jueves, 10 de noviembre de 2011

APRENDER A MANEJAR LOS CELOS - VIII Parte - (Basado en las Investigaciones de Ayala Malach Pines) Hoy expondre los capitulos: 21, 22, y 23.

Se trata a la pareja, no al miembro celoso


Las disputas no se prolongarían si sólo una de las partes tuviera la culpa. LA ROCHEFOUCAUU), REFLEXIONES, 1675

El enfoque sistémico de los celos

Según el enfoque sistémico, los celos son producto de la dinámica interna de una determinada relación y la mejor manera de tratarlos es considerándolos como un problema que la pareja comparte.

En términos psicológicos un sistema es “un complejo de elementos que interactúan y las relaciones que los organizan”. Los afectos, las acciones y los pensamientos son los elementos que interactúan en un sistema que llamamos persona. La persona es un subsistema de un sistema más complejo que involucra una relación íntima que a veces se llama matrimonio. Esta relación es un subsistema de un sistema más complejo, la familia extensa, que a su vez es un subsistema de una determinada cultura.

A diferencia del enfoque psicodinámico que pone el acento en los acontecimientos de nuestro pasado, el enfoque sistémico considera que el pasado es prácticamente irrelevante para el tratamiento de los celos. Tampoco le interesan las raíces inconscientes del problema de celos en cuestión. Lo que sí le interesan son las fuerzas que provocan el problema y lo mantienen vigente. El foco ya no está puesto en la mente del individuo celoso, sino en el sistema de orden superior, en el todo del cual el individuo es una parte. El todo lo constituye en primer lugar y ante todo la pareja, pero también puede incluir al triángulo ce loso, la familia de origen de la pareja (padres y abuelos), y, en teoría, hasta la cultura en la que la pareja vive.

Los sistemas de orden superior (como la pareja) influyen y son influidos por sistemas de orden inferior (como las acciones, pensamientos y afectos de la persona celosa). Esta influencia recíproca puede rizar rizos de retroalimentación negativa que mantiene vigente el problema de celos, o rizar rizos de retroalimentación positiva que pro mueven cambios. Desbaratar un rizo de retroalimentación negativa en un sistema de orden superior (una relación) puede conllevar un cambio en un sistema de orden inferior (la persona celosa).

Con el transcurso del tiempo, las pautas de conducta se convierten en reglas o hábitos que es difícil cambiar. Una relación de pareja funciona de acuerdo con estas reglas. (Una de las reglas más importantes es la que dicta quién hace las reglas en esa relación.) Una vez establecidas las reglas el sistema, en este caso la pareja, tiende a resistir al cambio. No obstante, un sistema sano puede exhibir al mismo tiempo estabilidad y cambio.

En lugar de preguntar “¿Por qué?” —es decir, ¿por qué es celoso el individuo?—, los terapeutas sistémicos preguntan “¿Qué es lo que causa el problema de celos? Y, lo que es más importante, ¿qué se puede hacer para facilitar el cambio? Los terapeutas psicodinámicos dan a los individuos con problemas interpretaciones destinadas a ayudarlos a lograr nuevas percepciones de su problema de celos. Los terapeutas sistémicos, por su parte, dan a las parejas recomendaciones concretas destinadas a desbaratar las pautas destructivas que provocan el problema de ce los, y a ayudar a mantener el cambio positivo. Desbaratar esas pautas destructivas, en lugar de desenterrar sus causas, es el objetivo primordial de la terapia sistémica.

Para lograr que la persona que sufre un problema de celos cambie, debe cambiar el sistema marital de esa persona. El centro de la intervención terapéutica es la conducta de los dos miembros de la pareja, que es la que mantiene vigente el problema. Puesto que el objetivo es desbaratar un rizo de retroalimentación destructiva, el terapeuta trata de encontrar el punto más susceptible al cambio. Esto puede significar un cambio de conducta que produce un cambio en las reglas del sistema, o un cambio de reglas que produce un cambio en la conducta. El caso de Dave y Lillian, que presento más adelante, representa un ejemplo de cambio en el sistema.

