XI. La prueba de la verdad
1. Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no
sabes nada. 2El conocimiento es poder y todo poder es de Dios. 3Tú
que has tratado de quedarte con el poder para ti sólo lo has
"perdido". 4Todavía lo tienes, pero has interpuesto tantos
obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. 5Todo
lo que te has enseñado a ti mismo, ha hecho que seas cada vez menos consciente
de tu poder. 6No sabes lo que es ni dónde se encuentra. 7Has
hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino
fallarte. 8Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad
está más allá de toda apariencia. 9Aun así, lo único que se
interpone entre ti y el poder de Dios que hay en ti, es tu falso aprendizaje,
así como todos tus vanos intentos de querer deshacer lo verdadero.
2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto
sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. 2Pues
te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección
tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla
soñado. 3¿Cómo iba a poder Dios aprender a no ser Dios? 4¿Y
sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiese aprender a
ser impotente? 5¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que
aún prefirieses conservar en lugar de lo que tienes y eres?
3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre
de todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte únicamente
lo que eres ahora. 2El aprendizaje, tiene lugar antes de que
sus efectos supongan de manifiesto. 3El aprendizaje, por lo tanto,
es algo propio del pasado, pero su influencia determina el presente al darle a
éste el significado que tiene para ti. 4Tu aprendizaje no le aporta
al presente significado alguno. 5Nada que jamás aprendiste te puede
ayudar a entender el presente, o enseñarte a deshacer el pasado. 6Tu
pasado es lo que tú te has enseñado a ti mismo. 7Renuncia a él
completamente. 8No trates de entender ningún acontecimiento,
ningún hermano ni ninguna cosa bajo su luz, pues la oscuridad en la que
tratarías de ver tan sólo empañaría lo que vieses. 9No confíes en
que la oscuridad pueda jamás iluminar tu entendimiento, pues si lo haces
estarás contradiciendo la luz, y, por lo tanto, creerás que puedes ver la
oscuridad. 10La oscuridad, no obstante, no se puede ver, pues no es
más que una condición en la que es imposible ver.
4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en
ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes
juzgar la verdad o el valor de este curso. 2Pero Dios no
te abandonó. 3Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la
cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. 4Esta
lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él
gustosamente comparte con Su Hijo. 5Aprende lo que es Su felicidad,
la cual es también la tuya. 6Mas para alcanzar esto tienes primero
que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido
ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas
listas para recibir, y no cerradas para agarrar. 7Toda lección
tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará,
puesto que tú ya no la deseas. 8E intercambiará gustosamente cada
una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. 9Jamás
creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene significado
alguno.
5. Existe una sola prueba -tan infalible como Dios-
con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. 2Si
en realidad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o
todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz,
entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la
tuya. 3A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones
tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a
todos los que te rodean. 4La ausencia de una paz perfecta sólo
significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre
dispuso para él. 5Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra
forma. 6Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo
reemplazará las lecciones tenebrosas que tú no aceptes, te enseñará que tu
voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.
6. No te preocupes por cómo vas a aprender una
lección tan diametralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. 2¿Cómo
ibas a poder saberlo? 3Tu papel es muy simple. 4Sólo tienes
que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. 5Pide nuevas
enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has
aprendido. 6Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o
perturbada, afirma lo siguiente:
7No conozco el
significado de nada, incluido esto.
8No sé, por lo
tanto, cómo responder a ello.
9No me valdré de
lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
10Cuando de este modo te niegues a
tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te
hablará. 11Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en
el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas a Él.
7. Tú no puedes ser tu propio guía hacia los
milagros, pues fuiste tú el que hizo que fuesen necesarios. 2Y
debido a ello, se te proveyeron los medios con los que puedes contar para que
se produzcan los milagros. 3El Hijo de Dios no puede inventar
necesidades que Su Padre no pueda satisfacer sólo con que se dirija a Él levemente.
4Mas Él no puede forzar a Su Hijo a que se dirija a Él y seguir
siendo Él Mismo. 5Es imposible que Dios pueda perder Su Identidad,
ya que si la perdiese, tú perderías la tuya. 6Y dado que Su
Identidad es la tuya, Él no puede cambiar lo que Él es, pues tu Identidad es
inmutable. 7El milagro reconoce la inmutabilidad de Dios al ver a Su
Hijo, como siempre ha sido, y no como lo que él quiere hacer de sí mismo. 8El
milagro produce efectos que sólo la inocencia puede producir, y así, establece
el hecho de que la inocencia es real.
