VII. El punto de encuentro
1. ¡Cuán tenazmente defiende su especialismo
-deseando que sea verdad- todo aquel que se encuentra encadenado a este mundo! 2Su
deseo es ley para él, y él lo obedece. 3Todo lo que su deseo de ser
especial exige, él se lo concede. 4Nada que este amado deseo
necesite, él se lo niega. 5Y mientras este deseo lo llame, él no
oirá otra Voz. 6Ningún esfuerzo es demasiado grande, ningún costo
excesivo ni ningún precio prohibitivo a la hora de salvar su deseo de ser
especial del más leve desaire, del más mínimo ataque, de la menor duda, del
menor indicio de amenaza, o de lo que sea, excepto de la reverencia más
absoluta. 7Éste es tu hijo, amado por ti como tú lo eres por tu
Padre. 8Él es quien ocupa el lugar de tus creaciones, que sí son tu
hijo, y que se te dieron para que compartieses la Paternidad de Dios, no para
que se la arrebatases. 9¿Quién es este hijo que has hecho para que
sea tu fortaleza? 10¿Qué criatura de la tierra es ésta sobre la que
se vuelca tanto amor? 11¿Qué parodia de la creación de Dios es ésta
que ocupa el lugar de tus creaciones? 12¿Y dónde se encuentran
éstas, ahora que el anfitrión de Dios ha encontrado otro hijo al que prefiere
en lugar de ellas?
2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. 2Lo
que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación,
todo lo creado y todo lo que crea, todo lo nacido o por nacer; lo que todavía
está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. 3Lo que se encuentra
en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reconocerás también tu propia
inmutabilidad. 4La santidad que mora en ti le pertenece a tu
hermano. 5Y al verla en él, regresa a ti. 6Todo tributo
que le hayas prestado a tu especialismo le corresponde a él, y de esta manera
regresa a ti. 7Todo el amor y cuidado que le profesas a tu
especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por
él día y noche, tu profunda preocupación, así como la firme convicción de que
eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. 8Todo lo que le
has dado a tu especialismo le corresponde a él. 9Y todo lo que le
corresponde a él te corresponde a ti.
3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te
domine el deseo de ser especial? 2¿Cómo no ibas a poder reconocerla
en su santidad? 3No trates de convertir tu especialismo en la
verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. 4En lugar de
ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu
hermano debido a que es la verdad. 5Y lo que es verdad con
respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.
4. Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger
la mente? 2El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino
temporalmente. 3Y mucho de lo que crees que lo protege, en realidad
le hace daño. 4¿Para qué quieres proteger el cuerpo? 5Pues
en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. 6Si lo
proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para albergar
más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor
de tu odio, lo estás condenando a la putrefacción y a la muerte. 7Y
si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del
tuyo. 8Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu
hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de
la putrefacción.
5. El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, 2lo
cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, debido a que tú
no fuiste su creador. 3No permitas que tus absurdas fantasías te
atemoricen. 4Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es
sólo temporal no tiene efectos. 5Únicamente el propósito que ves en
ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. 6Si
no es verdad, no tiene propósito alguno, ni sirve como medio para nada. 7Cualquier
cosa que se perciba como medio para la verdad comparte la santidad de ésta y
descansa en una luz tan segura como la verdad misma. 8Esa luz no
desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. 9Su santo propósito le
confirió inmortalidad, encendiendo otra luz en el Cielo, que tus creaciones
reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has
olvidado de ellas.
6. La prueba a la que puedes someter todas las cosas
en esta tierra es simplemente esta: ¿"Para qué es"? 2La
contestación a esta pregunta es lo que le confiere el significado que ello
tiene para ti. 3De por sí, no tiene ninguno, sin embargo, tú le
puedes otorgar realidad, según el propósito al que sirvas. 4En esto
no eres más que un medio, al igual que ello. 5Dios es a la vez Medio
y Fin. 6En el Cielo, los medios y el fin son uno y lo mismo, y son
uno con Él. 9Éste es el estado de verdadera creación, el cual no se
encuentra en el tiempo, sino en la eternidad. 8Es algo
indescriptible para cualquiera aquí. 9No hay modo de aprender lo que
ese estado significa. 10No se comprenderá hasta que vayas más allá
de lo Dado y vuelvas a construir un santo hogar para tus creaciones.
