domingo, 5 de febrero de 2012

UN CURSO DE MILAGROS- DIA 36º capitulo y leccion.


IV. Esto no tiene por qué ser así



1. Si no puedes oír la Voz de Dios, es porque estás eligiendo no escucharla. 2Pero que sí escuchas a la voz de tu ego lo demues­tran tus actitudes, tus sentimientos y tu comportamiento. 3No obstante, eso es lo que quieres. 4Eso es por lo que luchas y lo que procuras proteger manteniéndote alerta. 5Tu mente está repleta de estratagemas para hacer quedar bien al ego, pero no buscas la faz de Cristo. 6El espejo en el que el ego trata de ver su rostro es ciertamente tenebroso. 7¿De qué otra manera, sino con espejos, podría seguir manteniendo la falsedad de su existencia? 8Con todo, dónde buscas para encontrarte a ti mismo depende de ti.

2. He dicho que no puedes cambiar de mentalidad modificando tu conducta, mas he dicho también, y en muchas ocasiones, que puedes cambiar de mentalidad. 2Cuando tu estado de ánimo te diga que has elegido equivocadamente, y esto es así siempre que no te sientes contento, reconoce entonces que ello no tiene por qué ser así. 3En cada caso, has pensado mal acerca de algún hermano que Dios creó, y estás percibiendo imágenes que tu ego forja en un espejo tenebroso. 4Examina honestamente qué es lo que has pensado que Dios no habría pensado, y qué no has pensado que Dios habría querido que pensases. 5Examina honestamente tanto lo que has hecho como lo que has dejado sin hacer, y cambia entonces de mentalidad para que así puedas pensar con la Mente de Dios. 6Esto puede parecer difícil, pero es mucho más fácil que intentar pensar al revés de como piensa Él. 7Tu mente y la de Dios son una. 8Negar esto y pensar de otra manera ha conser­vado a tu ego intacto, pero ha dividido literalmente a tu mente. 9Como hermano que te ama, tu mente es de suma importancia para mí, y te exhorto a seguir mi ejemplo cuando te contemples a ti mismo y cuando contemples a tu hermano, y a que veas en ambos las gloriosas creaciones de un Padre glorioso.

3. Cuando te sientas triste, reconoce que eso no tiene por qué ser así. 2Las depresiones proceden de una sensación de que careces de algo que deseas y no tienes. 3Recuerda que no careces de nada, excepto si así lo decides, y decide entonces de otra manera.

4. Cuando sientas ansiedad, date cuenta de que la ansiedad pro­cede de los caprichos del ego. aReconoce que eso no tiene por qué ser así. 2Puedes estar tan alerta contra los dictados del ego como en su favor.

5. Cuando te sientas culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero no. 2Los "pecados" del ego déjamelos a mí. 3Ése es el propósito de la Expiación. 4Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. 5Si te sigues sintiendo culpable es porque tu ego sigue al mando, ya que sólo el ego puede experimentar culpabilidad. 6Eso no tiene por qué ser así.

6. Vigila tu mente contra las tentaciones del ego, y no te dejes engañar por él. 2No tiene nada que ofrecerte. 3Cuando hayas abandonado ese des-ánimo voluntario, verás como tu mente puede concentrarse, trascender toda fatiga y sanar. 4No obstante, no te mantienes lo suficientemente alerta contra las exigencias del ego como para poder librarte de ellas. 5Eso no tiene por qué ser así.

7. El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente si te niegas diligentemente a dejar que tu mente diva­gue. 2No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. 3Ponte de mi parte sistemáticamente contra este engaño, y no permitas que esa desafortunada creencia te retrase. 4Los des­corazonados no pueden ayudarse a sí mismos ni me pueden ayu­dar a mí. aSin embargo, sólo el ego puede sentirse descorazonado.

8. ¿Te has detenido a pensar seriamente en las muchas oportuni­dades qué has tenido de regocijarte y en cuántas has dejado pasar? 2El poder de un Hijo de Dios es ilimitado, pero él puede restringir la expresión de su poder tanto como quiera. 3Tu mente y la mía pueden unirse para desvanecer con su luz a tu ego, liberando la fuerza de Dios para que reverbere en todo lo que hagas o pienses. 4No te conformes con menos, y niégate a aceptar como tu objetivo nada que no sea eso. 5Vigila tu mente con sumo cuidado contra cualquier creencia que se interponga en el logro de tu obje­tivo, y recházala. 6Juzga por tus sentimientos cuán bien has hecho esto, pues ése es el único uso acertado del juicio. 7Los juicios, al igual que cualquier otra defensa, se pueden utilizar para atacar o para proteger, para herir o para sanar. 8Al ego se le debe llevar a juicio y allí declararlo inexistente. 9Sin tu lealtad, protección y amor, el ego no puede existir. 10Deja que sea juzgado imparcial­mente y no podrás por menos que retirarle tu lealtad, tu protec­ción y tu amor.

