domingo, 22 de julio de 2012

CURSO DE MILAGROS- DIA 203 capitulo y leccion


SEXTO REPASO


Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.

5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.

6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.

21 DE JULIO

VIII. Las condiciones de la paz

1. El instante santo no es más que un caso especial, un ejemplo extremo, de lo que toda situación debería ser. 2El significado que el propósito del Espíritu Santo le ha dado al instante santo, se le da también a toda situación. 3El instante santo suscita la misma suspensión de falta de fe -que se rechaza y no se utiliza- para que la fe pueda responder a la llamada de la verdad. 4El instante santo es el ejemplo supremo, la demostración clara e inequívoca del significado de toda relación y de toda situación cuando se ven como un todo. 5La fe ha aceptado todos los aspectos de la situa­ción, y la falta de fe no ha impuesto el que nada se vea excluido de ella. 6Es una situación de perfecta paz, debido simplemente a que la has dejado ser lo que es.

2. Esta simple cortesía es todo lo que el Espíritu Santo te pide: 2que dejes que la verdad sea lo que es. 3No intervengas, no la ataques, ni interrumpas su llegada. 4Deja que envuelva cada situación y que te brinde paz. 5Ni siquiera se te pide que tengas fe, pues la verdad no pide nada. 6Déjala entrar, y ella invocará la fe que necesitas para gozar de paz, y se asegurará de que dispongas de ella. 7Pero no te alces contra ella, pues no puede hacer acto de presencia si te opones a ella.

3. ¿No desearías hacer de toda situación un instante santo? 2Pues tal es el regalo de la fe, que se da libremente dondequiera que la falta de fe se deja a un lado sin usar. 3El poder del propósito del Espíritu Santo puede usarse entonces en su lugar. 4Este poder transforma instantáneamente todas las situaciones en el único medio, seguro y continuo, de establecer Su propósito y de demostrar su realidad. 5Lo que se ha demostrado ha requerido fe, y ésta ha sido concedida. 6Ahora se convierte en un hecho, del que ya no se puede retirar la fe. 7La tensión que conlleva negarle la fe a la verdad es enorme y mucho mayor de lo que te imaginas. 8Pero responder a la verdad con fe no entraña tensión alguna.

4. Para ti, que has respondido a la llamada de tu Redentor, la ten­sión que conlleva no responder a Su llamada parece ser mayor que antes. 2Pero no es así. 3La resistencia siempre estuvo ahí, pero se la atribuías a otra cosa, creyendo que era esa "otra cosa" la que la producía. 4Mas eso nunca fue verdad. 5Pues lo que esa "otra cosa" producía era pesar y depresión, enfermedad y dolor, tinie­blas y vagas imaginaciones de terror, escalofriantes fantasías de miedo y abrasadores sueños infernales. 6Y todo ello no era más que la intolerable tensión que se producía al negarte a depositar tu fe en la verdad y a ver su evidente realidad.

5. Tal fue la crucifixión del Hijo de Dios. 2Su falta de fe le oca­sionó todo eso. 3Piénsalo muy bien antes de permitirte usar tu falta de fe contra él. 4Pues él ha resucitado, y tú has aceptado la Causa de su despertar como tu propia causa. 5Has asumido el papel que te corresponde en su redención, y ahora eres completamente responsable por él. 6No le falles ahora, pues te ha sido dado comprender lo que tu falta de fe en él te ocasiona. 7Su salva­ción es tu único propósito. 8Ve sólo esto en toda situación, y cada una de ellas se convertirá en un medio de brindarte sólo eso.

6. Cuando aceptaste la verdad como el objetivo de tu relación, te convertiste en un dador de paz tan irremediablemente como que tu Padre te dio paz. 2Pues el objetivo de la paz no se puede aceptar sin sus condiciones, y tú tuviste que haber tenido fe en dicho objetivo, pues nadie acepta lo que no cree que es real. 3Tu propósito no ha cambiado ni cambiará jamás, pues aceptaste lo que nunca puede cambiar. 4Y ahora no le puedes negar nada que necesite para ser eternamente inmutable. 5Tu liberación es segura. 6Da tal como has recibido. 7Y demuestra que te has elevado muy por encima de cualquier situación que pudiese detenerte y mantenerte separado de Aquel Cuya llamada contestaste.

LECCIÓN 203

No soy un cuerpo. Soy libre.

Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (183) Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.

2El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él.

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.

5Pues aún soy tal como Dios me creó.

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