Si bien el centro de la intervención específica puede variar, el núcleo básico de la terapia sistémica es siempre el sistema y los procesos circulares (rizos de retroalimentación) que ocurren en él. Los terapeutas sistémicos parten del supuesto de que un cambio en una parte del sistema (por ejemplo, uno de los miembros de la pareja) siempre provoca cambios en las otras partes del sistema (por ejemplo, el otro miembro de la pareja), y por lo tanto el sistema entero cambia. Cuando el esposo se retrae, la esposa responde con un intento de acercamiento. Cuando la esposa intenta acercarse el esposo responde retrayéndose. La respuesta de uno de los compañeros proporciona el estímulo al otro: ¿él se retrae porque ella se acerca demasiado o ella se acerca porque él se retrae?

En un sistema marital, según el enfoque sistémico, es imposible que uno de los miembros de la pareja sea total mente pasivo. Aun cuando usted no responda a algo que hizo su compañero, como por ejemplo culparlo injustamente de ser infiel, su falta de respuesta transmite a su compañero un mensaje cargado de significado.

Roles como el de víctima y el de victimario se consideran producto de una decisión arbitraria en la que participan ambos miembros de la pareja. Por ejemplo, si un esposo desempeña el papel del villano infiel, es probable que el terapeuta considere que la esposa está contribuyendo a ello, u obteniendo algo del papel de víctima traicionada. Un objetivo de la terapia es cambiar ese tipo de definiciones arbitrarias. Un cambio en la forma en que una pareja percibe una secuencia de acontecimientos (por ejemplo, qué precedió al conflicto que pueda ayudar a explicarlo) puede cambiar la dinámica de la pareja.

Los terapeutas sistémicos consideran que los celos son causados por pautas de interacción destructivas que se re fuerzan a sí mismas y no por acontecimientos del pasado del individuo. Cuando una pareja acude a la terapia y describe las “locuras” que hace la esposa debido a sus “celos patológicos”, lo más probable es que el terapeuta pregunte qué elemento de la conducta del esposo la hizo comportarse de ese modo. Otra pregunta que el terapeuta podría plantear tiene que ver con la respuesta del esposo, que podría reforzar la conducta celosa de la esposa. Cuando la esposa identifica el amorío del esposo como el problema central, es probable que el terapeuta le pregunte qué podría haber hecho ella para dar lugar a que su esposo tuviera un amorío, y qué hizo en res puesta a ese amorío.

Aun en los casos en que es una sola de las personas que forman la pareja la que experimenta celos, los terapeutas sistémicos piensan que los celos cumplen una función en el sistema que constituye la pareja. Se considera que síntomas como los amoríos o los celos son formas de comunicación. La historia de Dave y Lillian ilustra cómo un amorío puede ser una forma de comunicación.




