IX. El sueño de perdón
1. El que es esclavo de ídolos lo es porque está
dispuesto a serlo. 2Y dispuesto tiene que estar para poderse postrar
en adoración ante lo que no tiene vida y buscar poder en lo que es impotente. 3¿Qué
le sucedió al santo Hijo de Dios para que su deseo fuese dejarse caer más bajo
que las piedras del suelo y esperar que los ídolos lo elevasen? 4Escucha,
pues, tu historia en el sueño que tejiste, y pregúntate si no es verdad que no
crees que es un sueño.
2. En la mente que Dios creó perfecta como Él Mismo
se adentró un sueño de juicios. 2Y en ese sueño el Cielo se trocó en
infierno, y Dios se convirtió en el enemigo de Su Hijo. 3¿Cómo puede
despertar el Hijo de Dios de este sueño? 4Es un sueño de juicios. 5Para
despertar, por lo tanto, tiene que dejar de juzgar. 6Pues el sueño
parecerá prolongarse mientras él forme parte de él. 7No juzgues,
pues el que juzga tiene necesidad de ídolos para evitar que sus juicios
recaigan sobre él mismo. 8No puede tampoco conocer al Ser al que ha
condenado. 9No juzgues, pues si lo haces, pasas a formar parte de
sueños malvados en los que los ídolos se convierten en tu
"verdadera" identidad, así como en la salvación del juicio que,
lleno de terror y culpabilidad, emitiste acerca de ti mismo.
3. Todas las figuras del sueño son ídolos,
concebidos para que te salven del sueño. 2No obstante, forman parte
de aquello para salvarte de lo cual fueron concebidos. 3De esta
manera, el ídolo mantiene el sueño vivo y temible, pues, ¿quién podría desear
un ídolo a no ser que estuviese aterrorizado y lleno de desesperación? 4Esto
es lo que el ídolo representa. aVenerarlo, por lo tanto, es venerar
la desesperación, el terror y el sueño de donde éstos proceden. 5Todo
juicio es una injusticia contra el Hijo de Dios, y es justo que el que le juzgue
no escape la pena que se impuso a sí mismo dentro del sueño que forjó. 6Dios
sabe de justicia, no de castigos. 7Pero en el sueño de juicios tú
atacas y te condenas a ti mismo; y deseas ser el esclavo de ídolos que se
interponen entre tus juicios y la pena que éstos conllevan.
4. No puede haber salvación en el sueño tal como lo
estás soñando. 2Pues los ídolos no pueden sino ser parte de él, para
salvarte de lo que crees haber hecho y de lo que crees que hiciste para
volverte un pecador y extinguir la luz interna. 3Criatura de Dios,
la luz aún se encuentra en ti. 4No estás sino soñando, y los ídolos
son los juguetes con los que sueñas que juegas. 5¿Quiénes, sino los
niños, tienen necesidad de juguetes? 6Los niños juegan a gobernar el
mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de moverse, hablar, pensar, sentir
y comunicarse por ellos. 7Sin embargo, todo lo que los juguetes
parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. 8No
obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el
que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son
en realidad los suyos propios.
5. Las pesadillas son sueños pueriles. 2En
ellos los juguetes se han vuelto contra el niño que pensó haberles otorgado
realidad. 3Mas ¿tiene acaso un sueño el poder de atacar? 4¿O
podría un juguete volverse enorme y peligroso, feroz y salvaje? 5Esto
es lo que el niño cree, pues tiene miedo de sus pensamientos y se los atribuye
a los juguetes. 6Y la realidad de éstos se convierte en la suya
propia porque los juguetes parecen salvarlo de sus propios pensamientos. 7Sin
embargo, los juguetes mantienen sus pensamientos vivos y reales, pero él los
ve fuera de sí mismo, desde donde pueden volverse contra él puesto que los
traicionó. 8El niño cree que necesita los juguetes para poder
escapar de sus pensamientos porque cree que sus pensamientos son reales. 9Y
así, convierte todo en un juguete para hacer que su mundo siga siendo algo
externo a él, y pretender que él no es más que una parte de ese mundo.
6. Llega un momento en que la infancia debería
dejarse atrás para siempre. 2No sigas aferrándote a los juguetes de
la infancia. 3Deséchalos, pues ya no tienes necesidad de ellos. 4El
sueño de juicios no es más que un juego de niños, en el que el niño se
convierte en un padre poderoso, pero con la limitada sabiduría de un niño. 5Lo
que le hiere es destruido; lo que le ayuda, bendecido. 6Excepto que
juzga con el criterio de un niño que no sabe distinguir entre lo que le hace
daño y lo que le sanaría. 7Cosas adversas parecen acontecerle, y
tiene miedo del caos que ve en un mundo que cree gobernado por las leyes que él
mismo promulgó. 8El mundo real, no obstante, no se ve afectado por
el mundo que él cree real, 9ni sus leyes han cambiado porque él no
las entienda.