9. Eres un espejo de la verdad, en el que Dios Mismo brilla en perfecta luz. 2Al tenebroso espejo del ego no tienes sino que decirle: "No voy a mirar ahí porque sé que esas imágenes no son verdad". 3Deja entonces que el Santísimo brille sobre ti en paz, sabiendo que así y sólo así es como debe ser. 4Su Mente resplandeció sobre ti en tu creación y le dio existencia a tu mente. 5Su Mente resplandece todavía sobre ti y no puede sino resplandecer a tra­vés de ti. 6Tu ego no puede impedir que Dios resplandezca sobre ti, pero sí puede impedirte que le dejes resplandecer a través de ti.

10. El Primer Advenimiento de Cristo no es más que otro nombre para la creación, pues Cristo es el Hijo de Dios. 2El Segundo Adve­nimiento de Cristo no significa otra cosa que el fin del dominio del ego y la curación de la mente. 3Al igual que tú, fui creado en el primero, y te he llamado para que te unas a mí en el segundo. 4Estoy a cargo del Segundo Advenimiento,        mi juicio, que se usa solamente como protección, no puede ser erróneo porque nunca ataca. 5El tuyo puede estar tan distorsionado que hasta creas que me equivoqué al escogerte. 6Te aseguro que eso es un error de tu ego. 7No lo confundas con humildad. 8Tu ego está tratando de convencerte de que él es real y de que yo no lo soy, ya que si yo soy real, no puedo ser más real que tú. 9Ese conocimiento -y te aseguro yo que es conocimiento- significa que Cristo ha venido a tu mente y la ha sanado.

11. Yo no ataco a tu ego. 2Trato con tu mente superior -la morada del Espíritu Santo- tanto si estás dormido como si estás des­pierto, al igual como tu ego trata con tu mente inferior, que es su hogar. 3Me mantengo alerta por ti con respecto a esto porque tú estás tan confundido que te resulta imposible reconocer tu propia esperanza. 4No estoy equivocado. 5Tu mente optará por unirse a la mía, y juntos somos invencibles. 6Tu y tu hermano os uniréis final­mente en mi nombre, y vuestra cordura os será restaurada. 7Resu­cité a los muertos porque sabía que la vida era un atributo eterno de todo lo que el Dios viviente creó. 8¿Por qué crees que habría de ser más difícil para mí inspirar a los des-animados o estabilizar lo inestable? 9Yo no creo que haya grados de dificultad en los mila­gros; tú sí. 10Te he llamado y tú responderás. 11Yo comprendo que los milagros son acontecimientos naturales porque son expresio­nes de amor. 12El que yo te llame es tan natural como el que tú me respondas, e igualmente inevitable.



LECCIÓN 36



Mi santidad envuelve todo lo que veo.



1. La idea de hoy extiende la idea de ayer del que percibe a lo percibido. 2Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. 3Y puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. 4"Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. 5No se puede estar libre de pecado sólo un poco. 6O bien eres impecable o bien no lo eres. 7Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. 8Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo.

2. Hoy se requieren cuatro sesiones de práctica de tres a cinco minutos cada una. 2Trata de distribuirlas equitativamente y de hacer las aplicaciones más cortas a menudo para así asegurar tu protección durante todo el día. 3Las sesiones de práctica más lar­gas deben hacerse de la siguiente forma:

3. Cierra primero los ojos y repite la idea de hoy varias veces lentamente. 2Luego ábrelos y mira a tu alrededor con bastante lentitud, aplicando la idea de manera específica a cualquier cosa que notes en tu ligera inspección. 3Di, por ejemplo:



4Mi santidad envuelve esa alfombra.

5Mi santidad envuelve esa pared.

6Mi santidad envuelve estos dedos.

7Mi santidad envuelve esa silla.

8Mi santidad envuelve ese cuerpo.

9Mi santidad envuelve esta pluma.



10Cierra los ojos varias veces durante estas sesiones de práctica y repite la idea para tus adentros. 11Luego ábrelos y continúa como antes.

4. Para las sesiones de práctica más cortas, cierra los ojos y repite la idea; mira a tu alrededor mientras la repites de nuevo y fina­liza con una repetición adicional con los ojos cerrados. 2Todas las aplicaciones, por supuesto, deben llevarse a cabo con bastante lentitud y con el menor esfuerzo y prisa posibles.

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