V. Los heraldos de la eternidad
1. En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al
máximo a sí mismo en una relación santa. 2 Ahí comienza a encontrar
la confianza que su Padre tiene en él. 3Y ahí encuentra su función
de restituir las leyes de su Padre a lo que no está operando bajo ellas y de
encontrar lo que se había perdido. 4Sólo en el tiempo se puede
perder algo, pero nunca para siempre. 5Así pues, las partes separadas
del Hijo de Dios se unen gradualmente en el tiempo, y con cada unión el final
del tiempo se aproxima aún más. 6Cada milagro de unión es un
poderoso heraldo de la eternidad. 7Nadie que tenga un solo
propósito, unificado y seguro, puede sentir miedo. 8Nadie que
comparta con él ese mismo propósito podría dejar de ser uno con él.
2. Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del
pecado y del miedo. 2Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que
se encuentra mucho más allá de éste. 3Dos voces que se alzan juntas
hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. 4Y
en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida. 5¡Que
la paz sea con vuestra relación santa, la cual tiene el poder de conservar
intacta la unidad del Hijo de Dios! 6Lo que le das a tu hermano es
para el bien de todos, y todo el mundo se regocija gracias a tu regalo. 7No
te olvides de Aquel que te dio los regalos que das, y al no olvidarte de Él,
recordarás a Aquel que le dio los regalos para que Él te los diera a ti.
3. Es imposible sobrestimar la valía de tu hermano. 2Sólo
el ego hace eso, pero ello sólo quiere decir que desea al otro para sí mismo,
y, por lo tanto, que lo valora demasiado poco. 3Lo que goza de
incalculable valor obviamente no puede ser evaluado. 4¿Eres
consciente del miedo que se produce al intentar juzgar lo que se encuentra tan
fuera del alcance de tu juicio que ni siquiera lo puedes ver? 5No
juzgues lo que es invisible para ti, o, de lo contrario, nunca lo podrás ver. 6Más
bien, aguarda con paciencia su llegada 6Se te concederá poder ver la
valía de tu hermano cuando lo único que le desees sea la paz. 7Y lo
que le desees a él será lo que recibirás.
4. ¿Cómo podrías estimar la valía de aquel que te
ofrece paz? 2¿Qué otra cosa podrías desear, salvo lo que te ofrece? 3Su
valía fue establecida por su Padre, y tú te volverás consciente de ella cuando
recibas el regalo que tu Padre te hace a través de él. 4Lo que se
encuentra en él brillará con tal fulgor en tu agradecida visión, que
simplemente lo amarás y te regocijarás. 5No se te ocurrirá
juzgarlo, pues, ¿quién puede ver la faz de Cristo y aun así insistir en que
juzgar tiene sentido? 6Pues esa insistencia es propia de aquellos
que no ven. 7Puedes elegir ver o juzgar, pero nunca ambas cosas.
5. El cuerpo de tu hermano tiene tan poca utilidad
para ti como para él. 2Cuando se usa únicamente de acuerdo con las
enseñanzas del Espíritu Santo, no tiene función alguna. 3Pues las
mentes no necesitan el cuerpo para comunicarse. 4La visión que ve al
cuerpo no le es útil al propósito de la relación santa. 5Y mientras
sigas viendo a tu hermano como un cuerpo, los medios y el fin no estarán en
armonía. 6¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para
alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? 7No hay
más que uno. 8El pequeño aliento de eternidad que atraviesa el
tiempo como una luz dorada es sólo uno: no ha habido nada antes ni nada
después.
6. Ves cada instante santo como un punto diferente
en el tiempo. 2Mas es siempre el mismo instante. 3Todo lo
que jamás hubo o habrá en él se encuentra aquí ahora mismo. 4El
pasado no le resta nada, y el futuro no le añadirá nada más. 5En el
instante santo, entonces, se encuentra todo. 6En él se encuentra la
belleza de tu relación, con los medios y el fin perfectamente armonizados ya. 7En
él se te ha ofrecido ya la perfecta fe que algún día habrás de ofrecerle a tu
hermano; en él se ha concedido ya el ilimitado perdón que le concederás; y en
él es visible ya la faz de Cristo que algún día habrás de contemplar.
7. ¿Cómo ibas a poder calcular la valía de quien te
ofrece semejante regalo? 2¿Cambiarías ese regalo por otro? 3Ese
regalo restituye las leyes de Dios nuevamente a tu memoria. 4Y sólo
por recordarlas, te olvidas de las leyes que te mantenían prisionero del dolor
y de la muerte. 5No es éste un regalo que el cuerpo de tu hermano te
pueda ofrecer. 6El velo que oculta el regalo, también lo oculta a
él. 7Él es el regalo, sin embargo, no lo sabe. 8Tú
tampoco lo sabes. 9Pero ten fe en que Aquel que ve el regalo en ti y
en tu hermano lo ofrecerá y lo recibirá por vosotros dos. 10Y a
través de Su visión lo verás, y a través de Su entendimiento lo reconocerás y
lo amarás como tuyo propio.
8. Consuélate, y siente cómo el Espíritu Santo cuida
de ti con amor y con perfecta confianza en lo que ve. 2Él conoce al
Hijo de Dios y comparte la certeza de su Padre de que el universo descansa a
salvo y en paz en sus tiernas manos. 3Consideremos ahora lo que
tiene que aprender a fin de poder compartir la confianza que su Padre tiene en
él. 4¿Quién es él, para que el Creador del universo ponga a éste en
sus manos, sabiendo que en ellas está a salvo? 5Él no se ve a sí
mismo tal como su Padre lo conoce. 6Sin embargo, es imposible que
Dios se equivoque con respecto a dónde deposita Su confianza.
LECCIÓN 238
La salvación depende de mi decisión.
1. Padre, Tu
confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. 2Tú me
creaste y me conoces tal como soy. 3Y
aun así, pusiste
en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. 4¡Cuán
grande debe ser Tu amor por mí! 5Y mi santidad debe
ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la
certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser,
está a salvo.
2.
Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para
pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. 2Y cuán querido sigue siendo para
Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza
su plenitud.
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