Las raíces de los celos
delirantes
En su adolescencia, Sam descubrió que su madre estaba viviendo un
amorío ilícito. La adolescencia es considera da el segundo período edípico. ¿Qué
sucede en la mente de un joven como Sam en este período de exacerbada sexualidad
cuando descubre que su madre le es infiel a su padre? Los psicoterapeutas John
Docherty y Jean Ellis describen una de las posibles
consecuencias.
Docherty y Ellis trataron a tres parejas en las que la queja
principal eran los "celos obsesivos delirantes" de los maridos. En el curso de
los tratamientos surgió un elemento sorprendentemente coincidente en estas
parejas. En todos los casos, los maridos habían sido testigos en su adolescencia
de cómo sus respectivas madres se involucraban en relaciones sexuales
extramatrimoniales.
Las acusaciones de los maridos celosos resultaban notablemente
incoherentes si se las confrontaba con un retrato realista de sus esposas. En
realidad, las acusaciones eran más apropiadas para las madres de estos hombres.
En un caso, el marido afirmaba que su esposa de veintisiete años estaba bebiendo
en exceso y teniendo sexo con personajes indeseables. Le escuchaba las
conversaciones telefónicas, le revisaba la cartera y la colmaba de reproches
hasta que ella cayó de rodillas ante él y le rogó que le creyera. En el curso
del tratamiento se hizo evidente que las acusaciones no tenían relación alguna
con la conducta de ella sino con la de la madre de él. En su adolescencia este
hombre tuvo que llevar a casa muchas veces a su madre alcohólica, que se
embriagaba hasta tal punto que no podía volver sola. Había trabajado como
camarera y solía confraternizar con diversos clientes más bien
desagradables.
Tras observar estas discrepancias, los terapeutas profundizaron en el
tema hasta que el hombre logró evocar un recuerdo que albergaba en sí una enorme
carga afectiva. Un día, cuando tenía doce años, había regresado a su casa antes
de lo esperado y descubrió a su madre en plena relación sexual con un
desconocido. Nunca había dicho una palabra al respecto, ni siquiera cuando los
amoríos de su madre se convirtieron en tema de violentas discusiones entre sus
padres. Pero el episodio le había dejado un amargo resentimiento hacia su madre
y un sentimiento de culpa por su deslealtad hacia su padre.
En el segundo caso, una pareja que había estado casada dos años
acudió al tratamiento a causa de que el marido estaba furioso porque sospechaba
que su esposa le estaba siendo infiel. El hombre había estado bebiendo mucho y
se había convertido en un golpeador. Las sospechas del marido habían envenenado
la relación de la pareja casi desde el principio. La mujer había aprendido a ser
sumamente cuidadosa en sus interacciones con otros hombres. En las fiestas sólo
podía estar con su marido o con otras mujeres, nunca con otros hombres. Él
necesitaba saber dónde estaba ella a toda hora.
En el curso del tratamiento, los terapeutas volvieron a advertir que
el hombre acusaba a su esposa de cosas que ella no hacía, pero que sí había
hecho su madre, como por ejemplo, negligencia en las tareas domésticas. Esto los
condujo a profundizar en la cuestión de las actividades sexuales de la madre del
paciente. El esposo recordó que cuando era adolescente había visto a su madre en
una cantina del vecindario con otros hombres. En una ocasión había llegado a su
casa y la había sorprendido teniendo sexo con uno de aquellos hombres. No se lo
había contado a su padre, pero desde ese momento había tratado de aislarse
afectivamente de su madre.
También en el tercer caso el hombre estaba convencido de que su fiel
esposa andaba en amoríos. Una vez más resultó que cuando este hombre tenía
catorce años, al regresar un día a su casa después de hacer unas compras que su
madre le había encargado, la había sorprendido teniendo sexo con un
desconocido.