Dave y Lillian:
un amorío como forma de comunicación
Cuando Dave y Lillian se conocieron, Lillian se sen tía insegura y estaba en una situación económica calamitosa. La estabilidad y la confianza en sí mismo de Dave la atrajeron. Dave, por su parte, se sintió atraído por la gran energía y la intensa afectividad de Lillian. Durante los primeros años del matrimonio Dave tuvo un trabajo estable, lo que le permitió a Lillian retomar los estudios y obtener un título. Ambos sentían que eran felices en su matrimonio.
Sin embargo, después de alrededor de seis años Dave decidió que necesitaba un cambio y se puso a trabajar en bienes raíces, un campo que Lillian veía como una forma de “jugar por dinero” más que como un “trabajo de verdad”. Los ingresos de Dave en esta nueva ocupación eran inestables; además, el mercado de bienes raíces sufrió un depresión poco después de que él se incorporó, haciendo que por añadidura sus inestables ingresos se tornaran más exiguos. Durante ese período tuvieron que arreglárselas con el salario de Lillian, que ella decía que estaba “muy bien”, pero que en realidad para ella no estaba tan bien. Lillian explica:
“La carrera de Dave no estaba resultando exitosa. Durante los últimos cuatro años he sido yo la que ha ganado el pan con regularidad mientras Dave ha tratado de ganarse un lugar en el negocio inmobiliario. Aunque tuvo un año bastante bueno, en este período de cuatro años aportó a nuestra economía un total de 40.000 dólares. Aún en los momentos en que ganaba bien, ninguno de los dos sentíamos que podíamos gastar el dinero con libertad porque no había manera de saber cuándo se concretaría la siguiente venta, si es que se concretaba, y en consecuencia, cuándo cobraría una nueva comisión. La venta, especialmente en épocas como ésta, tan difíciles para las operaciones inmobiliarias, puede ser un trabajo que provoca mucha tensión. Dave ha dedicado a esto un esfuerzo enorme, ha sufrido una enorme tensión, y ha logrado muy poco.”
Lillian comprendía que lo que ella veía como el “fracaso” de Dave era producto de la mala suerte más que un síntoma de tendencias innatas al fracaso o a ineptitud de Dave. De todos modos, se sentía “afectivamente afectada por la sensación de que él estaba ‘fracasando’.” La situación desencadenaba en ella temores e inseguridades que había experimentado en su infancia y que estaban relacionados en parte con el hecho de que veía a su padre como “un fracaso total y absoluto en el mundo de los negocios”. La falta de éxito de Dave amenazaba sus sentimientos de seguridad respecto de él y del matrimonio, y la situación afectó sus sentimientos en el plano sexual:
“La mujer sexista que hay en mí espera que un hombre sea más fuerte y firme, y más exitoso económicamente que yo. Alguien dentro de mí quiere que yo sea una pequeña niña en cantadora y delicada.., protegida por un hombre grande, poderoso, exitoso que la arrolla con su poderío, su seguridad, su éxito sin fisuras. Debo admitir que mi expectativa es que un esposo sea exitoso y que Dave no lo es. Aun que no pongo conscientemente como condición para mi amor que él tenga éxito en su carrera, estoy segura de que en un nivel afectivo me siento profundamente decepcionada. Me he preguntado si esta decepción está detrás de mi falta de interés sexual por él... La dependencia económica de Dave es el quid de mi enfado y mi decepción... Todo el tema del fracaso —los hombres deberían tener éxito; mi padre fue un fracasado— suscita en mí una enorme energía afectiva y genera su propia dinámica.”
El efecto de lo que Lillian percibía como el fracaso de Dave en su carrera tuvo una manifestación sexual concreta:
“Dave es relativamente bajo. También es muy delgado. Yo soy bastante delgada pero más maciza que él. Nunca pensé para nada en ello, pero últimamente he estado deseando un hombre corpulento. Dave está maravillosamente dotado en lo sexual y nunca nadie me ha hecho gozar como él. Pero últimamente he sentido que su cuerpo no era suficientemente grande y pesado. Siento que necesito alguien grande y fuerte encima de mí cuando estoy haciendo el amor. Me siento decepcionada cuando me doy cuenta de que puedo abarcar fácilmente su delgado cuerpo con mis brazos. Me siento como una madre/compañera que da consuelo… cuando lo que quiero es sentirme como una ninfa aplastada por un hombre enorme, vigoroso y apasionado, sumido en el frenesí que le despierta mi belleza.”
