8. Ésta es la Causa que el Espíritu Santo ha
recordado por ti, cuando tú la habrías olvidado. 2No es una causa
pasada porque Él jamás permitió que no se recordase. 3Nunca ha
cambiado porque en ningún momento dejó Él de mantenerla a salvo en tu mente. 4Sus
consecuencias te parecerán ciertamente nuevas porque pensaste que no
recordabas su Causa. 5Mas nunca estuvo ausente de tu mente, pues no
era la Voluntad de tu Padre que Su Hijo no lo recordase.
9. Lo que tú recuerdas nunca sucedió, 2pues
procedió de una ausencia de causa, que tú pensaste que era una causa. 3Cuando
te des cuenta de que has estado recordando consecuencias que carecen de causa
y de que, por lo tanto, jamás pudieron haber tenido efectos, no podrás por
menos que reírte. 4El milagro te recuerda una Causa que está
eternamente presente y que es inmune al tiempo y a cualquier interferencia. 5Dicha
Causa nunca ha dejado de ser lo que es. 6Y tú eres Su efecto, tan
inmutable y perfecto como Ella Misma. 7Su recuerdo no se encuentra
en el pasado, ni aguarda al futuro. 8Tampoco se revela en los
milagros. 9Éstos no hacen sino recordarte que esa Causa no ha
desaparecido. 10Cuando le perdones tus propios pecados, dejarás de
negarla.
10. Tú que has querido condenar a tu propio Creador
no puedes comprender que no fue Él Quien condenó a Su Hijo. 2Quieres
negarle Sus Efectos, sin embargo, Éstos jamás han sido negados. 3Es
imposible que Su Hijo pudiese jamás haber sido condenado por lo que carece de
causa y es contrario a Su Voluntad. 4De lo único que tu memoria
quiere dar testimonio es del temor a Dios. 5Él no ha hecho eso que
temes. 6Ni tú tampoco. 7Por lo tanto, jamás perdiste tu
inocencia. 8No tienes necesidad de curación para estar sano. 9Desde
la quietud de tu interior, ve en el milagro una lección en cómo permitir que la
Causa tenga Sus Propios efectos y en no hacer nada que pueda interferir.
11. El milagro llega silenciosamente a la mente que
se detiene por un instante y se sumerge en la quietud. 2Se extiende
dulcemente desde ese momento de quietud, y desde la mente a la que en dicha
quietud sanó, hasta otras mentes para que compartan su quietud. 3Y
éstas se unirán en su cometido de no hacer nada que impida el retorno de la
radiante extensión del milagro a la Mente que dio origen a todas las mentes. 4Puesto
que el milagro nació como resultado de un acto de compartir, no puede haber
ninguna pausa en el tiempo que pueda hacer que el milagro se demore en llegar
cuanto antes a las mentes perturbadas, para brindarles un momento de quietud en
el que el recuerdo de Dios pueda retornar a ellas. 5Lo que creían
recordar se acalla ahora, y lo que ha venido a ocupar su lugar no se olvidará
completamente después.
12. Aquel a Quien dedicas parte de tu tiempo te da
las gracias por cada instante de silencio que le ofreces. 2Pues en
cada uno de esos instantes se le permite al recuerdo de Dios ofrecer todos sus
tesoros al Hijo de Dios, que es para quien se han conservado. 3¡Cuán
gustosamente se los ofrece el Espíritu Santo a aquel para quien le fueron
dados! 4Y Su Creador comparte Su agradecimiento porque a Él no se
le puede privar de Sus Efectos. 5El instante de silencio que Su Hijo
acepta le da la bienvenida a la eternidad así como a Él, permitiéndoles a Ambos
entrar donde es Su deseo morar. 6Pues en ese instante el Hijo de
Dios no hace nada que le pueda producir temor.
13. ¡Cuán rápidamente aflora el recuerdo de Dios en
la mente que no tiene ningún temor que la mantenga alejada de dicho recuerdo! 2Lo
que dicha mente había estado recordando desaparece. 3Ya no hay
pasado que con su imagen tenebrosa impida el feliz despertar de la mente a la
paz presente. 4Las trompetas de la eternidad resuenan por toda la
quietud, mas no la perturban. 5Y lo que ahora se recuerda es la
Causa, no el miedo, el cual se inventó con vistas a anular aquella y a
mantenerla en el olvido. 6La quietud habla con suaves murmullos de
amor que el Hijo de Dios recuerda de antaño, antes de que su propio recuerdo se
interpusiese entre el presente y el pasado, para hacerlos inaudibles.
14. Ahora el Hijo de Dios se ha vuelto por fin
consciente de una Causa presente y de Sus benévolos efectos. 2Ahora
comprende que lo que él ha hecho carece de causa y que no tiene efectos de
ninguna clase. 3Él no ha hecho nada. 4Y al reconocer
esto, se da cuenta de que nunca ha tenido necesidad de hacer nada, y de que
nunca la tuvo. 5Su Causa es Sus Efectos. 6Jamás
hubo otra causa aparte de Ella que pudiese generar un pasado o un futuro diferentes.
7Sus Efectos son por siempre inmutables y se encuentran enteramente
más allá del miedo y del mundo del pecado.
15. ¿Qué se ha perdido por dejar de ver lo que
carece de causa? 2¿Y dónde está el sacrificio, una vez que el
recuerdo de Dios ha venido a ocupar el lugar que antes ocupaba la pérdida? 3¿Qué
mejor modo hay de cerrar la diminuta brecha entre las ilusiones y la realidad,
que dejar que el recuerdo de Dios fluya a través suyo, y la convierta en un
puente en el que sólo un instante es suficiente para transponerla? 4Pues
Dios la ha cerrado Consigo Mismo. 5Su recuerdo no ha desaparecido,
ni ha dejado al Hijo encallado para siempre en una costa desde donde puede
divisar otra a la que nunca podrá llegar. 6Su Padre ha dispuesto que
él sea elevado y llevado dulcemente hasta ella. 7Él ha construido el
puente, y es Él Quien transportará a Su Hijo a través de él. 8No
temas que Él vaya a dejar de hacer lo que es Su Voluntad, 9ni que
vayas a ser excluido de lo que Ésta dispone para ti.
LECCIÓN 318
Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.
1. En mí -el santo Hijo de Dios-se
reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo. 2¿Qué
podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo propósito
y una misma meta? 3¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese
separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás? 4Yo
soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la
salvación es encontrar la impecabilidad que Dios ubicó en mí. 5Fui creado
como aquello tras lo cual ando en pos. 6Soy el objetivo que el mundo
anda buscando. 7Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. 8Yo
soy el medio para la salvación, así como su fin.
2.
Permíteme hoy,
Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación
para mí mismo. 2Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se
reconcilia igualmente en Ti.
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