Sea lo que fuere, lo que atrae a dos
amantes es lo que constituirá el carácter de los celos que habrán de
experimentar. Ilustraré esta afirmación con un ejercicio:
Evoque el momento en que conoció o
vio por primera vez a su compañero, y trate de recordar lo mejor posible cómo se
sintió. ¿Qué fue lo que más le atrajo? ¿Qué fue lo que hizo que usted pensara
(en ese momento o un poco después) que ésta era la persona con la que usted
quería compartir su vida? ¿Qué fue lo más importante que la relación le aportó?
¿Sensación de seguridad? ¿De respeto y atención? ¿De ser deseado o
adorado?
Ahora vuelva al presente y considere
el componente primario de sus celos, los pensamientos y sentimientos más
dolorosos asociados con sus celos o los de su compañero. ¿Es el miedo a ser
abandonado? ¿Es la humillación y el des prestigio? ¿Es la pérdida de la
autoestima?
La tercera parte es la que plantea
el mayor desafío, y la más significativa de este ejercicio. Piense: ¿podría
haber alguna conexión entre las cosas que la relación le aportó en los primeros
tiempos y los componentes primarios de sus celos? Por ejemplo, una mujer que se
enamoró de su esposo porque él le hizo sentir que "finalmente había llegado a
casa" y que se encontraba en un lugar seguro y a salvo describió el aspecto más
doloroso de sus celos diciendo que "se sentía abandonada y completamente sola el
mundo".
El ejemplo opuesto, mencionado más
atrás, es el la mujer que se enamoró de su esposo porque la convirtió en el
centro de su mundo. Después de veinte años de matrimonio pidió el divorcio
porque los celos de él la asfixiaban. Su esposo se enamoró de ella porque era
hermosa, tipo de mujer con la que sólo se atrevía a soñar cuando era un
adolescente tímido. Los celos que este hombre experimentaba se centraban en sus
sentimientos de inferioridad e inseguridad.
¿Por qué es tan
importante distinguir la conexión entre lo que nos atrajo en nuestro compañero
-lo más valioso que la relación nos aportó en un primer momento- y los
componentes primarios de nuestros celos? Por que ello demuestra que los celos
son, en efecto, la sombra del amor. Más aún, es un recordatorio de que no nos
involucramos en esta relación porque sí. Elegimos estar en ella. Algo que está
en nosotros nos hizo sentirnos atraídos por nuestro compañero. Algo que está en
nosotros nos hace experimentar los celos en la forma en que lo sentimos. Ese
algo es nuestra imagen sentimental.
Los psicólogos han dedicado grandes
esfuerzos a estudiar quién se enamora de quién. Han descubierto semejanzas entre
las parejas en un amplio abanico de variables, entre ellas las características
personales, los antecedentes familiares, la educación, los ingresos y la
condición social de los padres, la pertenencia religiosa, el sexo de los
hermanos, la actitud hacia los padres, la felicidad del matrimonio de los
padres, la tendencia a ser un "lobo solitario" o a ser sociables, la preferencia
por "quedarse en casa" o por "salir por ahí", los hábitos de fumar y beber, la
cantidad de amigos, la inteligencia, el atractivo personal, diversos atributos
físicos, la salud mental y la madurez psíquica.
Aun cuando usted y su compañero sean
semejantes en varios de los rasgos mencionados en la lista, es probable que de
todos modos usted sienta que no fueron ésas las razones reales por las cuales se
enamoró de su compañero.
Sin embargo, una vez que hizo su
elección, éstas fueron las cosas que le indicaron que su elección era correcta.
Su elección emocional -la chispa que sintió- estuvo basada en su imagen
sentimental internalizada.
Desarrollamos nuestra imagen
sentimental en la etapa más temprana de la vida sobre la base de intensas
experiencias que tuvimos durante la infancia. Nuestros padres y otros adultos
involucrados en nuestra crianza influyen en el desarrollo de nuestra imagen
sentimental por dos vías primarias: (a) por la forma en que expresan, o no
expresan, amor por nosotros, y (b) por la forma en que expresan, o no expresan,
el amor que sienten los unos por los otros.
Evoque ahora el momento más antiguo
de su vida que pueda recordar. (Puede ser útil pensar en una casa en la que
vivió o en un acontecimiento determinado que haya quedado fijado en su memoria.)
¿Quién le cuidaba? ¿Quién le enseñó el significado del amor? ¿Fue su madre, su
padre, un herma no mayor, un abuelo? ¿Quién más fue importante en su infancia?
