Celos proyectados y celos
delirantes
Freud diferenció los celos
"normales" de los "proyectados" y los
"delirantes", y a estos dos últimos los consideró patológicos.
Los celos proyectados derivan
tanto de una verdadera infidelidad como de impulsos hacia la infidelidad que
han sido reprimidos. Si usted ha sido infiel, o ha deseado a alguien pero no ha
actuado en consecuencia, es probable que "proyecte" esa infidelidad
sobre su compañero inocente. Le echará a su compañero la culpa de lo que usted
hizo o quiso hacer, y reaccionará ante la amenaza proyectada poniéndose celoso.
"Sabido es que la
fidelidad", escribió Freud, "sobre todo la exigida en el
matrimonio, lucha siempre contra incesantes tentaciones." Incluso una
persona que niega estas tentaciones, de todos modos las experimenta. ¿Cómo
puede esa persona aliviar la culpa que le provoca el impulso a la infidelidad o
el hecho de haberla cometido? Una forma es "proyectar sus propios impulsos
a la infidelidad sobre la persona a quien deben guardarla. Este poderoso motivo
puede luego servirse de las percepciones que delatan los impulsos inconscientes
análogos de la otra persona y justificarse entonces con la re flexión de que
aquélla no es probablemente mucho mejor."
Los celos que nacen de esa
proyección, dice Freud, tienen un carácter casi delirante. (El delirio
es una creencia que persiste aun cuando no tenga fundamentos en la realidad.)
No obstante, los celos proyectados, a diferencia de los delirantes, casi
siempre pueden ser tratados mediante una terapia psico-dinámica.
Cuando la persona celosa
comprende que sus celos son producto de sus propios impulsos reprimidos hacia
la infidelidad y que su compañero es una persona fiel, esa percepción suele ser
suficiente para resolver el problema de celos. En el caso de los celos
delirantes, la solución no es tan fácil.
Los celos delirantes son una
forma de paranoia. También tienen su origen en impulsos hacia la infidelidad
que fueron reprimidos, pero según Freud, en estos casos el objeto es del mismo sexo
que la persona celosa. (Como veremos más adelante, los psicoterapeutas actuales
tienden a disentir con Freud en este punto.) Freud decía que todos somos en
alguna medida bisexuales. Los niños, antes de la etapa edípica, se sienten
atraídos por el padre del mismo sexo además de por el padre del sexo opuesto.
Estos sentimientos son reprimidos, pero pueden volver a surgir bajo la forma de
atracción consciente o inconsciente hacia el rival en los celos adultos. Este
tipo de atracción homo sexual, según Freud, es el rasgo primordial de los celos
delirantes. En una tentativa por defenderse de impulsos homosexuales demasiado
fuertes, el hombre celoso dice, en efecto, "No soy yo quien lo ama, es
ella". Como el impulso homosexual produce mucha más angustia que el
impulso heterosexual, es más probable que la defensa contra él implique una
grave distorsión de la realidad.
Como ejemplo de los celos
delirantes Freud presenta el caso de un joven cuyo objeto de celos era
su esposa, una mujer intachablemente fiel. Los celos de este hombre se
manifestaban en ataques que duraban varios días y aparecían regularmente al día
siguiente de que hubiera tenido relaciones sexuales con la esposa.
La conclusión de Freud
es que después de haber satisfecho su libido heterosexual, los componentes
homosexuales que también resultaban estimulados por el acto sexual "se
manifestaban en el ataque de celos".
Los ataques de celos se
basaban en gestos "imperceptibles para toda otra persona, en los que podía
haberse transparentado la coquetería natural de su mujer, totalmente in
consciente". Ella había rozado distraídamente con la mano al hombre que
estaba a su lado, había inclinado demasiado su rostro hacia él, o había
sonreído con gesto más amable que el que solía dedicarle a su esposo en la intimidad.
