Introducción
¿Cómo desarrollamos la autoestima? ¿Cómo
rompemos el ciclo de las conductas autodestructivas generadas por una
autoestima deficiente? Estas son
las preguntas a las que responde Nathaniel Branden en esta síntesis de
todas sus obras, como especialista de renombre mundial en la cuestión crucial
de la autoestima.
Esto no es una prolongación de
la teoría de la autoestima, sino una ampliación de su práctica. Su tema
básico son las acciones, tanto mentales como físicas, que promueven o
erosionan la autoestima.
Las estrategias para la
construcción de la autoestima que se recomiendan en las páginas siguientes han
sido minuciosamente ensayadas con miles de pacientes, a lo largo de las tres
décadas en que Branden ha practicado la psicoterapia.
La importancia de la
autoestima
El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta
virtualmente en forma decisiva todos los aspectos de nuestra experiencia, desde
la manera en que funcionamos en el trabajo, el amor o el sexo, hasta nuestro
proceder como padres y las posibilidades que tenemos de progresar en la vida.
Nuestras respuestas ante los acontecimientos dependen de quién y qué pensamos
que somos. Los dramas de nuestra vida son los reflejos de la visión íntima que
poseemos de nosotros mismos. Por lo tanto, la autoestima es la clave del éxito
o del fracaso.
También es la clave para comprendernos y comprender a los demás.
Aparte de los problemas de origen biológico, no
conozco una sola dificultad psicológica -desde la
angustia y la depresión, el miedo a la intimidad o al éxito, el abuso del
alcohol o de las drogas, el bajo rendimiento en el estudio o en el trabajo,
hasta los malos tratos a las mujeres o a la violación de menores, las
disfunciones sexuales o la inmadurez emocional, pasando por el suicidio o los
crímenes violentos- que no sea atribuible a una autoestima deficiente. De todos
los juicios a que nos sometemos, ninguno es tan importante como el nuestro
propio. La autoestima positiva es el requisito fundamental para una vida plena.
Veamos qué es la autoestima. Tiene dos componentes: un sentimiento de
capacidad personal y un sentimiento de valía personal. En otras palabras, la
autoestima es la suma de la confianza y el respeto por uno mismo. Refleja el
juicio implícito que cada uno hace de su habilidad para enfrentar los desafíos
de la vida (para comprender y superar los problemas) y de su derecho a ser
feliz (respetar y defender sus intereses y necesidades).
Tener una alta autoestima es sentirse confiadamente apto para la vida, es
decir, capaz y valioso, en el sentido que acabo de indicar. Tener una
autoestima baja es sentirse inútil para la vida; equivocado, no con respecto a
tal o cual asunto, sino equivocado como persona. Tener un termino medio de
autoestima es fluctuar entre sentirse apto e inútil, acertado y equivocado
como persona, y manifestar estas incoherencias en la conducta -actuar a
veces con sensatez, a veces tontamente-, reforzando, así, la inseguridad.
La capacidad de desarrollar una confianza y un respeto saludables por
nosotros mismos es inherente a nuestra naturaleza, ya que la capacidad de
pensar es la fuente básica de nuestra idoneidad, y el hecho de que estemos
vivos es la fuente básica de nuestro derecho a esforzarnos por conseguir
felicidad. Idealmente, todo el mundo debería disfrutar de un alto nivel de
autoestima, experimentando tanto una fe intelectual en sí mismo como una fuerte
sensación de que merecemos ser felices. Por desgracia, sin embargo, hay mucha
gente a la que esto no le ocurre. Numerosas personas padecen sentimientos de
inutilidad, inseguridad, dudas sobre si mismas, culpa y miedo a participar
plenamente en la vida, una vaga sensación de que "lo que soy no es
suficiente". No siempre estos sentimientos se reconocen y admiten con
facilidad, pero ahí están.
