Capítulo 26
LA TRANSICIÓN
I. El "sacrificio" de la unicidad*
1. El sacrificio es una idea clave en la
"dinámica" del ataque. 2Es el eje sobre el que toda
transigencia, todo desesperado intento de cerrar un trato y todo conflicto
alcanza un aparente equilibrio. 3Es el símbolo del tema central
según el cual alguien siempre tiene que perder. 4El hincapié
que hace en el cuerpo es evidente, pues el sacrificio es siempre un intento de
minimizar la pérdida. 5El cuerpo en sí es un sacrificio, una
renuncia al poder a cambio de quedarte con una pequeña porción de él para ti
solo. 6Ver a un hermano en otro cuerpo, separado del tuyo, es la
expresión del deseo de ver únicamente una pequeña parte de él y de sacrificar
el resto. 7Contempla el mundo y verás que nada está unido a nada más
allá de sí mismo. 8Todas las aparentes entidades pueden acercarse o
alejarse un poco, pero no pueden unirse.
2. El mundo que ves está basado en el
"sacrificio" de la unicidad. 2Es la imagen de una total
desunión y de una absoluta falta de unidad. 3Alrededor de cada
entidad se erige una muralla tan sólida en apariencia, que parece como si lo
que se encuentra adentro jamás pudiese salir afuera, y lo que se encuentra afuera
jamás pudiese llegar hasta lo que se encuentra oculto allí. 4Cada
parte tiene que sacrificar a otra para conservar su propia integridad. 5Pues
si se uniesen, cada una perdería su identidad individual, y es mediante esa
separación como conservan su individualidad.
3. Lo poco que el cuerpo mantiene cercado se
convierte en el yo, el cual se conserva mediante el sacrificio de todo lo
demás. 2Y todo lo demás no puede sino perder esta pequeña parte y
permanecer incompleto a fin de mantener intacta su propia identidad. 3En
esta percepción de ti mismo la pérdida del cuerpo sería ciertamente un
sacrificio. 4Pues ver cuerpos se convierte en la señal de que el
sacrificio es limitado y de que aún queda algo que es exclusivamente para ti. 5Y
para que esa ínfima parte te pertenezca, se demarcan límites en todo lo que es
externo a ti, así como en lo que crees que es tuyo. 6Pues dar es lo
mismo que recibir. 7Y aceptar las limitaciones de un cuerpo es
imponer esas mismas limitaciones a cada hermano que ves. 8Pues sólo
puedes ver a tu hermano como te ves a ti mismo.
4. El cuerpo supone una pérdida, y, por lo
tanto, se puede usar para los fines del sacrificio. 2Y mientras veas
a tu hermano como un cuerpo, aparte de ti y separado dentro de su celda,
estarás exigiendo que tanto tú como él os sacrifiquéis. 3¿Qué mayor
sacrificio puede haber que exigirle al Hijo de Dios que se perciba a sí mismo
sin su Padre? 4¿O que su Padre esté sin Su Hijo? 5Sin
embargo, todo sacrificio exige que estén separados, y el uno sin el otro. 6El
recuerdo de Dios se niega si se le exige a alguien algún sacrificio. 7¿Qué
testigo de la plenitud del Hijo de Dios puede verse en un mundo de cuerpos
separados, por mucho que él dé testimonio de la verdad? 8Él es
invisible en un mundo así. 9Y su himno de unión y de amor no puede
oírse en absoluto. 10No obstante, se le ha concedido hacer que el
mundo retroceda ante su himno y que su visión reemplace a los ojos del cuerpo.
5. Aquellos que quieren ver los testigos de la
verdad en vez de los de la ilusión, piden simplemente poder ver en el mundo un
propósito que haga que el mundo tenga sentido y significado. 2Sin tu
función especial, no tiene ningún significado para ti. 3Sin embargo,
se puede convertir en una mina tan rica e ilimitada como el Cielo mismo. 4No
hay ni un solo instante en el que la santidad de tu hermano no se pueda ver y
con ello añadir abundante riqueza a cada diminuto fragmento y a cada pequeña
migaja de felicidad que te concedes a ti mismo.
6. Puedes perder de vista la unicidad, pero no
puedes sacrificar su realidad. 2Tampoco puedes perder aquello que
quieres sacrificar ni impedir que el Espíritu Santo lleve a cabo Su misión de
mostrarte que la unicidad no se ha perdido. 3Escucha, pues, el himno
que te canta tu hermano, y según dejas que el mundo retroceda, acepta el
descanso que su testimonio te ofrece en nombre de la paz. 4Pero no
lo juzgues, pues si lo haces, no oirás el himno de tu liberación ni verás lo
que le es dado a él atestiguar a fin de que tú puedas verlo y regocijarte junto
con él. 5No dejes que debido a tu creencia en el pecado su santidad
sea sacrificada, 6pues sacrificas tu inocencia con la suya, y mueres
cada vez que ves en él un pecado por el que él merece morir.