Trate de recordar lo más que pueda de estas personas, no en la forma en que son
ahora sino como eran cuando usted tuvo contacto con ellas en su infancia.
¿Cuáles eran sus rasgos más importantes, buenos y malos? ¿Cuál era la
característica más notable de la relación entre ellos? ¿Qué era lo más
importante que le daban a usted? ¿Qué era lo que usted más quería y no obtuvo?
¿Se eran infieles unos a otros? ¿Eran celosos?
Los rasgos positivos y negativos de
las personas que nos criaron son los ladrillos con los que se construye nuestra
imagen sentimental. Pero si bien nuestra imagen sentimental está influida por
nuestra madre, nuestro padre y las otras personas que nos educaron, hay una
diferencia importante entre los rasgos positivos y negativos que ellos exhiben.
Los rasgos negativos tienden a ejercer una influencia mayor sobre nuestra imagen
sentimental. La razón que explica esto no es (como ha sugerido un psicólogo) que
elegimos casarnos con nuestra peor pesadilla, sino que son rasgos con los cuales
todavía tenemos "cuentas pendientes". Si el padre de una niña le fue infiel a la
madre, su infidelidad se convertirá en un componente importante de la imagen
sentimental de la niña. Si la madre de un niño solía tener ataques de celos,
éstos se convertirán en un componente importante de la imagen sentimental de ese
niño.
Cuando somos adultos buscamos una
persona que se adecue significativamente a nuestra imagen sentimental. Cuando
conocemos una persona así, proyectamos nuestra imagen internalizada sobre ella.
Esta es la razón por la cual, cuando nos enamoramos, solemos decir: "Siento como
si le conociera de toda la vida". Esta es también la razón por la que tan a
menudo nos sentimos sorprendidos cuando el encanto se acaba. Es como si no
viéramos a la persona sino solamente la proyección de nuestra propia imagen
sentimental.
La persona que se adecua a nuestra
imagen sentimental es también la persona que en mejores condiciones está de
ayudarnos a resolver nuestros traumas infantiles. Por ejemplo, aunque la lógica
parecería indicar que una mujer cuyo padre era infiel buscaría un hombre de cuya
fidelidad no hubiera dudas, por lo general no es eso lo que ocurre. De hecho, lo
más frecuente es que una mujer de esas características se enamore de playboys
parecidos a su padre, no porque necesite repetir su trauma infantil, sino porque
sólo un hombre que se parece a su padre puede darle lo que no obtuvo de él. La
paradoja es que ella se casa con un hombre así porque se parece a su padre, y
sin embargo lo que ella quiere con desesperación es que no se comporte como se
comportaba su padre. Quiere que él -un hombre sexualmente atractivo, propenso a
flirtear y en torno a quien las mujeres se arremolinan todo el tiempo- sea un
marido fiel y le dé la seguridad que no tuvo cuando era niña. Aun cuando esto no
ocurra, al repetir su trauma infantil en la edad adulta con una cierta medida de
control sobre su propia vida, puede lograr -y a menudo ocurre así- un efecto
curativo.
Los efectos de una imagen
sentimental no siempre son tan directos y sencillos. Un niño que fue testigo de
la infidelidad de su madre puede elegir para casarse a una mujer cuya cualidad
más positiva sea su fidelidad. ¿Cómo podrá entonces "trabajar" sobre su trauma
infantil? Una posibilidad se ría que sospeche que su fiel esposa le es infiel.
La comprobación reiterada de su inocencia lo ayuda a curar su herida. Y le
demuestra que a diferencia de su padre él es el número uno para su
esposa.
Dado que la persona que elegimos
para enamorar nos tiene una influencia tan importante en nuestra vida interior,
el descubrimiento de esa persona es un acontecimiento crucial. Cuando nos
enamoramos y nuestro amor es correspondido nos sentimos plenamente felices.
Estamos seguros de que hemos encontrado nuestra "alma ge mela". La soledad
desaparece. El amor le da un sentido a toda nuestra vida.
Cuando alguien le da un sentido a
toda nuestra vida la amenaza de perder a esa persona puede ser devastadora.
