7. No hay conexión alguna entre la verdad y las
ilusiones. 2Esto será así eternamente, por mucho que intentes que
haya conexión entre ellas. 3Pero las ilusiones están siempre
conectadas entre sí, tal como lo está la verdad. 4Tanto las
ilusiones como la verdad gozan de cohesión interna y constituyen un sistema de
pensamiento completo en sí mismo, aunque totalmente desconectado del otro. 5Percibir
esto es reconocer dónde se encuentra la separación, y dónde debe subsanarse. 6El
resultado de una idea no está nunca separado de su fuente. 7La idea
de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que
éste enferme debido a la identificación de la mente con él. 8Tú
crees que estás protegiendo al cuerpo, al ocultar esta conexión, ya que
ocultarla parece mantener tu identificación a salvo del "ataque" de
la verdad.
8. ¡Si sólo comprendieses cuánto daño le ha hecho a
tu mente este extraño encubrimiento, y cuánta confusión te ha causado con respecto
a tu identidad! 2No comprendes la magnitud de la devastación que tu
falta de fe ha ocasionado, pues la falta de fe es un ataque que parece estar
justificado por sus resultados. 3Pues al negar la fe ves lo que no
es digno de ella, y no puedes mirar más allá de esta barrera a lo que se
encuentra unido a ti.
9. Tener fe es sanar. 2Es la señal de que
has aceptado la Expiación, y, por consiguiente, de que deseas compartirla. 3Mediante
la fe, ofreces el regalo de liberación del pasado que recibiste. 4No
te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora. 5Eliges
libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras
que hay entre tú y él y veros a los dos como uno solo. 6Y en esa
unidad que contemplas, tu fe está plenamente justificada. 7La falta
de fe nunca está justificada. aLa fe, en cambio, siempre lo está.
10. La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del
amor tal como el miedo forma parte del ataque. 2La fe es el
reconocimiento de la unión. 3Es el benévolo reconocimiento de que
cada hermano es un Hijo de tu amorosísimo Padre, amado por Él como lo
eres tú, y, por lo tanto, amado por ti como si fueses tú mismo. 4Su
Amor es lo que te une a tu hermano, y debido a Su Amor no desearías mantener a
nadie excluido del tuyo. 5Cada hermano aparece tal como se le
percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la
culpabilidad. Al ver a Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que
hace que tener fe en todos esté justificado eternamente.
11. La fe es el regalo de Dios, a través de Aquel
que Él te ha dado. La falta de fe contempla al Hijo de Dios, y lo juzga indigno
de perdón. Pero a través de los ojos de la fe, se ve que el Hijo de Dios ya ha
sido perdonado y que está libre de toda culpa que él mismo se echó encima. La
fe lo ve sólo como es ahora porque no
se fija en el pasado para juzgarlo, sino que únicamente ve en él lo mismo que
verla en ti. No ve a través de los ojos del cuerpo, ni recurre a cuerpos para
darse validez a sí misma. La fe es el heraldo de la nueva percepción, enviada
para congregar testigos que den testimonio de su llegada, y para devolverte sus
mensajes.
12. La fe puede ser intercambiada por el
conocimiento tan fácilmente como el mundo real. Pues la fe surge de la
percepción del Espíritu Santo, y es señal de que compartes ésta con Él. La fe
es un regalo que le ofreces al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo, y es
tan aceptable para el Padre como para el Hijo. Por lo tanto, te lo ofreces a ti
mismo. Tu relación santa, con su nuevo propósito, te ofrece fe para que se la
des a tu hermano. Tu falta de fe os ha separado, y así, no ves tu salvación en
él. La fe, no obstante, os une en la santidad que veis, no a través de los ojos
del cuerpo, sino en la visión de Aquel que os unió, y en Quien estáis unidos.
13. La gracia no se le otorga al cuerpo, sino a la
mente. Y la mente que la recibe mira instantáneamente más allá del cuerpo, y ve
el santo lugar donde fue curada. Ahí es donde se alza el altar en el que la
gracia fue otorgada, y donde se encuentra. Ofrécele, pues, gracia y bendiciones
a tu hermano, pues te encuentras en el mismo altar donde se os otorgó la gracia
a ambos. Y dejad que la gracia os cure a la vez, para que podáis curar mediante
la fe.
14. En el instante santo tú y tu hermano os
encontráis ante el altar que Dios se ha erigido a Sí Mismo y a vosotros dos.
Dejad a un lado la falta de fe y venid a él juntos. En él veréis el milagro de
vuestra relación tal como fue renovada por la fe. Y en él os daréis cuenta de
que no hay nada que la fe no pueda perdonar. Ningún error puede obstruir su
serena visión, la cual lleva el milagro de curación con la misma facilidad a
todos ellos. Pues lo que se les encomienda hacer a los mensajeros del amor,
ellos lo hacen, y regresan con las buenas nuevas de haberlo consumado en ti y
en tu hermano, que os encontráis unidos ante el altar desde donde ellos fueron
enviados.
15. De la misma manera en que la falta de fe
mantendría vuestros míseros reinos yermos y separados, así la fe ayudará al
Espíritu Santo a preparar el terreno para el santísimo jardín en que Él quiere
convertirlo. Pues la fe brinda paz, y así, le pide a la verdad que entre y
embellezca lo que ya fue preparado para la hermosura. La verdad sigue muy de
cerca a la fe y a la paz, y completa el proceso de embellecimiento que ellas
comienzan. Pues la fe sigue siendo una de las metas del aprendizaje, que deja
de ser necesaria una vez que la lección se ha aprendido. La verdad, en cambio,
jamás se ausentará.
16. Dedícate, por lo tanto, a lo eterno, y aprende a
no ser un obstáculo para ello ni a convertirlo en un esclavo del tiempo. Pues
lo que crees hacerle a lo eterno te lo haces a ti mismo. Aquel a quien Dios creó como Su Hijo no es esclavo de
nada, pues es señor de todo, junto con su Creador. Puedes esclavizar a un
cuerpo, pero las ideas son libres, y no pueden ser aprisionadas o limitadas en
modo alguno, excepto por la mente que las concibió. Pues ésta permanece unida a
su fuente, que se convierte en su carcelero o en su libertador, según el
objetivo que acepte para sí misma.
LECCIÓN 218
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
1.
(198) Sólo mi propia condenación me hace daño.
Mi condenación nubla mi visión, y a través de
mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas hoy puedo contemplar
esta gloria y regocijarme
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
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