II. Cómo recordar a Dios
1. Los milagros son simplemente la transformación de
la negación en verdad. 2Si amarse uno a sí mismo significa curarse
uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. 3Por
lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están
negando a sí mismos. 4Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no
podrían estar enfermos. 5La tarea del obrador de milagros es, por
lo tanto, negar la negación de la verdad. 6Los enfermos deben
curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos. 7Mas al haberla
nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es
suya.
2. La luz brilla en todos ellos con igual intensidad
independientemente de cuán densa sea la niebla que la oculta. 2Si
no le otorgas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. 3Pues
sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. 4Y debe ser él
mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. 5Tú
puedes recordar esto por toda la Filiación. 6No permitas que tu
hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. 7Pero cuando
tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le
recuerda solo. 8Esto es lo que has olvidado. 9Percibir
la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera
de recordar a Dios. 10Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y
la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar.
3. No percibas en la enfermedad más que una súplica
de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree que no se puede ofrecer a sí
mismo. 2Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que un remedio. 3Alcanzarás
la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros, pues percibir en la
enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio una súplica de amor. 4Y
dar a un hermano lo que realmente desea es ofrecértelo a ti mismo, ya que tu
padre dispone que comprendas que tu hermano y tú sois lo mismo. 5Concédele
su petición de amor, y la tuya quedará concedida. 6La curación es el
Amor de Cristo por Su Padre y por Sí Mismo.
4. Recuerda lo que dijimos acerca de las
percepciones atemorizantes que tienen los niños pequeños, las cuales son
aterrorizantes para ellos porque no las entienden. 2Si piden
iluminación y la aceptan, sus miedos se desvanecen. 3Pero si ocultan
sus pesadillas, las conservan. 4Es fácil ayudar a un niño inseguro,
ya que reconoce que no entiende el significado de sus percepciones. 5Tú,
sin embargo, crees que entiendes el significado de las tuyas. 6Criatura
de Dios, estás ocultando tu cabeza bajo unas pesadas mantas que tú mismo te has
echado encima. 7Estás ocultando tus pesadillas en la oscuridad de
tu falsa certeza y negándote a abrir los ojos y a mirarlas de frente.
5. No nos quedemos con las pesadillas, pues no son
ofrendas dignas de Cristo, y, por lo tanto, no son regalos dignos de ti. 2Quítate
las mantas de encima y hazle frente a lo que te da miedo. 3Sólo lo
que tú te imaginas que ello pueda ser es lo que te da miedo, pues la realidad
de lo que no es nada no puede dar miedo. 4 No demoremos esto, pues
el sueño de odio no se apartará de ti a menos que tengas ayuda, y la Ayuda ya
está aquí. 5Aprende a mantenerte sereno en medio de la agitación,
pues la quietud supone el final de la lucha y en esto consiste la jornada a la
paz. 6Mira de frente cada imagen que surja para demorarte, pues el
logro del objetivo es inevitable debido a que es eterno. 7Tener al
amor por objetivo es algo a lo que tienes derecho, y ello es así a pesar de tus
sueños.
6. Quieres todavía lo que Dios dispone, y ninguna
pesadilla puede impedir que un Hijo de Dios logre su propósito. 2Pues
tu propósito te fue dado por Dios y no puedes sino cumplirlo, ya que ésa es Su
Voluntad. 3Despierta y recuerda tu propósito, pues es tu voluntad
recordarlos 4Lo que ya se ha llevado acabo por ti tiene que ser
tuyo. 5No permitas que tu odio obstruya el camino del amor, pues no
hay nada que pueda resistirse al Amor que Cristo le profesa a Su
Padre, o al Amor que Su Padre le profesa a Él.
7. Dentro de poco me verás, pues yo no estoy oculto
porque tú te estés ocultando. 2Es tan seguro que te despertaré como
que me desperté a mí mismo, porque desperté por ti. 3En mi
resurrección radica tu liberación. 4Nuestra misión es escaparnos de
la crucifixión, no de la redención. 5Confía en mi ayuda, pues yo no
caminé solo, y caminaré contigo de la misma manera en que nuestro Padre caminó
conmigo: 6¿No sabías que caminé con Él en paz? 7¿Y no significa
eso que la paz nos acompaña durante toda la jornada?
