10. Tu función no es corregir. 2La
función de corregir le corresponde a Uno que conoce la justicia, no la
culpabilidad. 3Si asumes el papel de corrector, ya no puedes llevar
a cabo la función de perdonar. 4Nadie puede perdonar hasta que
aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. 5Por tu
cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es
a ti a quien corresponde corregir. 6ldentidad y función son
una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. 7De
modo que si confundes tu función con la función de Otro, es que estás
confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quién eres. 8¿Qué
es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea
Suya? 9Mas si no es Su función, tampoco es la tuya, pues no puedes
por menos que perder aquello de lo que te apoderas.
11. En una mente escindida, la identidad no puede
sino dar la impresión de que está dividida. 2Nadie puede percibir
que una función está unificada, si ésta tiene propósitos conflictivos y objetivos
diferentes. 3Para una mente tan dividida como la tuya, corregir no
es sino una manera de castigar a otro por los pecados que tú crees son tus
propios pecados. 4Y de este modo, el otro se convierte en tu
víctima, no en tu hermano, diferente de ti por el hecho de ser más culpable, y
tener, por lo tanto, necesidad de que lo corrijas, al ser tú más inocente que
él. 5Esto separa su función de la tuya, y os da a ambos un papel
diferente. 6Y así, no podéis ser percibidos como uno y con una sola
función, lo cual querría decir que compartís una misma identidad y un solo
objetivo.
12. La corrección que tú quisieras llevar a
cabo no puede sino causar separación, ya que ésa es la función que tú le
otorgaste. 2Cuando percibas que la corrección es lo mismo que el
perdón, sabrás también que la Mente del Espíritu Santo y la tuya son una. 3Y
de esta manera, habrás hallado tu propia Identidad. 4No obstante,
Él tiene que operar con lo que se le da, y tú sólo le permites ocupar la mitad
de tu mente. 5Y así, Él representa la otra mitad, y parece
tener un propósito diferente de aquel que tú abrigas y crees que es el tuyo. 6De
este modo, tu función parece estar dividida, con una de sus mitades en
oposición a la otra. 7Esas dos mitades parecen representar la
separación de un ser que se percibe dividido en dos.
13. Observa cómo esta percepción de ti mismo
no puede sino extenderse, y no pases por alto el hecho de que todo pensamiento
se extiende porque ése es su propósito debido a lo que realmente es. 2De
la idea de que el ser se compone de dos partes, surge necesariamente el punto
de vista de que su función está dividida entre las dos. 3Pero lo que
quieres corregir es solamente la mitad del error, que tú crees que es todo el
error. 4Los pecados de tu hermano se convierten, de este modo, en el
blanco central de la corrección, no vaya a ser que tus errores y los suyos se
vean como el mismo error. 5Los tuyos son equivocaciones, pero los
suyos son pecados y, por ende, no son como los tuyos. 6Los suyos
merecen castigo, mientras que los tuyos, si vamos a ser justos, deberían
pasarse por alto.
14. De acuerdo con esta interpretación de lo que
significa corregir no podrás ver tus propios errores. 2Pues habrás
trasladado el blanco de la corrección fuera de ti mismo, sobre uno que no puede
ser parte de ti mientras esa percepción perdure. 3Aquel al que se
condena jamás puede volver a formar parte del que lo acusa, quien lo odiaba y
todavía lo sigue odiando por ser un símbolo de su propio miedo. 4He
aquí a tu hermano, el blanco de tu odio, quien no es digno de formar parte de
ti, y es, por lo tanto, algo externo a ti: la otra mitad, la que se repudia. 5Y
sólo lo que se deja privado de su presencia se percibe como todo lo que tú
eres. 6El Espíritu Santo tiene que representar esta otra mitad hasta
que tú reconozcas que es la otra mitad. 7Y Él hace esto asignándoos
a ti y a tu hermano la misma función y no una diferente.
15. Corregir es la función que se os ha dado a
ambos, pero no a ninguno de vosotros por separado. 2Y cuando la
lleváis a cabo reconociendo que es una función que compartís, no puede sino
corregir los errores de ambos. 3No puede dejar errores sin corregir
en uno y liberar al otro. 4Eso sería un propósito dividido, que, por
lo tanto, no se podría compartir. aY así, no puede ser el objetivo
en el que el Espíritu Santo ve el Suyo Propio. 5Y puedes estar
seguro de que Él no llevará a cabo una función que no vea y reconozca como
Propia. 6Pues sólo así puede Él mantener la vuestra intacta, a pesar
de vuestros diferentes puntos de vistas con respecto a lo que es vuestra
función. 7Si Él apoyase una función dividida, estaríais ciertamente
perdidos. 8La incapacidad del Espíritu Santo de ver Su objetivo
dividido y como algo distinto para cada uno de vosotros, te impide ser
consciente de una función que no es la tuya. 9De esta manera, la
curación se os concede a los dos.
16. La corrección debe dejarse en manos de Uno que
sabe que la corrección y el perdón son lo mismo. 2Cuando sólo se
dispone de la mitad de la mente, esto es incomprensible. 3Deja,
pues, la corrección en manos de la Mente que está unida y que opera como una
sola porque su propósito es indiviso y únicamente puede concebir como suya una
sola función. 4He aquí la función que se le dio, concebida para que
fuese la suya propia y no algo aparte de aquello que su Dador todavía conserva precisamente
porque es una función que se ha compartido. 5En el hecho de que
Él acepte esta función residen los medios a través de los cuales tu mente se
unifica. 6Este único propósito unifica las dos mitades de ti que tú
percibes como separadas. 7Y cada uno perdona al otro, a fin de poder
aceptar su otra mitad como parte de sí mismo.
LECCIÓN 305
Hay una paz que Cristo nos concede.
1. El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra
una paz tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inalterable,
que no hay nada en el mundo que sea comparable. 2Las comparaciones
cesan ante esa paz. 3Y el mundo entero parte en silencio a medida
que esta paz lo envuelve y lo transporta dulcemente hasta la verdad, para ya
nunca volver a ser la morada del temor. 4Pues el amor ha llegado, y
ha sanado al mundo al concederle la paz de Cristo.
2. Padre, la paz de Cristo se nos concede
porque Tu Voluntad es que nos salvemos. 2Ayúdanos hoy a
aceptar únicamente Tu regalo y a no juzgarlo. 3Pues se nos ha
concedido para que podamos salvarnos del juicio que hemos emitido acerca de nosotros
mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario