Capítulo 27
LA CURACIÓN DEL SUEÑO
I. El cuadro de la crucifixión
1. El deseo de ser tratado injustamente es un
intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia. 2¿Quién
podría combinar lo que es totalmente incompatible y formar una unidad de lo que
jamás puede unirse? 3Si recorres el camino de la bondad, no tendrás
miedo del mal ni de las sombras de la noche. 4Mas no pongas símbolos
de terror en tu senda, pues, de lo contrario, tejerás una corona de espinas de
la que ni tu hermano ni tú os podréis escapar. 5No puedes
crucificarte sólo a ti mismo. 6Y si eres tratado injustamente, tu
hermano no puede sino pagar por la injusticia que tú percibes. 7No
puedes sacrificarte sólo a ti mismo, 8pues el sacrificio es total. 9Si
de alguna manera el sacrificio fuese posible, incluiría a toda la creación de
Dios y al Padre junto con Su Hijo bienamado.
2. En tu liberación del sacrificio se pone de
manifiesto la de tu hermano, haciéndose así evidente que tu liberación es la
suya. 2Mas cada vez que sufres ves en ello la prueba de que él es
culpable por haberte atacado. 3De esta manera, te conviertes en la
prueba de que él ha perdido su inocencia y de que sólo necesita contemplarte
para darse cuenta de que ha sido condenado. 4Mas la justicia se
encargará de que él pague por todas las injusticias cometidas contra ti. 5La
injusta venganza por la que tú estás pagando ahora es él quien debería pagar
por ella, y cuando recaiga sobre él, tú te liberarás. 6No desees
hacer de ti mismo un símbolo viviente de su culpabilidad, pues no te podrás
escapar de la sentencia de muerte a la que lo condenes. 7Mas en su
inocencia hallarás la tuya.
3. Siempre que consientes sufrir, sentir privación,
ser tratado injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino
acusar a tu hermano de haber atacado al Hijo de Dios. 2Presentas
ante sus ojos el cuadro de tu crucifixión, para que él pueda ver que sus
pecados están escritos en el Cielo con tu sangre y con tu muerte, y que van
delante de él, cerrándole el paso a la puerta celestial y condenándolo al
infierno. 3Mas esto sólo está escrito así en el infierno, no en el
Cielo, donde te encuentras a salvo del ataque y eres la prueba de su inocencia.
4La imagen que de ti le ofreces, te la muestras a ti mismo y le
impartes toda tu fe. 5El Espíritu Santo, en cambio, te ofrece una
imagen de ti mismo en la que no hay dolor ni reproche alguno para que se la
ofrezcas a tu hermano. 6Y aquello de lo que se hizo un mártir para
que diese testimonio de su culpabilidad se convierte ahora en el perfecto
testigo de su inocencia.
4. El poder de un testigo transciende toda creencia
debido a la convicción que trae consigo. 2Se le cree porque apunta
más allá de sí mismo hacia lo que representa. 3Tu sufrimiento y tus
enfermedades no reflejan otra cosa que la culpabilidad de tu hermano, y son
los testigos que le presentas no sea que se olvide del daño que te ocasionó,
del que juras jamás escapará. 4Aceptas esta lamentable y enfermiza
imagen siempre que sirva para castigarlo. 5Los enfermos no sienten
compasión por nadie e intentan matar por contagio. 6La muerte les
parece un precio razonable si con ello pueden decir: "Mírame hermano, por
tu culpa muero". 7Pues la enfermedad da testimonio de la
culpabilidad de su hermano, y la muerte probaría que sus errores fueron
realmente pecados. 8La enfermedad no es sino una "leve"
forma de muerte, una forma de venganza que todavía no es total. 9No
obstante, habla con certeza en nombre de lo que representa. 10La
amarga y desolada imagen que le has presentado a tu hermano, tú la has
contemplado con pesar. 11Y has creído todo lo que dicha imagen le
mostró porque daba testimonio de su culpabilidad, la cual tú percibiste y
amaste.
5. Ahora el Espíritu Santo deposita, en las manos
que mediante su contacto con Él se han vuelto mansas, una imagen de ti muy diferente.
2Sigue siendo la imagen de un cuerpo, pues lo que realmente eres no
se puede ver ni imaginar. 3No obstante, esta imagen no se ha usado
para atacar, y, por lo tanto, jamás ha experimentado sufrimiento alguno. 4Da
testimonio de la eterna verdad de que nada te puede herir, y apunta más allá de
sí misma hacia tu inocencia y la de tu hermano. 5Muéstrale esto, y
él se dará cuenta de que toda herida ha sanado y de que todas las lágrimas han
sido enjugadas felizmente y con amor. 6Y tu hermano contemplará su
propio perdón allí, y con ojos que han sanado mirará más allá de la imagen
hacia la inocencia que ve en ti. 7He aquí la prueba de que nunca pecó;
de que nada de lo que su locura le ordenó hacer jamás ocurrió ni tuvo efectos
de ninguna clase; 8de que ningún reproche que haya albergado en su
corazón estuvo jamás justificado y de que ningún ataque podrá jamás hacerle
sentir el venenoso e inexorable aguijón del temor.
6. Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad.
