miércoles, 2 de noviembre de 2011

APRENDER A MANEJAR LOS CELOS - VI Parte - (Basado en las Investigaciones de Ayala Malach Pines) Hoy expondre los capitulos: 15, 16 y 17.




Celos proyectados y celos delirantes



Freud diferenció los celos "normales" de los "proyectados" y los "delirantes", y a estos dos últimos los consideró patológicos.

Los celos proyectados derivan tanto de una verdadera infidelidad como de impulsos hacia la infidelidad que han sido reprimidos. Si usted ha sido infiel, o ha deseado a alguien pero no ha actuado en consecuencia, es probable que "proyecte" esa infidelidad sobre su compañero inocente. Le echará a su compañero la culpa de lo que usted hizo o quiso hacer, y reaccionará ante la amenaza proyectada poniéndose celoso.

"Sabido es que la fidelidad", escribió Freud, "sobre todo la exigida en el matrimonio, lucha siempre contra incesantes tentaciones." Incluso una persona que niega estas tentaciones, de todos modos las experimenta. ¿Cómo puede esa persona aliviar la culpa que le provoca el impulso a la infidelidad o el hecho de haberla cometido? Una forma es "proyectar sus propios impulsos a la infidelidad sobre la persona a quien deben guardarla. Este poderoso motivo puede luego servirse de las percepciones que delatan los impulsos inconscientes análogos de la otra persona y justificarse entonces con la re flexión de que aquélla no es probablemente mucho mejor."

Los celos que nacen de esa proyección, dice Freud, tienen un carácter casi delirante. (El delirio es una creencia que persiste aun cuando no tenga fundamentos en la realidad.) No obstante, los celos proyectados, a diferencia de los delirantes, casi siempre pueden ser tratados mediante una terapia psico-dinámica.

Cuando la persona celosa comprende que sus celos son producto de sus propios impulsos reprimidos hacia la infidelidad y que su compañero es una persona fiel, esa percepción suele ser suficiente para resolver el problema de celos. En el caso de los celos delirantes, la solución no es tan fácil.

Los celos delirantes son una forma de paranoia. También tienen su origen en impulsos hacia la infidelidad que fueron reprimidos, pero según Freud, en estos casos el objeto es del mismo sexo que la persona celosa. (Como veremos más adelante, los psicoterapeutas actuales tienden a disentir con Freud en este punto.) Freud decía que todos somos en alguna medida bisexuales. Los niños, antes de la etapa edípica, se sienten atraídos por el padre del mismo sexo además de por el padre del sexo opuesto. Estos sentimientos son reprimidos, pero pueden volver a surgir bajo la forma de atracción consciente o inconsciente hacia el rival en los celos adultos. Este tipo de atracción homo sexual, según Freud, es el rasgo primordial de los celos delirantes. En una tentativa por defenderse de impulsos homosexuales demasiado fuertes, el hombre celoso dice, en efecto, "No soy yo quien lo ama, es ella". Como el impulso homosexual produce mucha más angustia que el impulso heterosexual, es más probable que la defensa contra él implique una grave distorsión de la realidad.

Como ejemplo de los celos delirantes Freud presenta el caso de un joven cuyo objeto de celos era su esposa, una mujer intachablemente fiel. Los celos de este hombre se manifestaban en ataques que duraban varios días y aparecían regularmente al día siguiente de que hubiera tenido relaciones sexuales con la esposa.

La conclusión de Freud es que después de haber satisfecho su libido heterosexual, los componentes homosexuales que también resultaban estimulados por el acto sexual "se manifestaban en el ataque de celos".

Los ataques de celos se basaban en gestos "imperceptibles para toda otra persona, en los que podía haberse transparentado la coquetería natural de su mujer, totalmente in consciente". Ella había rozado distraídamente con la mano al hombre que estaba a su lado, había inclinado demasiado su rostro hacia él, o había sonreído con gesto más amable que el que solía dedicarle a su esposo en la intimidad.