De acuerdo con la perspectiva de Freud, resulta obvio por qué la
infidelidad sexual de una madre tendría un efecto tan traumático, sobre todo
cuando ésta ocurre en la temprana adolescencia del sujeto, un período
caracterizado por un re surgimiento edípico. En la medida en que la madre ha de
mostrado que está sexualmente disponible para cualquiera además del padre, el
adolescente experimenta una marcada intensificación de las fantasías edípicas y
un impulso a satisfacerlas. Sin embargo, a pesar de que la madre parece estar
más disponible sexualmente para el muchacho, en realidad no lo está. Su
promiscuidad no constituye, en efecto, más que una coquetería.
El trauma puede explicar también la agresión que acompaña a veces a
los celos en estos casos. Docherty y Ellis explican: "La furia que siente el
hijo por ser el segundo mejor en la situación edípica resulta exacerbada de una
manera más grave, profunda y dañina. Ahora, no sólo es el segundo mejor respecto
a su padre sino respecto a un desconocido que no tiene ningún derecho sobre su
madre. Al ponerle los cuernos al padre, la madre lo convierte en segundo mejor.
Así, el hijo no puede apelar a la identificación con el padre para alcanzar un
lugar preponderante. Está condenado inevitablemente a quedar situado en un lugar
de segunda categoría". Es significativo que los tres hombres hayan descrito a
sus padres como individuos pasivos, muy trabajadores y sufridos. Podemos agregar
a la lista la descripción que hizo Sam de su padre como pasivo, débil e
impotente.
No es necesario que el adolescente sea testigo presencial del acto
sexual de su madre para que el trauma ocurra. El hecho de descubrir su
infidelidad (en la forma en que Sam lo hizo) o de verla flirteando abiertamente
con otros hombres puede ser suficiente.
La furia que el joven experimenta cuando descubre la infidelidad de
su madre es enorme, lo mismo que su necesidad de reparar el trauma. ¿Cómo lo
consigue? Una forma es casarse con una mujer que nunca será infiel, y luego
acosarla permanentemente con acusaciones de infidelidad
infundadas.
Para cada uno de estos hombres, la esposa fiel re presenta a su madre
tal como ella debería haber sido en sus fantasías infantiles. Pero acusan a sus
esposas de ser infieles como sus madres lo fueron en la realidad. Las
acusaciones permiten repetir la escena del trauma infantil, pero esta vez con un
final diferente. Se supone que las constantes protestas de fidelidad de la
esposa ayudan a reparar la terrible realidad de la traición materna. Sin
embargo, ningún gesto tranquilizador es suficiente porque el trauma fue
ciertamente enorme, la esposa no es la madre y la situación, de hecho, no es la
misma.
Esto ayuda a explicar por qué las personas que sufren celos
delirantes evitan las situaciones que podrían procurarles pruebas positivas de
sus sospechas. En realidad no quieren creer que su compañero les ha sido infiel.
Al contrario, quieren estar convencidas de que a diferencia de sus padres y de
la situación que vivieron en la infancia, esta vez ellas son el "número uno"
para su fiel compañero.
La elección de una esposa fiel y la práctica de acosarla con
acusaciones infundadas es una de las maneras en que un hombre puede intentar
superar el trauma que le provocó la traición de su madre. Otra forma es elegir
una compañera infiel que le proporcionará amplias oportunidades de enfrentarse
con el trauma infantil. En este caso los celos no son delirantes: derivan de una
situación real. Sin embargo, no están bajo completo control del yo consciente.
Representan una "compulsión a la repetición", una necesidad irracional de
revivir una experiencia traumática. En un caso así, la persona adulta busca
situaciones en las que parece dominar conflictos y traumas de la infancia
reprimidos, aun cuando los verdaderos conflictos sigan estando
reprimidos.
No todas las personas que sufren celos delirantes tienen un
progenitor que fue sexualmente infiel cuando ellas eran adolescentes. Otra causa
mencionada en la literatura científica es la falta de gratificación, o el exceso
de ella, por parte de los padres en los primeros años de vida, que dejan a la
persona en una situación en la que siente la necesidad crónica de que el amor de
los otros la engrandezca y de desconfiar de sus rivales. (El término clínico es
narcisismo). Este tipo de personas se involucran en relaciones sentimentales
para reafirmar su autoestima. Al hacerlo reviven inconscientemente su
infancia.
Otra causa de los celos delirantes descubierta durante el tratamiento
de cinco mujeres es la identificación con la mayor libertad y oportunidades de
que goza el esposo. La identificación las conducía a tener vívidas fantasías en
las que su esposo seducía a otras mujeres, o en las que ellas mismas actuaban
como sus esposos en el acto de seducción. Según sus terapeutas, la necesidad de
las mujeres de identificarse con sus esposos era producto de su baja autoestima,
que puede estar relacionada con la posición subordinada de la mujer en nuestra
sociedad patriarcal.
En los hombres, otra causa de los celos delirantes relacionada con la
autoestima es la pequeñez real o su puesta del pene. El trabajo clínico con los
hombres que sufren este problema indica que se sienten en desventaja respecto de
otros hombres en la lucha por conseguir y mantener una compañera. Su sensación
de ineptitud -que también es corriente entre los esposos impotentes, las es
posas frígidas, los hombres mayores casados con esposas jóvenes y las mujeres
poco agraciadas casadas con hombres guapos- es caldo de cultivo para el
advenimiento de los celos delirantes.
El alcoholismo también puede contribuir a los celos delirantes. Según
algunos psicoterapeutas, los delirios de celos que aparecen en el alcoholismo y
la paranoia son des encadenados por cambios químicos en el cerebro y poco tienen
que ver con los acontecimientos que se desarrollan en el entorno de la persona,
sea en la infancia o en la situación actual. En consecuencia, el tratamiento que
se recomienda para estos casos es farmacológico, es decir una terapia con
medicamentos. Otros terapeutas creen que la mejor manera de tratar los celos
delirantes es con una combinación de terapia con medicamentos y psicoterapia.'
Sin embargo, la mayoría de los terapeutas que adoptan una orientación
psicodinámica coinciden con Freud en que los celos delirantes son una defensa, o
el producto de una defensa, contra recuerdos reprimidos y que por lo tanto así
deberían ser tratados a través de una psicoterapia individual.
Ahora que hemos explorado algunas de las teorías acerca de las raíces
inconscientes de los celos podemos volver a Sam y Am
Otra vez con Sam y
Amalia
Tras enamorarse de una mujer como su madre (promiscua y atractiva) y
después de experimentar los intensos celos que una relación así puede generar,
Sam eligió para casarse una mujer a la que no amaba y que, por su dependen cia
de él, no cabía duda alguna de que le sería fiel. Funcionó. A lo largo de los
años, Sam nunca sintió en su matrimonio el aguijoneo de los celos. El precio fue
que tampoco sintió el éxtasis del amor, sino simplemente una suerte de cómoda
seguridad. Por un tiempo le alcanzó con esto.
Todo sería sin duda muy diferente con Amalia, una mujer atractiva que
había tenido muchos contactos sexuales con otros hombres, igual que su madre.
Una relación con ella tenía que ser no sólo más apasionada sino también
afectivamente más riesgosa.
Los celos de Sam con respecto a Amalia no eran totalmente delirantes:
no la acosaba reprochándole amoríos imaginarios con otros hombres. Estaba celoso
de los hombres con los que ella efectivamente había tenido amoríos y con los
que, hasta donde él sabía, podía volver a tener los. Sin embargo, los celos de
Sam tampoco eran raciona les, porque no eran congruentes con la realidad. Sam
sabía que Amalia lo amaba y le era fiel, pero a pesar de ello no podía dejar de
imaginarla con otros hombres, hombres que a ella ya no le
interesaban.
¿Por qué alguien imagina cosas que le causan
sufrimiento?
Uno de los factores que contribuían a los celos de Sam era un
mecanismo inconsciente llamado "disociación proyectiva". La parte "disociada" es
una parte no aceptada de nosotros mismos que proyectamos en otra persona.
