VI. La luz de la relación santa
1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? 2Pues
no puedes tener ambas. 3¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? 4¿Cuál
de ellos es tu objetivo? 5Pues a uno de ellos lo ves como un medio;
al otro como un fin. 6Y uno de ellos tiene que servir al otro y
dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. 7Los
medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios
disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se reconoce que ya no tienen
función alguna. 8Todo aquel que anhela la libertad tratará de
encontrarla. 9Pero la buscará donde cree que está y donde cree que
puede hallarla. 10Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien
la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que
sirva al otro como medio para encontrarla.
2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la
mente se usa como un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios
para conseguir la libertad del cuerpo. 2Pero dado que liberar al
cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servicio de las ilusiones. 3Esta
situación es tan contradictoria e imposible que cualquiera que la elija no
tiene idea de lo que es valioso. 4Mas aun en esta confusión -tan profunda
que es indescriptible- el Espíritu Santo espera pacientemente, tan seguro del
resultado final como del Amor de Su Creador. 5Él sabe que esa
decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto como el amor se
ama a sí mismo.
3. No te intranquilices pensando cómo puede el
Espíritu Santo intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que
Dios ama y quiere que sean libres para siempre. 2En lugar de ello,
siéntete agradecido de poder ser el medio para lograr Su fin. 3Éste
es el único servicio que conduce a la libertad. 4Para lograr este
fin hay que percibir al cuerpo libre de pecado porque lo que se busca es la
impecabilidad. 5La falta de contradicción permite que la transición
de medios a fin sea tan fácil como lo es el intercambio del odio por la
gratitud ante los ojos que perdonan. 6Os santificaréis el uno al
otro al usar el cuerpo sólo en beneficio de la impecabilidad. 7Y
os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis sanar.
4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia,
llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la
del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como
uno de los medios para llevar a cabo Su plan. 2Siéntete agradecido
de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. 3No usará
indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. 4Esta
santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. 5Ni
tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. 6Únicamente
en vuestra voluntad conjunta radica la curación. 7Pues ahí es donde
se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expiación. 8Y
al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vuestras voluntades
se han unido.
5. Ante una relación santa no hay pecado. 2Ya
no se percibe ninguna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla
calladamente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un
error". 3Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación
corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. 4¡Cuán
bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! 5Cada parte
del Cielo que restituyes se te da a ti. 6Y cada lugar vacío del
Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece
sobre ti. 7Los medios de la impecabilidad no conocen el miedo
porque únicamente son portadores de amor.
6. Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. 2No
reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. 3¿Quién
podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los demás? 4¿Y
quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que
se depositase en el Cielo? 5El amoroso servicio que le prestas al
Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. 6Tú que ahora eres Su medio
tienes que amar todo lo que Él ama. 7Y lo que traes
contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. 8Ningún vestigio de
lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo
intemporal. 9Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una
relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.
7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con
absoluto perdón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se mantenga
oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por
alto? 2¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte
ver más allá de él? 3¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un
error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? 4Dios
no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su Voluntad, y
éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. 5Y
la sirven de buen grado. 6¿Podrían, entonces, demorarse mucho en
recordar lo que son?
8. Verás tu valía a través de los ojos de tu
hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde
antes pensó que había un agresor. 2Mediante esta liberación se
libera el mundo. 3Este es tu papel en la consecución de la paz. 4Pues
has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. 5No
intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. 6Pues ésa fue
la única función que se te dio. 7Acepta sólo esta función y sírvela
de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das
a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. 8Los
concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. 9Utilizará
cada uno de ellos en beneficio de la paz. 10Y ni la más leve sonrisa
o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación
le pasará desapercibida a Él.
9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad
aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? 2Extender el
perdón es la función del Espíritu Santo. 3Deja eso en Sus manos. 4Ocúpate
únicamente de entregarle aquello que se puede extender. 5No guardes
ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los
pequeños regalos que Él puede extender para siempre. 6Él aceptará
cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. 7El
Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni
los limitará en forma alguna. 8Los infundirá de todo el poder que
Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de
curación para todos. 9Cada pequeño regalo que le ofreces a tu
hermano derrama luz sobre el mundo. 10No te preocupes por las
tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. 11Y deja
que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente
la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que
bendices a tu hermano.
LECCIÓN 260
Que recuerde que Dios me creó.
1. Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque
en mi demencia
creí que así había sido. 2No obstante, en cuanto que Pensamiento
Tuyo, no he abandonado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. 3Tu
Hijo, Padre mío, Te llama hoy. 4Que recuerde que Tú me creaste. 5Que
recuerde mi Identidad. 6Y
que deje que mi
impecabilidad vuelva a alzarse ante la visión de Cristo, a través de la cual
deseo hoy contemplar a mis hermanos
y contemplarme a mí mismo.
2. Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra
verdadera Identidad. 2Sómos en verdad santos porque nuestra Fuente
no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos
semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.
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