El esposo estaba particularmente atento a todas estas manifestaciones del inconsciente de su mujer y sabía cómo interpretarlas. En esto se parecía a las personas que sufren paranoia, a quienes nada de lo que hacen los demás les resulta indiferente, e interpretan cada gesto, por mínimo que sea -una risa contenida, una mirada indiferente, un escupitajo en el suelo- como dirigido personalmente a ellas.

Nuestro marido celoso percibía la infidelidad de su esposa en lugar de la propia. Por la vía de prestar la máxima atención a la infidelidad de ella magnificándola al extremo podía mantener inconsciente la suya. Del mismo modo, el odio que el paranoico perseguido ve en los otros es un reflejo de sus propios impulsos hostiles hacia ellos.

Como es de suponer, Freud encuentra las razones que explican los celos delirantes del esposo en los primeros acontecimientos de su infancia. La juventud del marido estuvo dominada por un fuerte apego a su madre. De los muchos hijos que esta mujer había tenido, él, que era de claradamente el favorito, desarrolló unos celos marcada mente "normales" hacia ella. Cuando se comprometió para casarse, su deseo de una madre virginal se expresó en dudas obsesivas acerca de la virginidad de su novia. Estas dudas desaparecieron después del casamiento. En los primeros años de su matrimonio los celos brillaron por su ausencia. Luego, se involucró en un prolongado amorío con otra mujer. Cuando el amorío terminó empezó a sentirse celoso una vez más. Esta vez se trataba de celos proyecta dos, que le permitían aliviar la culpa que sentía por su propia infidelidad. El hecho de que su padre tuviera poca in fluencia en la familia combinado con "un trauma homo sexual humillante en la pubertad" representan para Freud las raíces de una fuerte atracción sexual que este hombre sentía por su suegro, que con el tiempo se convirtió en una "plena paranoia celosa".

La mayoría de los psicólogos clínicos que se dedican a trabajar con personas que tienen un problema de celos coinciden con Freud en que los celos pueden variar en su nivel de patología en un arco que va desde los celos normales a los delirantes. También coinciden con Freud en que los celos delirantes son una forma de paranoia y en que son los más difíciles de tratar y curar. Muchos no coinciden, en cambio, en que los celos delirantes sean primordialmente producto de impulsos reprimidos a la homosexualidad.

Un ejemplo del uso que un psicoanalista actual está haciendo de los conceptos de Freud acerca de los celos nos lo proporciona el análisis del doctor Pinta a propósito de la dinámica de la tolerancia patológica





La dinámica de la tolerancia patológica

Como los celos patológicos, la tolerancia patológica (aquellos casos poco comunes que describo al principio como "anormalmente no celosos") tienen su origen en el conflicto edípico. En ambos casos el individuo recrea una situación familiar de la primera infancia y deseos edípicos inconscientes. En el triángulo que forman John, Sharon y Michael, John es un hombre que sintió, al nacer su hermano, que había sido reemplazado en el amor de su madre. En su matrimonio aquella relación se ha reproducido en forma casi idéntica, y en ella Sharon representa a su madre y Michael a su herma no. En el triángulo formado por Lana, Jack y Marilyn, las semejanzas con la historia familiar de Lana son aún más sorprendentes. Jack y Marilyn desempeñan el rol de padres sustitutos en tanto que Lana juega el rol de "hermana mayor" con los hijos de Marilyn. En la terapia Lana aseguró que se sentía exactamente como solía sentirse con sus hermanos. Además, Jack le era abiertamente infiel a Lana del mismo modo que el padre de Lana le había sido abierta mente infiel a su madre.

Otro mecanismo que se ve en la tolerancia patológica y que Freud observó en los celos delirantes es la proyección de los impulsos homosexuales inconscientes. En el primer triángulo, la atracción física que John sentía por Michael era más que evidente. Establecieron una intimidad considerable que algunas veces llegó a provocar la exclusión de Sharon. En el segundo triángulo, Lana tenía una historia de homosexualidad y su atracción por Marilyn era evidente. La gran proximidad en que se daban las relaciones sexuales en la tríada implica una fuerte gratificación de los impulsos homosexuales inconscientes.

Cómo se diagnostican los celos delirantes

En el manual oficial de diagnóstico de la American Psychiatric Association (Asociación Norteamericana de Psiquiatría) -el DSM-III- se describe a los celos delirantes como una perturbación paranoica. El individuo que la sufre puede llegar a convencerse, sin la debida causa, de que su compañero (o compañera) le es infiel. La persona celosa reúne ligeros indicios de "pruebas" tales como tener la ropa en desorden, o encontrar manchas en las sábanas, y los usa para justificar su delirio. También ocurre que la persona se torna desconfiada, resentida, colérica e incluso violenta.

El manual presenta los criterios de diagnóstico que se estima que los psicólogos deben emplear para definir un caso particular de celos como delirante. Estos criterios pueden ser útiles para aquellos que están procurando determinar si sus celos, o los de su compañero, son delirantes. Los siguientes son algunos de ellos:

. Celos persistentes a pesar de que es evidente que no hay nada que los justifique en la realidad.

. Sentimientos y conducta adecuada al delirio.

. Duración del delirio de al menos una semana.

. Incoherencia, alucinaciones o delirios bizarros (por ejemplo, delirios de control, transmisión de pensamiento).

. Inexistencia de perturbación orgánica que pueda explicar el delirio.

En palabras más simples, los celos no se basan en la realidad pero no obstante persisten. Cuando esto le ocurre a alguien a quien usted ama o a quien está muy ligado, nada de lo que diga o haga



convencerá a esa persona de que usted es inocente. Lo mejor que se puede hacer en un caso así es pedir ayuda profesional.

Un ejemplo registrado en el libro de casos que acompaña al manual DSM-III nos ayudará a aclarar estos criterios. Una exitosa, y hermosa, diseñadora de interiores de treinta y cuatro años es llevada a la clínica por su esposo de treinta y siete años, un destacado abogado. El esposo se queja de que en los últimos tres años su esposa le ha estado haciendo acusaciones cada vez más estridentes de infidelidad. Ha hecho todo lo que estaba a su alcance para convencerla de su inocencia pero nada de lo que dice o hace logra conmover su convicción. Un análisis cuidadoso de los hechos revela que efectivamente no hay pruebas que permitan suponer que el esposo ha sido infiel. Cuando se le pregunta a la esposa cuáles son las pruebas que tiene, contesta con vaguedades y expresión misteriosa, pero de todos modos sigue absoluta mente segura de que está en lo cierto. Dice que puede adivinarlo en la mirada distante de su esposo, y se siente terrible mente insultada por la sugerencia de que la deslealtad es producto de su imaginación. La mujer no tiene alucinaciones, hace bien su trabajo y no tiene dificultades para pensar, aparte de su convicción acerca de la deslealtad en cuestión.

Como las pruebas parecen indicar que las quejas de infidelidad de la esposa son infundadas, la conclusión es que sus celos deben de ser delirantes. El hecho de que no tenga alucinaciones y su discurso esté bien organizado permite pensar que su delirio no es un síntoma de esquizofrenia sino de paranoia. Como suele ocurrir en la paranoia, el daño que esta mujer sufre debido a su delirio no afecta su funciona miento cotidiano fuera de la relación con su esposo. Veamos los criterios para el diagnóstico de los celos en un caso me nos extremo.



