IV. La herencia del Hijo de Dios
1. Nunca olvides que la Filiación es tu salvación,
pues la Filiación es tu Ser. 2Al ser la creación de Dios, es tuya, y
al pertenecerte a ti, es Suya. 3Tu Ser no necesita salvación, pero
tu mente necesita aprender lo que es la salvación. 4No se te salva de nada, sino que se te salva para la
gloria. 5La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la
extendieras. 6No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser
pierdes todo tu entendimiento porque estás contemplando lo que Dios creó como
lo que eres, sin amor. 7Y puesto que lo que Él creó forma parte de
Él, le estás negando el lugar que le corresponde en Su Propio altar.
2. ¿Cómo ibas a poder saber que estás en tu hogar si
tratas de echar a Dios del Suyo? 2¿Cómo podría el Hijo negar al
Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él? 3Las
leyes de Dios existen para tu protección, y no existen en vano. 4Lo
que experimentas cuando niegas a tu Padre sigue siendo para tu protección, pues
el poder de tu voluntad no puede ser reducido a menos que Dios intervenga
contra él, y cualquier limitación de tu poder no es la Voluntad de Dios. 5Recurre,
por lo tanto, únicamente al poder que Dios te dio para salvarte, recordando que
es tuyo porque es Suyo, y únete a tus
hermanos en Su paz.
3. Tu paz reside en el hecho de que Su paz es
ilimitada. 2Limita la paz que compartes con Él, y tu Ser se vuelve
necesariamente un extraño para ti. 3Todo altar a Dios forma parte de
ti porque la luz que Él creó es una con Él. 4¿Le negarías a un
hermano la luz que posees? 5No lo harías si te dieses cuenta de que
con ello sólo podrías nublar tu propia mente. 6En la medida en que
lo traes de regreso, regresas también tú. 7Ésa es la ley de Dios
para la protección de la plenitud de Su Hijo.
4. Sólo tú
puedes privarte a ti mismo de algo. 2No resistas este hecho,
pues es en verdad el comienzo de la iluminación. 3Recuerda también
que la negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes aprender
a reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. 4Éste
es un paso crucial en el proceso de re-despertar. 5Las fases
iniciales de esta inversión son con frecuencia bastante dolorosas, pues al
dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada
tendencia a albergarla adentro. 6Al principio es difícil darse
cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que
se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera.
5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas
por tu privación, te estás culpando a ti mismo. 2Y no puedes
culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. 3Por eso es por lo que la
culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte. 4Échate a ti
mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. 5Culparse
uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus
defensas tal como culpar a los demás lo es. 6No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo. 7Cuando
Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por su
Padre. 8Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos
comparten la gloria y a Ambos se les glorifica juntos.
6. Cristo está en el altar de Dios, esperando para darle
la bienvenida al Hijo de Dios. 2Pero ven sin ninguna condenación,
pues, de lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes
entrar. 3La puerta no está atrancada, y es imposible que no puedas
entrar allí donde Dios quiere que estés. 4Pero ámate a ti mismo con
el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre. 5Puedes negarte
a entrar, pero no pueden atrancar la puerta que Cristo mantiene abierta. 6Ven
a mí que la mantengo abierta para ti, pues mientras yo viva no podrá cerrarse,
y yo viviré eternamente. 7Dios es mi vida y la tuya, y Él no le
niega nada a Su Hijo.
7. En el altar de Dios Cristo espera Su propia
reinstauración en ti. 2Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable
como Él Mismo, y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo. 3Cristo
espera a que lo aceptes como lo que tú eres, y a que aceptes Su Plenitud como
la tuya propia. 4Pues Cristo es el Hijo de Dios, que vive en Su
Creador y refulge con Su gloria. 5Cristo es la extensión del Amor y
de la belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él.
8. Bendito es el Hijo de Dios cuyo resplandor es el
de su Padre, y cuya gloria él quiere compartir tal como su Padre la comparte
con él. 2No hay condenación en el Hijo, puesto que no hay condenación
en el Padre. 3Dado que el Hijo comparte el perfecto Amor del Padre,
no puede sino compartir todo lo que le pertenece a Él, pues de otra manera, no
podría conocer ni al Padre ni al Hijo. 4¡Que la paz sea contigo que
descansas en Dios, y en quien toda la Filiación descansa!
LECCIÓN 112
Para
los repasos de mañana y noche:
1.
(93) La luz, la dicha y la paz moran
en mí.
2Soy
la morada de la luz, la dicha y la paz.
3Les
doy la bienvenida a la morada que comparto con Dios, porque formo parte de Él.
2.
(94) Soy tal como Dios me creó.
2He
de ser eternamente como siempre he sido, al haber sido creado por el Inmutable
a Su Semejanza.
3Y
soy uno con El, así como Él es uno conmigo.
3.
A la hora en punto:
2La luz, la dicha y la paz moran en mí.
3Media hora más tarde:
4Soy tal como Dios me creó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario