martes, 14 de febrero de 2012

IV Aprender a conocer y superar nuestras BARRERAS AFECTIVAS Y EMOCIONALES IV Temas de hoy:"ES INEVITABLE QUE SALGA LASTIMADO", "ME SIENTO AMENAZADO CUANDO OTRA PERSONA SE ACERCA DEMASIADO", "NO QUIERO TENER QUE PEDIR POR LO QUE NECESITO" (o "¿PORQUÉ NO PUEDES LEER MIS PENSAMIENTOS?") Y "¿POR QUÉ DEBO DAR TANTO PARA RECIBIR TAN POCO?"

"ES INEVITABLE QUE SALGA LASTIMADO"


El amor y la intimidad siempre entrañan el riesgo de salir lastimado. Cuando nos importa otra persona abiertos para recibir su amor, somos vulnerables a las vicisitudes de su personalidad individual y a los acontecimientos exteriores que la afectan. Inevitablemente habrá momentos en los que personas que son importantes para nosotros nos criticarán, nos defraudarán, nos subestimarán o nos harán sufrir de alguna manera. Y siempre existe el riesgo de que alguien con cuyo amor contamos se retire en forma parcial o total de la relación o muera, dejándonos con un sentimiento de abandono y desamparo, dolidos por la pérdida.

Muchas personas consideran que vale la pena correr estos riesgos en vista de los placeres y los beneficios que las relaciones íntimas pueden potencialmente procurarnos. Para otros, en cambio, pesa más el riesgo de que los lastimen. En lo hondo de su ser sienten que el amor siempre lleva al sufrimiento, un sufrimiento tan terrible que el dolor supera de lejos al posible placer.

CUANDO SER AMADO SIGNIFICA SER LASTIMADO

Algunas personas equiparan amor con sufrimiento porque cuando niños su contacto principal con sus padres fue a través de la violencia o el desinterés. Los padres se relacionaban con ellos sobre todo a través de los golpes o el castigo. Cuando no los maltrataban en forma activa, sencillamente no les prestaban la menor atención, por lo cual los niños crecían con la idea de que ser amado significa ser maltratado o ignorado.

Las personas a quienes les pegaban cuando eran niños, suelen decir: 'Después de un tiempo, ya no dolía', y también: 'Era mejor que a un le pegaran y no que lo ignoraran. El 'tratamiento silencioso' era mucho peor que los golpes'. Racionalizaciones parecidas son frecuentes en víctimas de abuso sexual en la infancia, que afirman: 'No fue tan malo' o 'Por lo menos me prestaban atención'. Dada la intensa necesidad de contacto con sus padres que tienen los niños, algún contacto -aunque sea abusivo o violento- puede ser mejor que ninguno.

Pero incluso los niños que no fueron habitualmente maltratados pueden aprender a vincular amor y dolor. 'Sólo hago esto porque te amo', 'Esto me duele más que a ti', y 'Si no te amara tanto no haría esto', son frases comunes en boca de muchos padres cuando castigan a sus hijos. Estas palabras le dicen al niño que lo que está recibiendo es amor, cuando su reacción natural es sentir miedo, ira, humillación y una gran falta de amor. De ahí que en ese tipo de situación el niño aprenda a invalidar sus propios sentimientos, y a internalizar el mensaje de los padres, diciéndose a sí mismo: 'Recibí el castigo que merecía', y Sólo me hicieron eso porque me aman y quieren corregirme'.