Lillian no siempre se ha sentido decepcionada por el tamaño de Dave. En realidad, ha sido a la inversa.
“Me pregunto por qué, después de más de diez años de casados, de pronto me siento decepcionada y fría ante la delgadez y la baja estatura de Dave. Solía encantarme la forma en que armonizaba conmigo, con mi tamaño. Me gustaba el hecho de que no fuese arrollador. Yo estaba in tentando expresarme a mí misma y alcanzar confianza y poder en el mundo por mí misma. Estaba cansada de ser arrollada por hombres egocéntricos. Dave era, y es, el hombre más maravilloso, amoroso, protector y generoso que he conocido en mi vida. Yo amaba su cuerpo, que no ha cambiado ni un gramo ni un centímetro. ¿En qué he cambiado, y por qué?
“¿Esta decepción corporal está basada en la que su fracaso me provoca en el plano afectivo? ¿He mezclado la pequeñez de su cuerpo con lo escaso de sus ingresos? ¿Desaparecerá esta decepción corporal cuando Dave encare una nueva carrera y tenga éxito en ella? ¿La excitación sexual entre nosotros se encenderá en ese momento?”
A pesar de la intensidad de su decepción y su furia, Lillian no podía discutir abiertamente sus sentimientos con Dave. Valoraba la seguridad que le procuraba su matrimonio y tenía miedo de que si expresaba abiertamente sus verdaderos sentimientos Dave pudiera contrariarse y enfadarse tanto que decidiera abandonarla. De modo que bloqueó sus sentimientos negativos. Sin embargo, es imposible bloquear los afectos selectivamente: una vez que uno se ciñe un escudo afectivo, inhibe con él todos los afectos. En consecuencia, cuando Lillian reprimió su enfado también reprimió sus sentimientos de amor y su pasión.
Aunque no reconocía su fracaso en el negocio inmobiliario, Dave estaba preocupado por su futuro financiero. Que ría proteger a Lillian de los temores que él mismo sentía, y de sus sentimientos de inseguridad e ineptitud, sentimientos provocados por su dependencia “no masculina” de los ingresos de Lillian. Dave no podía admitir esos sentimientos ni ante sí mismo. De modo que los bloqueó, bloqueando con ellos su pasión.
Lillian describe los resultados:
“Debe ser típico, los síntomas del problema saltan a la vista en el dormitorio. Ya no me sien to sexualmente atraída ni excitada por Dave. Él dice que todavía se siente atraído por mí —y que la falta de entusiasmo viene de mí, más que de él— pero su forma de hacer el amor es tan previsible y tan medida que tal vez la falta de entusiasmo sea compartida. No tengo quejas acerca de sus ganas de hacerlo, de la frecuencia, de su dulzura o su consideración y su entrega en el momento de hacer el amor. Me refiero a la falta de creatividad, de verdadera excitación, de pasión. Y yo no hago nada por introducir estos elementos por mi cuenta, porque ya no siento ni pasión ni la fuerte atracción que solía sentir. No estoy motivada para mostrar sentimientos que no estoy sintiendo, aunque alguna simulación de mi parte quizás podría poner en movimiento la pelota. Simplemente es algo que no quiero obligarme a hacer.”
En ese punto el sexo apasionado se convirtió en algo muy importante para Lillían
“¿Puede ser que yo ya no sea la misma persona que se enamoró hace más de diez años? Des de luego, hoy tengo necesidades muy diferentes de las que tenía cuando conocí a Dave, hace una década. Soy una mujer de treinta y cinco años (no tengo hijos, tengo una carrera exitosa) y como tal siento que el sexo apasionado (o la falta de él) es mucho más importante para mí que antes. Ya no estoy dedicada a construir una carrera. Disfruto de mi trabajo y me siento exitosa. Pienso que ésta es la edad en que se supone que una mujer llega al pico de su sexualidad, tal vez es por eso por lo que deseo el sexo apasionado de una manera que no era habitual en mí.”
Según Lillian el aburrimiento que le producía el sexo con su marido fue lo que precipitó su amorío ilícito. Pero es evidente que el aburrimiento era sólo una pequeña par te de la historia. Todo comenzó durante una fiesta en la que Dave señaló a Lillian un hombre de barba y aspecto mugriento que vestía una camiseta toda rota y le dijo: “¿No es el hombre de aspecto más repugnante que has visto en tu vida?”. Un rato antes, Dave había oído al hombre hablar acerca de su propia hija adolescente en términos lascivos, lo que no hizo más que acentuar la imagen negativa que su aspecto transmitía. Poco tiempo después Lillian decidió tener un amorío con este hombre.
“Hace unos seis meses me involucré con un hombre que desató en mí una pasión que yo no sabía que era capaz de sentir. Durante años me limité a suponer que yo no era una persona con una orientación muy sexual. Aunque Dave y yo habíamos tenido relaciones sexuales mucho más excitantes antes de casarnos y durante los primeros años del matrimonio, en los tres años anteriores a mi amorío con este otro hombre nuestras relaciones sexuales no habían sido apasionadas.
“Aunque mi amorío fue con un hombre loco y desconocido a quien ya no tengo ningún interés ni deseos de ver, en ese momento despertó en mí sentimientos muy intensos, tanto que me fue imposible ocultar lo que estaba viviendo.”
La conducta de Lillian pudo haberle facilitado a Dave, que sostenía que “no era ni un poquito celoso”, el descubrimiento del amorío. Pero él se negó a tomar nota de las señales que ella dejaba caer aquí y allá. De modo que Lillian comenzó a hacer que las señales fueran más obvias y visibles hasta que él finalmente se dio por enterado y respondió, por primera vez desde que existía la relación, con una tremenda exhibición de celos. Sus interrogatorios le permitieron a Líllian hablar acerca del amorío, algo que secretamente ella tenía muchos deseos de hacer. De hecho, el hacérselo saber y ponerlo celoso eran las principales razones por las que se había embarca do en aquel amorío.
“Las indiscreciones en que incurrí despertaron las sospechas de Dave y terminé contándole, en etapas y con lujo de detalles, todo el episodio extramatrimonial.
“Dave estaba herido en lo más hondo. Su in finita confianza en mí se evaporó y dijo que había perdido totalmente la capacidad de confiar. No le serviría de nada divorciarse de mí y tratar de encontrar otra mujer de la que pudiera fiarse porque había perdido la capacidad de fiarse plenamente de otra persona. Si yo —a quien él amaba y de quien se fiaba tan plenamente— podía traicionarlo de esa manera, cualquiera podría hacerlo, en cualquier circunstancia. Nunca antes se había sentido tan celoso y no quería volver a sentirse así nunca más.”
Una vez que Dave se enteró del amorío y se puso celo so como correspondía, Lillian perdió de inmediato el interés en el otro hombre.
“Me sentí tan cerca de perder a Dave que mis sentimientos volvieron a inclinarme hacia él con tremenda fuerza. Ya no importaban el otro hombre ni el amorío, lo único que quería era reparar el daño que había hecho al hombre que amo, mi esposo. Estaba dispuesta a besar le los pies durante los próximos diez años si era necesario para reconquistar su amor y su confianza... para recuperar el vínculo y el bien estar que yo había roto.
“Tan intenso era el deseo de corregir mi error y ser una buena esposa en el futuro (y de mantener vivo su amor y la necesidad que él sentía de mí, y su percepción de mi amor por él que convencí a Dave de que me diera otra oportunidad.”
La terapia fue parte del intento de Lillian y Dave de “corregir el error” y darle a su matrimonio una nueva oportunidad. El trabajo que hicieron como pareja fue alimentado por Lillian y lo que ella expresó como su “deseo apasionado de curar los celos y el sufrimiento de Dave y reparar el daño que había hecho... y de no perder al hombre que había ama do todos estos años y al que todavía amo tanto”.
Como suele ocurrir cuando se analiza un amorío en forma abierta y sin ponerse a la defensiva, Lillian y Dave tomaron conciencia de que el amorío fue, antes que nada, una forma de comunicación. El amorío le permitió a Lillian comunicar a Dave sentimientos de los que estaba demasiado avergonzada hasta para admitirlos ante sí misma, y que temía demasiado comunicar directamente a Dave.
