B. El segundo obstáculo: La creencia de que el
cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece
1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene
que superar es tu deseo de deshacerte de ella. 2Allí donde la
atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. 3El segundo
obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vinculado
al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que
ofrece. 4Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de
manifiesto en el cuerpo y se ve en él.
2. Este es el tesoro que crees que la paz te
arrebataría. 2De esto es de lo que crees que te despojaría,
dejándote sin hogar. 3Y esta es la razón por la que le negarías a la
paz un hogar. 4Consideras que ello supone un "sacrificio"
excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. 5Mas ¿se
trata realmente de un sacrificio o de una liberación? 6¿Qué te ha
dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación
radica en él? 7¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte?
8En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expiación
es un asesinato. 9He aquí la fuente de la idea de que el amor es
miedo.
3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía
mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa
comunión y a estar en paz. 2Tal es el mensaje que yo les di para ti.
3Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de
lo que puede sufrir. 4¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno
de lo que puede sufrir? 5El Espíritu Santo no te exige que
sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza
alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. 6Pero tampoco
puede hacer que tengas miedo del dolor. 7El dolor es el único
"sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.
4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo
eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. 2Fluye a través de todo lo
demás. 3El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. 4Tú
no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. 5¿Qué otra cosa pueden
ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino
barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? 6Deseas la
comunión, no el festín del miedo. 7Deseas la salvación, no el dolor
de la culpabilidad. 8Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una
mísera choza de barro. 9En tu relación santa se encuentra el Hijo de
tu Padre, 10el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni
consigo mismo. 11Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste
esto. 12Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener
que hacer cualquier clase de pago.
5. Has pagado un precio exorbitante por tus
ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. 2¿No
te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede
pedir ningún sacrificio? 3No puedes interponer ningún obstáculo en
nuestra unión, pues yo ya formo parte de tu relación santa. 4Juntos
superaremos cualquier obstáculo, pues nos encontramos ya dentro del portal, no
afuera. 5¡Cuán fácilmente se abren las puertas desde adentro, dando
paso a la paz para que bendiga a un mundo agotado! 6¿Cómo iba a
sernos difícil pasar de largo las barreras cuando te has unido a lo ilimitado? 7En
tus manos está poner fin a la culpabilidad. 8¿Te detendrías ahora a
buscar culpabilidad en tu hermano?
6. Deja que yo sea para ti el símbolo del fin de la
culpabilidad, y contempla a tu hermano como me contemplarías a mí. 2Perdóname
por todos los pecados que crees que el Hijo de Dios cometió. 3Y a
la luz de tu perdón él recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue. 4Te
pido perdón, pues si tú eres culpable, también lo tengo que ser yo. 5Mas
si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo, tú estabas conmigo. 6¿Qué
quieres ver en mí, el símbolo de la culpabilidad o el del fin de ésta? 7Pues
recuerda que lo que yo signifique para ti es lo que verás dentro de ti mismo.
7. Desde tu relación santa la verdad proclama la
verdad y el amor se contempla a sí mismo. 2La salvación fluye desde
lo más profundo del hogar que nos ofrecisteis a mi Padre y a mí. 3Y
allí estamos juntos, en la serena comunión en la que el Padre y el Hijo están
unidos. 4¡Venid, oh fieles, a la santa unión del Padre y del Hijo en
vosotros! 5Y no os mantengáis aparte de lo que se os ofrece como
muestra de agradecimiento por haberle dado a la paz su hogar en el Cielo. 6Llevad
a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo
contestará. 7Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den
testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desaparecido
para siempre. 8¿Dónde puede seguir habiendo culpabilidad una vez
que la creencia en el pecado ha desaparecido? 9¿Y dónde está la
muerte, una vez que se ha dejado de oír para siempre a su gran defensor?
8. Perdóname por tus ilusiones, y libérame del
castigo que me quieres imponer por lo que no hice. 2Y al enseñarle a
tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por
lo tanto, me liberarás a mí. 3Formo parte de tu relación santa, sin
embargo, preferirías aprisionarme tras los obstáculos que interpones a la
libertad e impedirme llegar hasta ti. 4Mas no es posible mantener
alejado a Uno que ya está ahí. 5Y en Él se hace posible que
nuestra comunión, en la que ya estamos unidos, sea el foco de la nueva
percepción que derramará la luz que reside en ti por todo el mundo.
LECCIÓN 225
Dios es mi Padre, y Su Hijo lo ama.
1.
Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar es lo mismo que recibir y
Tú me has dado todo Tu Amor. 2Tengo
que corresponder a él, pues quiero
tener plena conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que, en su
benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar
paz. 3¡Cuán apacible es el camino
por el que a Tu amoroso Hijo se
le conduce hasta Ti!
2. Hermano mío, ahora hallamos esa quietud. 2El camino está libre
y despejado. 3Ahora lo recorremos juntos y en paz. 4Tú me
has tendido la mano, y yo nunca te abandonaré. 5Somos uno, y es sólo
esta unidad lo que buscamos a medida que damos los últimos pasos con los que
concluye una jornada que nunca comenzó
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