El esposo estaba
particularmente atento a todas estas manifestaciones del inconsciente de su
mujer y sabía cómo interpretarlas. En esto se parecía a las personas que sufren
paranoia, a quienes nada de lo que hacen los demás les resulta indiferente, e
interpretan cada gesto, por mínimo que sea -una risa contenida, una mirada
indiferente, un escupitajo en el suelo- como dirigido personalmente a ellas.
Nuestro marido celoso percibía
la infidelidad de su esposa en lugar de la propia. Por la vía de prestar la
máxima atención a la infidelidad de ella magnificándola al extremo podía
mantener inconsciente la suya. Del mismo modo, el odio que el paranoico
perseguido ve en los otros es un reflejo de sus propios impulsos hostiles hacia
ellos.
Como es de suponer, Freud
encuentra las razones que explican los celos delirantes del esposo en los
primeros acontecimientos de su infancia. La juventud del marido estuvo dominada
por un fuerte apego a su madre. De los muchos hijos que esta mujer había
tenido, él, que era de claradamente el favorito, desarrolló unos celos marcada
mente "normales" hacia ella. Cuando se comprometió para casarse, su
deseo de una madre virginal se expresó en dudas obsesivas acerca de la
virginidad de su novia. Estas dudas desaparecieron después del casamiento. En
los primeros años de su matrimonio los celos brillaron por su ausencia. Luego,
se involucró en un prolongado amorío con otra mujer. Cuando el amorío terminó
empezó a sentirse celoso una vez más. Esta vez se trataba de celos proyecta dos,
que le permitían aliviar la culpa que sentía por su propia infidelidad. El
hecho de que su padre tuviera poca in fluencia en la familia combinado con
"un trauma homo sexual humillante en la pubertad" representan para
Freud las raíces de una fuerte atracción sexual que este hombre sentía por su
suegro, que con el tiempo se convirtió en una "plena paranoia
celosa".
La mayoría de los psicólogos
clínicos que se dedican a trabajar con personas que tienen un problema de celos
coinciden con Freud en que los celos pueden variar en su nivel de patología en
un arco que va desde los celos normales a los delirantes. También coinciden con
Freud en que los celos delirantes son una forma de paranoia y en que son los
más difíciles de tratar y curar. Muchos no coinciden, en cambio, en que los
celos delirantes sean primordialmente producto de impulsos reprimidos a la
homosexualidad.
Un ejemplo del uso que un
psicoanalista actual está haciendo de los conceptos de Freud acerca de los
celos nos lo proporciona el análisis del doctor Pinta a propósito de la
dinámica de la tolerancia patológica
La dinámica de la tolerancia
patológica
Como los celos patológicos, la
tolerancia patológica (aquellos casos poco comunes que describo al principio como
"anormalmente no celosos") tienen su origen en el conflicto edípico.
En ambos casos el individuo recrea una situación familiar de la primera
infancia y deseos edípicos inconscientes. En el triángulo que forman John,
Sharon y Michael, John es un hombre que sintió, al nacer su hermano, que había
sido reemplazado en el amor de su madre. En su matrimonio aquella relación se
ha reproducido en forma casi idéntica, y en ella Sharon representa a su madre y
Michael a su herma no. En el triángulo formado por Lana, Jack y Marilyn, las
semejanzas con la historia familiar de Lana son aún más sorprendentes. Jack y Marilyn
desempeñan el rol de padres sustitutos en tanto que Lana juega el rol de
"hermana mayor" con los hijos de Marilyn. En la terapia Lana aseguró
que se sentía exactamente como solía sentirse con sus hermanos. Además, Jack le
era abiertamente infiel a Lana del mismo modo que el padre de Lana le había
sido abierta mente infiel a su madre.
Otro mecanismo que se ve en la
tolerancia patológica y que Freud observó en los celos delirantes es la
proyección de los impulsos homosexuales inconscientes. En el primer triángulo,
la atracción física que John sentía por Michael era más que evidente.
Establecieron una intimidad considerable que algunas veces llegó a provocar la
exclusión de Sharon. En el segundo triángulo, Lana tenía una historia de
homosexualidad y su atracción por Marilyn era evidente. La gran proximidad en
que se daban las relaciones sexuales en la tríada implica una fuerte
gratificación de los impulsos homosexuales inconscientes.