MENSAJES CULTURALES

Aunque todo el mundo está expuesto a la idea de que el amor conduce al sufrimiento, varones y mujeres reciben mensajes que, en aspectos sutiles pero significativos, son diferentes. El mensaje común que transmiten a los varones sus padres, sus pares y también los medios de difusión, es que amar los llevará a una pérdida de poder y libertad. A los varones se los alienta a dar rienda suelta a sus impulsos mediante el contacto sexual con el sexo opuesto, pero se los previene contra el compromiso emocional. Aprenden que una vez que el hombre entrega su corazón se convierte en un 'bobo enamorado' que pierde su autonomía, y al que como a un animal de tiro se lo 'ensilla' con responsabilidades pasadas y restrictivas.
LOS QUE ELUDEN EL SUFRIMIENTO Y LOS QUE LO BUSCAN Quienes padecen el bloqueo 'Es inevitable que salga lastimado' pueden agruparse en dos categorías generales: los que eluden el sufrimiento y los que son adictos al sufrimiento. A los primeros los motiva principalmente el miedo al sufrimiento que están seguros habrán de padecer si se permiten a sí mismos amar y ser amados. Según sea la dimensión y la naturaleza exacta de su miedo, o se abstienen por completo de toda relación íntima, o bien establecen relaciones pero luego se distancian o escapan apenas empieza a desarrollarse una auténtica cercanía.

SI bien quienes eluden el sufrimiento pueden pertenecer a uno u otro sexo y tener cualquier inclinación sexual, esta manifestación del bloqueo 'Es inevitable que salga lastimado', es especialmente común entre hombres heterosexuales. Muchos pasan de una relación sentimental u otra, retrayéndose o desapareciendo cuando empieza a desarrollarse una verdadera intimidad. Cuando alguien repite el esquema hasta el punto en que eludir el sufrimiento se convierte en un modo de vida, es inevitable que en ese proceso también desarrolle otro bloqueo importante. Dicho bloqueo -'No puedo tomar un compromiso'- y sus relaciones con el bloqueo 'Es inevitable que salga lastimado', otro bloqueo.

Los adictos al sufrimiento también tienen la certeza de que el sufrimiento será inevitable si se permiten a sí mismos amar y ser amados. Lo que los diferencia de la categoría anterior es que están más que dispuestos a sufrir sin límites en aras del amor. De hecho, es frecuente que se sientan atraídos -como la polilla por la lana- precisamente hacia aquellas personas que más habrán de lastimarlos. Para ellos, una relación no entraña cierto caudal de sufrimiento, obviamente no es una verdadera relación amorosa.

Aunque los adictos al sufrimiento pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales u homosexuales, el ejemplo más emblemático ha llegado a ser la mujer que una y otra vez se relaciona con hombres tan acosados por problemas como lo estaban los padres de ellas. Ya se trate de alcohólicos, drogadictos, mujeriegos, tiranos, golpeadores, eternos fracasados o simplemente individuos emocionalmente reprimidos, son hombres que generan problemas con P mayúscula, y que acarrean enorme sufrimiento a las mujeres que los aman.

Sin embargo, estos hombres suelen poseer también ciertas cualidades muy atractivas, y pasan por momentos o períodos en los que pueden ser muy cariñosos, cosa que habitualmente ocurre incluso con los 'peores' padres. Este punto crucial es la clave para comprender el comportamiento de los adictos al dolor. Hasta los niños más seriamente maltratados rara vez crecen con una falta total de amor. Padres que por lo general son fríos, indiferentes o abusivos con sus hijos, tienen momentos en los que se muestran bondadosos, atentos, risueños y afectuosos. Es el carácter impredecible de la conducta de los padres el que hace que los hijos se 'enganchen' en relaciones dolorosas. SI los padres se muestran SIEMPRE fríos e indiferentes, los hijos pueden simplemente dejarlos de lado y dirigir su búsqueda de amor hacia otras personas capaces de brindárselo en forma consecuente. Pero cuando los padres son OCASIONALMENTE cariñosos, los hijos se empeñan en generar situaciones que susciten esa actitud afectuosa. Convencidos de que sus padres son buenos 'en el fondo', los hijos hacen todo lo posible por hacer aflorar esa bondad. Cada vez que el padre o la madre indiferente da alguna muestra de bondad y afecto, los hijos tratan de recordar con exactitud qué fue lo que hicieron y dijeron para que ello ocurriera. Piensan que si vuelven a hacer lo mismo, recibirán nuevas muestras de amor. Si esto no ocurre, los hijos no advierten que la conducta de los padres nada tiene que ver con ellos, y suponen que no han hecho lo que correspondía, o no lo han hecho exactamente como debían. Cada fracasado intento de hacer aflorar el lado afectuoso de sus padres los convence de que los culpables de esa falta de amor son ellos, y que sin duda algo malo habrán hecho.