7. Sin embargo, puedes renacer en cualquier instante
y recibir vida nuevamente. 2La santidad de tu hermano te da vida a
ti que no puedes morir porque Dios conoce su inocencia, la cual tú no puedes
sacrificar, tal como tu luz tampoco puede desaparecer porque él no la vea. 3Tú
que querías hacer de la vida un sacrificio, y que tus ojos y oídos fuesen testigos
de la muerte de Dios y de Su santo Hijo, no pienses que tienes el poder para
hacer de Ellos lo que Dios no dispuso que fuesen. 4En el Cielo, el
Hijo de Dios no está aprisionado en un cuerpo ni ha sido sacrificado al pecado
en soledad. 5Y tal como él es en el Cielo, así tiene que ser eternamente
y en todas partes. 6Es por siempre él mismo: nacido de nuevo cada
instante, inmune al tiempo y mucho más allá del alcance de cualquier sacrificio
de vida o de muerte. 7Pues él no creó ni una ni otra, y sólo una le
fue dada por Uno que sabe que Sus dones jamás se pueden sacrificar o perder.
8. La justicia de Dios descansa amorosamente sobre
Su Hijo, manteniéndolo a salvo de toda injusticia que el mundo quisiera cometer
contra él. 2¿Podrías acaso hacer que sus pecados fuesen reales, y
sacrificar así la Voluntad de su Padre con respecto a él? 3No lo
condenes viéndolo dentro de la putrescente prisión en la que él se ve a sí
mismo. 4Tu función especial es asegurarte de que la puerta se abra,
de modo que él pueda salir para verter su luz sobre ti y devolverte el regalo
de la libertad al recibirlo de ti. 5¿Y cuál podría ser la función
especial del Espíritu Santo, sino la de liberar al santo Hijo de Dios del
aprisionamiento que él concibió para negarse a sí mismo la justicia? 6¿Y
podría ser tu función una tarea aparte y distinta de la Suya?
8. ¿Qué es el mundo real?
1. El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que
la percepción ofrece. 2No obstante, es lo opuesto a lo que tú
fabricaste. 3Ves tu mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te
trae a la mente los testigos del terror. 4El mundo real sólo lo
pueden percibir los ojos que han sido bendecidos por el perdón, los cuales,
consecuentemente, ven un mundo donde el terror es imposible y donde no se puede
encontrar ningún testigo del miedo.
2.
El mundo real te ofrece una contrapartida para
cada pensamiento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una
corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan
tu mundo. 2El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra
manera: a través de ojos
serenos y de una mente en paz. 3Allí sólo hay reposo. 4No
se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón. 5Y las escenas que se ven son apacibles, 6pues
sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado
a sí misma.
3. ¿Qué necesidad tiene dicha mente
de pensamientos de muerte, asesinato o ataque? 2¿De qué puede
sentirse rodeada sino de seguridad, amor y dicha? 3¿Qué podría
haber que ella quisiese condenar? a¿Y contra qué querría juzgar? 4El mundo que ve emana de una mente que está en paz
consigo misma. 5No ve peligro en nada de lo que contempla, pues es
bondadosa, y lo único que ve es bondad.
4. El mundo real es el símbolo de
que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de
Dios ha despertado. 2Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el
inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido
redimido. 3El mundo real representa el final del tiempo, pues
cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.
5. El Espíritu Santo no tiene
necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había
asignado. 2Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el
paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando
solamente a la verdad para que sea tal como es. 3Ese instante es
nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. 4Y al contemplar
un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a
casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante
nuestro perdón.
LECCIÓN 291
Éste es un día de sosiego y de paz.
1.
Hoy la visión de Cristo contempla todo a través
de mí. 2Su vista me muestra que todas las
cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma
visión al mundo. 3En su nombre acepto esta visión para mí, así como
para el mundo. 4¡Cuánta hermosura contemplamos en este día! 5¡Cuánta
santidad vemos a nuestro alrededor! 6Y se nos concede reconocer que es una santidad que
compartimos, pues es la Santidad de Dios Mismo.
2. Mi mente se
aquieta hoy, para recibir los Pensamientos que Tú me ofreces. 2Y acepto lo que procede de Ti, en lugar de lo que procede de mí. 3No
sé cómo llegar hasta Ti. 4Mas Tú lo sabes perfectamente. 5Padre,
guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. 6Haz
que mi perdón sea total y completo y que Tu recuerdo retorne a mí.
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