jueves, 1 de noviembre de 2012

CURSO DE MILAGROS- DIA 302 capitulo y leccion


IX. Pues Ellos han llegado

1. ¡Cuán santo debes ser tú, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta tu llamada! 2¡Y cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu propia salvación, junto con su libertad! 3Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él. 4Pero mientras ataques Su hogar elegido y luches con Su huésped, no podrás saber que Dios mora igualmente en ti. 5Mira a tu hermano con dulzura. 6Contempla amorosamente a aquel que lleva a Cristo dentro de sí, para que puedas ver su gloria y regocijarte de que el Cielo no esté separado de ti.

2. ¿Sería mucho pedir que tuvieses un poco de confianza en aquel que te trae a Cristo para que todos tus pecados te sean perdona­dos, sin excluir ni uno solo que todavía quisieras valorar? 2No olvides que una sola sombra que se interponga entre tu hermano y tú nubla la faz de Cristo y el recuerdo de Dios. 3¿E intercambia­rías Éstos por un odio inmemorial? 4El suelo que pisas es tierra santa por razón de Aquellos que, al estar ahí contigo, la han ben­decido con Su inocencia y con Su paz.

3. La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo el cálido sol de verano. 2Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. 3Y todo por Ellos. 4Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ances­tral en un trono ancestral. 5Y debido a Ellos los milagros han bro­tado en forma de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado estéril. 6Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. 7Y ahora te encuentras en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla semejante a él. 8La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido.

4. ¿Qué son cien años para Ellos, o mil, o cientos de miles? 2Cuando Ellos llegan, el propósito del tiempo se consuma. 3Lo que nunca tuvo lugar desaparece en la nada cuando Ellos llegan. 4Lo que el odio reivindicaba se entrega ahora al amor, y la liber­tad ilumina toda cosa viviente y la eleva hasta el Cielo, donde las luces se encienden con mayor fulgor a medida que cada una vuelve al hogar. 5Lo incompleto se vuelve completo de nuevo, y el gozo del Cielo aumenta porque lo que era suyo le ha sido restituido. 6La tierra ha quedado limpia de toda mancha de sangre, y los dementes se han desprendido de sus vestimentas de demen­cia para unirse a Ellos en el lugar donde tú te encuentras.

5. El Cielo se siente agradecido por este regalo que por tanto tiempo le había sido negado. 2Pues Ellos han venido a congregar a los Suyos. 3Lo que se había clausurado se abre; lo que se mante­nía oculto de la luz se le entrega a ésta para que pueda iluminarlo sin dejar ningún espacio o distancia entre la luz del Cielo y el mundo.

6. El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente. 2Y Ellos acu­den sin demora al templo viviente, donde se les ha preparado un hogar. 3No hay un lugar en el Cielo que sea más santo. 4Y Ellos han venido a morar en el templo que se les ha ofrecido para que sea Su lugar de reposo, así como el tuyo. 5Lo que el odio le ha entregado al amor, se convierte en la luz más brillante de todo el resplandor del Cielo. 6Y el fulgor de todas las luces celestiales cobra mayor intensidad, como muestra de gratitud por lo que se les ha restituido.

7. Los ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor, a fin de mantener alejado de ti todo sombrío pensamiento de pecado y asegurarse de que la luz permanezca allí donde ha entrado. 2Las huellas de tus pasos iluminan el mundo, pues por donde tú cami­nas el perdón te acompaña jubilosamente. 3No hay nadie en la tierra que deje de dar gracias a aquel que ha restaurado su hogar, protegiéndolo, así del crudo invierno y del gélido frío. 4¿Y cómo podrían el Señor, de los Cielos y Su Hijo dar menos como muestra de agradecimiento cuando han recibido mucho más?

8. Ahora el templo del Dios viviente ha sido reconstruido de nuevo para ser el anfitrión de Aquel que lo creó. 2Donde Él mora, Su Hijo mora con Él y nunca están separados. 3Y dan gracias de que finalmente se les haya dado la bienvenida. 4Donde antes se alzaba una cruz, se alza ahora el Cristo resucitado, y en Su visión las viejas cicatrices desaparecen. 5Un milagro inmemorial ha venido a bendecir y a reemplazar una vieja enemistad, cuyo fin era la destrucción. 6Con dulce gratitud Dios el Padre y el Hijo regresan a lo que es Suyo, y a lo que siempre lo será. 7Ahora se ha consumado el propósito del Espíritu Santo. 8Pues Ellos han lle­gado. 9¡Por fin han llegado!