Quienes funcionan de este modo repiten el mismo esquema trágico en sus relaciones adultas, sobre todo en las relaciones amorosas. Una y otra vez se embarcan en relaciones con personas tan duras para brindar amor como lo eran sus propios padres. Ansiosos de conseguir por fin el amor que nunca recibieron de sus padres, son arrastrados a una clásica compulsión repetitiva, una necesidad inconsciente de volver a vivir sus relaciones familiares tempranas hasta que logren el dominio de la situación y puedan cambiar el resultado final. La decisión inconsciente que toma el adicto al sufrimiento es ésta: 'Voy a hacer esto una y otra vez hasta que me salga bien'.

Podría argumentarse que las personas adictas al sufrimiento, sobre todo las mujeres, son masoquistas, o sea que el dolor les produce placer. Pero a los adictos al sufrimiento no les resulta para nada placentero el dolor que sus relaciones les acarrea; por el contrario, lo encuentran insoportable. El sufrimiento no les parece BUENO, sino JUSTO, porque les es muy familiar. Es fácil impacientarse con los adictos al sufrimiento y decir que si son desdichados en sus relaciones es por su propia culpa, por elegir siempre a personas que no les convienen. En verdad, lo que hacen al revivir su sufrimiento temprano es tratar de encontrar una manera de poner fin al dolor. 'Si paso por esto una vez más', piensan, 'podré por fin encontrar una salida'.





"ME SIENTO AMENAZADO CUANDO OTRA PERSONA SE ACERCA DEMASIADO"




A primera vista podría parecer paradójico que en una era en la que tanta gente proclama abiertamente su deseo de intimidad (como lo demuestra el auge de los llamados 'anuncios personales', tanto en los diarios como en Internet), muchos estén al mismo tiempo tan profundamente asustados. Es obvio que la intimidad es un valor caracterizado por la ambivalencia. Todos la anhelan, pero cuando tienen una oportunidad de acercamiento son muchos los que también escapan.

Algunas personas temen a la intimidad porque sus experiencias tempranas los llevaron a equiparar ser amados con ser sobreprotegidos o dominados. A modo de ejemplo, veamos el caso clásico del padre que con el pretexto de "ayudar" a su hijo a hacer los deberes lo suplanta y los hace él. Así el padre se impone de este modo a su hijo en forma habitual, el niño no desarrollará su yo en plenitud, se sentirá minúsculo e incapaz, eclipsado por la sombra gigantesca y siempre presente de su padre. O tomemos la clásica situación de la madre amante que permanece de guardia junto a la ventana mientras su hijo juega afuera, y corre en su ayuda al menor signo de peligro. El niño constantemente sobreprotegido crecerá sintiéndose incapaz de desenvolverse en el mundo. En ambos casos se trata de padres cariñosos y bienintencionados, pero su comportamiento impide que los hijos desarrollen una fuerte conciencia de sí mismos como seres autónomos. En la edad adulta, esos hijos seguirán demasiado apegados psicológicamente a sus padres, con un sentido de identidad subdesarrollado y débil. Cuando otras personas comiencen a intimar con ellos, reaccionarán como si fueran nuevamente niños pequeños avasallados por padres todopoderosos.

Hay también quienes temen a la intimidad porque se trata de un territorio desconocido. Muchas personas crecieron sin experimentar nunca un sentimiento de verdadera conexión con otro ser humano. Tampoco aprendieron con el ejemplo, dado que sus padres no tenían comunicación entre ellos. Ya adultos, tal vez hagan algún intento de llegar a la intimidad en ciertas relaciones, pero como no saben manejarse en esa situación, lo más probable es que todo termine en desilusión, sufrimiento o incluso desastre. Eso alimenta su temor de entrar en territorio desconocido y refuerza su convicción de que lo más seguro es mantener altas las defensas e impedir que nadie se acerque.