Justamente los resultados de una reciente investigación acerca del amor y los
celos demuestran que las personas que cargan de un sentido existencial de esa
magnitud a sus relaciones amorosas tienden a ser particularmente sensibles a la
amenaza de perderlas)
Casi todos tenemos algún conflicto
irresuelto que arras tramos desde la infancia. Algunos tenemos más, otros me
nos. Para algunos estos conflictos son serios y problemáticos, para otros no
tanto. Los experimentamos como vulnerabilidades, inseguridades o temores. Cuando
nos enamoramos y nuestro amor nos es retribuido, estas vulnerabilidades,
inseguridades y miedos parecen desvanecerse. Somos amados a pesar de nuestras
imperfecciones. Nos sentimos completos, nos sentimos seguros. Pero cuando este
amor resulta amenazado, los miedos y las inseguridades que creíamos que habían
desaparecido para siempre retornan con toda su fuerza. Si esta persona a la que
amamos -la persona que pensábamos que nos amaba a pesar de nuestros defectos-
está a punto de dejarnos por otra, entonces ¡ya no hay la menor esperanza para
nosotros! Ya no nos sentimos seguros ni si quiera de las cosas que antes
amábamos en nosotros. La sombra que proyecta la posible pérdida de ese amor es
tan intensa como lo era su resplandor.
Como veremos en una próxima sección,
aun aquellos que crecieron rodeados de amor y relativamente sin problemas, y
cuyos conflictos irresueltos son pocos, reaccionan a la amenaza o a la pérdida
real del amor en una forma análoga. Lo más probable, sin embargo, es que esa
reacción sea adecuada y proporcionada a la situación.
Puesto que estas personas tuvieron
que enfrentarse con traumas infantiles menos abrumadores, su imagen sentimental
se basa en los rasgos más positivos de quienes los criaron y en las experiencias
de amor que ellos mismos vivieron que observaron entre sus padres. Cuando
conocen a alguien que se adecua a esa imagen sentimental internalizada también
ellos se enamoran y sienten que han conocido a esa persona de toda la vida. Pero
en lugar de sentir que son amados a pesar de todos sus defectos se sienten
amados por las cosas que aman en ellos mismos.
Estas personas no dependen con tanta
desesperación de este amor como aquellos que tratan de superar un trauma
infantil; es menos probable que perciban una amenaza si ésta no existe, y una
amenaza real les resulta menos abrumadora. De todos modos, también reaccionan
poniéndose celosas cuando un tercero amenaza una relación sentimental que les
interesa profundamente.
Si hasta las personas maduras que
tuvieron una infancia feliz experimentan celos, podemos suponer entonces que
todo el mundo siente celos en algún momento de su vida. Habida cuenta de los
orígenes de los celos que analizamos antes, ésta parece ser una conclusión
lógica. Todos fuimos niños alguna vez, y como consecuencia de ello arrastramos
determinadas vulnerabilidades y temores. Por muy amorosos que hayan sido
nuestros padres, todos nos quedamos con hambre alguna vez y tuvimos ocasión de
sentir miedo de ser abandonados. Del mismo modo, alguna que otra vez hemos
tenido que competir por el amor exclusivo de un padre o de alguien que nos
cuidaba y hemos perdido. Puesto que estas experiencias son universa les, los
psicólogos afirman con Freud que los celos son
universales.
No es necesario que los celos sean
el monstruo de ojos verdes que destruye a las personas y sus relaciones. La
posibilidad de reconocerlos como la sombra del amor les da a las parejas la
oportunidad de examinar dos preguntas fundamentales:
. ¿Cuál es la
esencia de su amor? ¿Qué es lo que los atrajo mutuamente en un primer momento, y
qué es lo más importante que la relación les ha
aportado a cada uno de ustedes?
. ¿Cuál es la sombra que se
proyecta sobre su amor cuando está amenazado? ¿Cuál es la amenaza o la pérdida
ante la que reacciona la persona celosa? Aun cuando los celos no estén fundados
en la realidad, ¿en qué se centran? ¿En una pérdida del amor? ¿De prestigio? ¿De
valoración de sí mismo?
Los celos han sido caracterizados
como una erupción que puede ser superada sólo a través de una toma de
conciencia. A medida que la conciencia nos permite desplazarnos hacia el núcleo
de nuestros celos, descubrimos expectativas infundadas, proyecciones, envidia,
pérdida de la autoestima, y temores e inseguridades
infantiles.
No son cosas
"agradables" de descubrir. De hecho, pueden ser tan desagradables que alguna
gente se esfuerza por no verlas. Lamentablemente, ni eludir un problema ni
desterrarlo de nuestra conciencia lo hace desaparecer. Una estrategia mucho más
eficaz para resolver un problema de celos es el análisis franco y honesto de las
cuestiones que de él surgen. Un análisis de esas características no sólo puede
ayudar a la persona celosa a mitigar lo que percibe como una amenaza. También
puede ser útil para mejorar la relación y profundizar el compromiso mutuo de los
miembros de la pareja. La sección siguiente es una buena oportunidad para
realizar un análisis de ese tipo.
¿Es usted una persona
celosa?
Capitulo repetido por la importancia que tiene.
Vosotros tiranos, tiranos celos. Vosotros, tira/los del
espíritu.JOHN DRYDEN. THE SONG OF
JEALOUSY
¿Es usted una persona celosa? Cuando hice esta pregunta a 728 personas en tres investigaciones diferentes, poco más de la mitad (54 por ciento) respondieron: "Sí, soy una persona celosa". Casi la mitad (46 por ciento) respondió: "No, no soy una persona celosa".'
Casi todas las personas que se describieron a sí mismas como no celosas han experimentado celos en algún momento de sus vidas. Más aún, sus experiencias fueron bastante similares a las de las personas que se describieron como celosas. Pero como veremos la diferencia de autopercepción entre las personas que se definen a sí mismas como "celosas" y las que se definen como "no celosas" tiene consecuencias de vasto alcance para el modo de hacer frente a los celos.
La experiencia de los celos
Trate de recordar el acontecimiento que lo hizo sentir más celoso. Tal vez le resulte difícil, pero recuerde el acontecimiento tan vívidamente como le sea posible y con la mayor cantidad de detalles. ¿Qué incidentes que estuvieran relacionados lo precedieron? ¿Cómo era la relación antes de que ocurriera? ¿Dónde y cuando se produjo? ¿Cuál fue el desencadenante? ¿Quién era la persona que se interpuso entre ustedes? Cuando sucedió, ¿cómo estaba su compañero? ¿Cómo se sentía usted? ¿Qué pensaba? Idealmente, debería recordar los detalles suficientes para poder reproducir el acontecimiento sobre un escenario o como si lo estuviera viendo en una pantalla.
Una vez que el acontecimiento esté claro en su memoria, trate de recordar con cuánta intensidad experimentó cada uno de los componentes -físicos, emocionales y cognitivos (relacionados con el pensamiento)- de los celos que se presentaron a continuación. ¿Experimentó cada uno de esos componentes muy intensamente, moderadamente o no lo experimentó en absoluto?
Si usted es semejante a las 728 personas que respondieron el cuestionario probablemente experimentó muchos de estos componentes de los celos en una cierta medida, y experimentó los que están en la parte superior de cada lista más intensamente que los que están al pie. Si experimentó todos los ítems de la lista muy intensamente, o no experimentó ninguno en absoluto, pertenece usted a la pequeña minoría de los que son "anormalmente celosos" o bien a la de los "anormalmente no celosos". Anormal, como señalé en el capítulo uno, no significa patológico, sino fuera del rango intermedio en el que caen la mayoría de las respuestas. Qué hacer al respecto es algo que depende de usted. Si la intensidad de sus celos es tal que a usted le resulta difícil manejar los, y si las técnicas recomendadas en este libro no son suficientes, tal vez le convenga pedir ayuda profesional.
Es importante señalar que la experiencia de los celos a la que se refirieron tanto las personas que se describieron a sí mismas como "celosas" como las que se consideraron "no celosas" fue similar; la única diferencia estuvo en la intensidad. Aquellos que se describieron a sí mismos como "una persona celosa" dijeron que experimentaron "intensamente" sentimientos de dolor, pena, inferioridad, agresión y resentimiento, mientras que los que se describieron como "no celosos" aseguraron que las habían experimentado "moderadamente". En todos los otros casos las diferencias entre los dos grupos fueron aun menores. Esto indica que a pesar de su complejidad los celos tienen algunos rasgos universales e identificables.
¿Es usted una persona celosa? Cuando hice esta pregunta a 728 personas en tres investigaciones diferentes, poco más de la mitad (54 por ciento) respondieron: "Sí, soy una persona celosa". Casi la mitad (46 por ciento) respondió: "No, no soy una persona celosa".'
Casi todas las personas que se describieron a sí mismas como no celosas han experimentado celos en algún momento de sus vidas. Más aún, sus experiencias fueron bastante similares a las de las personas que se describieron como celosas. Pero como veremos la diferencia de autopercepción entre las personas que se definen a sí mismas como "celosas" y las que se definen como "no celosas" tiene consecuencias de vasto alcance para el modo de hacer frente a los celos.
La experiencia de los celos
Trate de recordar el acontecimiento que lo hizo sentir más celoso. Tal vez le resulte difícil, pero recuerde el acontecimiento tan vívidamente como le sea posible y con la mayor cantidad de detalles. ¿Qué incidentes que estuvieran relacionados lo precedieron? ¿Cómo era la relación antes de que ocurriera? ¿Dónde y cuando se produjo? ¿Cuál fue el desencadenante? ¿Quién era la persona que se interpuso entre ustedes? Cuando sucedió, ¿cómo estaba su compañero? ¿Cómo se sentía usted? ¿Qué pensaba? Idealmente, debería recordar los detalles suficientes para poder reproducir el acontecimiento sobre un escenario o como si lo estuviera viendo en una pantalla.
Una vez que el acontecimiento esté claro en su memoria, trate de recordar con cuánta intensidad experimentó cada uno de los componentes -físicos, emocionales y cognitivos (relacionados con el pensamiento)- de los celos que se presentaron a continuación. ¿Experimentó cada uno de esos componentes muy intensamente, moderadamente o no lo experimentó en absoluto?
Si usted es semejante a las 728 personas que respondieron el cuestionario probablemente experimentó muchos de estos componentes de los celos en una cierta medida, y experimentó los que están en la parte superior de cada lista más intensamente que los que están al pie. Si experimentó todos los ítems de la lista muy intensamente, o no experimentó ninguno en absoluto, pertenece usted a la pequeña minoría de los que son "anormalmente celosos" o bien a la de los "anormalmente no celosos". Anormal, como señalé en el capítulo uno, no significa patológico, sino fuera del rango intermedio en el que caen la mayoría de las respuestas. Qué hacer al respecto es algo que depende de usted. Si la intensidad de sus celos es tal que a usted le resulta difícil manejar los, y si las técnicas recomendadas en este libro no son suficientes, tal vez le convenga pedir ayuda profesional.
Es importante señalar que la experiencia de los celos a la que se refirieron tanto las personas que se describieron a sí mismas como "celosas" como las que se consideraron "no celosas" fue similar; la única diferencia estuvo en la intensidad. Aquellos que se describieron a sí mismos como "una persona celosa" dijeron que experimentaron "intensamente" sentimientos de dolor, pena, inferioridad, agresión y resentimiento, mientras que los que se describieron como "no celosos" aseguraron que las habían experimentado "moderadamente". En todos los otros casos las diferencias entre los dos grupos fueron aun menores. Esto indica que a pesar de su complejidad los celos tienen algunos rasgos universales e identificables.
Las situaciones que
desencadenan los celos
Es probable que no le resulte
sorprendente descubrir que la intensidad de la experiencia con los celos está
relacionada con las circunstancias en que éstos despiertan. A las personas que
participaron en mi investigación se les plantea ron las siguientes situaciones.
Eran todas situaciones reales que les habían ocurrido a personas reales. ¿Cuántos celos experimentaría usted si...
. durante
una fiesta, su compañero se dedica a flirtear y pasa buena parte del tiempo
bailando íntima mente y comportándose provocativamente con alguna otra
persona?
. su
compañero dedica mucho tiempo, durante una fiesta, a bailar con otra
persona?
. su
compañero se pasa un largo tiempo durante una fiesta conversando con otra
persona?
. están en
una fiesta y su compañero desaparece por un lapso prolongado?
. están en
una fiesta y después de un rato usted se da cuenta de que no sabe dónde está su
compañero?
. atiende
el teléfono de su casa y el que llama dice: "perdón, número equivocado", o
simplemente cuelga?
. llama
por teléfono a su compañero y la línea está ocupada?
Si usted es como las otras personas
que respondieron, debería sentir más celos en la primera situación, cuan do su
compañero se comporta más provocativamente. No debería sentir celos en las tres
últimas situaciones: cuan do el teléfono está ocupado, cuando alguien corta la
comunicación al atender usted o cuando no sabe dónde esta su compañero durante
una fiesta. Si estas últimas situaciones le provocan celos, usted es una persona
"anormal mente" celosa. Ésta puede ser una condición temporaria provocada por el
descubrimiento reciente de un amorío o también una condición más permanente. Si
la primera situación no le provoca celos usted es una persona "anormalmente" no
celosa.