8. En el amor perfecto no hay miedo. 2No
haremos otra cosa que mostrarte la perfección de lo que ya es perfecto en ti. 3No
tienes miedo de lo desconocido sino de lo conocido. 4No fracasarás
en tu misión porque yo no fracasé en la mía. 5En nombre de la
absoluta confianza que tengo en ti, confía en mí aunque sólo sea un poco, y
alcanzaremos fácilmente la meta de perfección juntos. 6Pues la perfección
simplemente es y no puede ser negada. 7Negar la negación de lo
perfecto no es tan difícil como negar la verdad; y creerás en lo que podemos
realizar juntos cuando lo veas realizado.
9. Tú que has tratado de desterrar el amor no has
podido lograrlo, pero tú que eliges desterrar el miedo no podrás por menos que
triunfar. 2El Señor está contigo, pero tú no lo sabes. 3Sin
embargo, tu Redentor vive, y mora en ti en la paz de la cual Él fue creado. 4¿No
te gustaría intercambiar tu conciencia de miedo por ésta conciencia? 5Cuando
hayamos superado el miedo -no ocultándolo, ni restándole importancia, ni
negando en modo alguno su impacto- esto es lo que realmente verás. 6No
puedes dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la verdadera visión
a menos que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has
juzgado contra ellos. 7Si los examinas, el Espíritu Santo los
juzgará, y los juzgará correctamente. 8Sin embargo, Él no puede
eliminar con Su luz lo que tú mantienes oculto, pues tú no se lo has ofrecido y
Él no puede quitártelo.
10. Nos estamos embarcando, por lo tanto, en un
programa muy bien organizado, debidamente estructurado y cuidadosamente
planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al Espíritu Santo todo
aquello que no desees. 2El sabe qué hacer con ello. 3Tú,
sin embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. 4Cualquier
cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece. 5No
obstante, tú tienes que estar completamente dispuesto a examinar eso que le
entregas, ya que de otro modo Su conocimiento no te servirá de nada. 6Él
jamás dejará de prestarte ayuda, pues prestar ayuda es Su único propósito. 7¿No
es cierto acaso que tienes más razones para temer al mundo tal como lo
percibes, que para mirar a la causa del miedo y abandonarla para siempre?
LECCIÓN 121
El perdón es la llave de la felicidad.
1. He aquí la respuesta
a tu búsqueda de paz. 2He aquí lo que le dará significado a un mundo
que no parece tener sentido. 3He aquí la senda que conduce a la
seguridad en medio de aparentes peligros que parecen acecharte en cada recodo
del camino y socavar todas tus esperanzas de poder hallar alguna vez paz y
tranquilidad. 4Con esta idea todas tus preguntas quedan
contestadas; con esta idea queda asegurado de una vez por todas el fin de la
incertidumbre.
2. La mente que no
perdona vive atemorizada, y no le da margen al amor para ser lo que es ni para
que pueda desplegar sus alas en paz y remontarse por encima de la confusión del
mundo. 2La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder
hallar alivio o liberarse del dolor. 3Sufre y mora en la aflicción,
merodeando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obstante, de
que el peligro la acecha allí.
3. La mente que no
perdona vive atormentada por la duda, confundida con respecto a sí misma, así
como con respecto a todo lo que ve, atemorizada y airada. aLa mente
que no perdona es débil y presumida, tan temerosa de seguir adelante como de
quedarse donde está, de despertar como de irse a dormir. aTiene
miedo también de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio; la
oscuridad la aterra, mas la proximidad de la luz la aterra todavía más. 2¿Qué
puede percibir la mente que no perdona sino su propia condenación? 3¿Qué
puede contemplar sino la prueba de que todos sus pecados son reales?
4.
La mente que no perdona no ve errores, sino pecados. 2Contempla el
mundo con ojos invidentes y da alaridos al ver sus propias proyecciones
alzarse para arremeter contra la miserable parodia que es su vida. 3Desea
vivir, sin embargo, anhela estar muerta. 4Desea el perdón, sin
embargo, ha perdido toda esperanza. 5Desea escapar, sin embargo, no
puede ni siquiera concebirlo, pues ve pecado por doquier.