Una razón más de que el miedo a la intimidad sea tan corriente, es que las relaciones íntimas obligan al individuo a descubrir y enfrentarse con su yo más profundo, incluso sus costados más oscuros y menos atractivos. Algo que mucha gente no puede o no quiere hacer. Muchos crecieron desconectados de part4es enteras de su propio ser- sus sentimientos más profundos, sus verdaderos deseos, su confusión, su ira, su ambivalencia, sus anhelos espirituales- y fueron criados por personas que también estaban desconectadas de su propio ser. La intimidad implica para ellos avanzar por una zona desconocida, el territorio sin mapas del auténtico conocimiento de una mismo. Es así como, algunos parecen dispuestos a aprender quiénes son en realidad, suelen dar marcha atrás cuando una relación los fuerza enfrentarse con partes de su propia personalidad que prefieren negar o desconocer.

Como ocurre con los demás bloqueos afectivos, el bloqueo "Me siento amenazado cuando otra persona se acerca demasiado" puede manifestarse en grado variables y de diferentes maneras. Algunas de las personas que lo padecen tienen tanto miedo a la intimidad que sólo entablan relaciones muy superficiales, o pasan por la vida casi sin establecer vínculos con los demás, salvo por los del trabajo. Otros tienen numerosos amigos con los que se sienten cómodos y a los que confían sus sentimientos, pero se sienten amenazados ante la perspectiva de abrirse del mismo modo ante la persona con la que mantienen una relación sentimental o que les interesa en ese aspecto.

En las relaciones amorosas, el miedo a la intimidad se expresa de diversas maneras. Algunas personas se sienten cómodas en la gimnasia sexual con su pareja pero les resulta muy incómodo confiarle sus sentimientos más profundos. Otros son más reprimidos respecto de sus cuerpos pero no les cuesta revelar sus sentimientos.

Si bien este bloqueo está muy difundido, hay que ser muy cauteloso antes de concluir que alguien lo padece. A veces, escapar de la intimidad puede ser muy saludable, ya que abunda en el mundo la gente de personalidad invasora. Apenas conocen a alguien desean convertirse instantáneamente en su mejor amigo o su amante, o exigen algún otro modo de fuerte compromiso desde el primer momento. La persona asediada responderá a menudo cerrándose en forma instintiva y apartándose, lo cual en una situación de ese tipo constituye una reacción sana de autoprotección, y no la evidencia de un bloqueo afectivo. La reacción es apropiada porque la amenaza que representa la persona invasora es una amenaza real. Sólo podemos afirmar que se está ante el bloqueo descripto cuando alguien reacciona HABITUALMENTE a la intimidad cerrándose y apartándose, y haciéndolo incluso cuando quien desea intimar no es una personalidad invasora.

LÍMITES E INVASIÓN
A fin de poder relacionarse íntimamente de un modo saludable, es preciso tener una idea clara de los límites, saber dónde termina uno y dónde empieza el otro. Los límites claros y apropiados actúan a modo de antenas que indican cuándo el comportamiento del otro representa una intrusión o una amenaza. También permiten establecer el tono justo en la relación, decir: 'No, no puedes tratarme de ese modo' o 'No, no puedo hacer lo que quieres que haga: es demasiado pedir'. Sólo cuando las personas establecen límites saludables son capaces de alcanzar el delicado equilibrio entre cercanía y distancia que la intimidad requiere, sin sentirse amenazadas ni por la cercanía ni por la distancia. Lo cierto, sin embargo, es que muchas personas crecieron en hogares donde los límites eran constantemente violados, y la única forma en que podían proteger de la invasión su frágil individualidad era erigir un muro de defensas impenetrables.

Hay dos clases de invasión corrientes en el seno de la familia. La primera es una invasión física, que se produce cuando existe poco o ningún respeto por la privacidad. Algunas personas crecieron en hogares donde no se les permitía a los niños cerrar la puerta de su dormitorio para leer o estudiar, o simplemente para estar solos. Todo intento de hacerlo era interpretado por los padres como una acto hostil, y el niño era acusado de 'guardar secretos', 'estar malhumorado' o 'portarte como si fueras demasiado bueno para nosotros'. Algunos padres interpretaban como un rechazo todo deseo de soledad manifestado por sus hijos y se mostraban ofendidos cada vez que un niño expresaba el deseo de hacer algo por su cuenta.

La segunda clase de invasión habitual es la psicológica. Ocurre en familias en las que no se les permite a cada uno de los miembros tener sentimientos, ideas y opiniones diferentes. Muchas personas crecieron en hogares donde se consideraba impertinente o herético que un niño expresara un sentimiento, una idea o una opinión que no estuvieran de acuerdo, o estuvieran en contradicción, con lo que pensaban o sentían sus padres. Los padres eran tan narcisistas que no podían distinguir entre sus propios sentimientos y los de sus hijos. Si sentían de determinada manera, daban por sentado que sus hijos debían sentir lo mismo; si los niños intentaban expresar su disenso, ellos reaccionaban con la negación. 'No digas eso, no es lo que realmente piensas', afirmaban, o tal vez: '¿Cómo que odias las habas? No puedes odiarlas. ¡Si a mí siempre me encantaron!' O quizá preguntaban incrédulos: '¿Cómo puedes tenerle miedo al agua?' ¡En esta familia a todo el mundo le encanta nadar!' Y una invasión aun más sutil ocurre cuando uno le dice al otro: 'Lee este libro, te encantará', o 'No vayas a ver esa película, la detestarás', o 'Me compré una campera nueva pero no quiero mostrártela porque sé que no te gustará'.

A los niños cuyo temperamento no coincide con las expectativas de sus padres, esta clase de invasión psicológica puede llevarlos a una autoestima muy baja. Tomemos el caso de un niño a quien por temperamento le cuesta relacionarse con los demás. En algunas familias se respeta el reloj interno de ese hijo y se le permite entablar relaciones siguiendo su propio ritmo, acercándose a los demás y permitiéndoles acercarse a él paso a paso, según le resulte cómodo. En otras familias, en cambio, ese reloj interno no es respetado porque lo que rige las relaciones es la impaciencia de los padres. En lugar de ver al niño como alguien que necesita tiempo para abrirse a los demás, se lo etiqueta como 'tímido', 'solitario', 'presumido', o incluso se lo castiga por ser descortés y 'raro'. Probablemente también se lo obliga a un acercamiento antes de que esté preparado para ello, con lo cual se convierte en efecto en un solitario y casi con seguridad desarrolla el bloqueo 'Me siento amenazado cuando otra persona se acerca demasiado'. Si se le permitiera ser él mismo, el niño seguiría siendo lento para establecer relaciones, pero no las consideraría amenazantes.



"NO QUIERO TENER QUE PEDIR POR LO QUE NECESITO" (o "¿PORQUÉ NO PUEDES LEER MIS PENSAMIENTOS?")


La mayoría de las personas razonables nunca entrarían a un negocio esperando que el vendedor intuya qué desean comprar. Sin embargo, mucha gente encara sus relaciones íntimas precisamente con esa expectativa. Consideran que no deberían tener necesidad de decirles a sus seres queridos qué necesitan para sentirse amados y apreciados; de alguna manera ellos deberían saberlo, y si no lo saben es porque en realidad no los aman. Así por ejemplo, un hombre afectado por ese bloqueo podría decirle a su esposa: "Si ella de veraz me amara sabría qué es lo que quiero; yo no tendría necesidad de decírselo". O una mujer podría decir: "Si debo decirla a mi pareja qué es lo que deseo, ¿de qué sirve?

Casi siempre el bloqueo 'No quiero tener que pedir lo que necesito' está asentado sobre otro. Algunas personas padecen el bloqueo 'No merezco amor', y en consecuencia creen que aun si decidieran pedir lo que necesitan, no lo conseguirían porque no lo merecen. Quienes padecen el bloqueo 'EN mi horóscopo no hay amor' ven el mundo como un lugar tan hostil que también ellos consideran inútil pedir lo que necesitan'. '¿Para qué tomarme la molestia?', razonan. 'De todos modos no obtendré lo que pido'. Para los que padecen el bloqueo 'No necesito a nadie: soy fuerte', pedir lo que necesitan está fuera de la cuestión porque eso implicaría reconocer que tienen necesidades. Y para aquellos cuyos bloqueos nacen de una visión del mundo como lugar de castigo, siempre existe el temor de que si pronuncian esas palabras supuestamente egoístas -'necesito' o 'quiero'- un castigo terrible caerá sobre ellos.

Muchas personas creen que pedir lo que necesitan es simplemente una muestra de mala educación. Cuando alguien pasa por una crisis es habitual que sus amigos, vecinos y familiares le digan una y otra vez: 'Avísame si necesitas algo' o 'Dime qué puedo hacer por ti'. ¿Pero cuántos son capaces de responder con naturalidad: 'Bueno, ya que te ofreces, en realidad hay algunas cosas que necesito', y decirlo sin sentir que le están imponiendo una obligación al otro? SI bien en teoría muchos estarán de acuerdo en que lo mejor es ser directo, casi todos nosotros aprendimos en la infancia que decir sin vueltas 'esto es lo que necesito' o 'esto no es lo que quiero decir' es descortés, prepotente y egoísta. Antes que correr el riesgo de merecer esos calificativos, es comprensible que muchas personas opten por permanecer en silencio, con la esperanza de que los demás adivinen sus necesidades.

Una premisa central subyacente en el bloqueo 'No quiero tener que pedir lo que necesito' es que SI PODEMOS DECIRLE A ALGUIEN QUÉ DEBE HACER PARA MOSTRAR SU AMOR POR NOSOTROS, DE ALGUNA MANERA EL AMOR SE DEGRADA. Una comida de alta cocina no pierde nada de su sabor ni de su valor alimenticio porque le hayamos dicho al camarero qué queríamos comer. No obstante, mucha gente considera que un gesto de amor que se hace en respuesta de un pedido ('Por favor, podrías...') o a instrucciones ('Esta es la forma en que me gusta que me toquen' o 'Me siento bien cuando tú...') prácticamente no cuenta para nada si se lo compara con un gesto de amor realizado en forma espontánea y sin instrucciones. No advierten que al adoptar esa posición -'Si tengo que pedir lo que necesito, no sirve'- lo que hacen es crear las condiciones para pasar el resto de sus días con muchas de sus necesidades insatisfechas. Pues lo que en realidad están diciendo es: 'Sólo aceptaré el amor que no tengo que pedir', lo cual puede leerse así: 'Prefiero vivir sin amor antes que recibirlo diciéndoles a los demás lo que necesito'.

La persona gravemente afectada por este bloqueo tiene dificultad para expresar los deseos y necesidades más simples, como por ejemplo qué desea servirse en un restaurante o cómo quiere que le corten el pelo en la peluquería. EN otros casos, la dificultad se manifiesta sólo en determinado tipo de situaciones. Por ejemplo, personas que son seguras para expresar sus necesidades y deseos, pueden tener dificultad para hacerlo en relaciones en las que sienten que la otra persona tiene más poder, como en una relación de pareja con una figura esquiva o autoritaria.

A algunas personas les cuesta expresar sólo cierto tipo de necesidades. Por ejemplo, muchas personas que consideran una tontería esperar que los demás les lean el pensamiento, traen sin embargo esa expectativa a la cama. Creen que si lo que quieren 'es correcto' su compañero sexual de alguna manera 'lo sabrá'. No es difícil tomarse esta idea viendo cómo presentan las relaciones sexuales el cine y la televisión. Rara vez, o nunca, las escenas de amor muestran a las dos personas diciéndose la una a la otra qué les gusta: a decir verdad, apenas si hablan. Aunque en la vida real hay una considerable dosis de torpeza y turbación la primera vez que dos personas hacen el amor, en la pantalla los amantes siempre parecen saber mágicamente y con toda exactitud qué deben hacer el uno por el otro desde el primer momento.

