II. El temor a sanar
1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para
muchos lo es. 3Pues la acusación es un obstáculo para el amor, y
los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen
completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los
débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para
gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría
amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a
hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra
que es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea
un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se le puede
compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le
perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la
culpabilidad que realmente ya ha acumulado.
2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues
son los testigos de que el perdón es injusto. 3Prefieren conservar
las consecuencias de la culpabilidad que no reconocen. 4No
obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. 5Y lo
que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la
vista. 6El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de
perdonar lo que cree que es verdad. 7No se puede devolver
bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real
para luego perdonarlo. 8Nadie que esté hablando en serio diría:
"Hermano, me has herido. aSin embargo, puesto que de los dos yo
soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado". 9Perdonarle
y seguir sintiendo dolor es imposible, pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una
niega a la otra y hace que sea falsa.
3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo,
perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues
afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo
concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no
es realmente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No
pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie
sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no
exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. 8Por lo
tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia vista. 9El
perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se
cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía
pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.
4. El perdón no es real a menos que os brinde
curación a tu hermano y a ti. 2Debes dar testimonio de que sus
pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. 3¿De
qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y cómo podría estar
justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que
confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados están más allá del
perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni
pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que puedan
cancelarse radica la prueba de que son simplemente errores. 7Permite
ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano
y a ti.
5. Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha
sanado. 2Un milagro de curación prueba que la separación no tiene
efectos. 3Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El
poder de tu testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo que
dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. 6Tu
cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. 7Y
al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia. 8Este
testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues
le prueba que ha sido perdonado.
6. Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo
que te ha dado a ti. 2De esta manera, tu curación demuestra que tu
mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo. 3Y
así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto contigo. 4El
milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían
deshacerse. 5Y la desesperanza y la muerte no pueden sino
desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida. 6Esta
llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la
muerte y la culpabilidad. 7La ancestral llamada que el Padre le hace
a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás
oirá. 8Hermano, la muerte no existe. 9Y aprenderás esto
cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. 10Él
cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está
condenado. 11Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu
curación, que su culpabilidad no es sino la trama de un sueño absurdo.
7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues
os otorgan a ti y a tu hermano el mismo regalo de absoluta liberación de la
culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas
porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece:
la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la
compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo
sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia
alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a
tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su
corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8Y lo que deseas se
te concede para que lo puedas ver.
8. El "costo" de tu serenidad es la suya. 2Este
es el "precio" que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera
diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del
"hecho" de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El
Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede
hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta
sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su
sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale
que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su
inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y
la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado
que él es el Hijo de Dios.
9. ¿Quién tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo
aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su propia
serenidad. 3Su propia impotencia y debilidad sirven de base para
justificar el dolor de su hermano. 4El constante aguijón de
culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo,
pero que ellos son libres. 5El constante dolor que sufren es la
prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su
hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del
sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se podría persuadir
al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a
razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y es
acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?
LECCIÓN 304
Que mi mundo no nuble la visión de Cristo.
1. Sólo puedo nublar mi santa vista si permito que mi
mundo se entrometa en ella. 2Y no puedo contemplar los santos panoramas que Cristo contempla a menos que
utilice Su visión. 3La percepción es un espejo, no un hecho. 4Y
lo que contemplo es mi propio estado de ánimo
reflejado afuera. 5Quiero bendecir el mundo contemplándolo a través
de los ojos de Cristo. 6Y veré
las señales inequívocas de que todos mis pecados me han sido perdonados.
2. Tú me conduces de las tinieblas a la luz y
del pecado a la santidad. 2Déjame perdonar y así recibir la
salvación del mundo. 3Ése es Tu regalo, Padre mío, que se me
concede para que yo se lo ofrezca a Tu santo Hijo, de manera que él pueda
hallar Tu recuerdo, y el de Tu Hijo tal como Tú lo creaste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario