La predisposición a los
celos
Aunque se presentan de maneras
diferentes y se experimentan con diversos grados de intensidad, los celos
siempre son el resultado de una interacción entre una cierta predisposición y un
acontecimiento preciso que actúa como desencadenante.
La predisposición a los celos
depende de la cultura en la que vivimos: así como algunas culturas alientan los
celos, otras los desalientan. Depende de nuestro contexto familiar: es probable
que un hombre cuya madre le fue infiel a su padre o cuyos padres tenían
violentas explosiones de celos tenga una predisposición mucho mayor a los celos
que un hombre cuyos padres se sentían seguros de su mutuo amor. Depende de
nuestra constelación familiar: es probable que una mujer que creció a la sombra
de una hermana más bonita o más brillante tenga una mayor predisposición a los
celos que una mujer que fue la niña favorita de la familia. También depende de
nuestras experiencias en las relaciones íntimas: es probable que una persona que
fue traicionada por un compañero en quien confiaba desarrolle después una mayor
predisposición a los celos.
Cierta predisposición a los celos
podría no expresarse nunca si no ocurre un acontecimiento que la desencadene.
Para una persona con una predisposición inusualmente alta a los celos, ese
acontecimiento puede ser tan nimio como la mirada que su compañero le dispensa a
una persona desconocida y atractiva que se le cruza en el camino. Sin embargo,
para la mayoría de la gente, lo que opera como desencadenante de los celos es
algún acontecimiento mucho más serio, como el descubrimiento de que el compañero
está involucrado en un amorío ilícito. Para una persona con una predisposición
inusualmente baja a los celos casi ningún acontecimiento, salvo la ruptura de la
relación, es capaz de activar la respuesta celosa.
Como he comentado en el prefacio, a
lo largo de esta guía presentaré cinco enfoques de los celos sentimentales. Cada
uno pone de relieve un aspecto diferente de la predisposición a los
celos.
El enfoque psico-dinámico se centra en una pregunta: ¿por qué algunas personas tienen una
predisposición inusualmente alta, o baja, a los celos? Su hipótesis es que la
respuesta se encuentra en las experiencias infantiles de esas
personas.
En el enfoque sistémico la pregunta
es: ¿qué sucede en ciertas relaciones que hace aumentar o disminuir la
predisposición a los celos en la pareja? Su hipótesis es que la res puesta se
encuentra en los patrones recurrentes en las interacciones de esas
parejas.
La pregunta del enfoque conductista
es: ¿qué es lo que hace aumentar la predisposición individual a comportarse
celosamente? Su hipótesis es que la respuesta está en las conductas
aprendidas.
En el enfoque psicosocial la
pregunta que se plantea es: ¿qué efectos tiene la cultura sobre la
predisposición de las personas a los celos? La hipótesis es que la respuesta
está en las normas culturales, que son las que definen qué perciben las personas como amenazante y cuáles son las respuestas que
consideran apropiadas.
En el enfoque socio-biológico se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo han moldeado las
fuerzas evolutivas de la selección natural la predisposición innata a los celos
de los hombres y las mujeres? Y supone que la respuesta está en las diferencias
universales entre los sexos que existen en la mayoría de las sociedades humanas
y en el mundo animal.
Al definir los celos es importante
distinguirlos de la envidia. A pesar de que en el uso cotidiano la confusión
entre ambos es frecuente, los celos y la envidia son psicológicamente muy
diferentes. Por lo general, la envidia involucra a dos personas. La persona
envidiosa quiere algo que le pertenece a la otra persona, y no quiere que esa
otra persona lo tenga. El objeto de la envidia puede ser el compañero de la otra
persona, una buena relación, un rasgo deseable como la belleza o la
inteligencia, una posesión, el éxito o la popularidad. Los celos, en cambio,
involucran por lo general a tres personas. La persona afectada por los celos
está respondiendo a lo que percibe como una amenaza que un tercero representa
para una relación que ella considera valiosa. Esto es válido aun en el caso de
que el tercero exista sólo en la imaginación de la persona celosa.
La envidia y los celos están en
sintonía con dos de las condiciones más básicas de la existencia humana. La
envidia está conectada con el no tener. Los celos están conectados con el
tener.
La gente tiende a confundir la
envidia con los celos, pero no a la inversa. ¿Le diría usted a su marido que al
verlo con su antigua novia siente envidia o que se pone celosa?
¿Diría que está
celosa de una amiga que acaba de heredar una fortuna, o que la envidia? Si usted
es como la mayoría las personas se describiría en ambos
casos como celosa, aun que lo que realmente siente en el segundo caso es
envidia.
Si esta transposición ocurre con
frecuencia, es porque la envidia tiende a estar cargada de una connotación más
negativa: resulta menos mitigada por el amor que los celos. En tanto que los
celos son una respuesta a una amenaza que se cierne sobre una relación
Considerada valiosa, la envidia es una expresión de hostilidad hacia alguien a
quien se percibe como superior y un deseo que apunta no sólo a la posesión de
esa ventaja sino a la destrucción de ese superior.
Las diferentes actitudes hacia los
celos y la envidia se han estudiado en muchos países. Una investigación que
compara las reacciones a los celos y a la envidia en siete países (Hungría,
Irlanda, México, Holanda, la Unión Soviética, Yugoslavia y Estados Unidos)
muestra reacciones semejantes a los celos y a la envidia en todos
ellos.
Silos celos y la envidia son tan
diferentes, ¿por qué la gente los confunde con tanta frecuencia? Parte de la
razón reside en el hecho de que la respuesta Celosa incluye, en muchos casos, un
componente de envidia. Por ejemplo, es probable que un hombre que está celoso
porque su esposa está teniendo un amorío con su mejor amigo, sienta envidia del
éxito que su amigo tiene con su esposa.
Por otra parte, los celos y la
envidia se originan en etapas diferentes de nuestro desarrollo psíquico. Como
veremos más adelante, al analizar las raíces inconscientes de los celos, éstos
se originan primordialmente en las experiencias emocionales que los niños tienen
durante la etapa edípica, alrededor de los tres años
de edad. La envidia, por su parte, se origina mucho antes, durante las primeras
semanas de vida del niño.
Según Freud, durante
la etapa edípica los niños experimentan los primeros
indicios de sexualidad Sus impulsos sexuales se dirigen hacia la persona más
cercana del sexo opuesto En el caso de un niño, la madre. En el caso de una
niña, el padre. El niño quiere que la madre sea para él. Desgraciadamente, tiene
un competidor muy fuerte: el padre. El competidor es más grande y más fuerte y
tiene además otras ventajas de modo que el niño "pierde" la competencia. (A
través de un proceso similar, la niña "pierde" al padre a manos de la madre.)
Cuando el niño se vuelve adulto, cada vez que por obra de un tercero se cierne
una amenaza sobre una relación sentimental valorada, la antigua y dolorosa
herida vuelve a abrirse y se experimenta como celos.
La envidia, según la analista de
niños Melanie Klein, se desarrolla durante el período que va desde
el nacimiento hasta el primer año de vida y es una respuesta a la dependencia e indefensión totales del niño
respecto de la madre. "Des de el comienzo de su vida el niño acude a la madre
para satisfacer todas sus necesidades", escribió Melanie Klein. El
pecho materno, hacia el cual están dirigidos los deseos del niño, es sentido
instintivamente no sólo como una fuente de nutrición sino como la fuente de la
vida misma.
No obstante, en la primera relación
del bebé con la madre se introduce inevitablemente un elemento de frustración,
porque "aun en el caso de que se sienta satisfactoriamente alimentado, ello de
ninguna manera reemplaza la unidad prenatal con la madre". La frustración e
indefensión que el niño hambriento experimenta son las raíces de la envidia. El
bebé "envidia" a su madre por el poder que ella tiene de alimentarlo o privarlo
del alimento. En su frustración, quiere devorar la fuente de su alimento y del
poder de ella: el pecho.
Aun en el caso de que no aceptemos
la idea de Melanie Klein de que el bebé "envidia" el poder que su
madre tiene de alimentarlo, podemos sí aceptar la idea de que ese primer vínculo
con la madre contiene los elementos fundamentales de la futura relación del bebé
con el mundo. Si el vínculo es amoroso y satisfactorio, el bebé desarrollará un
sentido básico de seguridad y confianza hacia la gente. Si el vínculo no es ni
amoroso ni satisfactorio, se desarrollarán una inseguridad y una envidia pro
fundamente arraigadas y el bebé se convertirá con el tiempo en un adulto
envidioso. Cada vez que la envidia se desencadena en un adulto de esas
características, las heridas de la primera infancia se reabren con todo su poder
destructivo.
Melanie Klein piensa
que los celos se basan en la envidia, pero que de todos modos son muy diferentes
de ella. La distinción que ella establece entre ambos es similar a la que
planteamos aquí: "La envidia es el sentimiento de enfado porque otra persona
posee y disfruta algo deseable, y el impulso envidioso apunta a despojarla de
ese algo o echarlo a perder". Los celos, por su parte, conciernen a la relación
de la persona con por lo menos otras dos personas, "y se relacionan
principalmente con un amor que el individuo siente que le corresponde y le ha
sido arrebatado, o bien está a punto de serle arrebatado".
La envidia, según la describe
Melanie Klein, es una emoción anterior, más primitiva y más
destructiva que los celos. Es diferente del deseo que impulsa a los celos, en el
que se trata de proteger la relación o de recuperar al ser ama do. Cuando en una
situación de celos hay un componente de envidia éste se manifiesta como impulso
de destruir a la persona que goza de la ventaja envidiada, sea ésta el rival o
el amado, que tiene el poder de hacernos felices y prefiere no
ejercerlo.
Celos normales y celos
anormales
Después de definir los celos
sentimentales y diferenciarlos de la envidia es preciso que hagamos otra
distinción no menos importante entre celos normales y anormales. El análisis de
los celos anormales nos llevará a considerar algunas de las formas más extremas
que pueden adoptar los celos y a algunas de sus consecuencias más
dramáticas.
Los celos han producido dolor,
dramas y tragedias a lo largo de la historia. Una amplia gama de acontecimientos
hostiles, amargos y dolorosos han sido atribuidos a los celos: asesinato,
agresión, odio, disminución de la autoestima, depresión, suicidio e intentos de
suicidio, esposas golpeadas, destrucción de relaciones amorosas, problemas
conyugales y divorcios. Una investigación de alcance nacional hecha en Estados
Unidos por consejeros matrimoniales indica que los celos son un problema que se
presenta en una tercera parte de todas las parejas que acuden a solicitar una
terapia conyugal.
La mayoría de las personas describe
los celos como una experiencia "loca" y extremadamente dolorosa. Una mujer que
participó en mis talleres dedicados a los celos afirmó que éstos representaban
la experiencia más dolorosa que le había tocado vivir:
"Lo intenté todo para tratar
de controlarlos de alguna manera, pero nada, nada funciona. Ahora, lo único que
me queda es la lobotomía. Y créame que la idea me tienta. No creo que pueda
seguir viviendo con todo ese dolor a cuestas."
No es raro que aun aquellas personas
que experimentan los celos en forma extrema y a pesar de ello tienen suficiente control de sí mismas como para no incurrir
en actos de verdadera violencia fantaseen con ese recurso. Una mujer que vio a
su ex marido con su nueva esposa, que además había sido su mejor amiga,
recuerda:
"Un día, mientras estacionaba
mi auto, los vi en su nuevo coche deportivo que estaba estacionado exactamente
delante de mí. Era un auto que él nunca me había dejado manejar y ahora ella lo
estaba usando. La rabia me encegueció. Me quedé sentada ahí, tratando de
controlarme. Imaginé que ponía mi auto en marcha, apretaba a fon do el
acelerador e iba directo a chocarlos con la mayor velocidad y potencia posibles.
Podía sentir el impacto del choque en mi cuerpo y oír el estruendo del metal y
los vidrios haciéndose añicos... No sé qué fuerza me ayudó a controlar el
impulso de destruir todo."
Casi todos nos hemos enfrentado a
los celos en algún momento de nuestras vidas, aun cuando no los consideremos un
problema. Cualquiera que haya experimentado celos intensamente es consciente del
poder y la potencial destructividad que éstos entrañan. Esto ayuda a explicar
nuestra fascinación con las historias que cuentan las barbaridades que algunas
personas se ven impulsadas a hacer por obra de los celos. Una de esas historias
se refiere a una mujer de edad mediana cuyo esposo la abandonó por una mujer más
joven. Con la ayuda de un amigo, la esposa ofendida secuestró a su rival a punta
de pistola, le afeitó la cabeza, la desnudó, la cubrió de brea y plumas, y la
liberó en el basural de la ciudad. Leí la historia en el periódico y con
posterioridad se la oí repetir una y otra vez, con gran regocijo, a mujeres que
se identificaban con la venganza de la esposa abandonada.
Lo cierto es que tendemos a
mostrarnos más comprensivos con la gente que comete crímenes "con la sangre
caliente" motivada por los celos que con la gente que comete crímenes a sangre
fría motivada por la codicia. Podemos sentir una cierta identificación con el
amante traicionado que "con sumó su venganza" y se atrevió a hacer algo que la
mayoría veríamos como una venganza merecida contra nuestro compañero infiel o
contra el intruso que nos robó el corazón de nuestro compañero.
En ciertos países hasta la ley trata
los "crímenes pasionales" con relativa lenidad. En un caso famoso que ocurrió
hace algunos años en Italia, un hombre que sospechaba que su esposa le estaba
siendo infiel compró un revólver y se fue en su coche desde Roma, donde vivía, a
Milán, donde tenía motivos para sospechar que su esposa estaba con su amante.
Llegó a Milán, descubrió a su esposa y a su amante en la cama, los mató a tiros,
y en el juicio fue declarado inocente sobre la base de que habría cometido el
crimen en estado de emoción violenta.
¿Son los celos una forma de locura?
Volviendo a los ejemplos presentados al comienzo de esta sección, podemos
preguntarnos: ¿está sano un hombre que se agazapa entre los arbustos en medio de
una noche lluviosa para espiar a una mujer? ¿Qué diríamos de una mujer que le da
un puntapié a un hombre en la entrepierna, o de la que cubre a otra mujer con
brea y plumas? ¿Qué diríamos de un hombre que mata a dos personas en un ataque
de celos?
Tal como lo ponen en evidencia estos
ejemplos, los celos merodean la zona gris que se extiende entre la salud mental
y la locura. Algunas reacciones a los celos son tan naturales que una persona
que no las demuestra parece en cierta forma "no normal". Pensemos, por ejemplo,
en un hombre cuya esposa acaba de informarle que se ha enamorado de otro hombre
y responde: "Qué maravilloso para ti, querida".
Otras reacciones parecen tan
excesivas que no es necesario ser un experto para saber que son patológicas. Un ejemplo clásico es el del hombre que
sospecha de su amante y fiel esposa y la espía permanentemente, escucha sus
conversaciones telefónicas, busca manchas en su ropa interior, verifica los
kilómetros recorridos por su coche para detectar viajes clandestinos, le hace
visitas sorpresivas y, a pesar de su probada fidelidad, sigue sospechando de
ella y sufre tremendos celos.
Si bien las respuestas de estos dos
esposos parecen completamente diferentes la una de la otra, hay una semejanza
importante entre ambas. Las dos son inadecuadas. En el primer caso, el esposo no
responde a una amenaza real que se cierne sobre su matrimonio: su esposa podría
dejarlo por el otro hombre. En el segundo, el esposo está respondiendo con celos
cuando en realidad no hay una verdadera amenaza. Los psicólogos clínicos
consideran que en ambos casos se trata de conductas anormales que indican
ciertos desórdenes de la personalidad." Más adelante analizaré las raíces de
este tipo de reacciones tan extremas de celos.
Para una gran mayoría de las
personas, aun cuando produzcan un dolor y una aflicción tremendos, los celos
constituyen una experiencia íntima que no llega a derivar en una acción
violenta. La mujer a la que me referí antes cuyo esposo, de quien está separada,
comenzó a salir con la mejor amiga de ella poco después de la separación,
dijo:
"Durante el día fantaseo con ir al
apartamento de ella con un mazo y romper cosas: muebles, discos, ventanas. Puedo
oír claramente el ruido de los vidrios al romperse... En cierta forma es tas
fantasías tienen para mí un efecto sedante, aunque sé que nunca las
realizaré."
¿Podemos
considerarla una reacción apropiada? ¿Qué diríamos si la otra mujer no fuese su
mejor amiga? ¿O si ella supiese de que su esposo la
había dejado a causa de esa "mejor amiga"? ¿Y qué diríamos si, en lugar de
imaginar la destrucción a mazazos, la perpetrase realmente?
Cuanto más una reacción parece
derivar (en palabras de Freud) "de la situación real" y más proporcionada parece
"a las circunstancias reales", más "normal" es. Freud y los terapeutas
que adhieren en la actualidad al enfoque psico-dinámico diferencian los celos "normales" de los "delirantes". Los
celos normales tienen como base una amenaza real a la relación. Los celos
delirantes, por su parte, persisten a pesar de la ausencia de cualquier amenaza
real o incluso probable. El marido que sospecha de su
esposa y la espía a pesar de que ella le es fiel y leal es un buen ejemplo de
celos delirantes.
¿Por qué alguien
"elegiría" sufrir los indecibles padecimientos de los celos si no hubiera
fundamentos para ello en la realidad? Una explicación, a la que me referiré más
adelante, es que a través de los celos la persona está tratando de enfrentar un
trauma infantil de traición no resuelto. Luego me referiré a otra explicación
que se centra en las interacciones de la pareja que ayudan a mantener vigente un
problema de celos de ese tipo. Posteriormente me referiré a una tercera
explicación que ve las raíces del problema de los celos en conductas que fueron
aprendidas en algún momento de los comienzos de la vida, y que persisten a pesar
de que ya no son adecuadas.