5. La mente que no
perdona vive desesperada, sin la menor esperanza de que el futuro pueda
ofrecerle nada que no sea desesperación. 2Ve sus juicios con
respecto al mundo, no obstante, como algo irreversible, sin darse cuenta de que
se ha condenado a sí misma a esta desesperación. 3No cree que pueda
cambiar, pues lo que ve da testimonio de que sus juicios son acertados. 4No
pregunta, pues cree saber. 5No cuestiona, convencida de que tiene
razón.
6.
El perdón es algo que se adquiere. 2No
es algo inherente a la mente, la cual no puede pecar. 3Del mismo
modo en que el pecado es una idea que te enseñaste a ti mismo, así el perdón es
algo que tiene que aprender, no de ti mismo, sino del Maestro que representa
tu otro Ser. 4A través de Él aprendes a perdonar al ser que crees
haber hecho, y dejas que desaparezca. 5Así es como le devuelves tu
mente en su totalidad a Aquel que es tu Ser y que jamás puede pecar.
7.
Cada mente que no perdona te brinda una
oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma. 2Cada
una de ellas está esperando a liberarse del infierno a través de ti, y se
dirige a ti implorando el Cielo aquí y ahora. 3No tiene esperanzas,
pero tú te conviertes en su esperanza. 4Y al convertirte en su
esperanza, te vuelves la tuya propia. 5La mente que no perdona tiene
que aprender, mediante tu perdón, que se ha salvado del infierno. 6Y
a medida que enseñes salvación, aprenderás lo que es. 7Sin embargo,
todo cuanto enseñes y todo cuanto aprendas no procederá de ti, sino del Maestro
que se te dio para que te mostrase el camino.
8. Nuestra práctica de hoy consiste
en aprender a perdonar. 2Si estás dispuesto, hoy puedes
aprender a aceptar la llave de la felicidad y a usarla en beneficio propio. 3Dedicaremos
diez minutos por la mañana y otros diez por la noche a aprender cómo otorgar
perdón y también cómo recibirlo.
9.
La mente que no perdona no cree que dar y
recibir sean lo mismo. 2Hoy trataremos, no obstante, de
aprender que son uno y lo mismo practicando el perdón con alguien a quien
consideras un enemigo, así como con alguien a quien consideras un amigo. 3Y
a medida que aprendas a verlos a ambos como uno solo, extenderemos la lección
hasta ti y veremos que su escape supone el tuyo.
10.
Comienza las sesiones de práctica más largas
pensando en alguien que no te cae bien, alguien que parece irritarte y con
quien lamentarías haberte encontrado; alguien a quien detestas vehementemente o
que simplemente tratas de ignorar. 2La forma en que tu hostilidad se
manifiesta es irrelevante. 3Probablemente ya sabes de quién se
trata. 4Ese mismo vale.
11.
Cierra ahora los ojos y, visualizándolo en tu
mente, contémplalo por un rato. 2Trata de percibir algún atisbo de
luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías
notado. 3Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad brillando
a través de la desagradable imagen que de él has formado. 4Continúa
contemplando esa imagen hasta que veas luz en alguna parte de ella, y trata
entonces de que esa luz se expanda
hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso.
12. Contempla esta nueva percepción
por un rato, y luego trae a la mente la imagen de alguien a quien consideras un
amigo. 2Trata de transferirle a éste la luz que aprendiste a ver en
torno de quien antes fuera tu "enemigo". 3Percíbelo ahora
como algo más que un amigo, pues en esa luz su santidad te muestra a tu
salvador, salvado y salvando, sano e íntegro.
13. Permite entonces que él te
ofrezca la luz que ves en él, y deja que tu "enemigo" y tu amigo se
unan para bendecirte con lo que tú les diste. 2Ahora eres uno con
ellos, tal como ellos son uno contigo. 3Ahora te has perdonado a ti
mismo. 4No te olvides a lo largo del día del papel que juega la
salvación en brindar felicidad a todas las mentes que no perdonan, incluyendo
la tuya. 5Cada vez que el reloj dé la hora, di para tus adentros:
6El perdón es la llave
de la felicidad.
7Despertaré del sueño
de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo
de Dios
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