EL DESEO DE SER MIMADO
Acaso el aspecto más significativo del bloqueo 'No quiero tener que pedir lo que necesito' sea que hasta las personas de más sólida salud psicológica tienen por lo menos un pequeño toque de él. Ello se debe a que este bloqueo es la extensión o la manifestación extrema de un intenso -aunque a menudo inconsciente- deseo que casi todos compartimos: el deseo de vernos transportados a un estado infantil idealizado en el que cada una de nuestras necesidades fuera satisfecha sin necesidad de pedirlo. Para quienes en verdad tuvieron ese privilegio en la infancia, el deseo es RETORNAR al tiempo en que sus padres podían leerles el pensamiento. Para quienes no fueron tan afortunados, el deseo es EXPERIMENTAR POR FIN lo que les faltó en la infancia.



"¿por quÉ debo dar tanto para recibir tan poco?"

Algunas personas que creen dar más en las relaciones no se preocupan por el desequilibrio. Siendo la fuerte propensión a dar un rasgo máximo de su carácter, dan porque les resulta natural hacerlo, y no porque esperan que se les pague con la misma moneda. A los tanteadores, en cambio, les molestaban los desequilibrios que perciben. Aun cuando por naturaleza sean propensos a dar, no les gusta ser lo que más dan en una relación. Consideran que las personas vinculadas con ellos deben dar en igual medida, y si eso no ocurre reaccionan con ira y resentimiento, sintiéndose engañados y explotados.

Otros tanteadores responden al desequilibrio que advierten decidiendo adoptar una actitud de retracción. Por ejemplo, una persona que siente que uno de sus amigos no ha dado bastante en la relación, puede decir: "No lo llamaré. Esperaré hasta que él me llame a mí. Es hora que una vez toma la iniciativa". A veces esta estrategia da resultado, pero en la mayoría de los casos fracasa. Ello se debe a que las personas que se preguntan ¿"Por qué debo dar tanto para recibir tan poco?" suelen ser casi siempre no solo dadores sino también iniciadores, en tanto aquellos con los que se relacionan casi nunca lo son. Así pues, desde el comienzo mismo de la relación se establece un esquema según el cual es el iniciador quien hace el contacto (llamado al otro, o cruzarse la habitación para acercarse a él), da el primer beso o abrazo, toma la iniciativa para hacer el amor, es el primero en proponer planes (como ir al cine o jugar al tenis) y el primero en preguntar "¿Cómo estás?". Cuando el iniciador resuelve romper este esquema y esperar a que la otra persona inicie las cosas, lo más común es que nada se inicie. Por diversas razones, la otra persona simplemente no tiene la misma necesidad o urgencia de "hacerse cargo y echar a rodar la pelota". De modo que el tanteador-iniciador acaba experimentando el sufrimiento de ver sus propias y fuertes necesidades insatisfechas, mientras aguarda que la otra persona haga su movida. Y su resentimiento crece sin cesar.
LOS RASGOS COMUNES DE LOS TANTEADORES

Si bien sus estilos pueden diferir, hay algo que los tanteadores tienen en común: la memoria selectiva. Por lo general no les cuesta nada recordar todo lo que han hecho los demás, y las cosas horribles que los demás les han hecho. Pero cuando se trata de recordar las gentilezas, la ayuda y el afecto que han recibido, la memoria suele fallarles. Así, cuando alguien responde al ataque de un tanteador diciendo: "No es cierto que yo no he hecho nada por ti. ¿Qué me dices de aquella vez que hice tal y tal cosa?", en un primer momento el tanteador se muestra confundido pero en seguida trata de negar que pueda haber algo de cierto en lo que dice el otro.

Del mismo modo, la mayoría de los tanteadores no cree que el principio de prescripción deba aplicarse a las relaciones personales, o por lo menos a las horribles iniquidades que han sufrido ellos en esas relaciones. No importa cuanto tiempo haya pasado desde que al tanteador lo lastimaron o lo trataron mal; él no puede permitir que el hecho sea olvidado o por lo menos perdonado. Lo mantiene en sus registros mentales para usarlo en su debido momento contra la persona que lo lastimó o que provocó su ira. Aun años después de ocurrido., el tanteador no vacila en volver a sacarlo a la luz y arrojárselo al otro a la cara.

Casi siempre los tanteadores padecen también otros bloqueos. Muchos, por ejemplo, sufre el bloque "No quiero que tener que pedir lo que necesito" o "¿Por qué no puedes adivinar mi pensamiento?". Convencidos de que los demás deben simplemente saber lo que "ellos" necesitan o desean, nunca dicen directamente que sienten que hay un desequilibrio en la relación y que eso los hace desdichados. Además si un tanteador dijera sin vueltas: "Siento que doy más de lo que recibo y eso no me gusta", también correría el riesgo de enterarse de que su valoración de la relación no es del todo correcta; que aun cuando hizo anotaciones en su libro mayor mental, de alguna manera pasó por alto muchos de los actos positivos y generosos del otro. Por otra parte, si el tanteador le dijera a un amigo que está insatisfecho con la relación, el amigo tendría la oportunidad de remediar la situación. Para muchos tanteadores ésta sería una perspectiva amenazadora, dado que el único papel que saben desempeñar en la vida es el del ofendido, el explotado, el subestimado.

Otro bloqueo que presentan a menudo los tanteadores es: "Quiero amor, pero sólo si es de cierto modo". Dado que este bloqueo hace que la persona afectada desestime o rechace gran parte del amor que los demás tratan de darle porque no se lo han dado "de manera apropiada" o "de la manera en que yo lo quería", inevitablemente quedan eliminadas muchas pruebas que podrían refutar o poner en duda la queja del tanteador sobre lo poco que le dan los demás.

Pero el bloqueo subyacente que siempre se encuentra en el tanteador es "En mi horóscopo no hay amor". Quienes padecen este bloqueo ven al mundo como un sitio hostil porque en la infancia recibieron tan poco amor, afecto, consuelo, que crecieron literalmente hambrientos de todo eso.

Aunque no todas estas personas se convierten en tanteadores, todos los tanteadores aprendieron temprano en la vida a ver el mundo como un sitio hostil.

Hambrientos de amor en sus primeros años, los tanteadores andan por la vida buscando a alguien que les brinde el sustento emocional que no recibieron en la infancia. Traen a sus relaciones adultas al niño hambriento y desvalido que llevan sepultado en su interior, y juzgan sus relaciones actuales con la sensibilidad de ese niño. El niño interior hambriento piensa que el mundo le debe el amor y el afecto de los que fue privado y siente que ha esperado más que bastante para que se le pague lo que le adeuda. Como ocurre con cualquier deuda vencida hace tiempo, no sólo espera que se le devuelva el capital original, sino también los intereses y las multas acumulados. Cuanto más tiene que esperar el niño el niño interior para que le paguen lo que él piensa que le deben, tanto más aumenta la deuda total. Y en la misma medida en que aumenta la cantidad "que se le debe", también aumenta su rabia y su impaciencia por tener que esperar tanto. De ahí que típicamente el bloqueo de los tanteadores también esté acompañado por "La ira siempre estorba el paso", otro tipo de bloqueo, y por una forma de bloqueo "Para mi es muy tarde; mi plazo ya venció".

FUENTE: Inteligencia emocional

Hace aproximadamente 15 años, las regresiones empezaron a ayudarme, fue unas de las primeras terapias que recibí después la kinesiología, flores de Bach, meditación, control mental, Qi Gong (Chi Kun), MTCH respiración consiente, DEC, REIki, gestalt, código de la emoción etc. me han ayudado y siguen haciéndolo. Las terapias que doy, antes las he experimentado conmigo. Cuando uno se da cuenta que otra forma de vivir es posible ya no hay marcha atrás, habrá momentos de más o menos luz… al final es la Luz quien te atraera y para seguir aprendiendo. Para que las neurosis dejen de dirigir tu vida, mi vida. Esto es un trabajo para siempre….
Ramon Gamero terapeuta holistico

1 comentario:

  1. Buenas tardes, me interesa saber a qué se refiere por "tanteadores" , creo haber leído el mismo artículo en una página de IE y tampoco lo explican. Gracias

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