IX. La nube de culpabilidad
1. La culpabilidad sigue siendo lo único que oculta
al Padre, pues la culpabilidad es el ataque que se comete contra Su Hijo. 2Los
que se sienten culpables siempre condenan, y una vez que han condenado lo
siguen haciendo, vinculando el futuro al pasado tal como estipula la ley del
ego. 3Guardarle fidelidad a esta ley impide el paso de la luz, pues
exige que se le guarde fidelidad a la oscuridad y prohíbe el despertar. 4Las
leyes del ego son estrictas y cualquier violación se castiga severamente. 5Por
lo tanto, no obedezcas sus leyes, pues son las leyes del castigo. 6Y
aquellos que las acatan creen que son culpables y, por lo tanto, no pueden sino
condenar. 7Las leyes de Dios tienen que intervenir entre el futuro y
el pasado para que puedas liberarte: 8La Expiación se alza entre
ellos, como una lámpara que resplandece con tal fulgor, que la cadena de oscuridad
a la que te ataste a ti mismo desaparece.
2. Librarse uno de la culpabilidad es lo que deshace
completamente al ego. 2No hagas de nadie un ser temible, pues
su culpabilidad es la tuya, .y al obedecer las severas órdenes del ego,
atraerás su condena sobre ti mismo y no podrás escapar del castigo que él
inflige a los que las obedecen. 3El ego premia la fidelidad que se
le guarda con dolor, pues tener fe en él es dolor. 4Y la fe
sólo se puede recompensar en función de la creencia en la que se depositó. 5La
fe le infunde poder a la creencia, y dónde se deposita dicha fe es lo que
determina la recompensa, 6pues la fe siempre se deposita en lo que
se valora, y lo que valoras se te devuelve.
3. El mundo te puede dar únicamente lo que tú le
diste, pues al no ser otra cosa que tu propia proyección, no tiene ningún significado
aparte del que tú viste en él, y en el que depositaste tu fe. 2Sé
fiel a la oscuridad y no podrás ver porque tu fe será recompensada tal corno
la diste. 3Aceptarás tu tesoro, y si depositas tu fe en el
pasado, el futuro será igual. 4Cualquier cosa que tienes en gran
estima la consideras tuya. 5El poder que le otorgas al atribuirle
valor hace que sea así.
4. La Expiación conlleva una re-evaluación de todo
lo que tienes en gran estima, pues es el medio a través del cual el Espíritu
Santo puede separar lo falso de lo verdadero, lo cual has aceptado en tu mente
sin hacer ninguna distinción entre ambos. 2No puedes, por lo tanto,
valorar lo uno sin lo otro, y la culpabilidad se ha convertido en algo tan real
para ti cómo la inocencia. 3Tú no crees que el Hijo de Dios es
inocente porque ves el pasado, pero no lo ves a él. 4Cuando condenas
a un hermano estás diciendo: "Yo que soy culpable elijo seguir
siéndolo". 5Has negado su libertad, y al hacer eso, has negado
el testigo de la tuya. 6Con igual facilidad podías
haberlo liberado del pasado y haber eliminado de su mente la nube de
culpabilidad que lo encadena a él. 7Y en su libertad habrías
encontrado la tuya.
5. No lo condenes por su culpabilidad, pues su
culpabilidad reside en el pensamiento secreto de que él te ha hecho lo mismo a
ti. 2¿Le enseñarías entonces que su desvarío, es real? 3La
idea de que el inocente Hijo de Dios puede atacarse a sí mismo y declararse
culpable es una locura. 4No creas esto de nadie, en ninguna
forma, 5pues la condenación y el pecado son lo mismo, y creer en uno
es tener fe en el otro, lo cual invita al castigo en lugar de al amor. 6Nada
puede justificar la demencia, y pedir que se te castigue no puede sino ser una
locura.
6. Por consiguiente, no consideres a nadie culpable
y te estarás afirmando a ti mismo la verdad de tu inocencia. 2Cada
vez que condenas al Hijo de Dios te convences a ti mismo de tu propia
culpabilidad. 3Si quieres que el Espíritu Santo te libere de ella,
acepta Su oferta de Expiación para todos tus hermanos. 4Pues así es
como aprendes que es verdad para ti. 5Nunca te olvides de que es
imposible condenar al Hijo de Dios parcialmente. 6Los que consideras
culpables se convierten en los testigos de tu culpabilidad, y es en ti donde la
verás, pues estará ahí hasta que sea des-hecha. 7La
culpabilidad se encuentra siempre en tu mente, la cual se ha condenado a sí
misma. 8No sigas proyectando culpabilidad, pues mientras lo hagas no
podrá ser deshecha. 9Cada vez que liberas a un hermano de su
culpabilidad, grande es el júbilo en el Cielo, donde los testigos de tu
paternidad se regocijan.
7. La culpabilidad te ciega, pues no podrás ver la
luz mientras sigas viendo una sola mancha de culpabilidad dentro de ti. 2Y
al proyectarla, el mundo te parecerá tenebroso y estar envuelto en ella. 3Arrojas
un oscuro velo sobre él, y así no lo puedes ver porque no puedes mirar en tu
interior. 4Tienes miedo de lo que verías, pero lo que temes ver no
está ahí. 5Aquello de lo que tienes miedo ha desaparecido. 6Si
mirases en tu interior, verías solamente la Expiación, resplandeciendo
serenamente y en paz sobre el altar a tu Padre.
8. No tengas miedo de mirar en tu interior. 2El
ego te dice que lo único que hay dentro de ti es la negrura de la culpabilidad,
y te exhorta a que no mires. 3En lugar de eso, te insta a que
contemples a tus hermanos y veas la culpabilidad en ellos. 4Mas no
puedes hacer eso sin condenarte a seguir estando ciego, 5pues
aquellos que ven a sus hermanos en las tinieblas, y los declaran
culpables en las tinieblas en las que los envuelven, tienen demasiado miedo de
mirar a la luz interna. 6Dentro de ti no se encuentra lo que crees
que está ahí, y en lo que has depositado tu fe. 7Dentro de ti está
la santa señal de la perfecta fe que tu Padre tiene en ti. 8Tu Padre
no te evalúa como tú te evalúas a ti mismo. 9Él se conoce a Sí
Mismo, y conoce la verdad que mora en ti. 10Sabe que no hay
diferencia alguna entre Él y dicha verdad, pues Él no sabe de diferencias.
¿Puedes acaso ver culpabilidad allí donde Dios sabe
que hay perfecta inocencia? 12Puedes negar Su conocimiento, pero no
lo puedes alterar. 13Contempla, pues, la luz que Él puso dentro de
ti, y date cuenta de que lo que temías encontrar ahí, ha sido reemplazado por
el amor.
LECCIÓN 144
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(127)
No hay otro amor que el de Dios.
(128)
En el mundo que veo no hay nada que yo desee.
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