En el proceso del desarrollo, y en el proceso de la vida en sí, nos resulta
sumamente fácil apartarnos de un concepto positivo de nosotros mismos, o no
llegar a formarlo nunca. Tal vez no podamos jamás estar satisfechos con
nosotros mismos a causa de la aportación negativa de los demás, o porque hemos
fallado a nuestra propia honestidad, integridad, responsabilidad y
autoafirmación, o porque hemos juzgado nuestras acciones con una comprensión y
una compasión inadecuadas.
Sin embargo, la autoestima es siempre una cuestión de grado. Nunca he
conocido a nadie que careciera por completo de autoestima positiva, ni tampoco
he conocido a nadie que no fuera capaz de desarrollar su autoestima.
Desarrollar la autoestima es desarrollar la convicción de que uno es
competente para vivir y merece la felicidad, y por lo tanto enfrentar a la vida
con mayor confianza., benevolencia y optimismo, los cuales nos ayudan a
alcanzar nuestras metas y experimentar la plenitud. Desarrollar la
autoestima es ampliar nuestra capacidad de ser felices.
Si comprendemos esto, podemos apreciar que el hecho de cultivar la
autoestima nos interesa a todos. No es necesario llegar a odiarnos para poder
aprender a querernos más; no tenemos que sentirnos inferiores para desear
tenernos más confianza. No hemos de sentirnos infelices para desear ampliar
nuestra capacidad de alegría.
Cuanto más alta sea nuestra autoestima, mejor preparados estaremos para
afrontar las adversidades; cuanto más flexibles seamos, más resistiremos la
presiones que nos hacen sucumbir a la desesperación o a la derrota.
Cuanto más alta sea nuestra autoestima, más posibilidades de ser creativos
en nuestro trabajo, lo que significa que también tendremos más posibilidades de
lograr el éxito.
Cuanto más alta sea nuestra autoestima, mças ambiciosos tenderemos a ser,
no necesariamente en nuestra carrera o profesión o en un sentido económico, sino
en términos de lo que esperamos experimentar en la vida en el plano emocional,
creativo y espiritual.
Cuanto más alta sea nuestra autoestima, más posibilidades tendremos de
entablar relaciones enriquecedores y no destructivas, ya que lo semejante se
atrae entre sí, la salud llama a la salud, y la vitalidad y la generosidad de
ánimo son más apetecibles que el vacío afectivo y la tendencia a aprovecharse
de los demás.
Cuanto más alta es nuestra autoestima, más inclinados estaremos a tratar a
los demás con respeto, benevolencia y buena voluntad, ya que no los
percibiremos como amenaza, no nos sentiremos "extraños y asustados en
un mundo que nunca hicimos" (citando el poema de A. E. Housman),
y porque el respeto por uno mismo es la base del respeto por los demás.
Cuanto más alta sea nuestra autoestima, más alegría experimentaremos por el
solo hecho de ser, de despertarnos por la mañana, de vivir dentro de nuestros
cuerpos.
Estas son las recompensas de la confianza y el respeto por nosotros mismos.
En Honoring the Self he analizado con detalle por quçe
existen tales correlaciones; pero creo que está claro que si deseamos ampliar
nuestras posibilidades positivas y, por lo tanto transformar la calidad de
nuestra existencia, debemos empezar por desarrollar nuestra autoestima.
Examinemos más profundamente el significado de la autoestima.
La autoestima, en cualquier nivel, es una experiencia intima; reside en el
núcleo de nuestro ser. Es lo que yo pienso y siento sobre mí mismo, no lo que
otros piensan o sienten sobre mí.
Cuando somos niños, los adultos pueden alimentar o minar la confianza y el
respeto por nosotros mismos, según que nos respeten, nos amen, nos valoren y
nos alienten a tener fe en nosotros mismos, o no lo hagan. Pero aun en nuestros
primeros años de vida nuestras propias elecciones y decisiones desempeñan un
papel crucial en el nivel de autoestima que a la larga desarrollemos. Estamos
lejos de ser meros receptáculos pasivos de las opiniones que los demás tengan
de nosotros. Y de todos modos, cualquiera que haya sido nuestra educación, como
adultos la cuestión está en nuestras manos.
Nadie puede respirar por nosotros, nadie puede pensar por nosotros, nadie
puede imponernos la fe y el amor por nosotros mismos.
Puedo ser amado por mi familia, mi pareja y mis amigos, y sin embargo no
amarme a mí mismo. Puedo ser admirado por mis socios y considerar no obstante
que carezco de valores. Puedo proyectar una imagen de seguridad y aplomo que
engañe a todo el mundo, y temblar secretamente porque me siento inútil.
Puedo satisfacer las expectativas de los demás y no las mías; puedo obtener
altos honores y sin embargo sentir que no he logrado nada; puedo ser adorado
por millones de personas pero despertar cada mañana con una deprimente
sensación de fraude y vacío.
Alcanzar el "éxito" sin alcanzar una autoestima positiva es estar
condenado a sentirse como un impostor que espera con angustia que lo descubran.
Así como el aplauso de los otros no genera
nuestra autoestima, tampoco lo hacen el conocimiento, ni la destreza, ni las
posesiones materiales, ni el matrimonio, ni la paternidad o maternidad, ni las
obras de beneficencia, ni las conquistas sexuales, ni las cirugías estéticas. A
veces estas cosas pueden hacernos sentir mejor con respecto a nosotros mismos
por un tiempo, o más cómodos en determinadas situaciones; pero comodidad no es
autoestima.
Lo trágico es que la mayoría de las personas buscan la auto confianza y el
auto respeto en todas partes menos dentro de sí mismas, y por ello fracasan en
su búsqueda. Veremos que la autoestima positiva se comprende mejor como una
suerte de logro espiritual, es decir, como una victoria en la evolución de la
conciencia. Cuando comenzamos a concebirla de este modo, como un estado de
conciencia, descubrimos la necedad de creer que solo con lograr que los demás
se formen una impresión positiva por parte de nosotros mismos. Dejaremos de
decirnos: si pudiera lograr otro ascenso; si pudiera ser esposa y madre; si
pudiera ser considerado un buen padre; si pudiera comprarme un coche más grande;
si pudiera escribir otro libro, adquirir otra empresa, tener un nuevo amante,
recibir otro premio, lograr un reconocimiento más de mi
"abnegación"... entonces me sentiría realmente en paz conmigo mismo.
Nos daremos cuenta de que, puesto que la búsqueda es irracional, ese anhelo por
"algo más" existirá siempre.
Si la autoestima es el juicio de que soy pato para la vida, la experiencia
de mi propia capacidad y valía; si la autoestima es una conciencia
autoafirmadora, una mente que confía en si misma, nadie puede generar esta
experiencia, salvo uno mismo.
Cuando apreciamos la verdadera naturaleza de la autoestima, vemos que no es
competitiva ni comparativa.
La verdadera autoestima no se expresa por la auto glorificación a expensas
de los demás, o por el afán de ser superior a los otros o de rebajarlos para
elevarse uno mismo. La arrogancia, la jactancia y la sobrevaloración de
nuestras capacidades reflejan más bien una autoestima equivocada y no, como
imaginan algunos, un exceso de autoestima.
El estado de una persona que no estça en guerra
ni consigo misma ni con los demás, es una de las características
más significativas de una autoestima sana.
La importancia de una autoestima sana reside en el hecho de que es la base
de nuestra capacidad para responder de manera activa y positiva a las
oportunidades que se nos presentan en el trabajo, en el amor y en la diversión.
Es también la base de esa serenidad de espíritu que hace posible disfrutar de
la vida.
El concepto de sí mismo como destino
El concepto que cada uno de nosotros tiene de si mismo
consiste en quién y qué pensamos que somos consciente y subconscientemente:
nuestros rasgos físicos y psicológicos, nuestras cualidades y nuestros defectos
y, por encima de todo, nuestra autoestima. La autoestima es el componente
evaluativo del concepto de sí mismo.
Ese concepto modela nuestro destino; es decir que la visión más profunda que tenemos de nosotros mismos influye sobre
todas nuestras elecciones y decisiones más significativas y, por ende, modela
el tipo de vida que nos creamos.
Vivir conscientemente
Hay
dos palabras que describen inmejorablemente lo que podemos hacer para aumentar
nuestra autoestima, es decir, para generar más confianza en nosotros mismos y
respetarnos más. Estas son: vivir conscientemente. El problema es que
esta frase quizá resulte demasiado abstracta para algunas personas; no se
traduce de manera auto evidente en una acción mental y/o física. Y si deseamos
crecer, necesitamos saber qué hacer. Necesitamos aprender nuevas
conductas. De modo que debemos preguntar: si tratáramos de vivir más conscientemente
¿cómo y en que aspectos actuaríamos de manera diferente?
La
mente es nuestro medio de supervivencia fundamental. Todos nuestros logros
específicamente humanos son el reflejo de nuestra capacidad de pensar. Una
vida llena de éxitos depende del uso adecuado de la inteligencia, es decir,
adecuada a las tareas y objetivos que nos proponemos y a los desafíos con que
nos enfrentamos. Este es el hecho biológico central de nuestra existencia.
Pero
el uso adecuado de nuestra conciencia no es automático; más bien, es una
elección. Tenemos libertad de obrar en pro de la ampliación o la limitación
de la conciencia. Podemos aspirar a ver más o a ver menos. Podemos desear saber
o no saber. Podemos luchar para obtener claridad o confusión. Podemos vivir
conscientemente, o semiconscientemente, o (para casi todos los fines prácticos)
inconscientemente. Éste es, en definitiva, el significado del libre
albedrío.
Si nuestra vida y nuestro bienestar dependen del uso adecuado de la conciencia, la importancia que le otorguemos a la visión, prefiriéndola a la ceguera, es el componente más importante de nuestra auto confianza y nuestro autor respeto. Será difícil que podamos sentirnos competentes en la vida si vagamos (en el trabajo, en el matrimonio o en la relación con los hijos) en medio de una niebla mental autoprovocada. Si traicionamos nuestro medio fundamental de supervivencia tratando de existir de forma irreflexiva, la impresión que nos formamos de nuestros propios méritos queda perjudicada en la misma medida, con independencia de la aprobación o desaprobación de los demás. Nosotros conocemos nuestros defectos, los conozcan o no los otros. La autoestima es la reputación que adquirimos con respecto a nosotros mismos.
Si nuestra vida y nuestro bienestar dependen del uso adecuado de la conciencia, la importancia que le otorguemos a la visión, prefiriéndola a la ceguera, es el componente más importante de nuestra auto confianza y nuestro autor respeto. Será difícil que podamos sentirnos competentes en la vida si vagamos (en el trabajo, en el matrimonio o en la relación con los hijos) en medio de una niebla mental autoprovocada. Si traicionamos nuestro medio fundamental de supervivencia tratando de existir de forma irreflexiva, la impresión que nos formamos de nuestros propios méritos queda perjudicada en la misma medida, con independencia de la aprobación o desaprobación de los demás. Nosotros conocemos nuestros defectos, los conozcan o no los otros. La autoestima es la reputación que adquirimos con respecto a nosotros mismos.
Mil veces por día debemos elegir el nivel de conciencia en el cual funcionaremos. Mil veces por día debemos elegir entre pensar y no pensar. Gradualmente, con el tiempo, adquirimos una noción de la clase de persona que somos, según cuales sean las elecciones que hagamos, la racionalidad y la integridad que mostremos. Esa es la reputación a la que me refiero.