7. Un co-creador con el Padre tiene que tener un
Hijo. 2Sin embargo, este Hijo tiene que haber sido creado a
semejanza de Sí Mismo: como un ser perfecto, que todo lo abarca y es abarcado
por todo, al que no hay nada que añadir ni nada que restar; un ser que no tiene
tamaño, que no ha nacido en ningún lugar o tiempo ni está sujeto a límites o
incertidumbres de ninguna clase. 3Ahí los medios y el fin se vuelven
uno, y esta unidad no tiene fin. 4Todo esto es verdad, y, sin
embargo, no significa nada para quien todavía retiene en su memoria una sola
lección que aún no haya aprendido, un solo pensamiento cuyo propósito sea aún
incierto o un solo deseo con dos objetivos.
8. Este curso no pretende enseñar lo que no se puede
aprender fácilmente. 2Su alcance no excede el tuyo, excepto para
señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. 3Aquí los
medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se
perciben. 4Por lo tanto, los tratamos como si lo estuviesen. 5Es
esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que
se haya comprendido su propósito. 6La percepción no parece ser un
medio. 7Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué
punto depende del propósito que tú le asignas. 8Parece que es la
percepción la que te enseña lo que ves. 9Sin embargo, lo único que
hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. 10Es el cuadro
externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.
9. Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. 2Contempla
este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. 3Y sin ninguna luz
parecerá haber desaparecido. 4Sin embargo, estás convencido de que
está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movimientos. 5He
aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; 6el medio para hacer
que tu deseo se cumpla. 7Te proporciona los ojos con los que lo
contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas
los sonidos que emite. 8De este modo te demuestra su realidad.
10. Así es como el cuerpo se convierte en una teoría
de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de
él, ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. 2Cuando se
contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. 3El
cuerpo crece y se marchita, florece y muere. 4Y tú no puedes
concebirte a ti mismo aparte de él. 5Lo tildas de pecaminoso y odias
sus acciones, tachándolo de malvado. 6No obstante, tu deseo de ser
especial susurra: "He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco". 7Así
es como el "hijo" se convierte en el medio para apoyar el propósito
de su "padre". 8No es idéntico, ni siquiera parecido,
aunque aún es el medio de ofrecer al "padre" lo que él quiere. 9Tal
es la parodia que se hace de la creación de Dios. 10Pues de la misma
manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar
testimonio de Su Amor y de compartir Su propósito- así el cuerpo da testimonio
de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.
11. De esta manera se concibieron dos hijos, y ambos
parecen caminar por esta tierra sin un lugar donde poderse reunir y sin un
punto de encuentro. 2A uno de ellos -tu amado hijo- lo percibes como
externo a ti. 3El otro -el Hijo de su Padre- descansa en el interior
de tu hermano tal como descansa en el tuyo. 4La diferencia entre
ellos no estriba en sus apariencias, ni en el lugar hacia donde se dirigen y ni
siquiera en lo que hacen. 5Tienen distintos propósitos. 6Eso
es lo que los une a los que son semejantes a ellos y lo que los separa de todo
lo que tiene un propósito diferente. 7El Hijo de Dios conserva aún
la Voluntad de su Padre. 8El hijo del hombre percibe una voluntad
ajena y desea que sea verdad. 9Y así, su percepción apoya su deseo,
haciendo que parezca verdad. 10La percepción, sin embargo, puede
servir para otro propósito. 11No está sujeta al deseo de ser
especial, excepto si así lo decides. 12Y se te ha concedido poder
tomar otra decisión y usar la percepción para un propósito diferente. 13Y
lo que veas servirá debidamente para ese propósito y te demostrará su
realidad.
LECCIÓN 277
No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé.
1. Tu Hijo es libre, Padre mío. 2No
dejes que me imagine que lo he aprisionado con las leyes que yo mismo inventé
para que gobernasen el cuerpo. 3Él no está sujeto a ninguna de las leyes que
promulgué para ofrecerle más seguridad al cuerpo. 4Lo
que cambia no puede alterarlo a él en absoluto. 5Él no es esclavo de
ninguna de las leyes del tiempo. 6Él es tal como Tú lo creaste porque no
conoce otra ley que la del amor.
2. No adoremos ídolos ni creamos en ninguna ley que la
idolatría quiera maquinar para ocultar la libertad de que goza el Hijo de Dios.
2El Hijo de Dios no está
encadenado por nada excepto por sus propias creencias. 3Mas lo que
él es, está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad. 4Es
libre por razón de Quién es su Padre. 5Y nada puede aprisionarlo a menos que la verdad de
Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo.
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