III. Los que se acusan a sí mismos
1. Sólo los que se acusan a sí mismos pueden
condenar. 2Antes de tomar una decisión de la que se han de derivar
diferentes resultados tienes que aprender algo, y aprenderlo muy bien. 3Ello
tiene que llegar a ser una respuesta tan típica para todo lo que hagas que acabe
convirtiéndose en un hábito, de modo que sea tu primera reacción ante toda tentación
o suceso que ocurra. 4Aprende esto, y apréndelo bien, pues con
ello la demora en experimentar felicidad se acorta por un tramo de tiempo que
ni siquiera puedes concebir: 5nunca odias a tu hermano por sus
pecados, sino únicamente por los tuyos. 6Sea cual sea la forma que
sus pecados parezcan adoptar, lo único que hacen es nublar el hecho de que
crees que son tus propios pecados y, por lo tanto, que el ataque es su "justo"
merecido.
2. ¿Por qué iban a ser sus pecados pecados, a no ser
que creyeses que esos mismos pecados no se te podrían perdonar a ti? 2¿Cómo
iba a ser que sus pecados fuesen reales, a no ser que creyeses que constituyen
tu realidad? 3¿Y por qué los atacas por todas partes, si no
fuese porque te odias a ti mismo? 4¿Eres acaso tú un pecado? 5Contestas
afirmativamente cada vez que atacas, pues mediante el ataque afirmas que eres
culpable y que tienes que infligirle a otro lo que tú te mereces. 6¿Y
qué puedes merecer, sino lo que eres? Si no creyeses que mereces ataque, jamás
se te ocurriría atacar a nadie. 8¿Por qué habrías de hacerlo? 9¿Qué
sacarías con ello? 10¿Y de qué manera podría beneficiarte el
asesinato?
3. Los pecados se perciben en el cuerpo, 2no
en la mente. 3No se ven como propósitos, sino como acciones. 4Los
cuerpos actúan, pero las mentes no. 5Por lo tanto, el cuerpo debe
tener la culpa de lo que él mismo hace. 6No se le ve como algo
pasivo que simplemente se somete a tus órdenes sin hacer nada por su cuenta. 7Si
tú eres un pecado, no puedes sino ser un cuerpo, pues la mente no actúa. 8Y
el propósito tiene que encontrarse en el cuerpo y no en la mente. 9El
cuerpo debe actuar por su cuenta y motivarse a sí mismo. 10Si eres
un pecado, aprisionas a la mente dentro del cuerpo y le adjudicas el propósito
de ésta a su prisión, que entonces actúa en su lugar. 11Un
carcelero no obedece órdenes, sino que es el que le da órdenes al prisionero.
4. Mas es el cuerpo el que es el prisionero,
no la mente. 2El cuerpo no tiene pensamientos. 3No tiene
la capacidad de aprender, perdonar o esclavizar. 4No da órdenes que
la mente tenga que acatar, ni fija condiciones que ésta tenga que obedecer. 5Él
cuerpo sólo mantiene en prisión a la mente que está dispuesta a morar en él. 6Se
enferma siguiendo las órdenes de la mente que quiere ser su prisionera. 7Y
envejece y muere porque dicha mente está enferma. 8El aprendizaje es
lo único que puede producir cambios. 9El cuerpo, por lo tanto, al
que le es imposible aprender, jamás podría cambiar a menos que la mente
prefiriese que él cambiase de apariencia para amoldarse al propósito que ella
le confirió. 10Pues la mente puede aprender, y es en ella donde se
efectúa todo cambio.
5. La mente que se considera a sí misma un pecado
sólo tiene un propósito: que el cuerpo sea la fuente del pecado, para que la
mantenga en la prisión que ella misma eligió y que vigila, y donde se mantiene
a sí misma separada, prisionera durmiente de los perros rabiosos del odio y de
la maldad, de la enfermedad y del ataque, del dolor y de la vejez, de la
angustia y del sufrimiento. 2Aquí es donde se conservan los
pensamientos de sacrificio, pues ahí es donde la culpabilidad impera y donde le
ordena al mundo que sea como ella misma: un lugar donde nadie puede hallar
misericordia, ni sobrevivir los estragos del temor, excepto mediante el
asesinato y la muerte. 3Pues ahí tú te conviertes en un pecado, y el
pecado no puede morar allí donde moran el júbilo y la libertad, pues éstos son
sus enemigos y él los tiene que destruir. 4El pecado se conserva
mediante la muerte, y aquellos que creen ser un pecado no pueden sino morir por
razón de lo que creen ser.
6. Alegrémonos de que ves aquello que crees, y de
que se te haya concedido poder cambiar tus creencias. 2El cuerpo
simplemente te seguirá. 3Jamás te puede conducir adonde tú no
quieres ir. 4No es un centinela de tu sueño, ni interfiere en tu
despertar. 5Libera a tu cuerpo del encarcelamiento, y no verás a
nadie prisionero de lo que tú mismo te has escapado. 6Tampoco
querrás retener en la culpabilidad a aquellos que habías decidido eran tus
enemigos, ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a aquellos
que consideras amigos.
7. Los inocentes otorgan libertad como muestra de
gratitud por su liberación. 2Y lo que ven apoya su liberación del
encarcelamiento y de la muerte. 3Haz que tu mente sea receptiva al
cambio, y ni a tu hermano ni a ti se os podrá imponer ninguna pena ancestral. 4Pues
Dios ha decretado que no se pueda pedir ni hacer ningún sacrificio.
14. ¿Qué soy?
1. Soy el
Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. 2En mí Su creación se santifica y Se le garantiza
vida eterna. 3En mí el
amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin
opuestos. 4Soy el
santo hogar de Dios Mismo. 5Soy el
Cielo donde Su Amor reside. 6Soy Su
santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.
2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin ahora. 2Mas en
los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos
encontrado un solo propósito, el cual compartimos. 3Y así, te uniste
a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. 4La verdad de lo
que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. 5Podemos,
sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para
hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.
3. Somos
los portadores de la salvación. 2Aceptamos nuestro papel como
salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. 3Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se
nos concede a nosotros. 4Vemos a todos como nuestros hermanos, y
percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. 5No estamos
interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. 6El conocimiento volverá
a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. 7Lo
único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la
verdad.
4. Nuestros
son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de
todo pensamiento de pecado. 2Nuestros, los
oídos que oyen la Voz que habla por Dios
proclamar que el mundo es inocente. 3Nuestras, las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. 4Y desde la
unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir
nuestra paz y a consumar nuestra dicha.
5. Somos
los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su
Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está impresa en
nuestros corazones. 2Y de esa forma, nuestras mentes
cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir.
3Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. 4Ahora
ha sido redimido. 5Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él,
entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
LECCIÓN 352
Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios
procede todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.
1.
El perdón ve sólo
impecabilidad, y no juzga. 2Ésta es la manera de llegar á Ti. 3Los juicios me vendan los ojos y me
ciegan. 4El
amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que
Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. 5Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. 6Tú no me has dejado desamparado. 7Dentro de mí
yace Tu recuerdo,
así como Uno que me conduce hasta él. 8Padre, hoy
quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. 9Pues quiero amar mi propia Identidad y
encontrar en Ella el recuerdo de Ti.
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