la operación se abrió una brecha
afectiva entre Jane y Dan. Los dos se sentían abatidos pero eran incapaces de
compartir sus sentimientos. El amorío, con una mujer muy atractiva diez años
menor que él, ayudó a Dan a obtener la tranquilidad afectiva y sexual que
necesitaba. Todo comenzó en una ocasión en que Jane estaba fuera de la ciudad.
Dan tenía que asistir a una cena de negocios y no le gustaba la idea de ir solo.
Le pareció natural invitar a una mujer que trabajaba en un despacho cercano al
suyo a que lo acompañara.
Después de la cena ella lo invitó a una copa en su apartamento y Dan
redescubrió lo maravilloso que era hablar con alguien que le prestaba toda la
atención del mundo y que se comportaba como Jane lo había hecho durante la mayor
parte de su vida de casados. El hecho de que una mujer joven y sexy lo
encontrara todavía atractivo y deseable le resultaba estimulante. Con ella se
sintió más vivo sexualmente que en mucho tiempo, más viril, más
interesante.
Mientras el amorío se mantuvo en secreto, Dan vio satisfechas sus
necesidades afectivas y sexuales, y Jane se sintió libre para seguir dedicándose
intensamente a la hija de ambos. Cuando un llamado telefónico anónimo de una
vigilante secretaria del despacho de Dan informó a Jane del amorío, Dan le puso
fin de inmediato. Le dijo a Jane que lamentaba lo que había hecho y el dolor que
le había causado. Lo que más quería en el mundo era olvidar todo el asunto. Pero
Jane estaba inconsolablemente celosa y no le daba tregua. Bombardeaba a Dan con
preguntas acerca del amorío, revolvía sus cajones y los archivos de su des
pacho, no podía dejar de pensar en el asunto y oscilaba entre la furia, la
humillación y la desesperación. Sus celos hicieron que volviera a la
terapia.
Al principio de mi trabajo con Dan y Jane alenté a Jane a hablar
acerca de los sentimientos que había experimentado desde el descubrimiento del
amorío. Era importante legitimar la confusión afectiva en la que ella se
encontraba inmersa sin convertir por ello a Dan en el villano. Acosar a Dan
pidiéndole detalles no hacía más que agravar la confusión afectiva de Jane y era
importante que ella pusiera fin a los interrogatorios. Logró hacerlo centrándose
en su propio rol en el matrimonio y el amorío.
Una vez que tanto Jane como Dan comprendieron la función que el
amorío cumplió en su matrimonio y el papel que cada uno desempeñó para que
sucediera, y una vez que pudieron hablar abiertamente acerca de él, comenzó la
ardua tarea de restablecer la confianza en el matrimonio. Muchas parejas,
aliviadas porque la crisis ha pasado, abrigan la esperanza de que el tiempo se
encargará de curar las viejas heridas y abandonan la terapia antes de alcanzar
este difícil e importante objetivo.
Apuntes tomados
de: http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
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