Hacemos esto porque es más fácil tratar con los rasgos negativos de otra persona
que con esos mismos rasgos si los reconocemos en nosotros mismos. Si pensamos
que somos lascivos e inmorales, podemos tratar de hacer frente a estos
sentimientos difíciles. También podemos hacer algo mucho más fácil: elegir
alguien apropiado y proyectar esas cualidades sobre esa persona. Así podemos
manejar estos sentimientos sin tener que reconocer que están dentro de
nosotros.
En el caso de Sam, la parte "disociada" era la parte de sí mismo que
era como su madre: inmoral, lasciva, infiel. Sam no podía aceptar que era como
su madre. No podía aceptar que tal vez, y sólo tal vez, él también hacía lo
impensable (por ejemplo, desear a su propia madre). Una vez que disoció esa
parte de sí mismo y la reprimió, pudo convencerse de que era puro y
moral.
Pero la parte disociada seguía tratando de expresarse, y se expresó
en la relación de Sam con Amalia. Sam proyectó sobre Amalia sus propios deseos
prohibidos y la imagen internalizada de su madre infiel.
Si bien en su infancia Sam no pudo hacer nada cuando descubrió la
infidelidad de su madre, como adulto tenía un cierto control sobre una situación
similar. Podía castigar a Amalia (que representaba a su madre) por sus
relaciones con otros hombres rechazándola sexualmente y negándose a casarse con
ella. Sin embargo, resulta revelador que Sam haya comenzado a hacer esto sólo
después de que estuvo seguro de que Amalia lo amaba y no le sería
infiel.
Además de volver a poner en acto el trauma infantil de la traición
materna, los celos cumplieron dos funciones importantes para Sam. Primero, le
dieron una excusa "legítima" para posponer su divorcio de su esposa y su
casamiento con Amalia. Segundo, le permitieron desarrollar fantasías sexuales
que, habida cuenta de que se percibía como puro, moral e inocente, le resultaba
difícil admitir para sí mismo. Los celos le dieron una excusa para imaginar los
detalles de las relaciones sexuales de Amalia con otros hombres e interrogarla
acerca de ellos.
Si a usted le preocupa la intensidad de sus celos (o de los de su
compañero) -las "locuras" que siente, piensa y hace cuando los celos le
acometen- debe analizar dos preguntas. La primera: ¿es posible que sus celos no
sean sola mente una reacción a la conducta de su compañero, sino también una
actualización de un trauma infantil? En otras palabras, ¿cuáles son las raíces
de sus celos? ¿Ha visto usted a su padre o a su madre en situaciones de
infidelidad? ¿Alguno de sus padres se ha mostrado inusualmente celoso? ¿Alguna
vez ha sido testigo de una violenta explosión de celos entre sus
padres?
La segunda pregunta es: ¿qué gratificaciones secretas obtiene usted
cuando los celos le dominan? ¿Qué función cumplen los celos para usted? ¿Le
procuran una afirmación del amor y la fidelidad de su compañero? ¿Obligan a su
compañero a comportarse de una manera más reservada o "considerada" cuando están
juntos en público? ¿Le permiten proyectar sus propios impulsos hacia la
infidelidad? ¿Son una forma de castigarse a sí mismo? ¿Son su modo de permitirse
incurrir en fantasías sexuales?
Capi.. 20 Una evaluación del enfoque
psicodinámico
El enfoque psicodinámjco nos ayuda a comprender los celos haciéndonos
conscientes de la existencia de fuerzas inconscientes. Estas fuerzas explican
conductas que de otro modo son difíciles de comprender, tales como la elección
que una persona celosa hace de un compañero infiel, sus esfuerzos por lograr la
confirmación de sus peores te mores, su tendencia a empujar al compañero hacia
el rival, o a obsesionarse con imágenes dolorosas en las que su compañero
aparece abrazándose apasionadamente con ese rival. Esos pensamientos y conductas
acrecientan el sufrimiento de la persona celosa. Pero, como hemos visto, le
aportan también una defensa contra sentimientos y pensamientos aún más
perturbadores.
Otra contribución del enfoque psicodinámico es la descripción de las
raíces que los celos en la edad adulta tienen en las experiencias infantiles.
Según Freud, estas experiencias afectivas están asociadas con la etapa edípica.
Puesto que consideraba que estas experiencias eran universales, Freud estaba
seguro de que el volver a experimentarlas como celos en la edad adulta era algo
inevitable y universal.
Otros autores de orientación psicodinámica piensan que el origen de
los celos podría remontarse incluso a una época anterior a la etapa edípica.
Cuando un niño hambriento llora y su madre no acude a atenderlo, el bebé
experimenta una angustia, una impotencia y un miedo a ser abandonado tremendos.
Estos temores son universales, y en consecuencia los celos, que son su
manifestación en la vida adulta, son también universales.
En cada uno de nosotros hay un niño que en algún momento de su
infancia se sintió abandonado y atemorizado, un niño que lloró de dolor y se
enfureció de frustración. En todos nosotros hay una añoranza de la completa
seguridad que sentimos en nuestras primeras semanas de vida. Todos sentimos de
alguna manera resentimiento por tener que compartir el amor con un hermano o un
padre. Tal vez no recordemos esos sentimientos pero los llevamos con nosotros.
Con frecuencia nos impulsan a reaccionar en formas exageradas e inapropiadas
ante los factores desencadenantes de los celos.
Puesto que los terapeutas de orientación psicodinámica piensan que
los celos expresan y al mismo tiempo disfrazan algunos de nuestros deseos y
temores más profundos, los tratan primordialmente como un problema psicológico
de la mente del individuo celoso. Otros enfoques cuestionan tanto los supuestos
como los métodos del enfoque psicodinámico.
Al leer esta sección es probable que usted haya pensado que los celos
no pueden ser tan sólo el producto de los acontecimientos de nuestra infancia
revividos por nuestro in consciente. ¿Qué habría que pensar de los
acontecimientos reales que amenazan nuestra relación y desencadenan nuestros
celos? En efecto, una de las principales críticas que se le plantea al enfoque
psicodinámico está dirigida a su tendencia a no considerar la realidad que puede
haber despertado los celos, y a dar por supuesto que todos los celos son en
cierta medida delirantes: un producto de nuestra propia mente sin ninguna
relación con la realidad. Y a la poca atención que se le presta a la infidelidad
concreta, excepto a veces para mostrar cómo nosotros provocamos, o en algún
sentido deseamos, la traición que despertó nuestros celos.
Otra crítica que se plantea está dirigida a la tendencia del enfoque
psicodinámico a culpar al individuo por elegir o crear las circunstancias que
dan lugar al problema de celos. Los terapeutas de orientación psicodinámica
tienden a ignorar lo que los celos indican acerca de cualquier otra cosa que no
sea el individuo celoso.
El enfoque psicodinámico también es criticado por los defensores de
otros enfoques por poner demasiado énfasis en el rol de lo inconsciente y no el
suficiente en las expectativas conscientes y los acontecimientos reales que
provocan un problema de celos y ayudan a mantenerlo en
vigencia.
Otra de las críticas está dirigida a la tendencia a poner demasiado
el acento en el papel que las experiencias infantiles desempeñan en la aparición
de un problema de celos y no lo bastante en las fuerzas que operan en la
actualidad, sobre todo en la dinámica de la relación.
En la próxima sección analizaremos el enfoque sistémico, que ofrece
una alternativa al enfoque psicodinámico.
Apuntes tomados de: http://www.inteligencia-emocional.org/cursos-gratis/celos/index.htm
Imagen tomada de la red http://miparejamiespejo.com/blog/wp-content/uploads/2010/11/celos.jpg
No hay comentarios:
Publicar un comentario