Cómo se diagnostican los celos delirantes
En el manual oficial de
diagnóstico de la American Psychiatric Association (Asociación
Norteamericana de Psiquiatría) -el DSM-III- se describe a los celos
delirantes como una perturbación paranoica. El individuo que la sufre puede
llegar a convencerse, sin la debida causa, de que su compañero (o compañera) le
es infiel. La persona celosa reúne ligeros indicios de "pruebas"
tales como tener la ropa en desorden, o encontrar manchas en las sábanas, y los
usa para justificar su delirio. También ocurre que la persona se torna
desconfiada, resentida, colérica e incluso violenta.
El manual presenta los
criterios de diagnóstico que se estima que los psicólogos deben emplear para
definir un caso particular de celos como delirante. Estos criterios pueden ser
útiles para aquellos que están procurando determinar si sus celos, o los de su
compañero, son delirantes. Los siguientes son algunos de ellos:
. Celos persistentes a
pesar de que es evidente que no hay nada que los justifique en la realidad.
. Sentimientos y
conducta adecuada al delirio.
. Duración del delirio
de al menos una semana.
. Incoherencia,
alucinaciones o delirios bizarros (por ejemplo, delirios de control,
transmisión de pensamiento).
. Inexistencia de
perturbación orgánica que pueda explicar el delirio.
En palabras más simples, los
celos no se basan en la realidad pero no obstante persisten. Cuando esto le
ocurre a alguien a quien usted ama o a quien está muy ligado, nada de lo que
diga o haga
convencerá a esa persona de
que usted es inocente. Lo mejor que se puede hacer en un caso así es pedir
ayuda profesional.
Un ejemplo registrado en el
libro de casos que acompaña al manual DSM-III nos ayudará a
aclarar estos criterios. Una exitosa, y hermosa, diseñadora de interiores de
treinta y cuatro años es llevada a la clínica por su esposo de treinta y siete
años, un destacado abogado. El esposo se queja de que en los últimos tres años
su esposa le ha estado haciendo acusaciones cada vez más estridentes de
infidelidad. Ha hecho todo lo que estaba a su alcance para convencerla de su
inocencia pero nada de lo que dice o hace logra conmover su convicción. Un
análisis cuidadoso de los hechos revela que efectivamente no hay pruebas que
permitan suponer que el esposo ha sido infiel. Cuando se le pregunta a la
esposa cuáles son las pruebas que tiene, contesta con vaguedades y expresión
misteriosa, pero de todos modos sigue absoluta mente segura de que está en lo
cierto. Dice que puede adivinarlo en la mirada distante de su esposo, y se
siente terrible mente insultada por la sugerencia de que la deslealtad es
producto de su imaginación. La mujer no tiene alucinaciones, hace bien su
trabajo y no tiene dificultades para pensar, aparte de su convicción acerca de
la deslealtad en cuestión.
Como las pruebas parecen
indicar que las quejas de infidelidad de la esposa son infundadas, la
conclusión es que sus celos deben de ser delirantes. El hecho de que no tenga
alucinaciones y su discurso esté bien organizado permite pensar que su delirio
no es un síntoma de esquizofrenia sino de paranoia. Como suele ocurrir en la
paranoia, el daño que esta mujer sufre debido a su delirio no afecta su
funciona miento cotidiano fuera de la relación con su esposo. Veamos los
criterios para el diagnóstico de los celos en un caso me nos extremo.
Sam y Amalia
Amalia contó:
"Los
celos de Sam suelen estallar cuando estamos haciendo el amor. Aparecen a
menudo. Súbitamente, siento que él se retrae. La primera vez que ocurrió no
supe qué pensar. Estábamos en París, pasándola de maravilla. De pronto, cuando
estábamos haciendo el amor, se detuvo y me apartó con violencia... Ahora ya sé
lo que eso significa. Le disgusto físicamente. No puede tocarme. Mi cuerpo le
resulta repulsivo. Cuando habla de mi cuerpo dice que me imagina teniendo
sexo con otros hombres con los
que estuve involucrada en el pasado. Me imagina haciendo con esos hombres las
mismas cosas que nosotros cuando estamos haciendo el amor. Dice que puede verme
jugando con el pene de otro hombre, o imaginar al hombre besando mis pezones,
ese tipo de cosas. Piensa que el sexo que yo tenía con otros hombres era
indecente, y eso le hace yerme indecente, barata, despreciable, indigna de
alguien puro y sano como él.
"Cuando tuvo su último
ataque de celos bramó: 'Todas las mujeres son putas, excepto Mary'. Mary es su
ex esposa. A mí me dice que no la amaba. Casi nunca tenían sexo. Mary dependía
de él para todo: nunca le puso gasolina al coche (que sólo ella conducía)
porque no sabía qué hacer cuando entraba a una gasolinera. Cuando iba de
compras, él la seguía en su motocicleta, pagaba y acarreaba las bolsas. ¿Por
qué se quedó con ella diez años? Porque estaba seguro de que le era fiel. Mary
no podía arreglárselas si no tenía un hombre cerca. No podía arreglárselas sin
él."
El matrimonio de los padres de
Sam había sido muy poco común. Su madre -una mujer excepcionalmente hermosa-
tuvo un amorío con otro hombre durante muchos años. Su padre, a quien Sam
describe como pasivo, débil, impotente y celoso, también tuvo sus amoríos
durante el matrimonio.
Cuando Sam tenía quince años,
él y su hermano fueron a comprarle a su madre un regalo para el día de la madre.
Sam vio a su madre en la parada del autobús, esperando. Ella no se dio cuenta.
Él se quedó observando y vio cómo un coche enorme que se acercaba se detenía
junto a ella. La puerta del coche se abrió. Su madre subió. Sam pudo ver cómo
su madre besaba al hombre del coche. Después, volvió a ver muchas veces aquel
coche enorme aparcado cerca de la casa cuando su padre no estaba. Sabía muy
bien que no debía entrar.
Por las mañanas, después de
que su padre se iba, el hombre solía llamar por teléfono. Su madre se llevaba
el teléfono al baño y mantenía largas conversaciones eróticas con su amante
mientras Sam escuchaba a través de la puerta.
El padre de Sam debe haber
descubierto el amorío, porque un día apareció con un revólver mientras su
esposa tomaba el café con sus amigas. Comenzó a vociferar:
"¡Te voy a matar, eres
una puta!" Sam estaba en la casa en ese momento y tuvo que rescatar a su
madre de la furia de su padre.
Después de la escena de celos,
su padre sufrió un colapso y tuvo que ser hospitalizado por lo que parecía ser
un ataque cardíaco. Sam -el sempiterno salvador de la familia- fue quien lo
llevó al hospital.
Cuando tenía dieciséis años,
Sam se enamoró de una muchacha hermosa a quien él describe como "del tipo
barato". Nunca fue a la cama con ella, a pesar de lo cual sufrió celos
tremendos. Su primera experiencia sexual fue con una vecina, una mujer casada
mucho mayor que él. No amaba a esta mujer y no sintió celos por ella. Tampoco
amaba a Mary, a quien conoció a los diecisiete años. Pero Mary parecía amarlo y
necesitarlo mucho, y no era del tipo de las que le provocaban celos, de modo
que se casó con ella.
Vale la pena señalar que la
hermana de Sam, que es diez años mayor que él, está infelizmente casada con un
hombre grosero que tiene frecuentes ataques de celos en el curso de los cuales
la golpea. Ella tiene muchos amoríos, pero sigue con él, con lo que replica la
infidelidad de su madre y revive los berrinches de celos de su padre.
Cuando Sam conoció a Amalia,
había estado separado de su esposa pero todavía no se había divorciado de ella.