7. El mundo real es también un sueño. 2Excepto
que en él los personajes han cambiado 3y no se ven como ídolos
traicioneros. 4El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie
para que sea el sustituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los
pensamientos que la mente concibe y lo que ve. 5No se usa a nadie
para lo que no es, pues las cosas infantiles hace mucho que se dejaron atrás. 6Y
lo que una vez fue un sueño de juicios se ha convertido ahora en un sueño donde
todo es dicha porque ése es su propósito. 7Ahí sólo pueden tener
lugar sueños de perdón, pues el tiempo está a punto de finalizar, 8Y
las figuras que entran a formar parte del sueño se perciben ahora como
hermanos, a los que ya no se juzga sino que se les ama.
8. No es necesario que los sueños de perdón sean de
larga duración. 2No se concibieron para separar a la mente de sus
pensamientos, 3ni intentan probar que el sueño lo está soñando
otro. 4En ellos se puede oír una melodía que todos recuerdan, si
bien no la han oído desde antes de los orígenes del tiempo. 5El
perdón, una vez que es total, hace que la intemporalidad esté tan cerca que
entonces se puede oír el himno del Cielo, no con los oídos, sino con la
santidad que nunca se ausentó del altar que se encuentra eternamente en lo más
profundo del Hijo de Dios. 6Y cuando éste vuelve a oír este himno,
se da cuenta de que nunca había dejado de escucharlo. 7¿Y adónde va
a parar el tiempo una vez que se han abandonado los sueños de juicios?
9. Siempre que tienes miedo, de la clase que sea -y tienes
miedo si no estás experimentando una profunda felicidad, certeza de que
dispones de ayuda o una serena confianza de que el Cielo te acompaña- ten por
seguro que has forjado un ídolo que crees que te va a traicionar. 2Pues
bajo tus esperanzas de que el ídolo te salve yace la culpabilidad y el dolor de
la auto-traición y de la incertidumbre, tan profundos y amargos, que el sueño
no puede ocultar completamente tu sensación de fracaso. 3El
resultado de tu auto-traición tiene que ser el miedo, pues el miedo es un
juicio, y conduce inevitablemente a la frenética búsqueda de ídolos y de
muerte.
10. Los sueños de perdón te recuerdan que
estás a salvo y que no te has atacado a ti mismo. 2De esta manera,
tus terrores infantiles desaparecen y los sueños se convierten en la señal de
que has comenzado de nuevo, y no de que has tratado una vez más de venerar
ídolos y de perpetuar el ataque. 3Los sueños de perdón son benévolos
con todo aquel que forma parte de ellos. 4Y así, liberan
completamente al soñador de los sueños de miedo. 5Él deja entonces
de tener miedo de sus propios juicios, pues no ha juzgado a nadie ni ha
intentado liberarse, mediante juicios, de lo que los propios juicios imponen. 6Y
ahora recuerda continuamente lo que había olvidado cuando los juicios parecían
ser la manera de salvarle de la sanción que ellos mismos imponen.
LECCIÓN 337
Mi impecabilidad me protege de todo daño.
1. Mi impecabilidad garantiza mi perfecta paz, mi
eterna seguridad y mi amor, imperecedero; me mantiene eternamente a salvo de
cualquier pensamiento de pérdida y me libera completamente del sufrimiento. 2Mi
estado sólo puede ser uno de felicidad, pues eso es lo único que se me da. 3¿Qué
debo hacer para saber que todo esto me pertenece? 4Debo aceptar la
Expiación para mí mismo, y nada más. 5Dios ha hecho ya todo lo que
se tenía que hacer. 6Y lo
que tengo que aprender es a no hacer nada por mi cuenta, pues sólo
necesito aceptar mi Ser, mi impecabilidad, la cual se creó para mí y ya es mía,
para sentir el Amor de Dios protegiéndome de todo daño, para entender que mi
Padre ama a Su Hijo y para saber que soy el Hijo que mi Padre ama.
2. Tú que me creaste en la impecabilidad no
puedes estar equivocado con respecto a lo que soy. 2Era
yo quien estaba equivocado al pensar que había pecado, pero ahora acepto la
Expiación para mí mismo. 3Padre, mi sueño termina ahora. 4Amén.
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