LECCIÓN 163
La muerte no existe.
El Hijo de Dios es libre.
1. La muerte es un pensamiento que adopta muchas
formas, las cuales a menudo no se reconocen. 2La muerte puede
manifestarse en forma de tristeza, miedo, ansiedad o duda; en forma de ira,
falta de fe y desconfianza; preocupación por el cuerpo, envidia, así como en todas aquellas formas en las que el deseo
de ser como no eres pueda venir a tentarte. 3Todos ésos pensamientos
no son sino reflejos de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y portadora de la liberación.
2. En cuanto que encarnación del miedo, anfitrión del
pecado, dios de los culpables y señor de toda ilusión y engaño, el pensamiento
de la muerte parece ser muy poderoso. 2Pues parece encerrar a todas
las cosas vivientes en sus marchitas manos y a todos los deseos y
esperanzas en su puño funesto, así como percibir toda meta únicamente a través
de sus ojos invidentes. 3Los débiles, los indefensos, así como los
enfermos se postran ante su imagen, al pensar que sólo ella es
real, inescapable y digna de su confianza. 4Pues la muerte es lo
único que inevitablemente llegará.
3. Todas las cosas excepto la muerte parecen ser
inciertas y perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya
sido adquirirlas, aNinguna de ellas parece ofrecernos seguridad con
respecto a lo que nos ha de brindar, y son propensas a defraudar las
esperanzas que una vez nos hicieron abrigar y a dejar tras sí un mal sabor de
boca, en lugar de aspiraciones y sueños. 2Pero con la muerte se
puede contar. 3Pues vendrá con pasos firmes cuando haya llegado su
hora: 4Jamás cesará de tomar todo lo que tiene vida como rehén.
4. ¿Te postrarías ante ídolos como éste? 2Aquí
la fortaleza y el poderío de Dios Mismo se perciben dentro de un ídolo hecho de barro. 3Aquí se proclama
que lo opuesto a Dios es señor de toda
la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida, o
que la infinitud del amor y la perfecta e inmutable constancia del Cielo. 4Aquí
por fin se derrota la Voluntad del Padre y del Hijo; y se entierra bajo la
lápida que la muerte ha colocado sobre el cuerpo del santo Hijo de Dios.
5. Impío ahora debido a la derrota, el Hijo de Dios se
ha convertido en lo que la muerte quiere hacer de él. En su epitafio, que la
propia muerte ha escrito, no se menciona su nombre, pues ha pasado a ser polvo.
En él sólo se menciona lo siguiente: “Aquí yace un testigo de que Dios ha
muerto”. Y esto es lo que la muerte escribe una y otra vez, mientras sus
veneradores asienten, y, postrándose con sus frentes en el suelo, susurran
llenas de miedo que así es.
6. Es imposible venerar a la muerte en cualquiera de las formas que
adopta, y al mismo tiempo seleccionar unas cuantas que no favoreces y que
incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto. Pues la muerte es
total. O bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. En
esto no hay términos medios. Pues aquí nos encontramos de nuevo ante algo que
es obvio y que debemos aceptar si queremos gozar de cordura: lo que contradice
totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado
la falsedad de su opuesto.
7. La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso
a los dementes les resulta difícil creerlo. Pues implica que Dios estuvo vivo
una vez y que de alguna manera murió, aparentemente asesinado por aquellos que
no querían que sobreviviese. Al ser la voluntad de éstos más fuerte, pudo
vencer a la Suya y, de esta manera, la vida eterna sucumbió ante la muerte. Y
al morir el Padre, murió también el Hijo.
8. Puede que los que veneran la muerte tengan miedo. Sin embargo,
¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos? Si se diesen cuenta de que
eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. Esto es lo que tú les vas a
mostrar hoy. La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por
la salvación de ellos, así como por la nuestra. Dios no creó la muerte.
Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. Ésta es la
postura que hoy adoptamos. Y se nos concede poder mirar allende la muerte, y
ver la vida que se encuentra más allá.
9. Padre nuestro,
bendice hoy nuestros ojos. Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el
glorioso reflejo de Tu Amor que refulge en todas las cosas. Vivimos y nos
movemos únicamente en Ti. No estamos separados de Tu vida eterna. La muerte no
existe, pues la muerte no es Tu Voluntad. Y moramos allí donde Tú nos ubicaste,
en la vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú y
parte de Ti para siempre. Aceptamos Tus Pensamientos como nuestros, y nuestra
voluntad es una con la Tuya eternamente. Amén.
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