IX. La justicia del Cielo
1. ¿Qué otra cosa sino la arrogancia podría pensar
que la justicia del Cielo no puede eliminar tus insignificantes errores? 2¿Y
qué podría significar eso, sino que son pecados y no errores, eternamente
incorregibles y a los que hay que corresponder con venganza y no con justicia?
3¿Estás dispuesto a que se te libere de todas las consecuencias del
pecado? 4No puedes contestar esta pregunta hasta que entiendas todo
lo que implica la respuesta. 5Pues si contestas "sí"
significa que renuncias a todos los valores de este mundo en favor de la paz
del Cielo. 6Significa también que no vas a conservar ni un solo
pecado 7ni a abrigar ninguna duda de que esto es posible que le
permitiese al pecado conservar su lugar. 8Significa asimismo que
ahora la verdad tiene más valor para ti que todas las ilusiones. 9Y
reconoces que la verdad tiene que serte revelada, ya que no sabes lo que es.
2. Dar a regañadientes es no recibir el regalo, pues
no estás dispuesto a aceptarlo. 2Se te guarda hasta que tu
renuencia a recibirlo desaparezca y estés dispuesto a que te sea dado. 3La
justicia de Dios merece gratitud, no temor. 4Ni tú ni nadie puede
perder nada que deis, sino que todo ello se atesora y se guarda en el Cielo,
donde todos los tesoros que le han sido dados al Hijo de Dios se conservan para
él y se le ofrecen a todo aquel que simplemente extiende la mano dispuesto a
recibirlos. 5El tesoro no merma al ser dado. 6Cada regalo
no hace sino aumentar el caudal de su riqueza, 7pues Dios es justo. 8Él
no lucha contra la renuencia de Su Hijo a percibir la salvación como un regalo
procedente de Él. 9Mas Su justicia no quedará satisfecha hasta que
todos la reciban.
3. Puedes estar seguro de que la solución a
cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en
la que nadie pierde. 2Y esto tiene que ser verdad porque Él no le
exige sacrificios a nadie. 3Cualquier solución que le exija a
alguien la más mínima pérdida, no habrá resuelto el problema, sino que lo habrá
empeorado, haciéndolo más difícil de resolver y más injusto. 4Es
imposible que el Espíritu Santo pueda ver cualquier clase de injusticia como
la solución. 5Para Él, lo que es injusto tiene que ser corregido porque
es injusto. 6Y todo error es una percepción en la que, como
mínimo, se ve a uno de los Hijos de Dios injustamente. 7De esta
forma es como se priva de justicia al Hijo de Dios. 8Cuando se
considera a alguien un perdedor, se le ha condenado. 9Y el castigo,
en vez de la justicia, se convierte en su justo merecido.
4. Ver la inocencia hace que el castigo sea
imposible y la justicia inevitable. 2La percepción del
Espíritu Santo no da cabida al ataque. 3Lo único que podría
justificar el ataque son las pérdidas, y Él no ve pérdidas de ninguna clase. 4El
mundo resuelve problemas de otra manera. 5Pues ve la solución a
cualquier problema como un estado en el que se ha decidido quién ha de ganar y
quién ha de perder; con cuánto se va a quedar uno de ellos y cuánto puede
todavía defender el perdedor. 6Mas el problema sigue sin resolverse,
pues sólo la justicia puede establecer un estado en el que nadie pierde y en el
que a nadie se le trata injustamente o se le priva de algo, lo cual le daría
motivos para vengarse. 7Ningún problema se puede resolver mediante
la venganza, que en el mejor de los casos no haría sino dar lugar a otro
problema, en el que el asesinato no es obvio.
5. La forma en que el Espíritu Santo resuelve todo
problema es la manera de solventarlo. 2El problema queda resuelto
porque se ha tratado con justicia. 3Hasta que esto no se haga, seguirá
repitiéndose porque aún no se habrá solventado. 4El principio según
el cual la justicia significa que nadie puede perder es crucial para el
objetivo de este curso. 5Pues los milagros dependen de la justicia. 6Mas
no como la ve el mundo, sino como la conoce Dios y como este conocimiento se ve
reflejado en la visión que ofrece el Espíritu Santo.