A a
distinción entre amenaza real e imaginaria, se suele agregar otra entre la
reacción adecuada ("normal") y la in adecuada ("anormal") a la amenaza que
provoca los celos. En una sección posterior me ocupo de la forma en que se
experimentan y se expresan los celos sentimentales en diferentes culturas,
veremos que lo "normal" es simplemente lo que en una cultura determinada es
aceptado como la reacción adecuada. Más allá de cuán anormal pueda parecerle a
uno una determinada reacción a los celos, existe la posibilidad de que ella sea
considerada normal en alguna otra parte, o lo haya sido.
Otra distinción que se hace entre
los celos normales y los anormales tiene que ver con el efecto que ambos tienen
sobre las relaciones. Mientras que los celos normales son una reacción defensiva
que puede salvar un matrimonio, los ce los anormales son una obsesión
destructiva que daña a las personas y las relaciones entre ellas.
En lugar de poner el acento en la
connotación negativa y enjuiciadora que se deriva del uso corriente de la
palabra anormal (es decir, patológico, mórbido, loco, enfermo), es más
provechoso pensar lo normal como un término estadístico que describe lo que es
típico o promedio. Las personas experimentan reacciones de celos tan variadas
como lo son las diferentes características físicas y emocionales que poseen. Una
vasta mayoría cae en el rango intermedio y son definidas como normales. Una
pequeña minoría cae en la parte más baja de la escala y son definidas como de
respuestas anormalmente bajas. Una minoría similar a esta última cae en la parte
más alta de la escala y son definidas como de res puestas anormalmente
altas.
Pensemos en un rasgo como la altura,
por ejemplo. La mayoría de las personas son de altura "normal", un pequeño
porcentaje son "anormalmente" bajas y una minoría similar son "anormalmente"
altas. Lo anormal en este caso no significa loco o enfermo, sino simplemente los
extremos más alto y más bajo de la escala.
Lo mismo que se puede decir de la
altura, el peso, fuerza o la belleza, se puede decir de los celos. La mayoría de
las personas están en la zona intermedia (es decir "normal") de la escala de los
celos. Los pocos que están en extremo superior de la
escala, aquellos que ven una amenaza aun cuando no exista ninguna, son
"anormalmente" celosos; los pocos que están en el extremo inferior de la escala,
aquellos que no ven una amenaza aunque ésta sea evidente, son "anormalmente" no
celosos.
Esta afirmación es más que una
distinción semántica. Demasiado a menudo las personas afectadas por los celos
están tan conmovidas por la intensidad de sus emociones por las cosas que se
sorprenden haciendo o deseando hacer -como espiar a una ex amante o soñar
despierto que se destruye una casa a mazazos- que llegan a la conclusión: "¡Debo
estar loco!". Esta conclusión no es muy útil y muy probable mente sea además
incorrecta. La mayoría de las personas "normales" sienten celos intensos cuando
una amenaza se cierne sobre una relación que valoran.
Esto no significa que no haya casos
de celos anormales, sino que son muy pocos. Si oímos hablar tanto de ellos es
precisamente porque están realmente fuera de la zona de lo "normal" y, por lo
tanto, resultan particular mente fascinantes.
La mayoría de los casos de celos
anormales comparten uno de los siguientes rasgos, o ambos: (a) no están
relaciona dos con una amenaza real a una relación valorada sino con algún
disparador interno del individuo celoso; y (b) la reacción de celos resulta
dramáticamente exagerada o violenta.
Dicho esto, me gustaría señalar
también que algunos científicos sociales, cuyos puntos de vista presentaré más
adelante, rechazan de plano la noción de celos anormales aplicada al individuo.
Creen que lo que es normal o anormal está determinado por la cultura, y que el
individuo poco tiene que hacer a ese respecto.
Si le preocupa
saber si usted o su compañero son "anormalmente celosos", el cuestionario sobre
los celos que aparece posteriormente pueden resultarle particularmente útiles.
En este último se plantean una serie de preguntas destinadas a ayudarle a
diagnosticar sus propios celos (o los de su compañero). Por lo demás, responder
al cuestionario sobre los celos puede ser interesante aun cuan do usted no tenga
un problema de celos.
Titulé esta primera sección "¿El
monstruo de ojos verdes o la sombra del amor?" Ahora que hemos visto algunas de
las formas extremas que los celos adoptan como, en palabras de
Shakespeare, "el monstruo de ojos verdes", podemos pasar a
analizar los celos como la sombra del amor.
Apuntes tomado de http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
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