“No hay duda de que el amorío tuvo más que ver con lo que sentía por Dave que con lo que sentía por el otro hombre, sobre todo porque el otro hombre ya no me despierta el más mínimo interés. Ahora que no actúo en la forma típica en que uno se comporta cuando está viviendo un amorío, están saliendo a la superficie sentimientos que Dave me inspira y que antes no me permitía experimentar.
“Tal vez el amorío fue una forma de hacer algo para impedirme conocer lo que estaba sintiendo por Dave, puesto que son sentimientos peligrosos. Experimentaba cólera, resentimiento, decepción, preocupación, miedo. Estoy empezando a ver el amorío como una excusa para no tener que experimentar esos sentimientos.”
En una sesión eminentemente emotiva y lacrimógena, después de recibir mucho aliento, y con mucho esfuerzo por parte de ambos, finalmente Lillian y Dave abrieron sus corazones el uno al otro. Analizaron todos sus sentimientos, a pesar de lo muy negativos y embarazosos que les resultaban. El resultado fue un enorme alivio. Lillian pudo hablar a Dave de su cólera y su resentimiento. Dijo que tenía miedo de que si expresaba su cólera y su decepción (la visión que tenía de estas emociones era la de un monstruo que guardaba celosamente en su armario), pasaría algo terrible y todo su mundo se vendría abajo. Dave pudo admitir sus celos, a pesar de su creencia de que eran una res puesta negativa y vergonzosa.
Lillian descubrió que a pesar de lo que para ella eran “sentimientos terribles” Dave todavía la amaba, y le encantó el haber podido detectar aquello que la había estado perturbando. Después de entender que los celos son una respuesta de protección a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre una relación que uno valora, Dave pudo compartir sus celos y sus inseguridades financieras con Lillian y descubrir que lo que ella sentía por él no sufría alteraciones debido a ello. El alivio afectivo que experimentaron durante esta exploración mutua vino acompañado de un vigoroso re surgimiento de la antigua pasión. Y, como reconocieron ambos, “el sexo nunca ha sido mejor que ahora”.
La discusión abierta también les permitió a Dave y Lillian afrontar sin subterfugios el delicado tema del dinero y llegar a una solución que satisfizo a ambos. Dave siguió trabajando en bienes raíces y al mismo tiempo inició su capacitación en una nueva carrera que le garantizaría ingresos seguros y estables. Entre tanto, decidieron alquilar una parte de su casa lo que les ayudó a conjurar en alguna medida sus problemas financieros.
El caso de Lillian y Dave ilustra cómo un amorío puede ser una forma de comunicarse con el compañero. En palabras de Lillian:
“El amorío debería ser visto como una comunicación dirigida a Dave antes que como una incapacidad para contener mis impulsos. Yo necesitaba comprobar qué estaba sintiendo por Dave, y al tener un amorío estaba tratando de comunicarme con él, sobre todo por la forma obvia en que me comporté.”
El caso ilustra también varios puntos clave del enfoque sistémico. En sus años de casados, Dave y Lillian crea ron un sistema donde la regla tácita era que Dave era quien aportaba el dinero en forma estable a la economía familiar. Cuando Dave cambió esta pauta establecida rompió la regla. Lillian lo castigó teniendo un amorío y rompiendo con ello la regla de la fidelidad. Los celos de Dave, para él una experiencia inusual, y el temor de Lillian a que él la dejara los llevaron a la terapia.
La terapia no se centró ni en las raíces inconscientes de los celos de Dave ni en la infidelidad de Lillian sino en las reglas que gobernaban al matrimonio. Como producto de esta exploración Lillían y Dave pudieron llegar a un acuerdo y aceptar un cambio de reglas que ambos consideraron razonable.
A lo largo de la terapia, el amorío y los celos que éste desencadenó fueron tratados como un problema de la pareja. La terapia puso en evidencia que Dave y Lillian desempeña ron, cada uno a su modo, un papel activo en el proceso que condujo al amorío, y al mismo tiempo un papel igualmente activo en el intento de salvar su matrimonio cuando percibieron que una amenaza se cernía sobre él. El tratamiento del amorío y de los celos que éste desencadenó como un problema de la pareja, permitió a Dave y Lillian restablecer la con fianza y transformar el acontecimiento traumático en una experiencia de crecimiento.