Aunque seguro de que era desdichado en su matrimonio, amaba a sus dos hijos y
se resistía a abandonar completa mente la seguridad que le daba la familia.
Pero Amalia es una mujer atractiva y encantadora (ocho años mayor que él), y
Sam se enamoró de ella como nunca antes se había permitido enamorarse de nadie.
Cuando conoció a Sam, Amalia
se dijo que era el hombre con quien quería casarse. Nunca lo había pensado con
respecto a ningún otro hombre, y había salido con muchos. Antes de Sam, Amalia
no había sido precisamente selectiva para elegir a los hombres.
Lo único que esos hombres
parecían tener en común era que no estaban disponibles, fuese porque estaban
casa dos o bien porque eran inasequibles desde el punto de vista afectivo.
Aquello no le venía nada mal a Amalia. Como había crecido junto a un padre y
una madre que habían tenido una relación simbiótica sofocante, valoraba su
libertad e in dependencia. Las cosas comenzaron a cambiar después de su
cumpleaños número treinta y cinco. Amalia decidió que quería tener una familia.
Estaba preparada para ello y Sam era el hombre que había estado esperando.
Su romance fue apasionado. Sam
iba a la casa de Amalia todos los días después del trabajo y se pasaban horas
haciendo el amor con desenfreno, dulzura y pasión. El sexo nunca había sido tan
excitante para Sam ni tan dulce para Amalia.
El viaje a París fue el punto
culminante de su romance. Sam siempre había querido conocer París, de modo que
para él era un sueño realizado. Para Amalia lo más importante era la
oportunidad de estar juntos las veinticuatro horas del día, y París era
simplemente un adicional maravilloso. El pasar todo el tiempo juntos la hizo
darse cuenta de que aquello era lo que ella buscaba. Le dijo a Sam que quería
casarse y tener un hijo. Este fue el telón de fondo del primer ataque de celos
de Sam. Amalia rememora así el episodio:
"Me
dice que sólo nos casaremos cuando con fíe plenamente en mí. Le preocupan
ciertos la dos oscuros míos responsables de mi pasado y que podrían volver a
surgir en el futuro. Puesto que fui infiel en el pasado yéndome a la cama con
ex amantes mientras salía con otros hombres, ¿qué garantía tiene él de que no
voy a volver a ser infiel? Después de cada ataque de celos se siente culpable y
mortificado y se deshace en disculpas. Me dice que espera que yo tenga la
fuerza y la paciencia para hacer frente a sus ce los. Me pide que lo ayude a
superarlos. Sabe que es su problema y que yo no tengo nada que ver, pero que
cuando sus celos estallan, no puede controlarlos.
"Trato
de tranquilizarlo de todas las maneras imaginables. Le aseguro que nunca
disfruté del sexo con nadie tan maravillosamente como con él. Le digo que mi
vasta experiencia con otros hombres debería de hacerlo sentirse seguro, por que
lo he elegido a él y lo amo como nunca antes había amado a nadie. Puesto que
tuve todas esas experiencias sexuales ocasionales sé cómo son y no tengo el más
mínimo deseo de volver a pasar por ellas. En realidad, le digo, soy yo la que
debería estar preocupada, porque él ha tenido tan pocas relaciones sexuales que
podría ser que todavía tuviera curiosidad y en algún momento quisiera
experimentar. Para mí, todo eso es asunto terminado.
"Pero
nada de lo que le digo parece importar le. Sabe que lo amo pero no puede
comprender mi pasado. ¿Cómo pude haber hecho lo que he hecho? Son cosas que no
parecen coincidir con la persona que él cree conocer. El hecho de que haya
pasado por esas experiencias lo lleva a des confiar de mí. La amenaza que esto
representa para él es tan inmensa que nada de lo que digo la conjura."
Amalia quiere saber de dónde
vienen los celos de Sam, y, lo que es más importante, qué se puede hacer para
curarlos. Dejemos por un momento la historia de Sam y Amalia, y analicemos
estas preguntas desde la perspectiva psicodinámica. Apuntes tomados de: http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
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