La mayoría de las personas que
respondieron esta pregunta se sintieron celosas incluso en situaciones me nos
extremas que aquella en que su compañero bailaba íntimamente con otra persona;
para muchos, ese comporta miento es una razón suficiente para abandonar la
relación y no simplemente la fiesta. Ver que el compañero de uno pasa mucho
tiempo durante una fiesta bailando con otra persona ("sólo porque él, o ella,
baila tan maravillosamente, y por ninguna otra razón") es suficiente para poner
celosas a la mayoría de las personas. Lo mismo vale para el caso en que uno ve
que su compañero pasa mucho tiempo durante una fiesta conversando con otra
persona ("sólo porque él, o ella, trabaja en la misma empresa y resulta
políticamente conveniente"). Si usted se encuentra en una situación así, y su
compañero "no puede entender" por qué usted está haciendo semejante escándalo
por un baile o una conversación "inocentes", puede consolarse (y explicárselo a
su compañero) con la certeza de que la mayoría de las personas habrían
reaccionado del mismo modo. Dicho de otro modo, usted no es una persona
"anormalmente" celosa.
Analicemos algunos otros de los
desencadenantes más comunes de los celos.
¿Sentiría (o siente) usted celos
cuando su compañero...
. tiene un
(o una) amante?
. tiene un
amigo (o amiga) íntimo que es soltero (o soltera) y está disponible?
. tiene
un amigo (o amiga) íntimo?
. se
relaciona con personas solteras y disponibles?
. expresa
su aprecio e interés por una persona a la que ha conocido
casualmente?
. expresa
su admiración por un desconocido atractivo que ve pasar?
. expresa
su admiración por una estrella del cine o la televisión?
Cuando es más probable que la gran
mayoría de las personas se pongan celosas es cuando su compañero tiene un
amorío. Se trata de una buena razón: las investigaciones dan a entender que la
mayoría de los matrimonios en los que hay un amorío terminan en divorcio. Un
amorío es una amenaza importante para una relación íntima, y los celos que
desencadena reflejan eso. La admiración por una estrella del cine, en cambio, no
provoca celos a la mayoría de las personas. Si usted siente celos aun en esa
situación, es una persona "anormalmente" celosa. Si usted no siente celos ni
siquiera cuando su compañero tiene un (o una) amante, o ya no valora la relación
o bien es una persona "anormalmente" no celosa.
Sin duda, la situación que es más
probable que provoque celos es aquella en la que el compañero tiene un (o una)
amante. Pero resulta que aun en este caso hay diversas variantes. ¿De qué magnitud serían los celos que usted experimentaría
si...
. su
compañero le anuncia que él, o ella, se ha enamorado de otra persona y está
considerando la posibilidad de abandonarle?
. su
compañero tiene un amorío importante y prolongado?
. su
compañero tiene un amorío, pero le asegura que es resultado de su necesidad de
variación y no afecta de ninguna manera su relación?
. su
compañero está abierto a experiencias sexuales ocasionales y las tiene con
frecuencia?
. descubre que hace poco su compañero tuvo una relación
ocasional "de una noche"?
. descubre
que su compañero tuvo un amorío hace muchos años, cuando ustedes dos ya eran una
pareja?
. descubre
que su compañero tuvo un amorío hace muchos años, antes de que ustedes dos
fueran una pareja?
. descubre
que su compañero tuvo un amorío hace muchos años, cuando ustedes dos ya eran una
pareja, con una persona que ahora está muerta?
. descubre que su compañero tuvo un amorío hace muchos años,
antes de que ustedes dos fueran una pareja, con una
persona que ahora está muerta?
Todas las personas que respondieron
a estas preguntas dijeron que los celos más intensos correspondían a la
situación en la que su compañero les anuncia que él (o ella) se ha enamorado de
otra persona y piensa abandonarla. Esta es la pesadilla que desencadena los
celos más intensos, aun en aquellas situaciones en que este tipo de amenaza no
se plan tea. La razón es obvia: esta situación representa la peor amenaza
posible a una relación de amor considerada valiosa: su final no querido, no
esperado y doloroso.
En uno de mis talleres, una mujer
contó lo que había ocurrido cuando se encontró en esta precisa
situación.
"Mi esposo llegó a casa una
noche con aspecto muy sombrío. Cuando le pregunté cuál era el problema, dijo que
se había enamorado de otra mujer, que había estado teniendo un amorío con ella
durante cierto tiempo, y que finalmente había decidido dejarme e irse a vivir
con ella. Yo me enfurecí. Le salté encima y empecé a pegarle en la cara con las
manos. Él es mucho más gran de y fuerte que yo, pero no hubo caso, no pudo
detenerme. No paré hasta que me di cuenta de que su cara estaba llena de
sangre."