Cuanto más inteligentes somos, mayor
es nuestra capacidad de conocimiento, pero el principio de vivir
conscientemente sigue siendo el mismo, sea cual fuere el nivel de inteligencia.
Vivir conscientemente significa conocer todo lo que afecta a nuestras acciones,
objetivos, valores y metas, y comportarnos de acuerdo con aquello que vemos y
sabemos.
En cualquier situación, vivir
conscientemente significa generar un estado mental adecuado a la tarea que se
realiza. Conducir un coche, hacer el amor, escribir la lista de la compra,
estudiar un balance, meditar, todo ello requiere estados mentales diferentes,
distintos tipos de procesos psíquicos. En lo referente a cuestiones de
funcionamiento mental, el contexto determina qué es lo adecuado. Vivir
conscientemente significa hacerse responsable del conocimiento adecuado a la
acción que estamos efectuando. Esto, sobre todo, es el fundamente de la
autoconfianza y el autorrepesto.
La autoestima, pues, depende, no de
las características con las que nacemos, sino del modo en que usemos nuestra
conciencia, de las elecciones que hagamos con respecto al conocimiento, la
honestidad de nuestra relación con la realidad y el nivel de nuestra
integridad. Una persona de gran inteligencia y gran autoestima no se sentirá más
adecuada a la vida o más merecedora de felicidad que otra persona con
gran autoestima y una inteligencia modesta.
Vivir conscientemente implica respeto
por los hechos de la realidad -los hechos de nuestro mundo interior así como
los del mundo exterior-, en contraste con una actitud equivalente a decir: "Si
yo no quiero verlo o considerarlo, esto no existe". Vivir
conscientemente es vivir responsablemente para con la realidad. Lo cual
no significa que tenga que gustarnos lo que vemos, sino que debemos reconocer
lo que es y lo que no es, y que los deseos o los miedos o los rechazos no
alteran los hechos.
Al
considerar los ejemplos precedentes, analice los resultados que implica el
hecho de vivir conscientemente, en contraposición a los que produce el vivir
inconscientemente:
Pensar,
aunque resulte difícil, contra no pensar.
El
conocimiento, aun cuando sea un desafío, contra el desconocimiento.
La claridad, se obtenga o no con facilidad, contra la
oscuridad o la vaguedad.
El respeto por la realidad, ya sea agradable o
dolorosa, contra la huida de la realidad.
El respeto por la verdad contra el rechazo de la
verdad.
La independencia contra la dependencia.
La actitud contra la actitud pasiva.
La voluntad de correr riesgos adecuados, aunque
despierten miedo, contra la falta de voluntad.
La honestidad con uno mismo contra la deshonestidad.
Vivir en el presente y de acuerdo con él, contra
replegarse en la fantasía.
Enfrentarse a uno mismo contra evitarse a uno mismo.
La voluntad de ver y corregir los errores, contra la
perseverancia en el error.
La razón contra el irracionalismo.
Uno de los puntos más importantes del vivir
conscientemente es la independencia intelectual. Una persona no puede pensar a
través de la mente de otra. Podemos aprender de los demás, pero el verdadero
conocimiento implica comprensión, y no se trata de la mera repetición o
imitación. Tenemos dos alternativas: ejercitar nuestra propia mente, o delegar
en otros la responsabilidad del conocimiento y la evaluación y aceptar sus
veredictos de manera más o menos incondicional.
Por supuesto, a veces los demás influyen en nosotros
de modos que no reconocemos; pero esto no altera el hecho de que existe una
distinción entre los que tratan de comprender las cosas por si mismos, y los
que no lo hacen. Lo decisivo a este respecto es nuestra intención, nuestra
meta. Como política general, ¿intenta usted pensar por sí mismo? ¿Es esa
su orientación básica?