X. El fin de la injusticia

1. ¿Qué es, entonces, lo que aún hay que deshacer para que pue­das darte cuenta de Su Presencia? 2Solamente esto: la distinción que todavía haces con respecto a cuando está justificado atacar y cuando es injusto y no se debe permitir. 3Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira está justificado. 4Y así, ves lo que es lo mismo como si fuese diferente. 5La confu­sión no es parcial. 6Si se presenta, es total. 7Y su presencia, en la forma que sea, ocultará la Presencia de Ellos, 8pues a Ellos o se les conoce claramente o no se les conoce en absoluto. 9Una per­cepción confusa obstruye el conocimiento. 10Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto interfiere. 11Su mera pre­sencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no se les puede conocer.

2. ¿Qué puede significar el hecho de que percibes algunas formas de ataque como si fuesen injusticias contra ti? 2Significa que tiene que haber otras que tú consideras justas. 3Pues de otro modo, ¿cómo se podrían juzgar algunas como injustas? 4Por lo tanto, a algunas se les atribuye significado y se perciben como sensatas. 5Y sólo otras se consideran insensatas. 6Y esto niega el hecho de que todas carecen de sentido, de que están desprovistas por igual de causa o consecuencias y de que no pueden tener efectos de ninguna clase. 7Su Presencia se nubla con cualquier velo que se interponga entre Su radiante inocencia y tu conciencia de que dicha inocencia es la tuya propia y de que le pertenece por igual a toda cosa viviente junto contigo. 8Dios no pone límites. 9Y lo que tiene límites no puede ser el Cielo. 10Por lo tanto, tiene que ser el infierno.

3. La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan estre­chamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve tam­bién. 2Tú no puedes ser tratado injustamente. 3La creencia de que puedes serlo es sólo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo. 4La proyección de la causa del sacrificio es la raíz de todo lo que percibes como injusto y no como tu justo merecido. 5Sin embargo, eres tú quien se exige esto a sí mismo, cometiendo así una profunda injusticia contra el Hijo de Dios. 6Tú eres tu único enemigo, y eres en verdad enemigo del Hijo de Dios porque no reconoces que él es lo que tú eres. 7¿Qué podría ser más injusto que privarlo de lo que él es, negarle el derecho a ser él mismo y pedirle que sacrifique el Amor de su Padre y el tuyo por ser algo que no le corresponde?

4. Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando injustamente. 2Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de otro. 3¿Puedes acaso comprar la inocencia des­cargando tu culpabilidad sobre otro? 4¿Y no es acaso la inocencia lo que tratas de conseguir cuando lo atacas? 5¿No será la represa­lia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? 6¿No te hace sentir más seguro creer que eres inocente con res­pecto a eso, y que has sido una víctima a pesar de tu inocencia? 7No importa cómo se juegue el juego de la culpabilidad, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 8Y alguien siempre tiene que perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella, y hacerla suya.

5. Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de vosotros tiene que ser injusto para que el otro pueda ser ino­cente. 2Y en ese juego percibes el único propósito que le adscribes a tu relación. 3Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que ya se le ha asignado. 4El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus santos Invitados te sea conocida. 5A ese propó­sito no se le puede añadir nada, pues el mundo no tiene otro propósito que ése. 6Añadirle o quitarle algo a esa única finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. 7Y toda injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en él. 8Y de este modo, se le ha negado la justicia a toda cosa viviente sobre la faz de la tierra.

6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. 2El mundo se vuelve sombrío y amenazante, y no pue­des percibir ni rastro de la feliz chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. 3Y así, te ves a ti mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído de todo propósito en un mundo fútil. 4El mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y amor. 5Si percibes injusticias en cualquier parte, sólo necesitas decir:

6Con esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo. 7Mas prefiero conocerlos a Ellos que ver injusticias, las cuales se desvanecen ante la luz de Su Presencia.

LECCIÓN 302

Donde antes había tinieblas ahora contemplo la luz.

1. Padre, por fin estamos abriendo los ojos. 2Tu santo mundo nos espera, pues por fin hemos recobrado la visión y podemos ver. 3Pensábamos que estábamos sufriendo. 4Pero era que nos habíamos olvidado del Hijo que Tú creaste. 5Ahora vemos que las tinieblas son el producto de nuestra propia imaginación y que la luz está ahí para que la contemplemos. 6La visión de Cristo transforma las tinieblas en luz, pues el miedo no puede sino desaparecer ante la llegada del amor. 7Déjame perdonar hoy Tu santo mundo, para poder contemplar su santidad y entender que no es sino el reflejo de la mía.

2. Nuestro Amor nos espera conforme nos dirigimos a Él y, al mismo tiempo, marcha a nuestro lado mostrándonos el camino. 2No puede fracasar en nada. 3Él es el fin que perseguimos, así como los medios por los que llegamos a Él.

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