2Tu curación es su consuelo y su salud porque demuestra que las
ilusiones no son reales. 3El factor motivante de este mundo no es la
voluntad de vivir, sino el deseo de morir. 4El único propósito que
tiene es probar que la culpabilidad es real. 5Ningún
pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. 6Éstos
son los testigos que se convocan para que se crea en ellos y para que
corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan. 7Y
cada uno de ellos tiene muchas voces, y os hablan a ti y a tu hermano en
diferentes lenguas. 8Sin embargo, el mensaje que os dan a ambos es
el mismo. 8Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos
son los testigos de la culpabilidad. 10Preocuparte por el
cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede
quedar destruido lo que amas. 11La depresión habla de muerte, y la
vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada.
7. La enfermedad, no importa en qué forma se
manifieste, es el testigo más convincente de la futilidad y el que refuerza a
todos los demás y les ayuda a pintar un cuadro en el que el pecado está
justificado. 2Los enfermos creen que todas sus extrañas necesidades
y todos sus deseos antinaturales están justificados. 3Pues ¿quién
podría amar una vida que queda truncada tan pronto, y no atribuirle valor a los
gozos pasajeros? 4¿Qué placer hay que sea duradero? 5¿No
tienen los débiles el derecho de creer que cada migaja de placer robado
constituye su justa retribución por la brevedad de sus vidas? 6Pues
pagarán con su muerte por todos sus placeres tanto si disfrutan de ellos como
si no. 7A la vida siempre le llega su final, sea cual sea la forma
en que ésta se viva. 8Por lo tanto, se deleitan con lo pasajero y
con lo efímero.
8. Nada de esto es un pecado, sino un testigo de la
absurda creencia de que el pecado y la muerte son reales, y de que tanto la
inocencia como el pecado acabarán igualmente en la tumba. 2Si esto
fuese cierto, tendrías ciertamente motivos para contentarte con ir en pos de
gozos pasajeros y disfrutar de cada pequeño placer siempre que tuvieses la oportunidad.
3No obstante, en este cuadro no se percibe al cuerpo como algo
neutral y desprovisto de un objetivo intrínseco. 4Pues se convierte
en el símbolo del reproche y en la prueba de la culpabilidad, cuyas
consecuencias aún están ahí a la vista, de modo que la causa jamás se pueda
negar.
9. Tu función consiste en mostrarle a tu hermano que
el pecado carece de causa. 2¡Cuán fútil tiene que ser verte a ti
mismo como la prueba fehaciente de que lo que tu función es, jamás tendrá
lugar! 3La imagen que te ofrece el Espíritu Santo no convierte al
cuerpo en algo que éste no es. 4Lo único que hace es purificarlo de
todo vestigio de acusación y reproche. 5Al representársele como algo
carente de propósito, no se le puede considerar ni enfermo ni saludable, ni
bueno ni malo. 6No da lugar a que se le pueda juzgar en modo alguno.
7No tiene vida, pero tampoco está muerto. 8Cualquier
experiencia de amor o de miedo le es ajena. 9Pues ahora no da
testimonio de nada, al no tener ningún propósito y al encontrarse la mente
libre otra vez para determinar cuál debe ser su propósito. 10Ahora
el cuerpo no está condenado, sino en espera de que se le confiera un propósito
de modo que pueda llevar a cabo la función que se le encomiende.
10. En este espacio vacío, del que el objetivo del
pecado ha sido erradicado, se puede recordar el Cielo. 2Ahora su paz
puede descender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte. 3El
cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una promesa de redención y
en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el
fétido hedor de la muerte. 4Deja que su propósito sea sanar. 5De
esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza,
proclamará la verdad y el valor de lo que representa. 6Deja que
reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. 7Y
deja que su mensaje para tu hermano sea: "Contémplame hermano, gracias a
ti vivo".
11. La manera más fácil de dejar que esto se logre
es simplemente ésta: no permitas que el cuerpo tenga ningún propósito procedente
del pasado, cuando estabas seguro de que sabías que su propósito era fomentar
la culpabilidad. 2Pues esto -afirma tu imagen enfermiza- es un
símbolo duradero de lo que el cuerpo representa. 3Y ello impide que
se le pueda conferir una perspectiva diferente, un propósito distinto. 4Tú
no sabes cuál es su propósito. 4No hiciste sino darle la ilusión de
un propósito a una cosa que concebiste para ocultar de ti mismo tu función. 6Esta
cosa sin propósito no puede ocultar la función que el Espíritu Santo te
encomendó. 7Deja, pues, que el propósito del cuerpo y tu función se
reconcilien finalmente y se consideren la misma cosa.
LECCIÓN 303
Hoy nace en mí el Cristo santo.
1. Velad conmigo, ángeles, velad conmigo hoy. 2Que
todos los santos Pensamientos de Dios me rodeen y permanezcan muy quedos a mi
lado mientras nace el Hijo del Cielo. 3Que se acallen todos los
sonidos terrenales y que todos los panoramas que estoy acostumbrado a ver
desaparezcan. 4Que a Cristo se le dé la bienvenida allí donde Él
está en Su hogar, 5y que no
oiga otra cosa que los sonidos que entiende y vea únicamente los panoramas que
reflejan el Amor de Su Padre. 6Que Cristo deje de ser un extraño
aquí, pues hoy Él renace en mí.
2. Le doy la bienvenida a tu Hijo, Padre. 2Él
ha venido a salvarme del malvado ser que fabriqué. 3Tu
Hijo es el Ser que Tú me has dado. 4Él es lo que yo soy en verdad. 5Él
es el Hijo que Tú amas por sobre todas las cosas. 6Él
es mi Ser tal como Tú me creaste. 7No es Cristo quien puede ser crucificado. 8A
salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu
Hijo.
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