VII. La última pregunta que queda por contestar
1. ¿No te das cuenta de que todo tu sufrimiento
procede de la extraña creencia de que eres impotente? 2Ser impotente
es el precio del pecado. 3La impotencia es la condición que impone
el pecado, el requisito que exige para que se pueda creer en él. 4Sólo
los impotentes podrían creer en el pecado. 5La enormidad no tiene
atractivo, excepto para los insignificantes. 6Y sólo los que primero
creen ser insignificantes podrían sentirse atraídos por ella. 7Traicionar
al Hijo de Dios es la defensa de los que no se identifican con él. 8Y
tú, o estás de su parte o contra él, o lo amas o lo atacas, o proteges su
unidad o lo consideras fragmentado y destruido como consecuencia de tu ataque.
2. Nadie, cree que el Hijo de Dios sea impotente. 2Y
aquellos que se ven a sí mismos como impotentes deben creer que no son el Hijo
de Dios. 3¿Qué podrían ser, entonces, sino su enemigo? 4¿Y
qué podrían hacer sino envidiarle su poder, y, como consecuencia de su envidia,
volverse temerosos de dicho poder? 5Éstos son los siniestros, los
silenciosos y atemorizados, los que se encuentran solos e incomunicados, y los
que, temerosos de que el poder del Hijo de Dios los aniquile de un golpe,
levantan su impotencia contra él. 6Se unen al ejército de los
impotentes, para librar su guerra de venganza, amargura y rencor contra él, a
fin de que él se vuelva uno con ellos. 7Y puesto que no saben que
son uno con él, no saben a quién odian. 8Son en verdad un ejército
lamentable, cada uno de ellos tan capaz de atacar a su hermano o volverse
contra sí mismo, como de recordar que una vez todos creyeron tener una causa
común.
3. Los siniestros dan la impresión de estar
frenéticos, de ser vociferantes y fuertes. 2Mas no saben quién es
su "enemigo", sino sólo que lo odian. 3El odio los ha
congregado, pero ellos no se han unido entre sí. 4Pues si lo
hubieran hecho no serían capaces de abrigar odio. 5El ejército de
los impotentes se desbanda en presencia de la fortaleza. 6Los que
son fuertes son incapaces de traicionar porque no tienen necesidad de tener
sueños de poder ni de exteriorizarlos. 7¿De qué manera puede actuar
un ejército en sueños? 8De cualquier manera. 9Podría
vérsele atacando a cualquiera con cualquier cosa. 10Los sueños
son completamente irracionales. 11En ellos, una flor se puede
convertir en una lanza envenenada, un niño en un gigante y un ratón puede rugir
como un león. 12Y con la misma facilidad el amor puede trocarse en
odio. 13Esto no es un ejército, sino una casa de locos. 14Lo
que parece ser un ataque concertado no es más que un pandemónium.
4. El ejército de los impotentes es en verdad débil.
2No tiene armas ni enemigo. 3Puede ciertamente invadir el
mundo y buscar un enemigo. 4Pero jamás podrá encontrar lo que no
existe. 5Puede ciertamente soñar que encontró un enemigo, pero éste
cambia incluso mientras lo está atacando, de modo que corre de inmediato a
buscarse otro, y nunca consigue cantar victoria. 6Y a medida que
corre se vuelve contra sí mismo, pensando que tuvo un pequeño atisbo del gran
enemigo que siempre elude su ataque asesino convirtiéndose en alguna otra
cosa. 7¡Cuán traicionero parece ser ese enemigo, que cambia tanto
que ni siquiera es posible reconocerlo!
5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. 2No
se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. 3¿Quién, que crea en
el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? 4¿Podría
admitir que nadie lo hizo sentirse impotente? 5La razón seguramente le
diría que dejase de buscar lo que no puede ser hallado. 6Sin
embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay
enemigos. 7No es necesario que entienda cómo sería posible que él
pudiese ver un mundo así. 8Ni siquiera debería tratar de entenderlo.
9Pues si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino
agudizar su sensación de impotencia y dejar que el pecado le diga que su
enemigo debe ser él mismo. 10Pero deja que se haga a sí mismo las
siguientes preguntas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión,
para que esto se lleve a cabo por él:
11¿Deseo
un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?
12¿Deseo
un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?
13¿Deseo
un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?
14¿Y
deseo ver aquello que negué porque es la verdad?
6. Tal vez ya hayas contestado las tres primeras
preguntas, pero todavía no has contestado la última. 2Pues ésta aún
parece temible y distinta de las demás. 3Mas la razón te aseguraría
que todas ellas son la misma. 4Dijimos que en este año se haría
hincapié en la igualdad de las cosas que son iguales. 5Esta última
pregunta, que es en verdad la última acerca de la cual tienes que tomar una
decisión, todavía parece encerrar una amenaza para ti que las otras ya no
poseen. 6Y esta diferencia imaginaria da testimonio de tu creencia
de que a lo mejor la verdad es el enemigo con el que aún te puedes encontrar. 7En
esto parece residir, pues, la última esperanza de encontrar pecado y de no
aceptar el poder.
7. No olvides que la elección entre el pecado
y la verdad, o la impotencia y el poder, es la elección entre atacar y curar. 2Pues
la curación emana del poder, y el ataque, de la impotencia. 3Es
imposible que quieras curar a quien atacas. 4Y el que deseas que
sane tiene que ser aquel que decidiste que estuviese a salvo del ataque. 5¿Y
qué otra cosa podría ser esta decisión, sino la elección entre verle a través
de los ojos del cuerpo, o bien permitir que te sea revelado a través de la
visión? 6La manera en que esta decisión da lugar a sus efectos no
es tu problema. 7Pero tú decides lo que quieres ver. 8Éste
es un curso acerca de causas, no de efectos.
8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a
esa última pregunta que todavía no has contestado. 2Y deja
que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en
las otras tres. 3Te resultará evidente entonces que cuando observes
los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que necesitarás
hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:
4¿Es esto lo que quiero ver? 5
¿Es esto lo que deseo?
9. Ésta es tu única decisión, la base de lo que
ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por
qué. 3Pues sobre esto tienes control. 4Y si eliges ver un
mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los
medios para que lo veas.
10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta?
2La razón te dirá por qué. 3Es igual a las otras tres,
salvo en lo que respecta al tiempo. 4Las otras son decisiones que
puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. 5Pero la
verdad es constante e implica un estado en el que las vacilaciones son
imposibles. 6Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno
que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. 7Puedes desear
intercambiar tu impotencia por poder, y luego perder ese deseo cuando un
ligero destello de pecado te atrae. 8Y puedes desear ver un mundo
incapaz de pecar, y, sin embargo, permitir que un "enemigo" te tiente
a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.
11. El contenido de todas esas preguntas es el
mismo. 2Pues cada una de ellas te pregunta si estás dispuesto a
intercambiar el mundo del pecado por lo que el Espíritu Santo ve, puesto que es
esto lo que el mundo del pecado niega. 3Los que ven el pecado, por
lo tanto, están viendo la negación del mundo real. 4Sin
embargo, la última pregunta suma a tu anhelo de querer ver el mundo real el
deseo de permanencia, de tal forma que ese deseo se convierta en el único que
tengas. 5Si contestas esta última pregunta con un "sí",
añades sinceridad a las decisiones que ya has tomado con respecto a las
demás. 6Pues sólo entonces habrás renunciado a la opción de poder
cambiar de parecer nuevamente. 7Cuando eso deje de interesarte, las
Otras preguntas quedarán perfectamente contestadas.
12. ¿Por qué crees que no estás seguro de que las
otras preguntas hayan sido contestadas? 2¿Sería acaso necesario
plantearlas con tanta frecuencia si ya se hubiesen contestado? 3Hasta
que no se haya tomado la decisión final, la respuesta será a la vez
un "sí" y un "no". 4Pues has contestado sin
darte cuenta de que "sí' tiene que significar "que no has dicho
no". 5Nadie decide en contra de su propia felicidad, pero
puede hacerlo si no se da cuenta de que eso es lo que está haciendo. 6Y
si él ve su felicidad como algo que cambia constantemente, es decir, ahora es
esto, luego otra cosa, y más tarde una sombra elusiva que no está vinculada a
nada, no podrá sino decidir en contra de ella.
13. La felicidad elusiva, la que cambia de forma
según el tiempo o el lugar, es una ilusión que no significa nada. 2La
felicidad tiene que ser constante porque se alcanza mediante el abandono del
deseo de lo que no es constante: 3La dicha no se puede
percibir excepto a través de una visión constante. 4Y la visión constante sólo
se les concede a aquellos que desean la constancia. 5El poder del
deseo del Hijo de Dios sigue siendo la prueba de que todo aquel que se
considera a sí mismo impotente está equivocado. 6Desea lo que
quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es
real. 7No hay un solo pensamiento que esté desprovisto del poder de
liberar o de matar. 8Ni ninguno que pueda abandonar la mente del
pensador, o dejar de tener efectos sobre él.
LECCIÓN 252
El Hijo de Dios es mi Identidad.
1. La santidad de mi Ser
transciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora. 2Su
refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que jamás
haya contemplado. 3Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que
abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza. 4Su
fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar al mundo, sino
del Amor ilimitado de Dios Mismo. 5¡Cuán alejado de este mundo debe
estar mi Ser! aY, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!
2.
Padre, Tú conoces
mi verdadera Identidad. 2Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo,
para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el
Cielo.
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