Hablar
de "pensar de forma independiente" es útil porque la redundancia
tiene valor en términos de énfasis. A menudo la gente llama "pensar"
al mero reciclaje de las opiniones ajenas, no al verdadero pensamiento. Pensar
con independencia -sobre nuestro trabajo, nuestras relaciones, los valores que
guiaran nuestra vida- es parte de lo que se quiere decir con "vivir
conscientemente".
La independencia es una virtud de la autoestima.
Al
repasar los casos citados, tal vez usted desee preguntar: ¿acaso la gente que
vive conscientemente no tiene, ya, una buena autoestima, y la que vive
conscientemente carece de ella? ¿cómo puede, entonces, el vivir conscientemente
ser la base de la autoestima?
Nos
encontramos aquí con lo que llamo el principio de la causalidad reciproca.
Con ella quiero decir que las conductas que generan una buena autoestima son
también expresiones de una buena autoestima, y las conductas que son
expresiones de una buena autoestima son también generadoras de una buena
autoestima. Vivir conscientemente es a la vez causa y efecto de la autoconfianza
y el autorrespeto.
Cuanto
más conscientemente vivo, más fe tengo en mi mente y más respeto mi valor.
Cuanto más fe tengo en mi mente y más respeto a mi valor, más natural me
resulta vivir conscientemente. Esta misma relación existe entre todas las
conductas que sirven de apoyo a la autoestima.
¿Puede
usted aislar las áreas de su vida en la que obra con mayor conciencia?
Empleando como guía el material de esta sección, escriba dos listas. Es un
excelente modo de profundizar su comprensión de que significa para usted vivir
conscientemente.
Ahora
supongamos que usted identifica tres áreas en las cuales reconoce que su
nivel medio de conciencia es mucho menor que lo que debería ser. Trate de
ver por qué le resulta difícil lograr en estas áreas un alto nivel de conciencia.
Luego, para cada una de esas áreas, escriba: "La dificultad de
permanecer plenamente consciente en esto reside en...", y luego, lo
más rápido posible, sin censurarse o "pensar", complete la oración
empleando de seis a diez terminaciones diferentes. Luego haga lo mismo
con: "Lo bueno de ser plenamente consciente en esto es..."; luego
siga con: "Si yo permaneciera plenamente consciente en esto...".
Es probable que haga algunos descubrimientos esclarecedores. Ya con el solo
hecho de efectuar este ejercicio, vivirá usted más conscientemente.
Por
ultimo, reflexione un poco sobre el día de mañana, y sobre los próximos siete
días de su vida. Considere cómo puede aplicar estas ideas a sus intereses
diarios. Si, por ejemplo, decide ser más consciente en su trabajo, ¿qué es lo
que podría hacer e manera diferente? Si elige ser más consciente en una o más
de sus relaciones afectivas, ¿qué cambiaria en su conducta? Si desea
desarrollar su confianza y respeto por sí mismo, comience ahora. Identifique
tres nuevas conductas dentro del ámbito de su trabajo y de sus relaciones,
respectivamente, en las que pueda practicar esta semana... y comprométase a
experimentarlas.
Y
siga trabajando durante los próximos siete días, y las siguientes, para ampliar
más su conciencia, paso a paso. En lo que concierne a elevar la autoestima, no
evolucionamos a pasos de gigantes, sino comprometiéndonos en la acción a
avanzar poco a poco, paso tras paso, inflexiblemente, hacia un horizonte en
constante expansión.
No
es que no puedan ocurrir adelantos y transformaciones extraordinarios Esto
puede suceder, pero no a aquellos que esperan con una actitud de vacía
pasividad. Debemos actuar, y debemos comenzar a partir del punto en que nos
hallamos. Un pequeño movimiento en dirección a una conciencia más elevada abre
la puerta a otro, y a otro. No importa en qué punto empecemos; sólo importa que
asumamos la responsabilidad de empezar.
FUENTE:
Inteligencia emocional.
Ramon Gamero. Terapeuta holistico (cita previa 955 99 72 33-650 91 73 64)
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