Capi... 17
                                                
Sam y Amalia




Amalia contó:

"Los celos de Sam suelen estallar cuando estamos haciendo el amor. Aparecen a menudo. Súbitamente, siento que él se retrae. La primera vez que ocurrió no supe qué pensar. Estábamos en París, pasándola de maravilla. De pronto, cuando estábamos haciendo el amor, se detuvo y me apartó con violencia... Ahora ya sé lo que eso significa. Le disgusto físicamente. No puede tocarme. Mi cuerpo le resulta repulsivo. Cuando habla de mi cuerpo dice que me imagina teniendo



sexo con otros hombres con los que estuve involucrada en el pasado. Me imagina haciendo con esos hombres las mismas cosas que nosotros cuando estamos haciendo el amor. Dice que puede verme jugando con el pene de otro hombre, o imaginar al hombre besando mis pezones, ese tipo de cosas. Piensa que el sexo que yo tenía con otros hombres era indecente, y eso le hace yerme indecente, barata, despreciable, indigna de alguien puro y sano como él.

"Cuando tuvo su último ataque de celos bramó: 'Todas las mujeres son putas, excepto Mary'. Mary es su ex esposa. A mí me dice que no la amaba. Casi nunca tenían sexo. Mary dependía de él para todo: nunca le puso gasolina al coche (que sólo ella conducía) porque no sabía qué hacer cuando entraba a una gasolinera. Cuando iba de compras, él la seguía en su motocicleta, pagaba y acarreaba las bolsas. ¿Por qué se quedó con ella diez años? Porque estaba seguro de que le era fiel. Mary no podía arreglárselas si no tenía un hombre cerca. No podía arreglárselas sin él."

El matrimonio de los padres de Sam había sido muy poco común. Su madre -una mujer excepcionalmente hermosa- tuvo un amorío con otro hombre durante muchos años. Su padre, a quien Sam describe como pasivo, débil, impotente y celoso, también tuvo sus amoríos durante el matrimonio.

Cuando Sam tenía quince años, él y su hermano fueron a comprarle a su madre un regalo para el día de la madre. Sam vio a su madre en la parada del autobús, esperando. Ella no se dio cuenta. Él se quedó observando y vio cómo un coche enorme que se acercaba se detenía junto a ella. La puerta del coche se abrió. Su madre subió. Sam pudo ver cómo su madre besaba al hombre del coche. Después, volvió a ver muchas veces aquel coche enorme aparcado cerca de la casa cuando su padre no estaba. Sabía muy bien que no debía entrar.

Por las mañanas, después de que su padre se iba, el hombre solía llamar por teléfono. Su madre se llevaba el teléfono al baño y mantenía largas conversaciones eróticas con su amante mientras Sam escuchaba a través de la puerta.

El padre de Sam debe haber descubierto el amorío, porque un día apareció con un revólver mientras su esposa tomaba el café con sus amigas. Comenzó a vociferar:

"¡Te voy a matar, eres una puta!" Sam estaba en la casa en ese momento y tuvo que rescatar a su madre de la furia de su padre.

Después de la escena de celos, su padre sufrió un colapso y tuvo que ser hospitalizado por lo que parecía ser un ataque cardíaco. Sam -el sempiterno salvador de la familia- fue quien lo llevó al hospital.

Cuando tenía dieciséis años, Sam se enamoró de una muchacha hermosa a quien él describe como "del tipo barato". Nunca fue a la cama con ella, a pesar de lo cual sufrió celos tremendos. Su primera experiencia sexual fue con una vecina, una mujer casada mucho mayor que él. No amaba a esta mujer y no sintió celos por ella. Tampoco amaba a Mary, a quien conoció a los diecisiete años. Pero Mary parecía amarlo y necesitarlo mucho, y no era del tipo de las que le provocaban celos, de modo que se casó con ella.

Vale la pena señalar que la hermana de Sam, que es diez años mayor que él, está infelizmente casada con un hombre grosero que tiene frecuentes ataques de celos en el curso de los cuales la golpea. Ella tiene muchos amoríos, pero sigue con él, con lo que replica la infidelidad de su madre y revive los berrinches de celos de su padre.