6. Nadie merece perder. 2Y es imposible
que lo que supone una injusticia para alguien pueda ocurrir. 3La
curación tiene que ser para todo el mundo, pues nadie merece ninguna clase de
ataque. 4¿Qué orden podría haber en los milagros, si algunas
personas mereciesen sufrir más y otras menos? 5¿Y sería esto justo
para aquellos que son totalmente inocentes? 6Todo milagro es justo. 7No
es un regalo especial que se les concede a algunos y se les niega a otros, por
ser éstos menos dignos o estar más condenados, y hallarse, por lo tanto,
excluidos de la curación. 8¿Quién puede estar excluido de la
salvación, si el propósito de ésta es precisamente acabar con el especialismo? 9¿Dónde
se encontraría la justicia de la salvación, si algunos errores fuesen imperdonables
y justificasen la venganza en lugar de la curación y el retorno a la paz?
7. El propósito de la salvación no puede ser ayudar
al Hijo de Dios a que sea más injusto de lo que él ya ha procurado ser. 2Si
los milagros, que son el don del Espíritu Santo, se otorgasen exclusivamente a
un grupo selecto y especial y se negasen a otros por ser éstos menos
merecedores de ellos, entonces Él sería el aliado del especialismo. 3El
Espíritu Santo no da fe de lo que no puede percibir. 4Y todos tienen
el mismo derecho a Su don de curación, liberación y paz. 5Entregarle
un problema al Espíritu Santo para que Él lo resuelva por ti, significa que quieres
que se resuelva. 6Mas no entregárselo a fin de resolverlo por tu
cuenta y sin Su ayuda, es decidir que el problema siga pendiente y sin
resolver, haciendo así que pueda seguir dando lugar a más injusticias y
ataques. 7Nadie puede ser injusto contigo, a menos que tú hayas
decidido ser injusto primero. 8En ese caso, es inevitable que
surjan problemas que sean un obstáculo en tu camino, y que la paz se vea
disipada por los vientos del odio.
8. A menos que pienses que todos tus hermanos tienen
el mismo derecho a los milagros que tú, no reivindicarás tu derecho a ellos, al
haber sido injusto con otros que gozan de los mismos derechos que tú. 2Si
tratas de negarle algo a otro, sentirás que se te ha negado a ti. 3Si
tratas de privar a alguien de algo, te habrás privado a ti mismo. 4Es
imposible recibir un milagro que otro no pueda recibir. 5Sólo el
perdón ofrece milagros. 6Y el perdón tiene que ser justo con todo el
mundo.
9. Los pequeños problemas que ocultas se convierten
en tus pecados secretos porque no elegiste que se te liberase de ellos. 2Y
así, acumulan polvo y se vuelven cada vez más grandes hasta cubrir todo lo que
percibes, impidiéndote así ser justo con nadie. 3No crees tener ni
un solo derecho. 4Y la amargura, al haber justificado la venganza y
haber hecho que se pierda la misericordia, te condena irremisiblemente. 5Los
irredentos no tienen misericordia para con nadie. 6Por eso es
por lo que tu única responsabilidad es aceptar el perdón para ti mismo.
10. Das el milagro que recibes. 2Y cada
uno de ellos se convierte en un ejemplo de la ley en la que se basa la
salvación: que si uno solo ha de sanar, se les tiene que hacer justicia a
todos. 3Nadie puede perder y todos tienen que beneficiarse. 4Cada
milagro es un ejemplo de lo que la justicia puede lograr cuando se ofrece a
todos por igual, 5pues se recibe en la misma medida en que se da. 6Todo
milagro es la conciencia de que dar y recibir es lo mismo. 7Puesto
que no hace distinciones entre los que son iguales, no ve diferencias donde no
las hay. 8Y así, es igual con todos porque no ve diferencia alguna
entre ellos. 9Su ofrecimiento es universal y sólo enseña un mensaje:
10Lo
que es de Dios le pertenece a todo el mundo, y es su derecho inalienable.
LECCIÓN 290
Lo único que veo es mi actual felicidad.
1. A menos que contemple lo que no
está ahí, lo único que veo es mi actual felicidad. 2Los ojos que comienzan a abrirse por fin pueden ver. 3Y deseo que la visión de Cristo
descienda sobre mí hoy mismo. 4Pues lo que percibo a través de mi propia vista sin la Corrección que
Dios me dio para ella, es atemorizante y doloroso de contemplar. 5Mas
no voy a permitir que mi mente se siga engañando un solo instante más,
creyendo que el sueño que inventé es real. 6Éste es el día en que voy en pos de mi actual felicidad y en el que no
he de contemplar nada que no sea lo que busco.
2.
Con esta resolución vengo a Ti, y te pido
que me prestes tu fortaleza, mientras procuro únicamente hacer Tu Voluntad. 2No
puedes dejar de oírme, Padre. 3Pues lo que pido ya me lo has dado. 4Y estoy seguro de que hoy veré mi felicidad.
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