II. Las leyes del caos
1. Puedes llevar las "leyes" del
caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes
caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de
la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para
la razón y para la verdad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente,
para que podamos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que
quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito
porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes
que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan
nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.
2. La primera ley caótica es que la verdad es
diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios,
éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar
que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creencia
en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más importantes que otras,
y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí
mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5Y el
ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos
valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.
3. Observa cómo parece ser esto un
impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues
establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan
ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta
de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas,
sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se aplican a todas
ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente
porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de
ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no
es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.
4. La segunda ley del caos, muy querida por
todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por
lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. 2Este principio,
estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece
castigo y no corrección. 3Pues la destrucción del que comete el
error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. 4De
este modo, interpreta lo que ha hecho como una sentencia irrevocable contra sí
mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. 5Los pecados no
pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer
errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.
5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener
en la relación entre Padre e Hijo. 2Ahora parece que nunca jamás
podrán ser uno de nuevo. 3Pues uno de ellos no puede sino estar por
siempre condenado, y por el otro. 4Ahora son diferentes y, por
ende, enemigos. 5Y su relación es una de oposición, de la misma
forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar
en conflicto, pero no para unirse. 6Uno de ellos se debilita y el
otro se fortalece con la derrota del primero. 7Y su temor a Dios y
el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo
que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.
6. En ninguna otra parte es más evidente la
arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. 2He
aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la
realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe
responder. 3Ni siquiera se considera necesario preguntarle si eso
que se ha decretado que son Sus creencias es verdad. 4Su Hijo le
puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la
palabra de Su Hijo o estar equivocado. 5Esto conduce directamente a
la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser
eterno. 6Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que
aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.
7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por
medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a
Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el
"enemigo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La
salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos
parece estar en pugna con el Padre y siente que su ataque está justificado. 5Ahora
el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues
ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en
el enemigo.
8. No hay manera de liberarse o escapar. 2La
Expiación se convierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la
venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no
se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destrucción
puede ser el resultado final. 5Y Dios Mismo parece estar poniéndose
de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te
va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función
de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.
9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo
que se apropia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que,
si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta
ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De
acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no
reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti
mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino conducir a esto. 6Pues
los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni
procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos
ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto
de ti.
10. Todos los mecanismos de la locura se hacen
patentes aquí: el "enemigo” que se fortalece al mantener oculto el valioso
legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infliges,
los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida
inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. 2Así
es como los culpables declaran su inocencia. 3Si el comportamiento
inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían
con bondad. 4Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden
sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que
otros se apropien de lo que es suyo.
11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar,
que aún no ha sido "explicada". 2¿Qué es esa cosa tan
preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa
indignación debe arrebatársele a éste el más pérfido y astuto de los enemigos? 3Debe
de ser lo que siempre has anhelado, pero nunca hallaste. 4Y ahora
"entiendes" la razón de que nunca lo encontraras. 5Este
enemigo te lo había arrebatado y lo ocultó donde jamás se te habría ocurrido
buscar. 6Lo ocultó en su cuerpo, haciendo que éste sirviese de
refugio para su culpabilidad, de escondrijo de lo que es tuyo. 7Ahora
su cuerpo se tiene que destruir y sacrificar para que tú puedas tener lo que te
pertenece. 8La traición que él ha cometido exige su muerte para que
tú puedas vivir. 9Y así, sólo atacas en defensa propia.
LECCIÓN 266
Mi santo Ser mora en ti, Hijo de Dios.
1. Padre,
mediste todos Tus Hijos para que fuesen mis salvadores y mis consejeros de
visión; los heraldos de Tu santa Voz. 2En ellos Tú te ves reflejado
y en ellos Cristo me contempla desde mi Ser. 3No permitas que Tu Hijo se olvide de Tu santo Nombre.
4No
permitas que Tu Hijo se olvide de su santo Origen. 5No permitas que Tu Hijo se olvide de que su nombre
es el Tuyo.
2. En este día entramos al paraíso, invocando el
Nombre de Dios y el nuestro, reconociendo nuestro Ser en cada uno de nosotros y
unidos en el santo Amor de Dios. 2¡Cuántos salvadores nos ha dado
Dios! 3¿Cómo podríamos perdernos en nuestro trayecto hacia Él,
cuando Él ha poblado el mundo con aquellos que señalan hacia Él, y nos ha dado
la vista para poder contemplarlos?
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