Años después del incidente todavía
no lo había superado. Cuando lo contó en el taller temblaba y sollozaba, y
todavía no lograba comprender cómo ella, una persona sensata, serena y no
violenta podía haber hecho lo que hizo. Sin embargo, los profesionales saben que
en la situación que vivió esta mujer es en la que más altas son las
probabilidades de que se produzca una reacción violenta. La persona que es
abandonada por otra siente que la empujan contra la pared y que no dispone de
ningún recurso para impedir la inminente catástrofe. La violencia es una
respuesta a la frustración, al dolor, la rabia y la desesperación. (Volveremos
sobre este punto más adelante, durante el análisis de la relación entre los
celos sentimentales y la violencia.)
A la mayoría de las personas
interrogadas el solo hecho de contemplar la posibilidad de que su compañero las
abandonara les resultaba intolerable. Otras situaciones relacionadas con algún
amorío en curso -incluso una aventura ocasional de una noche- también provocaban
muchos celos. En cambio, un amorío que tuvo lugar muchos años atrás,
especialmente si ocurrió antes de que fueran una pareja, despertaba pocos celos
o no los provocaba en absoluto.
¿La razón? Este
tipo de amorío ya no plantea una amenaza a la relación. En las raras ocasiones
en que ello ocurre -como en el caso de la esposa que no para de contarle a su
nuevo marido cuán maravilloso era su difunto esposo-, lo más probable es que
desencadene celos. Esto es así a pesar de que la "otra persona" ya no significa
una amenaza "real" para la relación.
Una relación pasada puede provocar
una amenaza "percibida" aun en el caso de que no haya una provocación tan obvia.
Una mujer describió los celos que sintió cuando vio por primera vez a la ex
esposa de su marido:
"Estábamos en el estadio,
sentados, esperan do que empezara el partido de fútbol, cuando mi marido dijo,
"Ahí está Meg", y señaló a una mujer que estaba
sentada del otro lado del pasillo. Sentí que la sangre se me iba a la cabeza y
pensé que me desmayaba. El hecho de que el divorcio hubiese sido terrible y que
hubiese ocurrido antes de estar juntos nosotros no significaba nada para mí en
ese momento. Lo único que podía pensar es que habían sido novios en la
secundaria, algo que nosotros nunca pudimos ser, y que él había estado locamente
enamorado de ella en aquellos días de su juventud."
Aun un amorío que tuvo lugar muchos
años atrás con una persona que ahora está muerta puede provocar celos en su
momento a pesar del hecho obvio de que esa persona no puede significar una
amenaza real, porque la persona muerta plantea una amenaza a la calidad de la
relación.
Un ejemplo muy ilustrativo de una
situación de ese tipo es el que se describe en el cuento corto de James Joyce,
El muerto. Después de una espléndida cena familiar de Noche buena, Gabriel
siente deseos de hacer el amor con su esposa Gretta.
Pero ella está ensimismada en algo; una canción que alguien cantó en la reunión
le recordó a un joven que cono ció en su adolescencia. Gabriel, que quiere
hacerla salir de ese estado de ánimo poco propicio para hacer el amor, siente
una punzada de celos:
"Al hacerle
la pregunta trató de mantener el tono frío pero cuando habló le salió una voz
tímida e indiferente.
"-Supongo que
estabas enamorada de este Michael Fury, Gretta -dijo.
"-Lo pasaba
muy bien con él en ese entonces -replicó ella.
"Lo dijo con
una voz opaca y triste. Gabriel, que ahora sentía cuán vano sería tratar de
llevar la a hacer lo que él quería, le acarició una mano y dijo también con tristeza:
"-¿Y de qué murió tan joven, Gretta?
¿Tuberculosis?
"-Creo que
murió por mí -respondió ella. "Un vago terror se apoderó de Gabriel al es
cucharla, como si en ese momento en que se había esperanzado con salir airoso de
la situación, un ser impalpable y vengativo se alzara ante él, reuniendo fuerzas
para atacarlo desde su vago mundo. Sin embargo, logró liberarse de él gracias a
un esfuerzo de la razón y siguió acariciándole la mano.
La razón le dice a Gabriel que no
hay nada que temer. Sin embargo, sabe perfectamente bien que Fury, el muerto, lo ha derrotado en la batalla por el amor
de Gretta.
Así como una relación del pasado
todavía puede plantear una amenaza, sitas circunstancias en las que se descubre
un amorío resultan ser penosas pueden entrañar una amenaza adicional no sólo
para la relación en sí misma sino también para la imagen que los otros tienen de
la pareja.
¿De qué magnitud
serían los celos que usted experimentaría en cada una de las siguientes
situaciones? ¿No se sentiría celoso en absoluto? ¿Sentiría celos moderados? ¿Se
sentiría sumamente celoso? Una vez más, todas éstas son situaciones que
realmente ocurrieron.