    Capi..  23                    Jane y Dane: un amorío como forma de huir

El factor desencadenante más común en los casos más extremos de celos es un amorío ilícito. Recordará usted que al tratar el tema comentamos que virtualmente todas las personas a las que se les preguntó acerca de ello dijeron que se sentirían “muy celosas” si descubrieran que su compañero estaba viviendo un amorío ilícito. ¿Cómo debería tratarse para este tipo de celos para que resultara constructivo y favoreciera el crecimiento? Si bien en estos casos los celos parecen ser una respuesta justificada, no sólo provocan un dolor insoportable al individuo sino que además también pueden ser destructivos para la relación, y en algunos casos pueden llevar incluso a la violencia.
Los terapeutas sistémicos consideran el amorío en el contexto de la relación como un todo. El amorío no es “algo que simplemente ocurrió” al compañero infiel, sino la afirmación de que ocurrió algo importante que involucra a ambos miembros de la pareja.
En un libro dedicado al tratamiento del conflicto en el matrimonio, Philip Guerin, Leo Fay, Susan Burden y Judith Gilbert Kautto señalan que los amoríos “casi siempre representan la externalización de un proceso disfuncional que se está desarrollando dentro de la familia”. El enfoque que ellos proponen para el tratamiento de los amoríos, y que muchos terapeutas sistémicos comparten, se centra en el logro de tres objetivos:
1. Discernir el papel desempeñado en el proceso por cada esposo.
2. Cambiar el comportamiento de ambos esposos.
3. Restablecer la confianza en la relación marital.
El caso que sigue ilustra este enfoque sistémico. Se trata de una mujer llamada Jane, que descubrió que su esposo de treinta y cinco años, Dan, había tenido un amorío.
El descubrimiento de un amorío es doloroso para los dos miembros de la pareja. Hace estallar una crisis en la que el funcionamiento cotidiano se altera gravemente. La primera necesidad que se le presentó a Jane fue aprender a organizar sus tareas, y fijar prioridades en sus responsabilidades cotidianas para poder resolver las cosas más esenciales. Luego, para minimizar el impacto afectivo del amorío, tanto Jane como Dan se vieron ante la necesidad de comprender el papel que cada uno había desempeñado, la función que éste cumplía en el matrimonio y el proceso que había conducido a él. Comprender estas cosas no significa que las personas no han de hacerse responsables de su conducta. Dan tuvo un amorío, Jane no. De todos modos, los dos eran responsables del estado de su matrimonio. Puesto que con frecuencia un amorío se considera un pecado imperdonable es importante que los dos miembros de la pareja sitúen el amorío en el con texto más abarcador de su matrimonio.
Muchas veces un amorío es un refugio para huir de un problema de la relación o de un padecimiento que afecta la vida personal. Para discernir la función que cumplía el amo río de Dan era necesario comprender el estado de cosas anterior. Dos problemas parecen particularmente significativos: una operación de cáncer de próstata a la que Dan tuvo que someterse antes del amorío, y la dedicación excesiva de Jane a la hija de ambos.
La operación de cáncer de próstata fue traumática para Dan. No sólo lo obligó a enfrentarse a su propia mortalidad, sino que lo llevó a cuestionarse su aptitud sexual, algo que nunca antes se había cuestionado. Necesitaba con desesperación el apoyo de Jane, pero Jane estaba demasiado preocupa da por el reciente divorcio de su hija como para darse cuenta. Se quedaba con su hija durante semanas enteras y cuando estaba en su casa se lo pasaba hablando por teléfono. De hecho, la primera vez que Jane acudió a la terapia fue para hablar de los problemas maritales de su hija y averiguar cuál sería la mejor forma de ayudarla a resolverlos.
Durante los meses que siguieron a la operación se abrió una brecha afectiva entre Jane y Dan. Los dos se sentían abatidos pero eran incapaces de compartir sus sentimientos. El amorío, con una mujer muy atractiva diez años menor que él, ayudó a Dan a obtener la tranquilidad afectiva y sexual que necesitaba. Todo comenzó en una ocasión en que Jane estaba fuera de la ciudad. Dan tenía que asistir a una cena de negocios y no le gustaba la idea de ir solo. Le pareció natural invitar a una mujer que trabajaba en un despacho cercano al suyo a que lo acompañara.
Después de la cena ella lo invitó a una copa en su apartamento y Dan redescubrió lo maravilloso que era hablar con alguien que le prestaba toda la atención del mundo y que se comportaba como Jane lo había hecho durante la mayor parte de su vida de casados. El hecho de que una mujer joven y sexy lo encontrara todavía atractivo y deseable le resultaba estimulante. Con ella se sintió más vivo sexualmente que en mucho tiempo, más viril, más interesante.
Mientras el amorío se mantuvo en secreto, Dan vio satisfechas sus necesidades afectivas y sexuales, y Jane se sintió libre para seguir dedicándose intensamente a la hija de ambos. Cuando un llamado telefónico anónimo de una vigilante secretaria del despacho de Dan informó a Jane del amorío, Dan le puso fin de inmediato. Le dijo a Jane que lamentaba lo que había hecho y el dolor que le había causado. Lo que más quería en el mundo era olvidar todo el asunto. Pero Jane estaba inconsolablemente celosa y no le daba tregua. Bombardeaba a Dan con preguntas acerca del amorío, revolvía sus cajones y los archivos de su des pacho, no podía dejar de pensar en el asunto y oscilaba entre la furia, la humillación y la desesperación. Sus celos hicieron que volviera a la terapia.
Al principio de mi trabajo con Dan y Jane alenté a Jane a hablar acerca de los sentimientos que había experimentado desde el descubrimiento del amorío. Era importante legitimar la confusión afectiva en la que ella se encontraba inmersa sin convertir por ello a Dan en el villano. Acosar a Dan pidiéndole detalles no hacía más que agravar la confusión afectiva de Jane y era importante que ella pusiera fin a los interrogatorios. Logró hacerlo centrándose en su propio rol en el matrimonio y el amorío.
Una vez que tanto Jane como Dan comprendieron la función que el amorío cumplió en su matrimonio y el papel que cada uno desempeñó para que sucediera, y una vez que pudieron hablar abiertamente acerca de él, comenzó la ardua tarea de restablecer la confianza en el matrimonio. Muchas parejas, aliviadas porque la crisis ha pasado, abrigan la esperanza de que el tiempo se encargará de curar las viejas heridas y abandonan la terapia antes de alcanzar este difícil e importante objetivo.

 Imagen cogida de la red


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