Cuando Sam conoció a Amalia, había estado separado de su esposa pero todavía no se había divorciado de ella. Aunque seguro de que era desdichado en su matrimonio, amaba a sus dos hijos y se resistía a abandonar completa mente la seguridad que le daba la familia. Pero Amalia es una mujer atractiva y encantadora (ocho años mayor que él), y Sam se enamoró de ella como nunca antes se había permitido enamorarse de nadie.

Cuando conoció a Sam, Amalia se dijo que era el hombre con quien quería casarse. Nunca lo había pensado con respecto a ningún otro hombre, y había salido con muchos. Antes de Sam, Amalia no había sido precisamente selectiva para elegir a los hombres.

Lo único que esos hombres parecían tener en común era que no estaban disponibles, fuese porque estaban casa dos o bien porque eran inasequibles desde el punto de vista afectivo. Aquello no le venía nada mal a Amalia. Como había crecido junto a un padre y una madre que habían tenido una relación simbiótica sofocante, valoraba su libertad e in dependencia. Las cosas comenzaron a cambiar después de su cumpleaños número treinta y cinco. Amalia decidió que quería tener una familia. Estaba preparada para ello y Sam era el hombre que había estado esperando.

Su romance fue apasionado. Sam iba a la casa de Amalia todos los días después del trabajo y se pasaban horas haciendo el amor con desenfreno, dulzura y pasión. El sexo nunca había sido tan excitante para Sam ni tan dulce para Amalia.

El viaje a París fue el punto culminante de su romance. Sam siempre había querido conocer París, de modo que para él era un sueño realizado. Para Amalia lo más importante era la oportunidad de estar juntos las veinticuatro horas del día, y París era simplemente un adicional maravilloso. El pasar todo el tiempo juntos la hizo darse cuenta de que aquello era lo que ella buscaba. Le dijo a Sam que quería casarse y tener un hijo. Este fue el telón de fondo del primer ataque de celos de Sam. Amalia rememora así el episodio:

"Me dice que sólo nos casaremos cuando con fíe plenamente en mí. Le preocupan ciertos la dos oscuros míos responsables de mi pasado y que podrían volver a surgir en el futuro. Puesto que fui infiel en el pasado yéndome a la cama con ex amantes mientras salía con otros hombres, ¿qué garantía tiene él de que no voy a volver a ser infiel? Después de cada ataque de celos se siente culpable y mortificado y se deshace en disculpas. Me dice que espera que yo tenga la fuerza y la paciencia para hacer frente a sus ce los. Me pide que lo ayude a superarlos. Sabe que es su problema y que yo no tengo nada que ver, pero que cuando sus celos estallan, no puede controlarlos.

"Trato de tranquilizarlo de todas las maneras imaginables. Le aseguro que nunca disfruté del sexo con nadie tan maravillosamente como con él. Le digo que mi vasta experiencia con otros hombres debería de hacerlo sentirse seguro, por que lo he elegido a él y lo amo como nunca antes había amado a nadie. Puesto que tuve todas esas experiencias sexuales ocasionales sé cómo son y no tengo el más mínimo deseo de volver a pasar por ellas. En realidad, le digo, soy yo la que debería estar preocupada, porque él ha tenido tan pocas relaciones sexuales que podría ser que todavía tuviera curiosidad y en algún momento quisiera experimentar. Para mí, todo eso es asunto terminado.

"Pero nada de lo que le digo parece importar le. Sabe que lo amo pero no puede comprender mi pasado. ¿Cómo pude haber hecho lo que he hecho? Son cosas que no parecen coincidir con la persona que él cree conocer. El hecho de que haya pasado por esas experiencias lo lleva a des confiar de mí. La amenaza que esto representa para él es tan inmensa que nada de lo que digo la conjura."

Amalia quiere saber de dónde vienen los celos de Sam, y, lo que es más importante, qué se puede hacer para curarlos. Dejemos por un momento la historia de Sam y Amalia, y analicemos estas preguntas desde la perspectiva psicodinámica.     Apuntes tomados de:  http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm        

                              
                                              Imagen de la red


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