Usted descubre que su compañero
tiene un amorío y...
. Su
compañero actúa con suma indiscreción, estalla un escándalo en medio de una gran
fiesta, usted se encuentra colocado en el papel del amante traicionado y se
espera que reaccione.
. Su
compañero actúa con suma indiscreción, estalla un escándalo, usted se encuentra
colocado en el papel del amante traicionado y se entera de todo estando
solo.
. Todo el
mundo menos usted lo sabe desde hace
tiempo pero nadie ha dicho nada.
tiempo pero nadie ha dicho nada.
. Todo el
mundo lo sabe.
. Sólo usted
y unos pocos y fieles amigos íntimos lo
saben.
saben.
. Su
compañero actúa con mucha discreción, los úni cos que
lo saben son los tres implicados, y ellos dos saben que usted lo
sabe.
. Su compañero actúa con mucha
discreción, nadie más lo sabe, y su compañero no sabe que usted
sabe.
De acuerdo con las respuestas de los
interrogados, el peor desencadenante de los celos no es la situación en la que
estalla un escándalo en medio de una gran fiesta. Una mujer que se encontró en
esta situación describe así la experiencia:
"Yo quería irme de la fiesta,
y como no podía encontrar a mi marido, decidí irme sola. Fui a buscar mi abrigo
con otros invitados que también se disponían a partir. Abrí la puerta del
dormitorio donde habíamos dejado los abrigos con los otros invitados pisándome
los talones. Allí, encima de la pila de abrigos, estaba mi marido follando con
la puerca con la que había estado flirteando toda la noche... Sentí que la
sangre me subía a la cabeza y me empezaron a temblar las rodillas. Pero sabía
que todo el mundo me estaba mirando y esperando mi reacción. Así que me limité a
decir: 'Adiós, querido. Me voy a casa', y me fui."
La serenidad con la que reaccionó le
dio a esta mujer la posibilidad de mantener la situación bajo control. Ésta y
otras experiencias similares indican que, en general, las personas prefieren
minimizar sus reacciones de celos en público. La expresión valiente que adoptan
les ayuda a controlar sus reacciones, en cierta medida al menos, y manejar mejor
sus celos.
Cuando usted descubre que su
compañero tuvo duran te años un amorío del que todo el mundo estaba enterado
menos usted, no tiene la presencia de ánimo que una actuación pública como la
mencionada puede procurarle. Un hombre que pasó por esta experiencia devastadora
la describe así:
"Estuvimos casados treinta y
siete años y yo estaba seguro de que el nuestro era un matrimonio maravilloso.
Un día volví a casa temprano y descubrí a mi esposa en el dormitorio con un
hombre a quien yo consideraba uno de mis mejores amigos. Para mí fue devastador.
Luego descubrí con horror que esto había estado sucediendo desde hacía varios
años y que todos nuestros amigos y conocidos lo sabían pero nadie había dicho
nada. Me sentí traicionado y humillado. Me los imaginaba hablando a mis
espaldas, riéndose de mí..."
El hombre sentía que hubiera sido
más fácil soportar la situación si sólo hubieran estado enterada de ella las tres personas implicadas.
Uno podría argüir que un amorío que
ha durado años no plantea una gran amenaza a un matrimonio, especialmente si
todos, entre ellos el compañero infiel, han tratado de protegerlo manteniendo
esa relación en secreto. Aunque el descubrimiento de la "puerca encima de los
abrigos" puede ser más molesto en ese momento preciso, un amorío secreto que se
ha prolongado en el tiempo representa una amenaza mucho más grave. De todos
modos, ambos incidentes soca van los cimientos de la confianza en el
matrimonio.
¿Por qué nuestra
reacción a situaciones "públicas" de esa naturaleza es tan extrema? La razón es
que estas situaciones amenazan la imagen pública de nuestra relación. Hemos sido
socializados para creer que la gente se enamora de su "alma gemela" y vive con
ella, y sólo con ella, "y son felices para siempre". Parte del dolor relacionado
con el des cubrimiento de que nuestro compañero está teniendo un amo río
proviene de la toma de conciencia de que ya no podernos aplicarnos esa imagen
idealizada a nosotros mismos. Cuando hay otra gente que está enterada del
amorío, la imagen que los demás tienen de nuestra relación queda destruida. El
hecho de que los demás lo sepan nos priva de la opción de simular ante el mundo
que "todo marcha bien".
Apuntes tomados de: http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
Apuntes tomados de: http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario